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Sherif, el ilustre; Al-Admed, el deseado; SaddilzAllah, el testigo de Dios, Al-Radhi, el benigno; AlMudhaffar, el vencedor; Al-Mostayn-billah, el que implora el auxilio de Dios; Abder-el Rahman, servidor del misericordioso; Obeid-Allah, humilde servidor de Dios, etc.

No usaban los árabes el nombre de familia; distinguíase solo, como en otra parte hemos indicado ya, por el de su padre; que añadian al suyo con la palabra ben ó ebn, de que hicieron muchas veces aven los europeos. Al nombre del padre solian agregar los de muchos de sus abuelos. «Entre nosotros, decia Numan, en uno de sus diálogos, no encontrarias á nadie que no pudiese nombrar sus padres hasta la vigésima generacion, sin omitir un grado.» A estos nombres añadian el de la tribu. Asi tenian los nombres de los árabes aquella longitud tan propia para fatigar la memoria. El emir Yussuf de quien tantas veces llevamos hecha mencion, se nombraba Yussuf ben Abderrahman ben Habib ben Abi Obeida ben Okba ben Nafte el Fehri. El Fehri era el patronímico de la tribu de Fehr, como el Gafequi, el Yemeni, los de las tribus de Gafek ó del Yemen, y asi de los demas.

Otras cualidades y costumbres de los árabes tendremos ocasion de ir observando en el curso de la historia. Prosigamos ahora nuestra interrumpida narracion.

CAPITULO XI..

ABDERRAHMAN II. Y MOHAMMED 11. EN CÓRDOBA:
RAMIRO 1. Y ORDOÑO I. EN OVIEDO.

De 822 866.

Excelentes prendas de Abderrahman II.-Rebelion y sumision extraña de su tio Abdallah.-Condado de Barcelona: Bera: Bernhard.-Sogunda derrota del ejército franco en Roucesvalles.-Curioso episodio de la vida de Abderrahman.-Célebres insurrecciones de Mérida y Toledo.-Revueltas en la Marca de Gothia.-Cárlos el Calvo.-Ramiro I. de Asturias, el de la vara de la justicia.-Supuesta batalla de Clavijo atribuida á este principe.-Guerras en la Marca de Gothia. -Terrible persecucion de los cristianos en Córdoba.-Martirios.Causas que movieron esta persecucion.-Muerte de Abderrahman II' -Continúa la persecucion con su hijo Mohammed. San Eulogio: Alvaro: el abad Samson. Concilios en Córdoba. Apostasías.-Reinado de Ordoño 1. en Asturias.-Verdadera batalla de Clavijo.—Muza el renegado.-Rebelion famosa del bandido Hafsûn.—Muerte de Ordoño 1.

«Treinta y un años, tres meses y seis dias, dice con su acostumbrada minuciosidad la crónica arábiga, cumplia el hijo de Alhakem el dia mismo que fué enterrado su padre, é investido él de unos poderes que de hecho habia ejercido ya en el imperio. Era, añade, Abderrahman II. hermoso de rostro, alto de cuerpo, esbelto de talle, color trigueño y bien dis

puesta barba, que se teñia con alheña. Apellidábasele ya Almudhafar ó vencedor feliz, por el valor con que habia vencido y domado los rebeldes de las fronteras y los enemigos que habitaban los montes y sierras, gente rústica y feroz. Era, prosigue, tan intrépido y duro en la guerra como humano y benigno en la paz: llamábasele el padre de los desvalidos y de los pobres: tenia ademas excelente ingenio y admirable erudicion, y hacia elegantes versos. Gustábale la ostentacion y la magnificencia, y aumentó su guardia con mil africanos, gente brillante y lucida.» Falta hacia á los árabes un príncipe de tan esclarecidas prendas para consolarse de las locuras de Alhakem (822).

