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CAPITULO XXXII.

De las cosas que más sucedieron en la ciudad de Los Reyes despues de la muerte del marqués D. Francisco Pizarro.

Muerto de la manera que habemos contado en los capítulos precedentes el marqués D. Francisco Pizarro, los agresores salieron dando grandes voces diciendo: «¡El tirano es muerto!» y acudian todos los más que allí estaban de los de Chile, armados y en sus caballos, y aprobando lo hecho decian unos y otros: «¡Viva el Rey y póngase el reino en justicia!» El secretario Antonio Picado, que la noche ántes se habia ocupado en danzar y otros pasatiempos de mancebo, como oyó el ruido y supo el suceso de la muerte del Marqués, fué grande su turbacion y la congoja que su ánimo recibió; y sin tiento ni consejo, temeroso, se fué á las casas del tesorero Alonso de Riquelme, adonde debajo de las cortinas de una cama se puso: el teniente Juan Blazquez se habia ido á esconder al monasterio de Santo Domingo. Y habíase extendido por la ciudad fama que el Marqués queria matar á D. Diego, lo cual oido por el capitan Gomez de Alvarado, hermano del adelantado D. Pedro, salió á la plaza con una lanza en la mano, y, como supo la verdad, comenzó á afear lo hecho, diciendo que habian muerto á un hombre muy valeroso; y, estando hablando esto él y el gobernador Francisco de Barrionuevo, allegó Juan de Herrada; y, como Gomez de Alvarado lo vido, le dijo: «¿Paréceos bien esto que haceis é habeis hecho?»> Juan de Herrada respondió: «Otra cosa decíades vos ayer.»> Dijo Gomez de Alvarado: «No es así.» Tornó á replicar Juan de Herrada, y dijo: «Sois mi padre, y téngoos de sufrir más que eso; y con mucha ira, despues de le haber dicho esto, le

mandó que se entrase en la iglesia. Y algunos de los de Chile quisieron sacar el cuerpo del Marqués arrastrando, para ponelle en el rollo, y por ruego del obispo del Quito y de otros se dejó de hacer, y Juan de Barbarán y su mujer, y el secretario Pero Lopez, natural de Llerena, tomaron en un paño blanco el cuerpo del Marqués, y con mucha priesa lo llevaron á la iglesia, y como mejor pudieron hicieron un hoyo, en el cual le pusieron.

D. Diego vino acompañado de todos los principales, é se aposentó en las casas del Marqués, y sus amigos y consortes engrandecian lo que se habia hecho, diciendo que él y no otro habia de ser Gobernador, y que S. M. lo ternia por bien. Y luego, pasado esto, se recogieron todas las armas y caballos é arcabuces que habia en la ciudad, y se hicieron algunos insultos é atrocidades, como en tiempos tan calamitosos se suelen hacer; á Diego Gavilan, el conquistador, dicen que le hurtaron en oro más de catorce mil pesos, de lo cual hobo despues poca parte, y robaron las casas del Marqués, y las de Francisco Martin, y las de Picado. Al tiempo que mataron al Marqués, estaban visitando al capitan Francisco de Godoy Diego de Agüero, é Jerónimo de Aliaga, Rodrigo de Mazuelos, Diego Gavilan, Rivera é otros, los cuales se habian ido á armar, oido el ruido, para defendelle; mas cuando acudieron fué tarde é no aprovechó su ayuda. É andaba en la ciudad gran bullicio, é, aunque pesó á muchos la muerte del Marqués, no osaban mostrar sentimiento, é tenian por cierto que el daño habia de ser mayor. El capitan Juan de Sayavedra no se halló en estas consultas, ántes mostró pesarle despues de que supo la muerte del Marqués, y fué á sus casas acompañado de algunos amigos suyos, é á favorecer á Diego Ortíz de Guzman. D. Baltasar de Castilla luégo fué adonde estaba D. Diego, y le sirvió desde entónces hasta que fué desbaratado en Chupas. Juan de Herrada, García de Alvarado, Francisco de Chaves y otros, entraron en su acuerdo para lo que habian de hacer, y determinaron de prender á los vecinos; y ansí, despues de haberles quitado los caballos é armas, fueron presos el licen

ciado Benito Xuarez de Caravajal, el factor Illan Xuarez de Caravajal, su hermano, y el capitan Diego de Agüero, é Jeró– nimo de Aliaga, y Rodrigo de Mazuelos y Diego Gavilan, y otros algunos, los cuales llevaron á la iglesia adonde ya estaba Gomez de Alvarado.

