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junto llegaba de allí, é tenia aderezado de le recibir lo más honorablemente que fuese posible, con muchos arcos de juncias é flores olorosas por el rededor de la tienda; y, llegando el Gobernador cerca de donde estaba, salió el Capitan con su gente de á caballo á lo recibir, armados, y lo mismo la gente de pié, con sus picas ballestas é arcabuces, é hicieron su escuadron con grande órden, como si hobieran de pelear, para que el Gobernador conociera cuán diestros estaban en el arte militar. En esto ya llegaba Vaca de Castro donde estaba el Capitan, y él se apeó y fué á humillársele, el cual lo recibió muy bien, dándole á entender el gran servicio que á S. M. habia hecho en haber alzado bandera en su Real nombre, é la honra que ganaba en haber sido la primera que en el reino se habia mostrado contra los de Chile. Alvarado le respondió que él habia hecho lo que nunca dejaria de hacer, que era servir al Rey; é luégo allegaron Gomez de Alvarado é los más caballeros é soldados que estaban en el escuadron y en los caballos á le besar las manos, y él, con grande amor, los abrazaba á todos é daba grande esperanza de que serian gratificados de lo que en servicio de S. M. habian hecho. Y diciendo esto y otras cosas, cabalgando todos, se fué á meter en el Real, aposentando á Vaca de Castro en un aposento que para él tenia hecho; y estaba tan alegre y contento de se ver apoderado de la gente que allí estaba, y que estoviese de su parte el capitan Alonso de Alvarado, que no lo podia encubrir.

CAPÍTULO LX.

De cómo en Guaraz se supo estar Vaca de Castro en el Real de Alonso de Alvarado, y cómo el capitan Castro fué allá, y de la ida de Vaca de Castro á Guaraz, y de cómo se apoderó

de la gente que allí estaba, y de lo demas que pasó.

Como estaba tan cerca el campo de Guaraz del Real del capitan Alonso de Alvarado, fué la nueva allá de lo que pasaba, y recibieron grande alegría Peralvarez y los demas, porque, como habia muchos dias que estaban allí, deseaban salir de aquel lugar; y luego se aparejaron para lo recibir. Y el capitan Castro se partió luégo, acompañado de algunos soldados, para ir adonde estaba Vaca de Castro, y como llegó á él le mostró tener mucho amor, tratándole por deudo suyo por parte de la condesa de Lemos, de quien Vaca de Castro se tenia por cercano pariente. Del Real de Guaraz tambien salió el capitan Peranzures por mandado del capitan Peralvarez, porque le tenia por amigo muy singular, aunque tambien habia habido algunas puntas entre ellos; y Vaca de Castro recibió muy bien al capitan Peranzures. Y despues de se haber partido de Guaraz, Peranzures, Lorenzo de Aldana é Diego Maldonado determinaron de le ir á decir la gran voluntad que Peralvarez tenia de servir á S. M., y aconsejaron al mesmo capitan Peralvarez que se fuese á ver con él, pues que iba tan cerca; respondió que era contento y que luego se debia partir. É dejando recaudo en el campo se partieron al Real del capitan Alonso de Alvarado, adonde estaba el Gobernador; y de que supo que venia se holgó mucho, y saliéronle á recibir algunos caballeros. Como Vaca de Castro vido á Peralvarez le mostró grande amor y voluntad, prometiéndole de

honrar por lo mucho que á S. M. habia servido, y fruto grande que habia hecho á todo el reino; Peralvarez le informó de todas las cosas que habian pasado desde el tiempo que en la ciudad del Cuzco se habia alzado bandera. Allí se hallaron él é Gomez de Tordoya, y el capitan Garcilaso de la Vega. Y, despues de haber estado un dia Peralvarez con Vaca de Castro, se volvió á su campo, no muy contento, segun algunos quisieron decir, porque le pareció que fuera cosa justa dejarle con el cargo de General, pues tan de veras se habia mostrado tan leal servidor de S. M.