Mas parecia ser estrella de la familia Ommiada que ninguno habia de subir al trono sin tener que luchar con algun pretendiente de la misma familia. Por tercera vez se presentó en campaña aspirando á hacer valer sus pretensiones aquel Abdallah á quien dejamos en Africa, dos veces vencido por Alhakem, «y en quien la nieve de las canas, dice la crónica, no habia apagado el fuego de su corazon.» Confiaba ahora en la ayuda de sus tres hijos, Cassim, Esfah y Obeidallah. Pero los hijos, ó menos ambiciosos ó menos confiados en sus fuerzas que el padre, lejos de prestarle ayuda y fomentar sus ilusiones, acudieron á persuadirle que se sometiera al legítimo emir, cuando éste, despues de algunos combates, le tenia cercado en Valencia. La manera como se decidió Ab

dallah á hacer su sumision retrata al vivo lo que era un verdadero creyente, un musulman fanático de aqueIlos tiempos.

Tenia preparada una salida con toda su gente. Era un jueves, víspera del dia festivo de los musulmanes. <«<Compañeros, les dijo, mañana, si Dios quiere (1), <«<haremos nuestra oracion de jhuma, y con la bendi<«cion de Allah partiremos el sábado, y pelearémos <«<si fuese su divina voluntad.» El viernes, congregadas sus tropas delante de la mezquita de Bab Tadmir ó puerta de Murcia, dirigióles otra breve arenga, y alzando despues los ojos y las manos al cielo: «¡Dios <mio! exclamó, si tengo razon y es justa mi deman«da, si mi derecho es mejor que el del nieto de mi «padre, ayúdame y dame la victoria; mas si su de«recho al trono es mas fundado que el de su tio, «bendícele, Señor, y no permitas las desgracias y horrores de la guerra y discordia que hay entre «nosotros: apoya su poder y estado, y ayúdale.»«Asi sea,» contestaron á una voz el ejército y mucha parte del pueblo que se hallaba presente. En aquel

(1) La fórmula «si Dios quiere» que usa todavía en España comunmente el pueblo, estaba espresamente prescrita para los mahometanos en el Coran. Dicese que tuvo el siguiente orígen. Habiendo rogado algunos cristianos á Mahoma que les contase la historia de los siete durmientes, les respondió: <<mañana os la contaré," olvidándose de añadir, «si asi lo quiere

Dios.» Reprendiéronle el olvido, y de sus resultas dicen que le fué revelado por Dios este verso que se añadió al Coran: "Nunca digas: mañana yo hare tal cosa, sin añadir: «si Dios quiere.» Los turcos siguen observando escrupulosamente esta máxima, y jamás ofrecen hacer cosa alguna, sin añadir: «Si Dios quiere.» En seha Allah.

momento, añade la crónica, sopló un viento frio y helado, extraño en aquel clima y estacion, que ocasionó á Abdallah un accidente repentino y le dejó sin habla, de modo que fué necesario concluir la oracion sin él. A los pocos dias desató Dios su lengua, y dijo Abdallah: «Dios ha declarado su voluntad, y no permita el Señor que yo intente cosa alguna contra ella.>>

Al dia siguiente un venerable anciano musulman se apeaba á la entrada de la tienda de Abderrahman: un jóven llevaba asida la brida y otro sostenia el estribo de su lujoso palafren. Eran Abdallah y sus hijos que iban á hacer su sumision al emir instituido por Dios para gobierno del pueblo musulman. Abderrahman los recibió con los brazos abiertos, y generoso como su abuelo Hixem, concedió á Abdallah el gobierno y señorío de Tadmir, donde murió dos años despues.

Desembarazado Abderrahman de esta guerra, iba á licenciar sus tropas, cuando recibió noticia de una irrupcion que los condes de la Marca de España habian hecho en tierras musulmanas de este lado del Segre. Retuvo pues las licencias á sus soldados, y marchó precipitadamente sobre la Gothia llevando de vanguardia al caudillo Abdelkerim. Cerca de veinte años hacía (desde 801) que gobernaba la ciudad y condado de Barcelona el godo Bera, cuando fué acusado de traicion por otro godo llamado Sunila ante

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