Como el ruido que andaba en la ciudad fuese grande, y todos anduviesen tan desasosegados, los frailes del monasterio de Nuestra Señora de la Merced, pensando que los de Chile hicieran más daño en la ciudad, sacaron el Santísimo Sacramento, verdadero Dios nuestro, para que, por la debida reverencia, se toviese respeto á no matar ni á robar; é acertó á pasar por aquella calle el capitan Francisco de Chaves, é hizo una cosa tan fea y de mal cristiano, que yo me espanto cómo los demonios no le llevaron improvisamente á su poder, é fué que, como vido salir los frailes y el Corpus Domini, sin hacer nengun acatamiento ni reverencia á Su Majestad, con gran desden é poco temor de su deidad é menosprecio de los religiosos, dando una mangonada dijo: «Meteos padres en la iglesia que no teneis para qué salir.»

Despues de que tovieron todas las armas, y hobieron preso á los que tenian por sospechosos é puéstoles guardas, D. Diego é todos los más capitanes se retrajeron á sus posadas, y el capitan Cristóbal de Sotelo vino adonde estaba D. Diego, espantado en saber que tan presto y con tanta facilidad hobiesen muerto al Marqués; y quisiera que se hobiera dilatado hasta la venida del Juez, porque así lo habia dado siempre por parecer.

CAPÍTULO XXXIII.

De las cosas que fueron por los de Chile hechas, y de cómo recibieron á D. Diego por Gobernador, y de la prision de Antonio Picado, y de cómo vino de España el licenciado

Rodrigo Niño, y Orihuela.

Presos los más principales vecinos de la ciudad de Los Reyes, y apoderados en la ciudad y habido en su poder los caballos é armas, trataban de que D. Diego fuese recibido por Gobernador. La nueva de la muerte del Marqués en breve tiempo fué divulgada y extendida por todas las comarcas de las provincias, y era entendido por los indios; y, como por todos ellos fuese sabida, lloraban sintiéndolo en gran manera, diciendo que los cristianos habian sido muy crueles en matar á su Capitan, y que grandes males habian de venir por su muerte, y que nunca tendrian quien los amparase ni mirase, como aquel que fué el primero que los descubrió é conquistó. Dicen que luego se publicó entre los mesmos indios la batalla que se habia de dar en Chupas, é la venida de Vaca de Castro. Pues volviendo á contar de D. Diego de Almagro, que ya se habia ido á su casa, pareciéndole á Juan de Herrada y á los de su valía, que seria cosa acertada entender que los del Cabildo le recibiesen por Gobernador, para que tuviese el reino en justicia, hasta que, sabido por S. M. la justa venganza que habia tomado de la muerte de su padre, le hiciese merced de la Gobernacion; y pareciéndoles que los vecinos que estaban detenidos en la iglesia no estaban seguros, acordaron de los traer allí, y luégo fué hecho y les pusieron guardas. Y mandaron que se juntasen los Regidores y Alcaldes, y que recibiesen á D. Diego por Gobernador, los cuales ya sabian la

intencion de D. Diego é de Juan de Herrada, é pereciéndoles que, aunque era gran yerro, el menor daño de lo que podria resultar era recibillo por Gobernador, dicen que entre ellos se hizo una esclamacion relatando la fuerza que recibian; y áun tambien dicen que Rodrigo de Mazuelos habló muy sueltamente, en el ayuntamiento que hacian, contra D. Diego, y que querian, que, ya que lo recibian por Gobernador, tomase por acompañado al tosorero Alonso de Riquelme, y que estando los de Chile pensando en ello, D. Antonio de Garay dijo que no tenia él á D. Diego por de tan poco saber, que para gobernar quisiese compañía. Y al fin fué recibido por Gobernador, y quitaron las varas á los Alcaldes ordinarios é las dieron á Peces y á Martin Carrillo, y por Teniente de gobernador fué nombrado Cristóbal de Sotelo. Juan de Herrada era el que gobernaba á D. Diego é le imponia en lo que habia de hacer.

Y como hasta entonces no hobiesen preso al secretario Antonio Picado, acordaron de lo ir á prender en las casas del tesorero Alonso de Riquelme, donde ya sabian que estaba; buscándole en su casa, dicen que el Tesorero decia, cuando le preguntaban por él: «que no sé del señor Antonio Picado, ni le he visto, y que guiñaba con los ojos, diciendo por aquella seña que lo hallarian debajo de la cama, donde le prendieron. É, porque dijese del tesoro del Marqués y de las escrituras que tenia, acordaron de lo tratar bien para que, pensando que no le habian de matar, dijese de ello; y le llevaron á las casas de D. Diego, que ya se llamaba Gobernador. De España venia un caballero, natural de Toledo, llamado el licenciado Rodrigo Niño, y éste y un Francisco de Orihuela venian encaminados. al Marqués; el Orihuela con despachos que le traia, y el Licenciado para ser su abogado en la residencia: adelante diremos el suceso de ellos. En este tiempo mataron á un trompeta, tambien criado del Marqués; tambien prendieron á Hurtado, al cual hallaron en el aposento del obispo D. Garci Diaz, é cierto oro é joyas, que hallaron en una recámara del Marqués, se dió por inventario á los oficiales. Un hombre salió de Los Reyes é fué á dar aviso de lo que habia sucedido á

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