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Pero por grande que fuera el premio que del califa recibiese Ahmed ben Said, aun fué mucho mayor y mas espléndido el regalo que éste hizo al emir Almumenin de la parte que le tocó de los despojos de aquella expedicion. Consistió este célebre regalo, segun lo refiere Aben Chalican, en los objetos siguientes: cuatrocientas libras de oro puro de Tibar, valor de cuatrocientos mil zequíes en plata en barras, cuatrocientas libras de madera de linaloe, quinientas onzas de ambar, trescientas onzas de alcanfor precioso, treinta piezas de tela de oro y seda, ciento y diez pieles de martas finas de Korasan, cuarenta y ocho cubiertas ó caparazones de oro y seda para caballos, tegidas en Bagdad, cuatro mil libras de seda en madejas, treinta alfombras de Persia, ochocientas armaduras de hierro bruñido para caballos de guerra, mil escudos, cien mil flechas, quince caballos árabes de raza con ricos jaeces recamados de oro, cien caballos de Africa y de España bien enjaezados, veinte acémilas con sillones y cubiertas largas, cuarenta esclavos jóvenes, y veinte lindas esclavas, todas con vestidos preciosos, y una casida ó composicion larga de elegantes versos en elogio del rey, obra del mismo Ahmed ben Said ("). Todo aparece grande y suntuoso en el reinado del tercer Abderrahman.

(1) Conde, en el cap. 84, supone este famoso regalo de Ahmed ben Said como hecho de vuelta de su anterior incursion en Galicia. A

no dudar se distrajo en esto el ilustrado orientalista español, pues si aun traidas estas riquezas de la opulenta ciudad de Tunez, no pue

No pudiendo ya sufrir Maad ben Ismail, cuarto califa Fatimita, el engrandecimiento del iman de Córdoba en Africa, envió á su caudillo Gehwar el Rumi con veinte mil caballos de Ketama y Zanhaga, y muchos mas de otras tribus, con órden de que ocupára los estados de Almagreb. El walí de Abderrahman de Córdoba reunió tambien sus cabilas de zenetas y mazamudas, y saliéronse al encuentro ambas huestes. Gehwar ofreció grandes premios al que quitára la vida al walí del califa español, y en efecto logró el placer, que placer era este siempre para todo sarra ceno, de enviar su cabeza á Maad ben Ismail, el cual la hizo pasear clavada en una lanza por las calles de Cairwan. A esta victoria siguieron otras, y á principios del año 960 se atrevió ya el vencedor Fatimita á poner cerco á la ciudad de Fez, principal asiento del poder del califa español en Africa. Combatióla dia y noche sin descanso, y al cabo de trece dias la tomó por asalto con gran mortandad de andaluces y zenetas que se defendieron hasta morir: la ciudad fué saqueada, cautivado su gobernador, y demolidos sus muros y las torres de sus puertas. En pocos meses se apoderó el valiente Fatimita de todas las ciudades de Almagreb, á excepcion de Ceuta, de Tánjer y Tlencen que defendian las tropas de Abderrahman. El

de menos de sospecharse algo de exageracion en el relato, ¿cómo pudo haberlas recogido en las po

bres poblaciones cristianas, donde eran ademas desconocidos la mayor parte de estos objetos?

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cautivo walí de Fez con otros quince caballeros, juntamente con el gobernador prisionero de Sigilmesa, fueron llevados encadenados y desnudos en lomos de camellos; y cubiertas sus cabezas con andrajos de lana y cuernos entrelazados, paseáron los asi por las calles y plazas de Cairwan y de Mahedia, y encerráronlos despues en calabozos donde todos perecieron.

Vivamente alarmado Abderrahman con estas noticias, recibidas en ocasion que acababa de perder á su primer ministro Ahmed ben Said, y cuando todavía lloraba las muertes de su hijo Abdallah y de su tio Almudhaffar, en el mal humor que todos estos disgustos le produjeron juró vengar los ultrages recibidos de Almagreb, y con los arranques de una melancólica desesperacion mandó hacer prontos y numerosos aprestos de gente y naves que pasáran á Africa á volver por el honor de los Omeyas de Córdoba. Embarcáronse con presteza y diligencia tropas de á pié y de á caballo, y unidas con las que guarnecian á Ceuta, Tanger y Tlencen, pelearon con tanto valor y con tan próspera fortuna, que en pocos meses recobraron las ciudades y fortalezas perdidas, y tomaron por asalto á Fez, quedando asi dueños de todo el pais desde Fez hasta el Occéano. En todos los alminbares y mezquitas de Almagreb fué proclamado emir Almumenin el poderoso califa de Córdoba Abderrahman Anasir Ledinala con general contenta

miento y aplauso de los pueblos y cabilas zenetas (1).

Asi iban las cosas de Abderrahman en sus últimos años por parte de las armas y de la conquista. Habia pacificado la España árabe aniquilando todas las facciones intestinas que la infestaban; el rey cristiano de León era hechura suya; vivia en amistad con el de Navarra; enviados del conde de Barcelona habian venido á su córte; príncipes y monarcas italianos, franceses, esclavones y griegos habian solicitado su amistad y enviádole embajadores que volvian haciendo lenguas de su grandeza; las naves de Egipto y de Tunez habian caido en su poder, y en Africa acababan de triunfar sns armas, y en todas las mezquitas resonaba su nombre como el de un sal vador. Réstanos dar cuenta de otra embajada que recibió de otro príncipe contemporáneo, de Othon I., rey de la Germania, emperador de Alemania despues, llamado el Grande: embajada notable y curiosa, llena de lances dramáticos, que nos revelarán el espíritu religioso y político de los hombres de ambas creencias muslímica y cristiana en aquella epoca, y el genio y carácter de Abderrahman.

El califa de Córdoba habia tenido que enviar un mensage al gran gefe de la Alamanya que ellos decian. La carta misiva de Abderrahman contenia varias frases de aquellas que tan familiares eran á los mus

(1) Cartas de Abd el Halim.—Conde, part II. cap. 86.

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limes y que nunca faltaban en sus documentos oficiales, esto es, elogios de su religion, de la proteccion que Dios dispensaba á los mahometanos contra los infieles, de las excelencias del islamismo sobre el Evangelio y la Cruz, y otras semejantes. Pareciéronle á Othon estas espresiones otras tantas injurias que se hacian al Dios de los cristianos, y retuvo mucho tiempo á los enviados del califa, como quien temia con su respuesta ocasionar una ruptura. Pero era menester tomar una resolucion, y la resolucion fué despachar una embajada á Cordoba, menos al parecer para tra tar negocios políticos que para responder à la parte injuriosa de la carta de Abderrahman en que se vulneraba la religion cristiana. El sábio Bruno, arzobispo de Colonia y hermano de Othon, se encargó de redactar la respuesta; respuesta en que prodigaba algunos mas denuestos á Mahoma y al Corán que los que de la carta del califa se hubieran podido sacar contra Cristo. Necesitábase para llevar esta carta una persona de resolucion y arrojo, que no temiera arrostrar la cólera del califa. Uh monje de la célebre Abadía de Gorza se ofreció espontáneamente á ello, acaso con la esperanza del martirio: llamábase este monje Juan, y se le dió por adjunto á otro monje de la misma Abadía nombrado Garamanno. Partieron, pues, los dos mensageros camino de España, y llegaron á Córdoba donde hallaron una acogida benévola de parte del monarca musulman; el cual les destinó

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