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VII.

Viaje a Saltzburgo.

La familia real de España.--Confianza hecha 'por

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princesa de Beira acerca de su deseo de volver á España.-Micomportamiento con este motivo.

Yo llegué à Saltzburgo veinte dias antes de la reo

nion de Zoeplitz, á la cual han atribuido muchos periódicos la resolucion tomada por la princesa de Beira de volver á España.

Los periòdicos mal informados, sin duda han supuesto que esta princesa atravesó la Francia con el consentimiento del gobierno frances, de suerte que siendo asi yo seria el agente ó el juguete de los hom. bres del poder. (1),

(1) Todos convinieron en esta época en que el pasaporte fue espedido en Viena por la embajada de Francia, y el dicho del autor no es suficiente para demostrar la falsedad de una aserGion generalmente recibida. ·

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Cualquiera de las dos suposiciones es demasia do humillante para que yo no tome interes en refu. tarla. No: los hombres que han tocado la mano de Deutz ni los amigos de estos hombres no se ligarán con las gentes de honor para segundar una, einpresa tan arrojada comoda que tentó esta princesa. El suponerlo es un absurdo.

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Pocos instantes despues' de mi llegada me presenté en palacio para hacerme anunciar y preguntar la bora, á la cual querria recibirme S. A. Me introdujeron en un salon que sirve de antecámara, y encontré una bonita y amable señorita que hablaba maravillosamente bien el francés; y era la señorita Pilar de Arce, dama de honor de S. A. R.: esta me dijo, que sin duda ninguna me recibiria al ins-". tante, y desapareció sin darme tiempo de acabar de pedirla perdon por mi traje de camino, Casi en el mismo instante volvió para introducirme: S. A. R. me recibió con la mayor boudad y me dijo, que estaba advertida de mi visita por el Conde de la AI. cúdia, embajador por Carlos V., cerca de la Còrte de Viena.

Al verla, quedé admirado del aire digno y ma gestuoso de la princesa. Me pareció de la edad de treinta y cuatro á treinta y cinco años, su estatura algo mas que mediana, es airosa, tiene toda la soltura y la gracia que solo en España se encuentran, su rostro tiene la regularidad was perfecta, una grande espresion de nobleza y dulzura; hermosísimo cutis, los dientes admirablemente blancos, la boca

སྐྱ

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pequeña, los cabellos de ébano, ojos negros y grandes, la mano pequeña y bien hecha, y el pie de una andaluza. S. A. R. es hija de Juan XIV, hermana de don Miguel, y hermana política y sobrina de Garlos V.

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En Saltburgo en donde estaban los príncipes españoles con una corta servidumbre leal, hacía la princesa una vida sumamente retirada; se habia dedicado á la educacion de sus sobrinos, que ella misma dirigia con el mayor cuidado; la mayor parte del dia la dedicaba á presenciar las lecciones que les hacía dar para completar su educacion, y por la no. che asistia al salon en donde recibia gentes de la ciudad, ó salia á pasear á caballo ó en coche.

La conversacion recayó al instante sobre la Es paña, y todas las veces que mi adhesion al realismo me hacia envidiar la suerte de los soldados de Carlos V veia animarse su hermoso rostro, y sus grandes ojos negros, brillar con un esplendor varonil.

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Cuando me despedí de la princesa, tuvo la bondad de rogarme que volviese à la noche, y mismo tiempo me preguntó, si queria encargarme de procurar á una de sus damas de honor, los medios de atravesar la Francia para restituirse á España. Yo me puse enteramente á sus órdenes, y dije que la cosa era fácil, que podia enviarla á Marsella, en donde descansaria algunos dias en mi casa, y que desde allí yo la haria acompañar por una persona de confianza hasta la frontera Española. Me dió muchas gracias y me dijo, que me ha.

ria escribir para advertirme de la época en que debia partir la señora de quien se trataba.

Hacía pocas horas que habia yo vuelto à la posada, cuando un criado me trajo un billete de la señorita doña Pilar de Arce en que me decía, que pasase á su casa lo mas pronto posible, pero que fuese solo porque tenia que comunicarme cierta cosa que no debia saberla nadie. Yo me presenté al momento, y habiéndome conducido al aposento de la joven dama de honor, me dijo esta, que era S. A. R. la que queria hablarme. Le ofrecí pues mi brazo, y bajamos á la babitacion de la • princesa; la cual en el momento en que quedamos soloș, me dijo. «Una persona en la que yo be puesto toda mi confianza, me ha asegurado que podia fiarme de vos, y contar con vuestra serenidad y resolucion. La mujer pues de quien os he hablado, y que desea' llegar á España lo mas pronto posible, soy yo, que quiero reunirme con el Rey y condu cirle al príncipe de Asturias. En un principio esperaba que hubiereis vuelto á Francia para daros parte de mi intencion, pero he reconocido que es mucho mas prudente, si consentís en tomar este cuidado á vuestro cargo, el concertarlo todo aqui an tes de vuestra marcha. Reconozco la reflexion que pide un negocio de esta importancia; por consiguiente venidme á ver máñana á las nueve, y me direis lo que habreis decidido. "

Solo un hombre de mis sentimientos y realismo podrá comprender lo que pasó por mí al hacerme

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una proposicion tan inesperada y repeutina. Volví pues á la posada enteramente preocupado de la gloriosa mision que se me acababa de confiar y habiendo decidido el partido que debia tomar al dia siguiente á las nueve, me presenté en palacio.

En el instante que la princesa me vió, vino á, mi para preguntarme lo que habia resuelto. Yo puse una rodilla ca tierra, y besándola la mano, la di gracias por el honor que se dignaba dispensarme, y la juré que con el favor del cielo yo la conduciria á ella y á su sobrino al medio de los valientes soldados de Carlos. «Si, me respondió ella; llegare. mos, vos me inspirais una entera confianza, y es. toy segura de que la Virgen ha, oido mis oraciones en el hecho de enviaros aqui. Despues añadiò que era Reina de España, que se habia casado con el Rey por poderes hacía muchos meses, y que debia 'estar cerca de él y participar de sus riesgos, y que el príncipe de Asturias ademas tenia veinte años, y que debia ir á combatir juntamente con los fieles soldados de su padre, para conquistar la coropa que debia llevar algup dia.

Entonces quise manifestarla los diferentes me. dios que juzgaba debian emplearse para asegurar el éxito del viaje; pero ella me respondió que habia puesto su confianza en mí, y que me dejaba dueño absoluto de la eleccion de los que creyese convenientes; que se someteria, á todo género de fatigas, que iria á pie y á caballo, y que en el caso de que el riesgo llegase á exigirlo, sabria, tambien hacer

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