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vesar la serranía por el camino real de los Ingas, se partió luégo de allí, enviando siempre sus corredores para tener aviso de lo que viesen; é allegado media legua más allá de Parcos, quiso que todos los capitanes, caballeros, hijos-dalgo é soldados, que venian debajo de su bandera, que de nuevo le recibiesen por General é le jurasen por tal, y allí se hizo esta solemnidad pública. E luégo platicaron sobre lo que harian; é unos decian que se debia de ir é dar la batalla á D. Diego, que ya era salido de Lima, como luégo diremos; otros lo reprobaban, diciendo que mejor les seria ir siguiendo su camino hacia Caxamalca, adonde sabrian nuevas del Juez, y con la gente que trujese tendrian potencia para resistir á los enemigos, que no habian entendido en otra cosa que en engrosar su ejército y rehacerse de armas; é al fin acordaron de proseguir su viaje, á juntarse con Vaca de Castro é con el capitan Alonso de Alvarado.

Alonso de Toro, el vecino del Cuzco, fingiendo que volvia en busca de unas indias, se salió del Real; quieren decir que los vecinos de la ciudad del Cuzco estaban pesantes por haber nombrado por su general á Peralvarez Holguin, y que en este mesmo lugar tuvo algunas porfías con D. Pedro Puertocarrero, é que llegaron á tanto, que le quitó los caballos é armas, é le quiso mandar echar del Real, é interviniendo los capitanes fueron puestos en paz, é Alonso de Toro volvió al Real, é prosiguieron su camino. Y dejaremos de hablar de ellos y diremos la salida de D. Diego de Los Reyes.

CAPÍTULO XLIX.

De cómo D. Diego de Almagro, sabida la nueva de Peralvarez, con parecer de sus capitanes, salió de la ciudad de Los Reyes, y de la gente que sacó y capitanes.

Ya ha contado la historia como estando en la ciudad de Los Reyes D. Diego é toda su gente, tuvo nueva como en la ciudad del Cuzco habian nombrado por general á Peralvarez Holguin, y á Gomez de Tordoya por Maese de campo, y todas las cosas que más habian pasado, de lo cual recibieron gran turbacion así por ello como por lo de Alvarado; y, juntos los más principales de ellos, entraron en consulta para determinar lo que harian. Gomez de Alvarado é Juan de Sayavedra estaban sentidos de que Juan de Herrada fuese el General y que sobre ellos toviese poder, habiendo sido hombre comun é soldado particular, y estaban muy desgraciados con D. Diego, y, aunque en algunas consultas se hallaban, no era con voluntad ni con tal deseo como se creia. É tratando sobre ello qué harian, hobo pareceres diversos, porque á unos parecia que debian ir á desbaratar al capitan Alonso de Alvarado, y á otros que no, sino que, abajando por el camino marítimo de los llanos, fuesen á prender ó matar á Vaca de Castro, y engrosar su ejército, para tener tal potencia que pudiesen deshacer á los que contra ellos se habian mostrado enemigos, é aguardar á ver la Majestad Cesárea qué es lo que proveia sobre aquellas cosas; y, si enviase contra ellos mandado riguroso, irse á meter delante del Maulense rio. Pero no concordaron de seguir nenguna opinion ni parecer de aquellos, ántes á todos á una les pareció bien el dicho del avisado Cristóbal de Sotelo, que era, que fuesen á encontrarse con Peralvarez y le desbaratasen, pues no podia traer más que trescientos hombres, é de allí anduviesen hasta meterse en la gran ciudad del Cuzco,

adonde ternian aviso de la venida de Vaca de Castro é del arte que entraba, é con qué gusto oia las cosas. Determinado por los capitanes de salir de Los Reyes, enviaron á la provincia de Xauxa doce españoles á que hablasen á los guancas, como ellos querian ir por su provincia, que tuviesen fe entera é amistad verdadera para con ellos, é para que hiciesen carnaje, é para que, sabiendo ó teniendo nueva que Peralvarez é los suyos venian, enviasen aviso de ello; é para estos efectos fueron enviados estos que digo. Y luego D. Diego é los capitanes comenzaron á allegar armas, é afinar pólvora, é hacer arcabuces, teniendo la guerra por cierta, no dudando que habian de morir no pocos de ellos, pues unos de otros estaban tan desabridos. Las banderas fueron desplegadas, é los atambores con sus palotes daban á entender la guerra que los pífanos denunciaban, y todos comenzaron á se aparejar para salir con brevedad de la ciudad.

