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CAPÍTULO III.

De cómo Su Majestad nombró por su Gobernador y Adelantado del rio de San Juan á D. Pascual de Andagoya, y de cómo Robledo iba caminando á poblar la villa de Ancerma.

El licenciado Gaspar de Espinosa, el que en lo de atras digimos haber muerto en la ciudad del Cuzco, fué vecino de Panamá en Tierra Firme, é teniendo gran noticia del valle de Baeza y del rio de San Juan, habíalo enviado á pedir en gobernacion á S. M.; é ya que le venia la merced de la gobernacion murió, é por su fin se encomendó en D. Pascual de Andagoya, con tanto que no entrase en lo descubierto, poblado ni conquistado por el marqués Pizarro ni sus Capitanes. É despues que se hubo despachado de la corte, vino á Sevilla y se embarcó é llegó al Nombre de Dios, é de ahí fué á Panamá, adonde, aunque tuvo aviso que el capitan Belalcazar habia descubierto y poblado tres ó cuatro ciudades con título de Capitan general del Marqués, no por eso dejó de tener gran codicia de se meter en aquella tierra que así le decian, y luego comenzó de hacer gente y aderezar navíos para la partida; y algunos le avisaron que entendiese en descubrir é poblar lo que era suyo y dejar lo demas, porque era yerro, y S. M. no lo tiraria al Marqués pues lo tenia en gobernacion, mas cuidándose poco de estos dichos, se dió priesa en allegar gente é aderezar los navíos que pudo, con lo cual se aprestó para salir de la ciudad de Panamá.

É volviendo á lo que hizo Robledo, es que, luego que se partió del pueblo de Meacanoa, anduvo por sus jornadas lo más que podia para llegar brevemente á la provincia, nombrando por su Alférez á Rui Vanegas; y como el camino fuese por un

valle abajo, por el cual corre el rio grande de Santa Marta, llevábase en balsas y en una canoa muy grande todo lo más del bagaje; é ansí ánduvo hasta llegar á un pueblo que ha por nombre del Pescado, que está situado en la ribera de este rio, sin suceder cosa que hayamos de contar, si no es que un portugués, llamado Roque Martin, viviendo casado con una negra la mató á puñaladas, é, yendo hácia Timaná por huir de la justicia, fué muerto por los indios y comido. Juicio de Dios, y que se vió claro en esto su castigo, porque este Roque Martin, sin temor suyo, tenia cuartos de indios para criar perros, los cuales la caza que hacian era despedazar hombres y mujeres de estos naturales, y al fin, aunque se deleitó en matar tantos indios, vino al cabo á morir en sus manos y ser sepultado en sus vientres. De este pueblo caminó Robledo con su gente, que serian hasta cien españoles de pié y de á caballo, y anduvo hasta llegar al principio de la provincia; y como los naturales tuviesen aviso de su venida, habian alzado los mantenimientos y ellos escondidose por las quebradas é lugares más secretos de sus tierras, y el Capitan, despues de haber subido el fardaje del rio á lo alto de la sierra donde estaban, y juntos los españoles todos, mandó apercibir á algunos de los más sueltos de ellos. Salieron con sus escuadras á buscar gente de los naturales, y, aunque estaban bien escondidos, prendieron más de doscientas personas; á todos los cuales el Capitan habló con mucha mansedumbre, y con los farautes y lenguas que llevaba, que eran tres indias llamadas Barbola y Antona y Catalina, (la cual, como el Capitan conociese que yo era curioso de saber secretos de los indios, me la dió para que más fácilmente los alcanzase), diciéndoles que diesen la obediencia al Rey y tuviesen por amigos á los cristianos, y sobre esto les hacia parlamentos provechosos; y para que entendiesen que les trataria siempre verdad los mandó soltar á todos, diciéndoles que hablasen á sus caciques que viniesen á verse con él.

Pues como por los pueblos comarcanos de la provincia se entendiese que los españoles habian soltado los presos, y que

venian á hacer una nueva poblacion, salieron algunos principales y caciques á ellos, y eran del Capitan bien recibidos, y se comenzó á dar asiento con ellos, y se tuvo esperanza que Dios seria servido que toda la provincia vernia de paz. Y de estos indios se supo como de hacia el mar Océano venian españoles, como ellos mesmos, y que traian muchos caballos y mataban é prendian á todos los indios; lo cual oido por Robledo, tomando parecer con los más principales que con él iban, se determinó de que luego se buscase algun sitio, y en él fundar la nueva ciudad, porque, por ventura, no fuese gente de Cartagena los que venian y se anticipasen á poblar primero que ellos. Y luégo se partió el capitan Rui Vanegas con veinte españoles de á pié é de á caballo á buscar el sitio que decimos, y el Capitan, con todo el real, fué en su seguimiento. Y ántes que pasemos adelante, será bien que contemos qué gente era la que venia.

