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Chaves, con mucha arrogancia y poco sufrimiento, baldonando á quien le fué con la embajada, respondió que no tenia voluntad de que aquel que habia tomado la india la volviese, pues era suya, y que no le enviase Alguacil nenguno allá porque lo maltrataria y no llevaria recaudo. Sotelo era sabio, y conociendo los daños que se suelen seguir por haber desconformidad entre los capitanes, templando la ira con el saber de su persona, le envió segunda vez á rogar le diese la india para que vuelta fuese á quien la poseia, é si el otro decia que era suya la pidiese por justicia, é teniéndola no le seria negada; Francisco de Chaves tornó á responder ásperamente, é que no habia de volver la india quien la tenia, pues era suya. Cristóbal de Sotelo, enojándose grandemente de que Francisco de Chaves le tuviese en tan poco, dijo que en gran manera le pesaba porque empezaba á haber discordias entre ellos, é bandos, que es causa de novedades é grandes daños, y que se holgaba en gran manera porque él no habia sido de los matadores del Marqués, y si seguia á D. Diego era por la amistad que tuvo con su padre, lo cual no seria parte pará que él dejase de cumplir el mandamiento de S. M.; y diciendo esto dijo más, que no pensase Francisco de Chaves que, porque en él sobró la crianza y en él faltó el comedimiento, saldria con lo que él no le consintiría; y, diciendo esto delante de cinco ó seis amigos suyos, se salió para ir á su casa á le quitar la india, y, si se la defendiese, la vida, ó él, en testimonio de su virtud, perder la suya.

¡Oh, cevilidad! ¿qué es lo que haces? ¡Oh, tiranía, y cuántos males acarreas! Y vosotros, capitanes de mi nacion, ¿qué os mueve unos á otros horadar vuestras entrañas con los puñales tan agudos y espadas tan afiladas? ¡Oh, cómo lloro y en gran manera me congojo, en que por cosas tan comunes muriesen españoles tan adornados de tal ser, que por cualquier nacion ó region que atravesasen se diria merecer ellos justamente haber nacido á riberas de Ebro, y solamente para ellos han sido mal corregidos é acordados, pues sin haber descubierto enteramente los secretos de la tierra, ni que los.

bárbaros entendiesen la servidumbre que habian de tener, levantaron guerras, que todos ellos ó los más quedaron, por testimonio de su desatino, muertos, para que viniesen á triunfar de sus conquistas é poblaciones nuevas personas que en ellas nunca hobiesen trabajado! Pues volviendo á nuestro cuento, como Cristóbal de Sotelo saliese para ir en casa de Francisco de Chaves, uno de los que allí estaban fué luégo á decirlo á Juan de Herrada, para que viniese por su persona á poner remedio, de tal manera que no se matasen sobre aquella india aquellos capitanes; y como Juan de Herrada lo supo fué luégo para estorbar lo que se creyó que sucediera, y llamó á Cristóbal de Sotelo y le dijo que no quisiese pasar adelante, porque no convenia á su autoridad que bastase una india lividinosa á moverlo á ir contra Francisco de Chaves. Sotelo le respondió que ya él habia hecho lo que debia á caballero, y á tener cumplimiento con Francisco de Chaves, y que no lo habia habido en él para templar y disimular su yerro; mas que, ántes, sustentando la quitada de la india, habia dicho que á su desplacer la habia de tener, é áun que si algun Alguacil iba á su casa que lo habia de maltratar. Juan de Herrada le respondió que se estuviese quedo, que él queria ir á casa de Francisco de Chaves por la india; lo cual oido por Sotelo, se quedó en su posada, y Juan de Herrada fué á la de Francisco de Chaves y le pidió con gran enojo la india, y, aunque le pesó, la sacó de su casa y de poder de aquel que la tenia, la dió á su primero señor.

y

CAPÍTULO XLIII.

De cómo fueron presos los capitanes Francisco de Chaves y Francisco Nuñez, y de cómo Francisco de Chaves fué muerto.

Ya era tiempo de que las exequias funerales del viejo marqués fuesen celebradas, con que se empezase á derramar sangre de aquellos que á él le sacaron tanta, que bastó para le quitar la vida, y el mozo Gobernador comenzase á gustar de los jaropes tan amargos que acarrea la tiranía, pues en ella ni amigo se muestra leal ni enemigo piadoso; y que le fuera mejor á él é á sus cómplices aguardar al Juez, que no con tal atrocidad dar la muerte al Marqués, al cual, áun despues de muerto, no se guardó con él nengun honor, como el lector ha visto, ántes metieron su cuerpo en las entrañas de la tierra como si fuera algun hombre vil ó ribaldo, y para que en esto allegase á aquel dicho que dijo el Condestable de Castilla, Gran Maestre de Santiago, D. Alvaro de Luna, que, viendo que estaba un garabato puesto donde le querian matar, preguntó al verdugo que para qué estaba allí, y le dijo que para ponerle despues de muerto la cabeza; respondió D. Alvaro dando una castañeta; «despues de yo muerto haced del cuerpo y de la cabeza lo que quisiéredes;» dando á entender que en aquel punto que se la cortasen iria su ánima á aquella parte que mediante sus obras habia merecido. Viendo, pues, el capitan Francisco de Chaves como Juan de Herrada le habia sacado de su casa la india, contra su voluntad, tomólo por afrenta y en oprobio suyo, é tomando sus armas é caballo se fué adonde estaba D. Diego de Almagro, é dicen que le dijo que tomase el caballo é armas que traia allí, é que él habia reci