Pues luégo que se partió Peralvarez, el gobernador Vaca de Castro, tomando su parecer con los más principales que alli estaban, determinó de se partir para Guaraz, adonde le habian de ser entregadas las banderas que habia, y aunque se tenia gran deseo de ver el campo junto y puesto debajo de la mano y poder del Gobernador, se estuvo allí tres dias descansando del camino tan largo que habian traido. Y esto pasado, luégo el Gobernador, con el capitan Alonso de Alvarado y toda la demas gente que habia, se partieron para el campo del capitan Peralvarez Holguin, y cuando llegaron á él salió con todos los soldados é caballeros que en él estaban, é le hicieron el más selemne recibimiento que fué posible, nombrando el nombre del Rey, y que todos le habian de servir con toda lealtad, hasta sacar el reino de los que le tenian ocupado, y que le ternian é obedecerian por Gobernador en su nombre Real. É diciendo estas cosas con grande alegría, soltaban los tiros de artillería que tenian, é arcabuces, é todos los de á caballo venian armados con sus armas é lanzas en las manos, allegaron á hablar al Gobernador é á dalle la enhorabuena de su venida, y él les respondia á todos graciosamente, agradeciéndoles lo mucho que habian servido á S. M.; é todos juntos le dieron la obediencia. Y, tomando el capitan Peralvarez el estandarte Real en sus manos, dijo al Gobernador, que yendo él é muchos caballeros de los que allí estaban á descubrir las provincias que adelante de los Chunchos están, tuvieron aviso de la desastrada muerte del Marqués y de la gran calamidad

en que el reino estaba; doliéndose de ello volvieron al Cuzco adonde él fué recibido por Capitan general de todos los españoles que en él estaban é acudieron, é que por haber tenido noticia que él venia en nombre del Rey, é con su poder, aunque se vieron con ejército más engrosado del que sacaron del Cuzco, y con mediano aparejo, armas é artillería é caballos, é voluntades fieles y enteras para castigar la tiranía que se habia levantado, no quiso aventurar nada, pues estaba claro que fuera mayor el daño si no los vencieran, que no el provecho de los vencer, y que atravesó por la provincia de Xauxa y Bombon hasta Guaraz, con intencion de aguardar su mandado; y pues nuestro Señor habia guiado las cosas prósperamente, él era Gobernador del Rey por muerte del Marqués, que recibiese el estandarte Real é las banderas que para aquella guerra se habian levantado, debajo de las cuales él é todos los caballeros é soldados que allí estaban se metian.

y

Vaca de Castro, tomando el estandarte Real en sus manos con muy grandisima alegría, lo dió á Rodrigo de Campo, su Capitan de la guardia, é respondió á Peralvarez que él se daba por entregado de las banderas é gente que allí habia, é que siendo él caballero, é viniendo de tan leales predecesores como fueron sus pasados, que no se esperaba ménos; é mandó á su Capitan de la guardia que cogiese el estandarte, porque no queria que hobiese levantado más del que en el Quito habia mandado hacer.

CAPÍTULO LXI.

De cómo el capitan Peralvarez Holguin, viendo que no se demostraba el estandarte que él alli tenia, recibió alguna pena, y

se recreciera algun alboroto, y de cómo Vaca de Castro
notificó de nuevo la Cédula que de Su Majestad

tenia, é pidió por virtud de ella le
recibiesen por Gobernador.

aina

Luego que Vaca de Castro mandó coger el estandarte que allí tenia el capitan Peralvarez, movieron todos para ir adonde tenia asentado el Real, que no estaba léjos de allí, y como habia muchas tiendas parecia una gran poblacion; y al tiempo que movian para ir, viendo Peralvarez que el estandarte que habia traido Vaca de Castro iba tendido, y el que allí tenia no, mostró gran pesar doliéndose de ello. Bien se lo conocieron algunos amigos suyos, y comenzaron á se alborotar, pero no para que diesen á entender nada de su congoja; y Peralvarez, disimulando cuerdamente, se iba, é Vaca de Castro junto á él, que claro habia sentido el pesar de Peralvarez; y llegados al Real, halláronlo todo lleno de ramos verdes y juncia. Pues luego que Vaca de Castro se vió en el aposento que para él tenian aderezado, mandó que todos estuviesen alli sin se mover ni ir á se reposar, porque tenia qué les decir; lo cual, oido por los españoles, no se fué nenguno, ántes todos los Capitanes é principales tenian deseo de saber para qué efecto Vaca de Castro les mandaba detener. É habíase hecho un tablado alto, en el cual se puso un paño de terciopelo negro, é una silla de terciopelo azul, é sin se asentar les propuso la siguiente prática, teniendo el rostro sereno y representando grande autoridad, é habló así:

«Caballeros leales, famosos Capitanes, vasallos de César, Emperador é gran Rey nuestro: no ignoro, pues lo conozco,

TOMO LXXVI.

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