CAPÍTULO IV.

De cómo el licenciado Santa Cruz envió en seguimiento de Vadillo .con ciertos Capitanes y gente, y las diferencias que hubo entre ellos, y de cómo se juntaron con Robledo.

Bien quisiera proseguir mi escritura sin hacer digresiones, pues es tan larga que bastaba sin tratar otras historias, mas por fuerza me conviene hacerlo, para que se pueda entender nuestro proceso, porque quiero en todo satisfacer á los lectorcs, é con la brevedad que suelo escribiré esto que vamos prosiguiendo. Bien se acordará el lector, como en lo de atras hicimos mencion, que, siendo gobernador de Cartagena D. Pedro de Heredia, vino á tomar la residencia el licenciado Juan de Vadillo, el cual, despues de pasadas algunas cosas que yo no escribo por las excusas que tengo dadas, salió con la gente é aderezos que tengo escritos en la parte que lo traté, é como Heredia reclamase, S. M. nombró por Juez al licenciado Santa Cruz, el cual gobernó bien la provincia de Cartagena: y fundó en ella la ciudad de Mopox; é como Vadillo no respondiese, mandó hacer gente y con ella envió por su Teniente á Juan Greciano, dándole poder para que pudiese ser justicia de la gente que Vadillo habia llevado y enviarla á Cartagena; é ya que la gente queria salir, hizo un yerro muy grande, que fué nombrar por Capitan á un Luis Bernal para que pudiese hacer la guerra á los indios por donde fuese. Y así, llevando el uno provision de Teniente y el otro de Capitan, salieron de Cartagena; é llegados al puerto de Urabá, por principio del año treinta y ocho comenzaron de caminar, y á las primeras jornadas comenzó á haber bandos y cada uno de los capitanes querer ser superior, y los soldados acostábanse á los que más ofrecimien

tos hacian; de manera que aunque la gente era poca era mucho el estruendo, y creciendo las sospechas hacian mayor la contienda. De lo cual no me espanto, porque ni en ejércitos ni compañías, ni áun desde la más corta provincia hasta el más ancho reino, si tiene dos cabezas, imposible es que sea bien gobernada; y así lo decia el grande Alejandro cuando Darío le pedia la paz ofreciéndole parte de su reino, que el mundo no se podia gobernar por dos cabezas, y que sólo uno habia de tener el imperio.

Viniendo de la manera que decimos los españoles de Cartagena, allegaron á la montaña de Abibe, é como hallasen el camino abierto por nosotros los que vinimos con Vadillo, pasáronla con ménos dificultad. En esta montaña mataron ciertos mancebos una culebra ó serpiente, la cual era tan grande, que la hallaron en una tripa un venado entero con sus cuernos, y como é de la manera que ella lo habia engullido. Y dándose toda priesa á andar los españoles, con sus diferencias, despues de haber pasado muchos trabajos y hambres, allegaron á la provincia de Ancerma, al principio della, adonde, como se hallase mucho bastimento, estuvieron algunos dias; y allegó á tanto el desatino dellos, que Juan Greciano, apellidando el nombre del Rey, quiso prender á Luis Bernal, y el Luis Bernal, tomando el mesmo apellido, quiso prender al Juan Greciano; y los españoles unos acudian al uno y otros al otro, y todos se ponian en arma. Y al tiempo que esto pasaba, el capitan Rui Vanegas con los veinte españoles allegó á una loma que se llama de Umbra, en la cual se fundó la villa despues, y estando muy cerca de los españoles se pudieron ver los unos á los otros, que fué causa que con sus porfías no se hubiesen muerto, el cual daño no se excusara si no fuera muriendo uno de los dos que mandaban. É como se vieron los unos con los otros fué grande la alegría que recibieron.

Rui Vanegas envió aviso de todo al capitan Jorge Robledo, el cual, como lo supo, en un pueblo llamado Garma, fundó é pobló la ciudad de Santa Ana de los Caballeros, que agora se llama villa de Ancerma, adonde vinieron los españoles de

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