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costa en que tomaron agua y leña. D. Fernando Colón, el P. Las Casas, Oviedo, Herrera, cuantos han escrito de las Indias, trasladaron estos rumores, hablando de la tradición de Alonso Sánchez, ó de otros indicios comunicados por Martín Vicente, piloto del Rey de Portugal; Pedro Correa, concuñado del Almirante; Antonio de Leme, casado en la isla de la Madera; Vicente de Tavira, vecino de Tavira, y algunos más que habían visto, ora cañas de Indias flotando en la mar, ora maderas extrañamente labradas, ó troncos de árboles de especies desconocidas. Estas noticias se habían propagado entre la gente de mar y se mantenían corrientes en los puertos, según acreditan las investigaciones particulares hechas en épocas distintas, 95 lo mismo que la existencia de otras tierras lejanas hacia el Noroeste, aunque sin suponer tuvieran relación alguna con las primeras. El Conde no habrá visto una obra de humilde autor español en que se investiga por la navegación y pesca de la ballena que hacían los vascongados, el acceso probable á las costas de Labrador; pero es de extrañar que no haya citado, aunque fuera discutiéndolos, los trabajos de un erudito compa

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triota suyo, de Mr. Eugene Beauvois, que en los Congresos de americanistas ha tratado de la prioridad de los escandinavos,95 siquiera con el fin de asegurar quién fué el Mensajero de la Cruz y el Instalador del signo sagrado en el Mundo Nuevo.

Fábula ó no la del piloto, de las otras consejas, referencias ó indicios, se utilizó Colón, como argumentos vulgares más á propósito para convencer á los incrédulos, que la teoría de la esferoicidad de la tierra, que era en verdad base de su proyecto y sostén de su fe en el éxito.

Martín Alonso Pinzón fué un marino que honra á su patria; para imaginar el Conde de Roselly la injuria de las calificaciones que aplica á su memoria, ha necesitado retorcer y truncar los textos de la historia, contagiado del despego que Colón, poco agradecido, le tuvo.

No, Pinzón no fué desertor, ni menos cobarde; de los otros dictados no hay que hablar; sería necesario mojar la pluma en la hiel con que se escribieron, y pues dicho está lo que cumple al desagravio del eximio marinero de Palos, y la justa aunque tardía reparación que el Emperador Carlos V acor

dó á sus descendientes, reconociendo «que ayudaron á poner el Nuevo Continente debajo del yugo y dominio de la Corona real, poniendo muchas veces sus personas á todo riesgo y peligro, » 96 honra y pro les dé el escudo concedido de las tres carabelas y las tres manos que señalan la tierra.

V.

D. Diego Colón, segundo Almirante de Indias.-Sus condiciones personales.-Sus pretensiones.-Quejas de su gobierno.-Pleitos.-Integridad de los jueces.-Política de los Reyes de España.

D. Fernando de Aragón continúa practicando su malévola política. Es el Conde de Roselly quien habla.

Pasados los días que se consagran al duelo, suplicó D. Diego Colón al Rey le diera posesión de los derechos de su padre con el gobierno de las Indias en su calidad de Virrey y Gobernador general hereditario, sin obtener, por de pronto, otra cosa que la promesa de mirar en asunto de tamaña importancia, y una carta ordenando al Comendador Ovando la remesa del mueblaje 97 que perteneció á su padre, papel desdeñoso, no distinto del que pudiera dictarse en favor de un mozo de mulas, 98 y cuyo laconismo ates

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