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Mendoza bajo el pretexto de que le pusiese bien la cadena; pero, en realidad, con el propósito de quitarle la espada y ver si podia soltarse de las prisiones.

Sin duda hubo de comunicar su intento á su compañero Alarcon, el cual debió desaprobarlo, supuesto que Pedrárias añade que su camarada estábase quedo y decia: <<¿para qué es eso, sino morir como cristianos?» Tanta resignacion no agradaba, por lo visto, al dicho Pedrárias, quien despechado é iracundo por no haber podido salir con lo que quiso hacer, se echó en el suelo y rogó muy encarecidamente á sus conductores que le cortasen allí la cabeza. Abrigamos la íntima conviccion de que Pedrárias, con la mira de darse importancia, segun su costumbre, exajera en este pasaje las precauciones con que los conducen en una cadena, y cada uno con dos collares al pescuezo, así como tambien que abulta y encarece la valentía y alcance de su propósito; pero áun con todo y con eso, todavía nuestra severa imparcialidad concede al narrador, que en lo más escondido de su pensamiento pudo acariciar el valeroso y áun temerario proyecto que insinúa; pero como pensar no es lo mismo que ejecutar, la rebaja que debe hacer aquí la sana crítica no se refiere tanto á las jactancias expresas del escritor, como á la situacion del prisionero, á la fuerza de las cosas y al poder insuperable de las circunstancias exteriores.

De todas maneras, y áun suponiendo que ni con la idea ó pensamiento hubiese ido Pedrárias tan léjos en su propósito, como sus palabras indican, nosotros admitimos que algo hubo del arriesgado plan, y que por lo ménos fueron muy reales, ciertos y efectivos el despecho y la ira de no haber podido realizarlo,

cuando á mayor abundamiento este accidente naturalísimo, proporciona una explicacion positiva, segura y plausible al hecho de resistirse Pedrárias súbitamente á seguir marchando; explicacion que no suministra el manuscrito J.-136, que de un modo indeciso atribuye la conducta del preso á varios móviles, diciendo que éste se habia sentado en el suelo y no queria levantarse, ó porque se cansó, ó por probar si por aquella vía dejaban de llevarle ante el tirano. El Bachiller aquí se atiene á meras conjeturas; pero éllas no impiden que su relato se halle conforme con el ejemplar J.—142, en cuanto á la sustancia ó hecho principal de negarse obstinadamente Pedrárias á proseguir su

camino.

I

El códice J.-136 continúa su relacion en la forma que sigue: «Llegados á la Valencia, el tirano mandó hacer cuartos al Diego de Alarcon, y le llevaron desde la posada del tirano al rollo de la plaza de la Valencia, por las calles con un pregonero, etc. .....É inspirando Dios en el dicho tirano, perdonó á Pedro Arias y le mandó curar de la herida de la garganta. Cosa, cierto, insólita y que hasta allí el dicho tirano no acostumbraba á hacer con nadie.»>

Llamamos muy particularmente la atencion de nuestros lectores sobre estas últimas palabras, porque éllas demuestran bajo diferentes aspectos cuán difícil, por no decir imposible, suele ser el empeño de los que pretenden apropiarse obras ajenas á fuerza de astucia, de supresiones hábiles, de asertos cuidadosamente preparados, de previsoras enmiendas y de cal

Į Véase la variante páginas 135 y 136.

culadas interpolaciones. Sucede en este linaje de empresas como en la mayor parte de los delitos, que por grandes que sean la perspicacia, el arte y habilidad de los perpetradores, siempre dejan algun cabo suelto por donde el Juez ó el crítico vienen á reconocer más tarde la verdad incontrovertible del caso. Así acontece en la ocasion presente, porque, si en efecto el tal Pedrárias hubiera sido tan sagaz y astuto como su temerario empeño requeria, de seguro que habria concertado su narracion de modo que no resultasen contradicciones tan palmarias é inconciliables; y desde luégo, y sobre todo, hubiera suprimido las siguientes frases: «Y luego mandó curar al dicho Pedrárias de Almesto, y le perdonó, echándole cargo que mirase lo que habia hecho por él, que, cierto, fué cosa de gran milagro que Dios habia inspirado en el tirano para no usar de su gran crueldad, y cosa que es insólita, y que hasta allí el dicho tirano no habia usado con otro ninguno."