bido de su mano, que él no lo queria, ni tenerse más por su amigo, y que una le hizo su padre é que bien se la pagó, y que otra le habia él hecho é que tambien se la pagaria. Lo cual dicen que le dijo por lo de Guaytara, porque hobo sospecha que se carteó con Hernando Pizarro; lo cual jamás no pude averiguar, ni lo creo, porque siempre Francisco de Chaves se mostró fiel amigo del Adelantado y enemigo de Hernando Pizarro.

Los que estaban en la sala con D. Diego, creyendo que el enojo le hacia hablar aquellas cosas, le amansaron, amonestándole que mirase que haber quitado la india á aquel que la tenia, sin ser suya, que muy bien hecho era, y que dejar la amistad de D. Diego ni de seguille, que no tenia razon ni le seria bien contado; y él respondia que jamás le seria su amigo ni su partido sustentaria. Juan de Herrada oyendo aquello, mirando cuerdamente que no convenia dar libertad á un hombre que tan al descubierto negaba lo que él mesmo habia hecho, quisiéralo prender allí, é no se atrevió porque Fancisco Nuñez de Pedroso era grande amigo suyo, y estaba con los soldados alojado en su cuartel como Capitan de todos ellos, y parecióle que vendria luego en su favor; y industriosamente abajóse de donde estaba y fuése hácia el capitan Francisco Nuñez de Pedroso, con algunos soldados para que le ayudasen si menester fuese, é, llegado adonde estaba Francisco Nuñez, le dijo que subiese arriba é hablase á Francisco de Chaves, pues era su amigo, que no se alargase tanto en hablar; y contóle lo que había pasado. Francisco Nuñez, creyendo que la intencion de Juan de Herrada no era que él fuese allá para otro efecto, dijo alegremente que era contento é que luégo iba á lo hacer, é, llegado en presencia de Almagro y de los demas capitanes que allí estaban, le interrogó que no dejase de ser amigo de D. Diego; mas no le mudaron del propósito que tenia. É como aquello vieron, D. Diego é Juan de Herrada, dijeron á los que estaban allí que qué les parecia que debian de hacer sobre aquello; García de Alvarado respondió, que, pues el capitan Francisco de Chaves no queria ser amigo de Don

Diego, que lo prendiesen. Lo cual entendido por Francisco de Chaves, mirando contra García de Alvarado, le dijo, que pues que á él le parecia así, que le prendiesen luego y que le echasen las prisiones; Francisco Nuñez dijo, que si prendian al capitan Francisco de Chaves, que lo mesmo habian de hacer de él.

Juan de Herrada, dicen que por estas causas ó por estar mal con Francisco de Chaves, porque supo que yendo á ver á Gomez de Alvarado, é viéndole triste porque él era General (dicen que habia sido criado del adelantado D. Pedro, su hermano, el mesmo Juan de Herrada), dijo á Gomez de Alvarado que era mal hecho que adonde tantos caballeros hobiese fuese Juan de Herrada general, y que no se habia de consentir, al tiempo que el capitan Francisco Nuñez habló lo que hemos contado, dijo Juan de Herrada «sea como mandáredes;» y los prendieron luégo á entrambos y les echaron prisiones. Y venida la noche, porque tenian amigos y no recreciese algun alboroto, los enviaron á un navío que en el puerto estaba, y juntamente con ellos al bachiller Enriquez, porque, segun se dijo despues, por su consejo Francisco de Chaves tomó la india, y fomentaba la enemistad con D. Diego. É luego por la mañana hobo algun alboroto, con la prision de Francisco de Chaves é Francisco Nuñez; pesándoles á unos de ello, é á otros pareciéndoles bien, debatian é andaban porfías, y como Juan de Herrada lo supo, tomando consejo con algunos que él tenia por amigos, acordaron de mandar matar al capitan Francisco de Chaves y desterrar á Francisco Nuñez. Y luego, otro dia, con gran secreto, porque no se supiese, fueron á la mar por mandado de D. Diego y de Juan de Herrada á dar la muerte á Francisco de Chaves, el cual ya estaba arrepentido por lo que habia hecho; y como le dijeron que se confesase, espantóse, y dicen que dijo, que dos sillas tenia, la una en el cielo y la otra en el infierno, y que ya la Potencia divina tenia determinado á cuál de aquellas partes habia de ir, y que no queria confesarse. Otros dicen, que lo que dijo fué, que pues que asi lo mataban sus propios amigos, que el diablo le llevase el ánima.

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