¡Oh, qué era ver la noble juventud española que estaba en Los Reyes para seguir las banderas de Chile! ¡Cuántos caballeros hijos-dalgo, cuán adornados de gracias y disposicion, cuán belicosos algunos de ellos, y cuán en tan poco tenian la vida, para que la habladora fama no los dejase en tinieblas de olvido, ni la inmortal memoria dejase con su escritura de dar testimonio de su valor! ¡Oh, quién los viera atravesar las provincias que confinan con el Estrecho; y como su fama fuera más memorada, pues faltando la habilidad pudieran mostrar su fortaleza contra las bárbaras naciones que viven en las regiones que están adelante de donde el sol hace su curso! É pues al tiempo de la cruel batalla de Chupas tengo de hacer mencion de los nombres de los más principales, quiero para entónces guardar lo que el discurso de la obra no da materia evidente para que agora tratemos. É ya que todos estovieron apercibidos para salir de Los Reyes, é pertrechados de las armas é caballos que pudieron, salieron de la ciudad apercibiendo para que fuese con ellos al fator Illan Xuarez de Caravajal, é á otros algunos, y con ellos salió el reverendo padre fray Tomás de San Martin, provincial de los Dominicos; en

la ciudad dejaron por Teniente de gobernador á Juan Alonso de Badajoz. É, salidos de Los Reyes, anduvieron hasta llegar legua y media de la ciudad, adonde acordaron de nombrar capitanes; é, aunque pesó á muchos, obedecieron por General á Juan de Herrada. Cristóbal de Sotelo, é Juan Tello, é García de Alvarado fueron nombrados por capitanes de gente de á caballo, é Diego de Hoces y Martincote é Cárdenas se señalaron por capitanes de gente de á pié, é lo mesmo Juan de Olea; sargento mayor era Xuarez, é alférez general Gonzalo Pereyra. Toda la gente que allí se juntó eran quinientos é diez y siete españoles, todos muy lucidos, é hicieron sus alardes é reseña; de caballo habia ciento é ochenta, y cien arcabuceros y escopeteros, y los demas eran piqueros é algunos alabarderos: cinco tiros tenian de artilleria.

Juan de Herrada adoleció en este tiempo; quisieron decir que fué la ocasion cierta ponzoña que Juan Balsa le dió en la comida, mas lo que se tiene por cierto fué que, como ya fuese víejo é habia un año que las armas jamás quitaba de encima de su persona, de quebrantamiento le venia aquella enfermedad; y agraviándole mucho iba con mucha pena. Y ansi anduvieron hasta que llegaron á Guarochiri, desde donde se vino el reverendo fray Tomás de San Martin y el capitan Diego de Agüero, con licencia de D. Diego; é Juan de Sayavedra é Gomez de Alvarado y el Factor, con sus mañas que tovieron, se salieron de entre ellos y desde Xauxa se volvierou á Lima. Y en Guarochiri le fatigó mucho el mal à Juan de Herrada, y, viendo que no podia por su persona gobernar el campo, habló con D. Diego é con los capitanes que recibiesen por generales é principales á los capitanes Cristóbal de Sotelo é García de Alvarado. Cosa mal ordenada é que no podia parar en bien, pues si un imperio, por amplísimo é grande que sea, no puede ser gobernado bien por dos cabezas, ¿cuánto ménos lo seria adonde no habia si no un puñado de gente? Pero como á mí no me convenga poner las cosas bien guiadas y encaminadas que hacian en aquel tiempo los que andaban en el Perú, pondré cómo sucedia y de la arte que ellos lo ordenaban.

CAPÍTULO L.

De cómo el general Peralvarez Holguin, despues de haber sido recibido por General y jurado última vez, cabe Parcos, vino caminando la vuelta de Xauxa, é de cómo, yendo á correr el campo Gaspar Rodriguez de Camporredondo, prendió á los que estaban en aquella provincia de parle de Don Diego.

En los capítulos precedentes hicimos mencion de como el capitan Peralvarez Holguin, despues que lo hobieron jurado por Capitan general, movió de aquel lugar donde estaba con voluntad de se acercar á lo provincia de Xauxa, para tener enteramente aviso de las cosas que hacian los de Chile; pues como aquellos doce hombres que envió D. Diego desde Los Reyes allegasen á Xauxa, para entender en las cosas que hemos dicho que venian á hacer, procuraron de confirmar en su amistad á los guancas; mas como aquellos indios fuesen tan entendidos, é ya tuviesen aviso de la venida de Vaca de Castro, é de como en las Chachapoyas se habia alzado contra ellos Alonso de Alvarado, y en el Cuzco Peralvarez, pareciéndoles que seria cordura tener la parte de Pachacama, aunque los preguntaban si tenian noticia ó sabian alguna nueva de que los cristianos del Cuzco viniesen, decian que no sabian nada. É aunque no ignoraban que ya llegaban cerca de su valle, no se lo querian decir, ántes ciertos indios fueron á dar mandado á Peralvarez como estaban allí; é, teniendo este aviso, mandó á Gaspar Rodriguez de Camporredondo que fuese á Xauxa á correr el campo, y mirase si habia algunos corredores de D. Diego y los prendiese. Gaspar Rodriguez, con voluntad de servir al Rey, se partió para Xauxa, y dió de noche

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