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otros desabridos, y tratar el amistad entre todos; y dijo al Sanmillan que aparejase para el dia que quisiese, porque queria convidar á D. Diego. Luego que esto pasó, dicen que García de Alvarado trató con sus amigos de que habian de matar á Diego Mendez, é á Alonso de Sayavedra, é Diego de Hoces, é Juan Gutierrez Malaver, con otros capitanes é soldados que se tenian por amigos de Sotelo, é áun al mesmo D. Diego de Almagro determinaron de matar, y despues de hechas estas muertes enviar sus mensajeros á Vaca de Castro, para que, entregándole el campo é dándole la obediencia, le proveyese é nombrase por Capitan, para que pudiese con sus amigos ir á descubrir alguna parte remota é ignota de estos reinos. É hecha esta conjuracion, los conjurados y autores de ella, que no eran pocos, se aparejaban é aderezaban para lo poner en obra. García de Alvarado, despues de lo haber concertado, se fué á D. Diego é le dijo como Sanmillan queria hacer un convite y que le habia convidado, que le suplicaba se quisiese hallar en él, é hacer con los capitanes que hiciesen lo mesmo, pues era razon que todos se holgasen.

D. Diego bien entendió que García de Alvarado no le decia aquello con fe entera ni voluntad, mas, porque le pareció que podria por allí rodearse de manera que García de Alvarado fuese muerto, le respondió graciosamente que era contento de ir al convite que decia, é que bien le parecia que se regocijasen y mostrasen alegría. Pasada esta prática, se despidió Garcia de Alvarado y se fué á su posada á tratar lo que tenia concertado, é Sanmillan por su parte andaba á buscar todo género de cosas para el convite, mercando el vino á trescientos pesos cada arroba, para que bebiesen los convidados. D. Diego praticó con sus amigos, é con aquellos que más se fiaba, que se aparejasen y estoviesen apercibidos para dar la muerte á Garcia de Alvarado en aquel convite que hacerse queria. Juan Balsa, é Diego de Hoces, é Juan Gutierrez Malaver, é Diego Mendez con otros, fueron contentos de cumplir en aquello el mandado, é conjuraron contra García de Alvarado; y estando todos con esta buena intencion

llegó la tarde. D. Diego se recogió á su cámara á hora de visperas, poco más, y con él aquellos que habian de matar á García de Alvarado; é recostado en su lecho fingió estar mal dispuesto, á fin de que García de Alvarado vendria á querer llevarle al convite ó cena, porque todos habian ya comido é habia de ser segunda vez, á la cual cada uno aguardaba á hacer su hazaña. É á Martincote mandó D. Diego que viniese á hacer la guardia aquella noche, y que avisase á los soldados que fuesen bien proveidos de pelotas para lo que sucediese; Martincote envió á su Alférez con cincuenta arcabuceros, á que hiciesen lo que mandado les fuese por D. Diego, é, allega. dos á la puerta de la casa de D. Diego, secretamente les mandaron que hiciesen la salva sin pelotas, é al segundo tiro tirasen con ellas, y estoviesen apercibidos para lo que les mandase. En este tiempo ya la cena estaba aparejada, y García de Alvarado envió á suplicar con toda humildad á Don Diego quisiese venir á ella, para poner en efecto lo que habia concertado; D. Diego, que no estaba descuidado de aquello, do no ménos que la vida le iba, de industria fingió que el mal le agraviaba, para que el García de Alvarado viniese á él é hobiese lugar de le matar, y llegado el mensajero le respondió: «Decid al Capitan general que yo me siento con mala dispusicion, y de tal manera que no quisiera cenar, mas, que por amor de él, que yo iré luégo como quiera que estoviere.»> Vuelto con la embajada García de Alvarado, parecióle que era mala crianza no ir por él, pues se veia claramente estar mal dispuesto, é, para que sin sospecha lo viesen adonde deseaban ver, dijo á los que con él estaban: « Ea, señores, vamos por el Gobernador, que me dicen que está mal dispuesto; » é así, bajado de su casa, fué adonde el convite se habia hecho, con mucha gente, é bien armada é puestos á todo recaudo, y él con su espada é una cota jacerina de malla menuda é fuerte, é yendo bajando encontró con Martin Carrillo, harto amigo suyo y enemigo de D. Diego, y, sabiendo adonde iba, le dijo que se volviese porque iba perdido, y si D. Diego le veia en su casa estaba cierto que le habia de matar.

