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Juarez

BOLETIN

DE LA

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

AÑO VII. TOMO VII. FEBRERO DE 1920.-CUADERNO XXXI

DON FRANCISCO COMMELERAN"
(1)

Primero que ella de apenarnos, nos cansamos nosotros de lamentar la ojeriza con que viene tratándonos la muerte, porque la asiduidad con que nos visita es excepcional y no guarda medida de proporción. No parece sino que, en la trabucación general a que asistimos, ha cesado aquel æquo pulsat pede que solía mitigar con bálsamo de equidad sus crueles rigores. Después de tantas, tamañas y tan recientes amputaciones, nos arrebata ahora, otra vez de improviso, a nuestro decano, que don Francisco Commelerán lo era por la fecha de su ingreso y también por el número de sus asistencias. Perdemos en él a nuestro Censor, a nuestro representante en el Senado, al colaborador celoso en tantos trabajos, al compañero cuya rectitud y bondad estimábamos todos.

Permaneció Commelerán en esta Academia treinta de los setenta y un años que la vida concedió a su laboriosidad incansable. Había nacido en 1848, en Zaragoza, donde cursó la licenciatura de Filosofía y Letras; a la edad de veinticuatro años ganó por oposición

(1) Este discurso necrológico lo pronunció el señor director de la Real Academia Española, don Antonio Maura, en la junta del 30 de octubre de 1919, celebrada en honor del difunto censor de la Academia, don Francisco A. Commelerán y Gómez.

la Cátedra de Latín en el Instituto del Cardenal Cisneros, del cual fué luego Director por largo tiempo.

Siento no poder deciros que lo fué hasta morir, porque antaño le sobrevino, por automatismo legal, inexorable y ciego, la jubilación. Le vejó y amargó hondamente, siquiera la soportase con silenciosa dignidad. No bastaba, para aliviar esta pena, verse propuesto, con justicia muy ostensible, para la Gran Cruz de Alfonso XII; porque era él uno de los ejemplares en quienes la edad reglamentaria, uniformemente señalada para que la jubilación interrumpa el servicio, viene muy a destiempo y se siente como un golpe de maza. No doy a entender con esto que pueda prescindirse de la rígida pauta; lo que hay es que la ley positiva, aun reputada necesaria y aunque de veras parezca el menor de los males, rara vez alcanza ser más que una tosca vestidura con que la justicia necesita desfigurarse y embarazarse para transitar entre las gentes. Testigos somos aquí de que al llegarle a Commelerán la edad reglamentaria para ser jubilado, sentíase con brío y con aptitud para los rendimientos más pingües y sazonados de su vocación profesional, aquella que infatigable y perseverante siguió y cultivo.

Esta tenacidad y fijeza en sus estudios caracteriza a Commelerán. Abarcando el conjunto de su vida advertimos que fué en ella ocasional y subalterno todo cuanto no atañe al estudio de la lengua latina y de su derivación castellana. Un día publicará un estudio concerniente a Calderón de la Barca; reñirá otro día combate riguroso con un destemplado detractor del Diccionario y de la Academia; irá al Senado por elección de la provincia de Segovia, cuando todavía no representaba allí a nuestra Corporación, o ejercerá las funciones de Consejero de Instrucción pública; acreditará dondequiera sus relevantes prendas personales de celo, de rectitud, de templanza; mas todas éstas son ramas que por comparación podemos llamar infructíferas, desmedradas, faltas de aquel vigor que sólo dimana de la con

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