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CAPÍTULO XLI.

De cómo el presidente Cristóbal Vaca de Castro se partió de la ciudad de Cali á la de Popayan, y de cómo en ella supo la muerte del Marqués por el capitan Lorenzo de Aldana,

que venia en su busca.

Como Vaca de Castro estuviese ya en disposicion de poder caminar y desease llegar á la ciudad de Los Reyes, adonde pensó hallar al Marqués, para entender en lo que por S. M. le era mandado, habló con el adelantado D. Sebastian de Belalcazar, diciéndole que él se queria partir para Popayan, que mandase proveer los caminos de las cosas necesarias, y Belalcazar hizo todo lo posible para su aviamiento. E, acompañado de sus criados y de otras personas, se partió para la ciudad de Popayan, que está de Cali veinte é dos leguas, y anduvo hasta que llegó á ella, donde le recibieron muy bien los vecinos é señores del Cabildo.

Al tiempo que mataron en la ciudad de Los Reyes al marqués D. Francisco Pizarro, Lorenzo de Aldana estaba en la ciudad del Quito; y la nueva, como siempre sea tan veloz y presta, no tardó mucho tiempo que no llegase al Quito; aunque primero salió Aldana de aquella ciudad á se juntar con Vaca de Castro, que, como habia tardado desde la Buenaventura hasta llegar á Popayan cuatro meses, fué la nueva de su llegada primero que se supiese la muerte del Marqués. Mas no se tardó mucho tiempo, despues de salido Aldana, cuando llegó la nueva; é uno que habia por nombre Almaraz, que era criado suyo, y estaba entendiendo en sus indios é hacienda, á priesa le fué á alcanzar y se la dió. Como Aldana lo supo mucho fué lo que le pesó, y dióse más priesa que

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pensó para más brevemente llegar á la ciudad de Popayan, donde ya estaba Vaca de Castro, y llegó á ella un domingo por la mañana, que acababan de entrar en misa, y, entrando por la iglesia, dióse á conocer á Vaca de Castro, y recibiólo muy bien por la noticia que tenia de lo mucho que habia servido y merecia; y, como supo la muerte del Marqués no la tuvo por cierta, pero tampoco dejó de considerar que los de Chile, como hombres vencidos y que tenian deseo de vengar la muerte del Adelantado, le habrian muerto. Y en gran manera se holgó por traer una provision de S. M., para que, si por caso hallase al Marqués muerto, que él pudiese gobernar la provincia é tenella en justicia; y, ciertamente, él no mostró mucho sentimiento de aquel suceso, aunque algunos creyeron ser de industria. Luégo, aquel mesmo dia, despachó sus mensajeros al adelantado Belalcazar, rogándole que no quisiese ir á Cartago ni á otra parte, sino que se estoviese en la ciudad, hasta que se supiese ciertamente la nueva que habia tenido de la muerte del Marqués si era fingida ó verdadera; Belalcazar respondió que él haria lo que le mandaban é no saldria de allí aunque mucho le conviniese. Dejaremos agora de hablar de Vaca de Castro, y diremos qué pasaba en Los Reyes.

CAPÍTULO XLII.

De cómo D. Diego de Almagro mandó dar tormento al secretario Antonio Picado, creyendo que dijera tener el Marqués algun tesoro, y de cómo hizo justicia de él.

Ya ha contado la historia como D. Diego de Almagro tenia en su poder al secretario Antonio Picado, y muchas veces, él por su parte y Juan de Herrada por la suya, le amonestaban que si sabia dónde el Marqués tenia enterrado el tesoro, que creian no era poco grande, que lo dijese, pues erac osa creedera que si alguno de sus amigos tenia de ello aviso que era él; Antonio Picado respondia, que si el Marqués algun tesoro tenia, que él podia afirmar que no sabia donde estaba; y, aunque daba sus excusas, no era creido. É como le tuviesen enemistad por las cosas pasadas, con mucha ira, Juan de Herrada le decia, que luego dijese del tesoro, si no que supiese que le habian de matar; él respondia lo que decimos, afirmándolo con grandes juramentos. É viendo Almagro é Juan de Herrada que no queria Picado decir dónde el Marqués tenia el tesoro, mandaron que aparejasen para le dar tormento; é luégo fué hecho, y le dieron grandes tormentos, y, como el triste no supiese que les decir, hacia grandes clamores, pidiendo con mucha eficacia la muerte y que no le fatigasen en tanta manera. Juan de Herrada le decia que dijese dónde el Marqués tenia la plata é oro escondido, é que no le harian más mal; el afligido é acongojado Picado respondió, que supiesen de Hurtado, criado del Marqués, si sabia de ello. É aquella noche enviaron á prender á Hurtado; é, venido ante la presencia de Juan de Herrada, le dijo lo mismo que á Picado, que dijese del tesoro si no que le darian la muerte. Hurtado res