García de Alvarado, con su denuedo se retuvo y dijo: "¿Quién basta matarme á mí? vamos, que no tengais miedo, que yo nenguno llevo.» Martin Carrillo, adivinando la justa muerte que Alvarado habia de haber, le tornó á amonestar que no fuese, é afirmaba que jamás volveria de donde iba; y no curando de aquellas amonestaciones, allegó á la puerta de Xapana, que era donde posaba D. Diego, é como vido tantos arcabuceros se turbó. Ellos le hicieron la salva sin nenguna pelota, con lo cual se aseguró y entró adelante, é no hobo él pasado cuando los arcabuceros cargaron con pelotas sus arcabuces. Yendo por la sala acompañado de todos sus amigos, allegó á la sala donde estaba D. Diego, é junto á la puerta su Capitan de la guardia, Juan de Guzman; Alvarado entró de rondon por la cámara, preguntando dónde estaba el Gobernador, é, así como estuvo dentro, con tres o cuatro amigos suyos Juan de Guzman, el Capitan, cerró la puerta bien apretada con una alabarda, porque no entrasen los otros que con él habian venido. D. Diego muy alegre porque García de Alvarado venia adonde él estaba, se levantó del lecho donde estaba recostado, diciendo á grandes voces á los que con él estaban: «Ea, caballeros vamos á cenar;» García de Alvarado dijo: «¿Qué ha sido la mala dispusicion de vuestra señoría, que estoy muy turbado de saber que haya estado con algun mal? D. Diego le dijo que ya no era nada, que bien podian ir á cenar; y diciendo esto se juntó con él Juan Balsa, como Teniente general que era, y arremetió á García de Alvarado, y abrazándose con él dijo: Sed preso por el Rey»; D. Diego, echando mano á su espada, dijo: «Preso nó, mas muerto si»; é diciendo esto le dió una mala herida en la cabeé los que allí estaban descargaron sus golpes en él, é le pasaron con muchas estocadas el cuerpo, y él no habló más de decir, «¡ válame Dios! ¿y qué son de mis amigos?» Y diciendo esto cayó muerto en tierra é pagó la que él dió á Cristóbal de Sotelo. Sus amigos, como supieron lo que pasaba, espantados de tan extraño acaecimiento, iban unos por unas partes é otros por otras á se esconder entre los edificios de

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la ciudad; D. Diego, como no anduviese por más de por castigar á García de Alvarado, é ya le toviese muerto, perdonó á todos los que se habian mostrado por sus amigos, é así muchos le vinieron á besar las manos é á ofrecerse de nuevo á su servicio.

Con la muerte de Alvarado quedó gran regocijo en todos los más de los Almagros, porque, por su demasiada presuncion é soberbia, le querian mal, é al fin vino á morir muerte conforme á la vida que vivió, é pagó haberse hallado en la muerte del Marqués, é los robos é crueldades que hizo é muerte que dió á Sotelo; é, sobre todo, á costa del mozo Don Diego é de los demas queria conseguir fama é gozar del perdon. Era García de Alvarado caballero de edad de veinte é nueve años, de hermoso parecer é de cuerpo bien dispuesto, ambicioso, soberbio, de gran presuncion é muy vano, é valiente é muy animoso, amigo de gente suez é allegado al consejo de ellos. Robáronle su casa, adonde tenia mucha vajilla é otras cosas de precio.

Aína que los mesmos de Chile se hobieran consumido ellos mesmos, é la tiranía hobiera triunfado de ellos, que bien parece Dios nuestro Señor ser servido de que las exequias del Marqués fuesen celebradas con la sangre de los principales que fueron en le matár, y en acometer tan grande atrocidad como fué la que hicieron ; y mirando en mí mismo las muertes tan desastradas de Francisco de Chaves, é Juan de Herrada, é Cristóbal de Sotelo, é García de Alvarado, que eran las cabezas principales de los Almagros, y el fin tan malo que todos hobieron, me espanto cómo los movedores de las sediciones, é tiranos que se han levantado, no tomaban ejemplo en estos para arredrar de sí cosa tan inícua y fea como es usurpar el reino á natural señor; mas la gente del Perú no sabe escarmentar en cabeza agena. Y dejemos esto y digamos un poco del gobernador Vaca de Castro.

CAPÍTULO LXVIII.

De cómo el gobernador Vaca de Castro determinó de enviar su ejército hacia la provincia de Xauxa, y él irse hácia la ciudad de Los Reyes.

Ya se acordará el lector como atras digimos la llegada de Vaca de Castro á la provincia de Guaraz, y de cómo fué recibido por Gobernador y Capitan general en nombre del Rey, y las cosas que más pasaron, segun que el discurso de la obra lo ha recontado; pues luégo, dende á pocos dias, entraron en consulta él é los más principales caballeros é capitanes que allí se hallaron, para determinar lo que deberian de hacer para la pacificacion del reyno, é fué acordado que á los capitanes se les diesen conductas de sus capitanías, é que ellos é los sargentos é más oficiales entendiesen que por su mandado se hacia la guerra. Y el gobernador Vaca de Castro hizo nombramiento de capitanes á los mesmos que asistian en los cargos, y les dió sus provisiones, sin mudar á ninguno, si no fué á Peralvarez, que todavía pensaba ir por General; mas aquel cargo y dignidad queríalo para sí, é le nombró por Maese de campo, de lo cual Peralvarez se sintió. Hechas estas cosas por el Gobernador, rogó á los capitanes é caballeros prencipales que con él iban, se regocijasen é alegrasen, pues la merced que Dios, nuestro Señor, habia hecho en los juntar á todos habia sido muy grande; lo cual oido por ellos, ordenaron juego de cañas y sortija, y el Gobernador los convidó á su aposento. É, pasadas estas fiestas, habia nombrado el Gobernador por su Alcalde mayor del campo al licenciado Leon, é porque Peralvarez supo que el Gobernador mandaba que su cargo de Maese de campo no se extendiese á más de

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