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tendrá mejor instrumen al y mejor inspección, se reclutarán con menos dificultad empleados honorables, se juzgarán más equitativamente los resultados obtenidos ¿Para qué esos dispendios colosalés, esos gastos enormes de transporte, de ins talación, de repatriación, para intentar lejos lo que se puede realizar en casa?

Es la conclusión á que ha llegado Inglaterra. Ha suprimido los envíos de presos á Australia, ha organizado el trabajo al aire libre en el interior del país, ha concentrado á los condenados capaces de soportar grandes trabajos en Portland, Portsmouth y Chatham, reuniendo de este modo las ventajas del trabajo colonial y los económicos del trabajo penal. El Tesoro del Reino y la salud de los presos han salido ganando.

Se comprende, por tanto, la vacilación de los legisladores franceses á comprometerse en un camino tan inseguro. Sólo tienen ante sí la certidumbre de grandes sacrificios, lo demás es incierto. La ley no ha creído poder fijar el régimen de los deportados; ha dejado á la administración pública el cuidado de reglamentar materia tan esencial.

Sea como quiera, haciendo abstracción de los puntos espe ciales, separando aún la cuestión del clima y no preguntándonos si hay medio de lucha, por ejemplo, contra las condiciones atmosféricas de la Guyana, un hecho nos parece cierto: que la clase de los deportados ha sido mal escogida.

La ley se refiere á la hez de la población. Los reincidentes de que habla no tienen ya ninguna fuerza moral; han perdido para siempre el hábito del trabajo y del orden; quizá les quede un cierto vigor físico que no es suficiente para que nazcan en ellos, en un nuevo medio social, los elementos de una regeneración. El malhechor que ha acabado por encontrar agradable la estancia en una cárcel, temerá menos el vivir en las colonias.

Tales son algunas de las razones que han provocado á los adversarios de la deportación á combatir la ley y á no ver en ella un arma suficiente contra la reincidencia. En este orden de ideas, piden en Francia, como en otras partes, medidas más eficaces, se quejan de la ínfima intimidación que producen las penas pequeñas; se espera la salvación de leyes pro

tectoras de la infancia abandonada y de la vejez; se cree necesario ayudar a los trabajadores incapaces de ganar la vida á causa de accidentes ó de enfermedades; se sclicita la organización seria de los patronatos, y en fio, se preocupan con pasión de la reforma de las prisiones.

En el fondo, las ideas relacionadas con la deportación per tenecen más bien al dominic de las instituci nes preventivas que al de las represivas, y su forma es la emigración. El descubrimiento de América ha influído grandemente en la crininalidad.

En su hermoso libro sobre la historia de la criminalidad, Pike muestra que si la Inglaterra del siglo XVI y del siglo xvi ha sido en conjunto menos turbulenta, menos brutal y menos violenta que la Inglaterra de los siglos precedentes, si se puede notar, á partir de este momento, un progreso serio en las costumbres, se debe al Nuevo Mundo (1).

Las tierras nuevas permiten el empleo de energías que hubieran permanecido sin ocupación y pudieran dedicarse al mal; constituyen un escape del exceso de fuerzas sociales y son una palanca fecunda y potente para el apaciguamiento de las pasiones, de los apetitos y de los instintos. Pero, como he dicho, antes del crimen es cuando conviene utilizar esta influencia; luego es demasiado tarde.

Las colonias necesitan representar un papel en la lucha contra las clases peligrosas. Los gobiernos que tienen la suerte de poseer colonias salubres, deben poner un gran empeño en enviar de una manera regular, no á los malhechores incorregibles, sino á los trabajadores ahogados en la pelea de la civilización y que sólo necesitan un poco más de aire y de libertad. No olvidemos que para poblar sus colonias, la Grecia antigua escogió lo mejor de su juventud. Europa está comprometida en el camino de la política colonial. No se pue den desconocer las ventajas que existen para un Estado en favorecer, en subvencionar y en vigilar la emigración, en ocuparse de las condiciones de partida y de llegada de los colonos, en mostrarles que al partir no se les abandona á sí mismos.

(1) PIKE, tomo II, págs. 101 y sig.

Un mundo viejo contiene mucha gente sin situación social; el obrero, privado de aprendizaje serio; el campesino, que temerosamente ha abandonado el hogar doméstico; el hijo del pobre, que ha recibido una cultura intelectual de la que no se puede servir; el soldado, que tras algunos años de cuartel, siente repugnancia al oficio paterno son otros tantos luchadores mal armados para el combate, obligados en condiciones desfavorables á hacerse un hueco en medio de una población demasiado densa.

Aprir nuevos horizontes á la actividad numana, arrancar á los individuos de una lucha sin salida, lanzarlos á un mundo en que el equilibrio se restablece entre sus necesida des, y su medio, es transformar con frecuencia al futuro va gabundo en un productor útil y combatir la criminalidad mejor que construyendo hermosas cárceles.