pondió que el Marqués no tenia más oro ni plata que aquella que habian hallado en la cámara, y que si él lo toviera, y él lo supiéra, luégo avisara de ello; mas no creyendo sus excusas, le hicieron desnudar é le pusieron en el burro para le dar tormento. Juan de Herrada, porque habia sido su amigo ó por otra alguna ocasion, no consintió que le diesen tormento, ántes le dió lugar á que se volviese á su casa, y despues que hobieron dado al secretario Antonio Picado grandes tormentos, viendo que no podian saber de él ninguna cosa, concertaron de lo matar, é un dia ántes de la fiesta de San Jerónimo le enviaron á decir que se confesase, que supiese que no tenia más vida de aquel dia. Picado, sintiendo la muerte como hombre, fatigóse mucho con aquellas nuevas, aunque, porque no le diesen más tormentos de los dados, deseaba que lo matasen; y confesóse con mucha contricion, casándose aquella noche con Ana Xuarez, su amiga.

Otro dia, por la mañana, lo sacaron de la cárcel en una mula sin silla, y en las manos llevaba un crucifijo, yendo por las calles acostumbradas, pidiendo perdon á todos; por donde hemos de mirar el ser de este mundo cuánto es vano, y este mandar y desear de allegar tesoros y crecer en honra ó dignidad, cómo se consume. ¡Quien vió á Picado tan galano, cuán adornado de arreos, é cuán rico de tesoros, cuán privado del Gobernador y cuán absoluto en el mandar! Véislo ahí, todo ello lo dejó, é le dan muerte pública, y habiéndole atormentado así; como Dios se muestra tan recto en su juicio, fué servido que Picado muriese de aquesta suerte, pues nunca aconsejó al Marqués cosa acertada ni que le conviniese. Una de las principales causas que ha habido para que los Gobernadores de estos reinos hayan tenido tan malos fines, ha sido por fiarse de criados simples, é astutos, é maliciosos, y deseosos más de allegar dineros y favorecer á sus amigos, que no de aconsejar á sus señores lo que les conviene, é lo que son obligados á hacer; y los vivos é los que más han de venir á gobernar sírvanse de criados virtuosos, y que conozcan que no consiste en ellos ningun vicio notable, é acertarán, y donde

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no, ellos pasarán por la carrera que han pasado los demas. Despues que hobieron pregonado con pregones que daban á entender la causa por qué le mataban, le cortaron la cabeza y le enterraron en Nuestra Señora de la Merced. D. Diego, por parecer de los capitanes, mandó á D. Alonso de Montemayor que fuese á las ciudades de Guamanga y Cuzco á hacer gente y aderezar armas para lo que se ofreciese; é vino á Los Reyes nueva como el capitan Alonso de Alvarado, sabida la nueva de la muerte del Marqués, habia juntado la gente que tenia consigo, é lá que estaba en Guanuco con Pedro Barroso, é la que tenia Juan Perez de Guevara en Moyobamba, y con toda ella pensaba hacerse fuerte, hasta que Vaca de Castro entrase en el reino, y que habia alzado bandera por el Rey. Esta nueva causó gran turbacion, aunque Juan de Herrada, é Cristóbal de Sotelo, é los demas principales del bando de Chile, no tenian voluntad de dar reencuentros, ni batalla, ni hacer más que, si S. M. no perdonase la muerte del Marqués, meterse en lo interior de las provincias de Chile; y verdaderameute, entre estos habia caballeros tan determinados y soldados tan osados, que si la emulacion no carcomiera entre ellos sus mesmas entrañas, con deseo de unos á otros superar é verse muertos, ellos prevalecieran fuera del reino, porque en él, teniéndole en tiranía, no se les podia excusar el castigo que Dios y el mundo suelen dar á los que se arrean de tal título, y de hacer semejantes atrocidades.

Pues, habiendo ya venido de las ciudades de San Miguel é Trujillo el capitan García de Alvarado, un soldado que era muy confin de Francisco de Chaves, habia tomado una india á otro soldado que tenia muy grande amistad con el capitan Cristóbal de Sotelo, que hemos escrito ser Teniente de gobernador en Los Reyes, y como fuese hombre de tanto pundonor, y deseoso de no consentir hacer daño, y más siendo aquel soldado su conocido, envió á rogar con mucha crianza al capitan Francisco de Chaves, que pues con su favor el soldado habia quitado la india al que la tenia, que mandase que la restituyese, porque no convenia hacer otra cosa. Francisco de

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