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racenos, no declaran bien las historias si de España ó de Africa, se atrevian á avanzar hasta las puertas de la capital del mundo cristiano, devastaban los arrabales de Roma, y saqueaban las iglesias de San Pedro y San Pablo, situadas extramuros sobre el camino de Ostia: gran conflicto, y sobresalto grande para la cristiandad.

ya

Dias amargos y de ruda prueba estaban pasando

los cristianos de Córdoba. La tormenta de la persecución que anunciamos antes, descargaba ya con furia sobre aquellos fieles que hasta entonces habian logrado gozar de cierta libertad y reposo, y á la era de tolerancia habia sucedido una era de martirio. ¿Qué habia motivado este cambio? ¿No tenia fama de humanitario y generoso el segundo Abderrahman? Teníala, y los historiadores árabes cuentan el siguiente rasgo de su corazon benéfico.

Habia afligido en 846 á las provincias meridionales una sequía espantosa: faltaron las cosechas, se abrasaron las viñas y los árboles frutales; no quedó yerba verde en el campo; agotáronse los pozos y los abrevaderos; los ganados escuálidos morian de inanicion; las risueñas campiñas se convirtieron en soledades horribles, sin vivientes que las atravesáran; muchas familias pobres emigraron á Africa huyendo del hambre; la miseria hacía estragos horribles, y para completar este cuadro desconsolador un viento solano que sopló de Sahara envió una plaga de lan

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en 846, hacian pero Guillermo. apoderó en 848 año siguiente le duró el cont los partidario

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La ley hacia esta fucha muy desventajosa por parte de los cristianos. Aunque gozaban de la libertad del culto, las palabras del Profeta daban mil ocasiones y pretextos para que fuesen molestados y perseguidos. El cristiano que pisaba una mezquita, ó habia de abrazar la fé de Mahoma, ó era mutilado de pies y manos. El que una vez llegaba á pronunciar estas palabras de su símbolo: «No hay Dios sino Dios y Mahoma es su Profeta,» aunque fuese solo por juego ó en estado de embriaguez, ya era tenido por musulman y no era libre de profesar otro culto. El que tc

gosta que acabó de consumir las pocas subsistencias que quedaran. Abderrahman entonces apareció como un ángel de consuelo; suspendió la guerra santa y abrió las arcas del tesoro, distribuyó limosnas á los pobres, perdonó las contribuciones á los ricos, empleó los jornaleros en obras públicas, hizo por primera vez empedrar la ciudad, y de esta manera continuó curando los males del pueblo, hasta que Dios, dicen sus crónicas, se apiadó de los muslimes, y el rocío del cielo, bajó á refrescar los campos. Esta conducta de Abderrahman hizo que los mismos que antes le murmuraban le amáran y llenáran de bendiciones.

¿Cómo este mismo Abderrahman, tan humano en Mérida y en Córdoba, persiguió despues tan crudamente á los cristianos? Examinemos las causas de este sangriento episodio.

A pesar de la tolerancia del gobierno musulman, y á pesar de haber adoptado mucha parte de los mozárabes el turbante, el albornoz y el calzon ancho de los muslimes, conservábanse vehementes antipatías entre los individuos de las dos religiones, en cada una de las cuales habia fanáticos que creian contaminarse con solo tocar los unos la ropa de los otros. Entre ciertas clases del pueblo es difícil, sino imposible, que haya la suficiente prudencia para disimular estos odios y animosidades, y que no las dejen estallar en actos positivos de recíproca hostilidad; y esto era lo que

acontecia, sin que bastára á evitarlo el celo y vigilancia asi de los cadíes árabes como de los condes cristianos. Los alfaquíes, ó doctores de la ley, y algunos musulmanes exagerados, cuando oian tocar la campana que llamaba á los cristianos á los divinos oficios, tapábanse los oidos, y hacian otras demostraciones semejantes, prorumpiendo á veces en exclamaciones ofensivas, y á veces tambien poníanse á orar por la conversion de los que ellos llamaban infieles. Los cristianos, por su parte, cuando oian al muezzin desde el minaret ó torre de la mezquita llamar á la oracion á los muslimes, hacian iguales imprecaciones y poníanse á gritar: «Salva nos, Domine, ab audito malo, et nunc, et in æternum.» Con esto exasperábanse unos y otros, y á la provocacion y á los denuestos seguíanse las riñas, las violencias y los choques.

La ley hacia esta fucha muy desventajosa por parte de los cristianos. Aunque gozaban de la libertad del culto, las palabras del Profeta daban mil ocasiones y pretextos para que fuesen molestados y perseguidos. El cristiano que pisaba una mezquita, ó habia de abrazar la fé de Mahoma, ó era mutilado de pies y manos. El que una vez llegaba á pronunciar estas palabras de su símbolo: «No hay Dios sino Dios y Mahoma es su Profeta,» aunque fuese solo por juego ó en estado de embriaguez, ya era tenido por musulman y no era libre de profesar otro culto. El que tc

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