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vuestra gran lealtad y valor generoso con que os habeis movido á servir á vuestro Rey, y deshacer la tiranía que se ha levantado entre D. Diego y los que siguen su malvada opinion. Ciertamente no se puede encarecer lo mucho que S. M. estimará este servicio, é yo en su Real nombre, pues ya Dios ha sido servido de traerme aquí, despues de haber pasado tan largo naufragio y camino como ha sido el que he traido, y con tantos desasosiegos y enfermedades como todos ya sabeis, pues lo habeis oido; é no tengo en nada recontar lo que digo, ántes me gozo é alegro é tengo por de gran felicidad, pues con vuestro favor yo haré lo que al Real servicio conviene, y en lo que pudiere por todos, no terné otro respeto á más de gratificar á cada uno segun su servicio. Y porque supiese de mi venida en este esclarecido ejército, el capitan Peralvarez y los demas caballeros que en él estábades, envié un treslado de la Cédula por donde S. M. me da comision á que gobierne estos reinos, y agora conviene que, vista la original, de nuevo me reciban y tengan por Gobernador é Capitan general.»

É sacando, cuando esto dijo, la provision, mandó al Secretario que la leyese, é se leyó en voz alta, é todos á grandes voces, alzando sus manos derechas, comenzaron á decir: «¡Viva el Rey!» y que tenian é habian por su Gobernador á Vaca de Castro; y él tornó á les decir que habia de repartir las regiones por todos ellos. É acabada su prática se abajó é se fué á su aposento, adonde quedaron con él los capitanes Alonso de Alvarado, é Peralvarez Holguin, é Garcilaso de la Vega, Lorenzo de Aldana, Diego de Rojas, Peranzures, é D. Pedro Puertocarrero con otros muchos caballeros, á los cuales Vaca de Castro les tornó á decir, que pues de todas las ciudades del reino habia vecinos é regidores, que se juntasen los de cada ciudad y hiciesen cabildo, é le recibiesen por Gobernador, pues ya la gente de guerra le tenia por Capitan general; luego lo hicieron así. É, pasadas estas cosas, Vaca de Castro se entró á reposar, y lo mesmo hicieron todos los Capitanes é caballeros, donde los dejaremos por decir un poco de D. Diego de Almagro.

CAPÍTULO LXII.

De cómo llegado D. Diego de Almagro á la ciudad de Guamanga, Martin Carrillo, su Maestre de campo, mató á Baltanas, y de su salida de Guamanga para el Cuzco, y de cómo se pertrechaba de armas é hizo tiros de artilleria:

Llegado D. Diego de Almagro á la ciudad de Guamanga, se fué á aposentar adonde le tenian aparejado, y todos los vecinos, porque no los llevase consigo, mostraban gran voluntad á su servicio; aunque la ciudad estaba casi desierta por estar todos los más con Peralvarez. Su alférez general, Gonzalo Pereira, porque tan presto no le daban posada, con muy grande ira y no poca soberbia, casi teniendo en poco á su Capitan, se fué á la plaza pública que en medio de ella está situada, y mirando el rollo que en ella estaba, arrimó á él el estandarte, diciendo que aquel era su aposento y él no merecia otro, por que dado no se le habian. Juicios son de Dios, y en ellos muestra su gran poder, pues, llevando por guía é cosa preciada el estandarte, lo arrimaron al rollo, adonde despues todos los Capitanes, con otros principales que seguian el partido de Almagro, fueron muertos en él por justicia. D. Diego recibió grande enojo de que lo supo. Habíale quedado el cargo de Maese de campo á Martin Carrillo, el cual, en Guamanga, sobre cosas de no mucha importancia, prendió á Baltanas, é, llevándole preso, algunos amigos suyos salieron á le defender: como D. Diego lo supo, empuñándose en su espada, dijo que no perturbasen á su Maese de campo á que dejase de hacer justicia, y Martin Carrillo le metió en su tienda. El capitan Juan Balsa é otros fueron para estorbar que no le matasen, y, como Martin Carrillo los vió venir, mandó á un negro que

le diese de estocadas; y así fué muerto Baltanas, que grande amigo era de Cristóbal de Sotelo. É, aunque D. Diego aprobó su muerte, el Maese de campo Martin Carrillo temíase de Sotelo, y comenzó á mostrarse muy amigo de García de Alvarado, que aun no era partido para Arequipa; y poníale por delante que Sotelo queria superar á todos, é no tener igual, é otras cosas, que, como el ánimo de Alvarado fuese tan orgulloso é levantado, poco era menester para traello á sí é que tuviese ódio á Sotelo. É pasadas estas cosas, D. Diego, con todos los suyos, se partió para el Cuzco, despachando primero al capitan García de Alvarado á la ciudad de Arequipa, á que recogiese alguna gente é armas.

