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AL LECTOR

Forman este libro los discursos que pronuncié en las Cortes liberales de 1895, sobre algunas cuestiones de excepcional interés y gran transcendencia de la política y la vida social españolas. Los reproduzco por ser cada vez más viva mi fe en la opinión pública, que es necesario recabar con enérgica voluntad: es decir, con el serio propósito de ilustrarla, mediante la franca y sencilla exposición de los problemas y la insistencia sistemática en la obra de la propaganda.

Mi fe se combina con la creencia de que al realizar esta empresa cumplo uno de mis más acentuados deberes de hombre político. Repugno la declamación, los arrebatos, la gritería y las improvisaciones. Temo cada día más á los poetas y los repentizadores de la política. Ni paso con el chauvinisme, ni me resigno á una pesimista y desdeñosa desconsideración de los medios y del porvenir de España. Pero me alarma extraordinariamente la deficiencia de la instrucción elemental en nuestra Patria y la desorientación de nuestra clase media, tanto por lo irregular de nuestros planes de enseñanza oficial y privada, como por el decaimien

to de nuestros Ateneos y la carencia de aquella clase de periódicos, más ó menos modestos, que en otros países se dedican, fuera del interés de la política palpitante y de la presión del noticierismo, á formar la cultura general del pueblo por medio de 1: vulgarización de la ciencia y el estudio de los ejemplos y los éxitos de las sociedades maestras y directoras del mundo contemporáneo.

Por lo mismo que soy demócrata fervoroso me preocupo cada vez más de la opinión pública y de la cultura general de mi país. Ahora, últimamente tengo mayores motivos para preocuparme, por lo sombrío del período que atravesamos; por lo extraordinario y transcendental de los problemas que las circunstancias nos plantean en formas algunas veces aterradoras; por la pujanza que en muchos de nuestros círculos han logrado el interés momentáneo, la curiosidad malsana, la murmuración insaciable y la impresionablilidad febril; en fin, por el imperio que en nuestra sociedad han conseguido las aprensiones, el pesimismo, el vo. cerío y las irresponsabilidades. No hay margen para el juicio, La opinión está en el suelo. Y sin opinión ¿dónde está la garantía del progreso regular y consciente de un pueblo?

De aquí la absoluta necesidad de empresas como la que acometo en este momento insistiendo en mi obra de muchos años. No pretendo descubrir nada. No solicito la consideración del sabio. No me jacto de mi poder especulativo ni del alcance ó la profundidad de mis indagaciones científicas. Mi papel es modestísimo.

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