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CAPITULO III.

PELAYO.-COVADONGA.-ALFONSO,

De 711 á 756.

Los cristianos en Asturias.-Pelayo.-Combate de Covadonga.-Triunfo glorioso. Formacion de un reino cristiano en Asturias y principio de la independencia española.-Reinado de Pelayo.-Su muerte.Idem de su hijo Favila.-Elevacion de Alfonso I.-Estado de la España musulmana al advenimiento de Alfonso.-Sus guerras en la Galia con Carlos Martéll.-Rebeliones y triunfos de los berberiscos en Africa. Escisiones entre las razas muslímicas ae España.-Atrevidas escursiones y gloriosas conquistas de Alfonso el Católico.Terror de los árabes.-Nueva irrupcion de africanos.-Designacion de comarcas para el asiento de cada tribu.-Renuévanse con furor las guerras civiles entre las razas musulmanas.-Fraccionamiento de provincias.-Anárquica situacion de la España sarracena.

¿Era toda la España sarracena? ¿Obedecia toda á la ley de Mahoma? ¿Era en todas partes el Dios de los cristianos tributario del Dios del Islam? ¿Habian desaparecido todos los restos de la sociedad goda? ¿Habia muerto la España como nacion? No: aun vivia, aunque desvalida y pobre, en un estrecho rincon de este poco ha tan vasto y poderoso reino, como un

desgraciado á quien han asaltado su casa y robado su hacienda, dejando solo un triste y oscuro albergue en que los salteadores con la algazara de recoger su presa no llegaron á reparar.

Desde la catástrofe del Guadalete y al paso que los invasores avanzaban por el interior de la Península, multitud de cristianos, sobrecogidos de pavor y temerosos de caer bajo el yugo de los conquistado

buscaron su salvacion y trataron de ganar un asilo en las asperezas de los montes y al abrigo de los riscos de las regiones septentrionales, llevándose consigo toda su riqueza moviliaria, las alhajas de sus templos y los objetos mas preciosos de su culto. Obispos, sacerdotes, monjes, labradores, artesanos y guerreros, hombres, mugeres y niños, huian despavoridos á las fragosidades de las sierras en busca de un valladar que los pusiera al amparo del devastador torrente. Los unos ganaron la Septimania, los otros se cobijaron entre las breñas y sinuosidades de la gran cadena de los Pirincos', de la Cantabria, de Galicia y de Asturias. Este última comarca, situada á una estremidad de la Península, se hizo como el foco y principal receptáculo de los fugitivos. Pais cortado en todas direcciones por inaccesibles y escarpadas rocas, hondos valles, espesos bosques y estrechas gargantas y desfiladeros, una de las postreras regiones del mundo en que lograron penetrar las águilas romanas, no muy dócil al dominio de los godos, contra

el cual apenas cesó de protestar por espacio de tres siglos, parecióles á aquellas asustadas gentes el mas á propósito para guarecerse con menos probabilidad de ser hostilizados, y para atrincherarse y defenderse en el caso de ser acometidos. Diéronles benévola acogida los rústicos é independientes moradores de aquellas montañas, y alli vivian naturales y refugiados, si no contentos, resignados al menos con su estrechez y sus privaciones, prefiriéndolas al goce de sus haciendas á trueque de no verse sujetos á los enemigos de su patria y de su fé. La fé y la patria eran las que los habian congregado alli. En el corazon de aquellos riscos y entre un puñado de españoles y godos, restos de la monarquía hispano-goda confundidos ya en el infortunio bajo la sola denominacion de españoles y cristianos, nació el pensamiento grande, glorioso, salvador, temerario entonces, de recobrar la nacionalidad perdida, de enarbolar el pendon de la fé, y á la santa voz de religion y de patria sacudir el yugo de las armas sarracenas.

Los mahometanos por su parte habíanse cuidado poco de la conquista de un pais que sobre ser de difícil acceso debió parecerles miserable y pobre en cotejo de las fértiles y risueñas campiñas de Mediodía y Oriente de que acababan de posesionarse, mucho mas no sospechando lo que se ocultaba dentro de aquellas montuosas guaridas. Parece, no obstante, que bajo el gobierno del cuarto wali Ayub llegaron

algunos destacamentos enemigos á la parte llana de Asturias, y que hallándola desierta, por haberse retirado sus moradores á lo mas fragoso de sus bosques y breñas, se apoderaron fácilmente de las aldeas y puertos de la costa. Dejaron por gobernador en Gegio ó Gigio (hoy Gijon) á un gefe que nuestras crónicas nombran Munuza, y que fué sin duda el Othman ben Abu Neza de que hemos hablado en el anterior capítulo.

Faltábales á los cristianos alli guarecidos un caudillo de tan grandes prendas como se necesitaba para que los guíára en tan grande y atrevida empresa como la que habian meditado. La Providencia les deparó un noble godo nombrado Pelayo, hijo de Favila, antiguo duque de Cantabria, y de la sangre real de Rodrigo. Habia sido Pelayo conde de los espatarios ó sea de la guardia del último monarca; habia peleado heróicamente en la batalla de Guadalete, y la fama de sus proezas, y la gallardía de su persona, y la nobleza de sn alcurnia, todo contribuyó á que los asturianos se agrupáran en derredor suyo y le aclamáran unánimemente por gefe y capitan de aquella improvisada milicia religiosa, de aquella grey. de fervorosos cristianos, mas provistos de entusiasmo y de fé que de armas y materiales medios para la defensa. Pelayo aceptó, á fuer de hombre religioso y de varon esforzado y amante de su patria, el difícil y honroso cargo que se le confiaba, y dióse principio á la obra der

ramándose aquellas gentes por las comarcas vecinas de Cangas de Onís, llamada entonces Cánicas.

Llegó la noticia del levantamiento de los astures á oidos del walí el Horr, á tiempo que éste se disponia á penetrar con sus hucstes en la Galia Gótica, y no dando grande importancia al movimiento de Asturias, encargó á su lugarteniente Alkamah la empresa de sujetar los asturianos. Partió, pues, Alkamah con un cuerpo de ejército respetable, si bien es de sospechar que hayan exagerado su cifra los primeros cronistas españoles. A la aproximacion de la huéste sarracena no creyendo Pelayo conveniente esperarle en Cangas, se retiró con todo el pueblo hácia el monte Auseba. Las mugeres, viejos y niños buscaron lo mas fragoso de las breñas para cobijarse, mientras los hombres de armas se situaban en las alturas y colinas desde donde mejor pudieran ofender á los enemigos que se atrevieran á penetrar por aquellos desfiladeros.

A la estremidad de un estrecho y sombrío valle al Oriente de Cangas, que torciendo un poco hácia Occidente forma una cuenca limitada por tres cerros, se levanta una enorme roca de ciento veinte y ocho pies de elevacion, en cuyo centro hay una abertura natural que constituye una caverna ó gruta, entonces como ahora llamada por los naturales la cueva de Covadonga. Alli se retiró Pelayo con cuantos soldados podian caber en aquel agreste recinto, colocando el resto de sus gentes en las alturas y bosques que cier

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