Andando por sus jornadas, D. Diego llegó á la ciudad del Cuzco, adonde le fué hecho muy gran recibimiento, é se aposentó él é toda su gente en la ciudad, é al cabo de pocos dias vino Diego Mendez á la Villa de Plata, adonde con engaño habia preso á Anton Alvarez, vecino de ella, é habia recogido todo el oro é plata que habia en las minas de Porco, y en aquella region, é con todo ello se vino camino del Cuzco; y, como llegase cerca, el Gobernador le salió á recibir, que mucho se habia alegrado porque trujese tan buen recaudo de dineros para pagar los soldados. Y de esta manera se juntó toda la más gente que pudo, teniendo en todo Cristóbal de Sotelo grande órden. Y eran tan bien proveidos de las cosas que habia en la tierra, que á muchos sobró é á nadie faltó; y los Capitanes tenian en sus casas tablas puestas, adonde generalmente comian los soldados. Como por D. Diego y todos los que le seguian se tenia entendido, no tener ni poseer más tierra ni vida de aquella que con las armas pudiese defender, porque despues que Peralvarez Holguin pasó por Xauxa á muchos se les habia arruinado los corazones, é algunos holgaran de no estar en el Cuzco, mas otros deseaban con D. Diego ponderar sus fuerzas de tal manera, que sus enemigos no triunfasen de ellos, ansí determinaron luego de se aderezar é hacer armas. É se juntó infinito cobre, é Pedro de Candia se ofreció de sacar muchos tiros gruesos de artillería; y éste dió

á entender tener voluntad de lo hacer y servir en aquella guerra á D. Diego, aunque despues pareció al contrario. Los primeros moldes que hizo para sacar los tiros fueron muy grandes, mas tornáronle á mandar los hiciese menores, y, porque ya entendian que el gobernador Vaca de Castro estaba junto con Peralvarez en Guaraz, se daban gran priesa, con no poca diligencia; unos traian el cobre, otros hacian el carbon, otros aderezaban los hornos, de manera que en breve tiempo sacaron seis tiros grandes y bien hechos, no embargante que Pedro de Candia los sacó tres ó cuatro veces faltos, al parecer de todos, de industria, por haberse arrepentido de haber dicho que los sabia hacer, él ponia por excusa que se le helaba el metal, é que no podia correr con los fuelles.

É luego que hobieron hecho el artillería, mandaron juntar más de trescientos plateros, para hacer é aderezar armas é arcabuces, los cuales mandaron que tuviese encargo de mandar hacer el capitan Juan Perez, hombre muy ingenioso é que habia tenido cargo de los ballesteros en la de las Salinas, como atras contamos; y él entendió de tal manera en ello, que se hicieron algunos arcabuces tan buenos é fornidos como dentro en Viena. Tambien se hicieron muchas sillas de armas, echándoles por aceros en los arzones plata, labrándolas de muchos follajes é guarniciones de seda de colores, cada uno como mejor le parecia; é se hicieron lanzas ginetas, muy galanas é pintadas, con sus arandelas é gocetes, é muy buenas puntas de diamante, é muchos coseletes de plata é de oro, é almetes muy galanos y bien fornidos, de lo mismo, é todas las demas armas necesarias para treinta é cinco hombres de armas que habian de meter en la batalla.

CAPÍTULO LXIII.

De las cosas que más pasaron en la ciudad del Cuzco, y de la prática que D. Diego hizo á sus compañeros,

y de lo

que hacia Garcia de Alvarado.

Contando va la historia las cosas que pasaban en la ciudad del Cuzco, entre D. Diego de Almagro y su gente, é la gran priesa que tenian en aderezar armas, proveyendo á todas partes el buen capitan Cristóbal de Sotelo, que de su propia hacienda más habia repartido entre los soldados, sus compañeros, de cien mil pesos, é habia enviado espías por mandado de D. Diego para que supiese Vaca de Castro si venia ya. El inga Paulo tambien se mandó que por las postas supiese de Xauxa lo que habia en Guaraz, y como ya Vaca de Castro se habia juntado con los capitanes Alonso de Alvarado é Peralvarez Holguin, habíase extendido la nueva por todas las provincias de tal manera, que en breve fué á la gran ciudad del Cuzco; y decian los indios que Vaca de Castro habia traido muchos españoles y banderas. Esta nueva no dejó de causar alguna alteracion, no para que hobiese desmayo en el mozo D. Diego é sus cómplices; entraron en consulta él y los Capitanes é más principales que estaban en la ciudad, sobre cuál seria más acertado hacer, y convinieron en darse toda la priesa á salir del Cuzco, é requerir á Vaca de Castro no les dé batalla ni reencuentro, porque ellos aguardaban á ver el Real mandado de César y su proveimiento, para en un punto no salir de su mandado. Y no veian la hora que hobiese venido el capitan García de Alvarado; y mandando juntar á todos los españoles de pié é de á caballo, que estaban en el Cuzco para seguir sus banderas, de que todos estaban en parte donde le pudieron entender les dijo:

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