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ne literato que en vida dirigió dignamente á la Real Academia de la Historia.

Fué D. Martín Fernández de Navarrete, religioso sin afectación, modesto, dulce y probo hasta el extremo; nunca apeteció honores ni condecoraciones, porque nunca creyó merecerlas; tuvo elevados puestos y murió sin dejar más bienes á sus hijos, que los que había heredado, nada considerables. De las obras que escribió no obtuvo otra cosa que gastos, por haber cedido con desprendimiento la propiedad á los cuerpos literarios á que pertenecía. Exigiéndole sumisión y juramento el rey intruso José Bonaparte,

para el disfrute de los altos cargos con que se le brindaba, con dignas palabras hizo renuncia de los derechos adquiridos en su larga carrera por no ir contra los principios de honor, patriotismo y sana moral que tenía aprendidos. Propúsole el Duque de Dalmacia á instancias del Almirante Duperré para la cruz de Comendador de la Legión de Honor; propúsole Mr. Mignet para la distinción poco prodigada de ingresar en el Instituto de Francia, y dieron á conocer sus prendas en esta nación amiga sus admiradores MM. de la Roquette, Verneuil, Berthelot y

Duflot de Mofras; aquí eran bien sabidas.150

Por la gloria de Colón hizo Navarrete lo que en parte deshace la exaltada imaginación del Conde de Roselly; estudió al hombre en sus escritos, que es lo tangible del espíritu, procediendo con tan piadosa intención, que en aquellos en que aparece transparente la codicia del genovés ó la vanagloria del hijo mimado de la fortuna, procuró atenuar y prevenir los comentarios desfavorables de la razón.

Tal es su empeño al insertar la carta escrita por el Almirante en la isla de Jamaica, y llegando á copiar la sentencia non sancta: «el oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega á que echa las ánimas al paraíso: » pareciéndole que no podía correr sin explicación entre la gente vulgar, le puso ésta:

«Colón, tan religioso y versado en las Sagradas Escrituras, quiso manifestar aquí, no que las riquezas por sí, sino que el buen uso de ellas, distribuyéndolas en limosnas para socorrer las necesidades del prójimo, en fundaciones pías, y ejerciendo de este modo una caridad discreta y prudente, redime los pe

cados después de las demás diligencias prescritas por la religión. Así debe entenderse este pasaje, cuyo sentido conforma con muchos de las Sagradas Letras, y en especial con los siguientes: Eleemosyna a morte liberat et purgat peccata, et facit invenire misericordiam et vitam æternam. (Tob. 12, 8.) Beatus qui intelligit super egenum et pauperem: in die mala liberabit eum Dominus.» (Salmo 40.)151

El dramaturgo Lope de Vega Carpio, con ser sacerdote, dió tan distinta interpretación al pensamiento del Almirante, que en diálogo con D. Fernando el Católico, puso:"

DON FERNANDO.

Colón, ¿qué has menester para esta empresa?

COLÓN.

Señor, dineros, que el dinero en todo

es el maestro, el norte, la derrota,

el camino, el ingenio, industria y fuerza,

el fundamento y el mayor amigo,

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lo que equivale á transcribir el impío apotegma: 155

Dios es todo Omnipotente,

y el dinero es su teniente.

Aprenda de Navarrete el Conde de Roselly de Lorgues, que mucho puede aprender.

IX.

Beatriz Enríquez de Arana, madre de D. Fernando Colón.

Por qué refutó como falta de verdad Don Martín Fernández de Navarrete la noticia de haberse casado en España Cristóbal Colón, se ha de ver, si no satisface la cláusula expresa del testamento y codicilo.

El cronista Herrera la estampó incidentalmente sin darle importancia, y por él hubo un historiador local, no conocido del Conde de Roselly, de asentar lo siguiente:

«Colón casó segunda vez en Córdoba, donde fué vecino seis años, con una señora de esta ciudad, llamada Doña Beatriz Enríquez de Arana, de linaje de hijosdalgo de esta ciudad, descendientes de Vizcaya, é de ella tuvo á D. Fernando Colón, caballero de grande entendimiento, valor, virtud y grandes letras.» 154

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