Ya en otro lugar negamos como conocidamente falsa la afirmacion de Pedrárias de Almesto, cuando asegura que se huyó en la isla Margarita, y que conducido ante Lope de Aguirre por un Alférez, cuyo nombre se le olvida, aquél lo dejó salvo sin más que amenazarle, diciendo que pasase aquella y que mirase por si; pero ahora nuestro anterior juicio adquiere plenísima confirmacion, no ya sólo por nuestras precedentes deduciones, sino tambien por la propia confesion del mismo Pedrárias, que en términos áun más expresivos que el Bachiller encarece como cosa de gran milagro la inusitada clemencia que Dios habia inspirado en el feroz caudillo, sin advertir la garrafal contradiccion en que incurre, supuesto que poco ántes nos ha dicho que

otra vez y recientemente Aguirre le habia perdonado. A primera vista parece increible tan torpe descuido; pero el fenómeno lógico y psicológico á que obedecen los hechos de esta naturaleza, no puede ocultarse á la sagacidad y atencion de la crítica, que penetra el modo y forma interior en que se producen las operaciones del entendimiento humano. En efecto, cuando en los trabajos intelectuales se siguen las huellas de otro, sucede que la labor ya dada y las frases ya hechas del autor que sirve de modelo, ejercen un influjo poderoso é inevitable sobre el que imita, el cual se afana por aprovechar á todo trance el mayor número posible de pensamientos y párrafos, de suerte, que es necesario tener un talento muy superior y estar además muy sobre sí para lograr sustraersé á los efectos de esta fascinacion irresistible; y hé aquí la explicacion del enorme descuido de Pedrárias, que invenciblemente arrastrado por el giro y el corte de la narracion del Bachiller, siguió su impulso y aprovechó sus conceptos, sin sospechar que él mismo se desmentia y se denunciaba.

No sin razon se dice que la verdad adelgaza, pero no quiebra; pues que el más interesado en oscurecerla ó negarla, suele contribuir, sin pensarlo ni quererlo, á que luzca incontrastable con el resplandor de la evidencia.

III.

Hemos afirmado que el trabajo primitivo y original de ambas RELACIONES fué uno sólo, y en efecto, no juzgamos necesario insistir sobre este punto, pues que basta el simple cotejo de los dos citados manus

critos para convencerse de la exactitud indiscutible de

nuestro aserto.

Mas desde luego se ocurre preguntar: ¿cómo pudo suceder que la primitiva RELACION, hecha indudablemente por el Bachiller Francisco Vazquez, viniese á manos de Pedrárias de Almesto, que á su vez pretende pasar por autor de tan interesante y curioso escrito? La contestacion cumplida y satisfactoria á la precedente pregunta, debe constituir, á nuestro juicio, el objeto principal de la presente ADVERTENCIA.

Procurarémos, pues, satisfacer nuestro difícil empeño y el natural deseo de los lectores, llevando á su ánimo nuestra propia conviccion, no arbitrariamente formada, sino con rigor deducida de las variantes y del contexto de ambos manuscritos. Cualesquiera que fuesen las improvisadas apreciaciones que pudo sugerirnos una primera é insuficiente lectura y que apresuradamente consignamos en algunas de nuestras notas, es lo cierto que más tarde, no sin atento estudio y asíduo trabajo, hemos conseguido allegar todos los elementos y datos indispensables para fijar nuestra opinion definitiva con respecto á tan complicado asunto.

Ya creemos haber demostrado hasta la evidencia que el trabajo primitivo fué del Bachiller Vazquez, y ahora podemos añadir que Pedrárias de Almesto conocia esta RELACION, supuesto que alude á élla y la menciona en términos que no dejan la menor duda de que se refiere al códice J.-136, pues que cita las mismas palabras que en éste se contienen, á propósito de que merecia Diego Tirado que Su Majestad le hiciese mercedes.

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