Bélgica se halla en este punto, en una situacion más especial aún: con su población demasiado densa y su plétora de productos, rodeado de vecinos poderosos lanzados en la vía proteccionista, se ahoga en Europa y la emigración se impone á los trabajadores que languidecen en el suelo natal.

El Estado del Congo, á pesar de las dificultades y los pe ligros siempre inherentes á los primeros trabajos, puede ser la salvación si los hombres bastante robustos para soportar los riesgos y las fatigas de los comienzos, muestran la energía y la iniciativa necesarias.

CONCLUSIÓN

Desgraciadamente se encuentra en los estudios sobre las materias de que nos ocupamos, un vicio capital, la fe en la virtud de tal ó cual medida aislada. Una escuela vé la solución del problema en el régimen celular, otra en el régimen progresivo, otra en el patronato, otra en la deportación y así sucesivamente.

Ninguna reforma aislada puede ejercer influencia apreciable. Estas instituciones, como la Sociedad misma, constituyen un gigantesco organismo. Para influir en la entidad social, deben reflejar una poderosa complejidad y adaptarse

perfectamente á ella. En ambos lados todas las partes están indisolublemente ligadas y una reforma no puede ser seria, sino tomando las cosas en su conjunto.

En primer término, aparecen las medidas preventivas. En todos sitios tanto en Europa como en América, se levantan expléndidos establecimientos penitenciarios, claro testimonio de los nobles sentimientos de nuestro siglo.

Prueban que los buenos se humanizan, pero no siempre que los malos mejoren. Cuando se piensa en la cifra colosal de personas honradas desaparecidas por las guerras, las epi demias, la miseria, los accidentes del trabajo; cuando se recuerda que los ejércitos europeos, antaño acogian á los vagabundos y hoy los rechazan; cuando se considera por otra parte el número de delincuentes incorregibles conservados más o menos tiempo en las cárceles, lanzados de nuevo entre los hombres y no sirviendo sino para aumentar la cantidad de reincidentes, se está tentado de decir que la sociedad consigue mejor destruir á los buenos que moralizar á los malos.

Y es que, hay en esta cuestión más que en cualquiera otra, gastos profuctivos y gastos improductivos; entre los primeros figuran principalmente los dispendios consagrados á las instituciones preventivas.

Organizar los sindicatos profesionales, reconocer las asociaciones obreras, crear bolsas del trabajo, subvencionar la emigración proteger al niño abandonado moral ó materialmente, al pobre, al mendigo casual, internar más tiempo al mendigo habitual, ayudar á la vejez, á los obreros enfermos, imposibilitados ó usados por el trabajo, multiplicar los talleres de caridad, los refagios, las escuelas de reforma, influir en los municipios para que velen por los pobres, reservar la severidad social para el vicio, procurar mantener al campe sino en el campo, tales son los medios de restringir el aire de dispersión de la criminalidad y de rechazar ésta, como la civilización rechaza hasta los límites de las nuevas tierras á los pueblos salvajes. Conviene añadir que el dinero gastado de este modo, lo economizará la sociedad en la represión.

Mucha gente reacciona contra lo que llaman el sentimen

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SUMARIO.-I. Necesidad de extender las investigaciones históricas al derecho de todos los pueblos y de todos los tiempos Prejuicios dominantes en esta materia Valor del derecho romano. Sociologi y jurisprudencia. Principios fundamentales II. El carácter natural del derecho positivo; su relatividad; importancia del momento genésico y de los subsiguien. tes. III La determinación lógica del derecho; reconocimiento del carácter jurídico como requisito necesario para la comparación. IV La unidad del espiritu humano y su revelación en la fenomenología juridiea Semejanzas entre las instituciones de varios pueblos; la propagación del derecho Error de la escuela histórica La convergencia de los particulares lesenvolvimientos Criterio suprahistórico en la ordenación de los datos V Conclusión Vinculos filosóficos de la ciencia del derecho universal comparado; el error de Post y la obra del precursor A. v. Fe uerbach.-Apéndice: La doctrina de la propagación del derecho.

I

Quizás ya no exista quien sea capaz de rebatir que es cien. tíficamente admisible y necesaria la exploración del derecho positivo de todos los pueblos y de todos los tiempos, que el examen de las fases primitivas y embrionarias es indispensable para la cabal inteligencia de las ulteriores, y que la comparación de varios datos es el medio más idóneo à fin de determinar los caracteres y tendencias de la evolución jurídica; de tal modo está hoy arraigado en la común conciencia de los tratadistas el convencimiento de la legitimidad é importancia de la indagación empírica, tanto en general como con relación al

(*) Este trabajo-ya vertido al francós (L'idee d'une science du droit universel comparé Trad. de M René Francez, París, 1910--, es una memoria leida al Oongreso de Heidelberg el día 4 de Septiembre de 1908. Nuestra traduc ción aparece, no sólo aumentada conforme à la última edición italiana, sino con nuevas notas que el autor ha añadido á esta edición española.-M. C.

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