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XI.

Bibliografos.—Académicos de Génova.-Juicio que merecen al Conde de Roselly.-Juicio de sí mismo.

De no recibirse en la república de las letras por postulados los escritos del Postulador de el cristiano incomparable, se ha seguido la publicación de objeciones que no ha visto el Conde de Roselly, con la calma del que confía en la firmeza de sus razonamientos, antes por el lenguaje destemplado con que quiere confundir á sus impugnadores, y el vano empeño de sostener que ofende al catolicismo el que no reciba desde luego á Colón por bienaventurado, perjudica tanto la causa del Descubridor, como el concepto que su propio juicio había merecido al público antes de dejarlo extraviar por la exaltación.

Se ha visto el poco miramiento con que habla de personajes históricos, considerados

por sus méritos y carácter sacerdotal; de indigno Obispo trata á D. Juan de Fonseca; de suplantador y rebelde al legado apostólico Buil; Pedro Mártir fué, según él, codicioso insaciable, y eso que no parece enterado de que apellidó á Colón un quidam; 186 Lucio Marineo, intrigante; el Obispo Fuenmayor, testarudo; Nicolás Antonio, inepto; pues con más acritud se produce en directas é incisivas referencias al actual Arzobispo de Génova y al clero en masa de la misma ciudad, que dice aliados con los positivistas y librepensadores. Lo consignado con relación á los literatos españoles es ahora aplicable á los de todo el mundo; para ser dignos, eminentes ó distinguidos, es preciso aplaudir los escritos del Conde, y desgraciado el que se aparta de sus opiniones presentando textos que afecten á la vida sin tacha del personaje á quien ofrece culto anticipado; ese, miente, es hormiga venenosa, asno, insípido, blasfemo, pedante, volteriano, foliculario, impío, fracmasón, empresario de demoliciones, devoto turiferario de la calumnia ó cosa peor. Véase algo del estilo:

«El bibliografo, en general, equivale á un catálogo ambulante. Su especialidad consis

te en saber que tal libro se publicó tal año, con su tamaño, editor é imprenta. Conoce de memoria cuantas ediciones se hicieron después, corregidas y aumentadas, sin olvidar la fecha, y hasta es capaz á veces de enumerar las obras que tratan del mismo asunto. La modestia no le pone al abrigo de la ambición; mete mano en la masa literaria, adobando á su manera notas, noticias, monografías, folletos con título variado de resumen, observaciones, ensayo crítico ó cosa parecida, y abriga la esperanza de hacerse notable.

>> Ahora están unidos, por aversión al catolicismo, bibliografos de nacionalidades diversas, miopes pretenciosos, obstinados en la negación de la fuerza superior que dirige los acontecimientos, guía los pasos del género humano y lo levanta cuando cae, sonriendo piadosamente de lo que no pueden comprender en la imagen noble de el servidor de Dios.

»El más importante y bullidor de todos ellos, el abogado americano autor de la Biblioteca Americana Vetustísima, no contento con haber regalado á su país una falsa idea de Colón, ha venido á Europa para desfigu

rar al Mensajero de la Providencia. No perteneciendo á ninguno de los cultos cristianos, y dedicando osadamente su disertación al enemigo principal de Cristo, al impío erudito Ernesto Renán, procura oscurecer la gloria de Colón, minando la obra de su hijo D. Fernando, que el protestante Washington Irving consideró justamente «clave de la historia del Nuevo Mundo.»

>> Como misionero del error, despliega inusitada actividad en su funesta tarea; ahonda los textos con la argucia para interpretarlos á medida de su deseo, cediendo siempre la profesión nueva de bibliografo, el puesto, á la antigua de abogado. Ha corrido tierra y mar en busca de documentos desconocidos; mantiene relaciones con las sociedades geográficas, sobre todo con la de París, cuyo boletín le sirve de tribuna. Parece que considera al Descubridor de su país como cosa suya; como propiedad retrospectiva que se ha adjudicado para ejercer sobre ella toda suerte de reivindicaciones protestantes. No se puede hablar de Colón sin que se mezcle en altercado con pretexto de aclaraciones, espesando, por lo contrario, la oscuridad con la duda; y tal es su ardor por acaparar al Héroe, que por ha

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