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CAPÍTULO LXX.

De cómo D. Diego de Almagro, despues de la muerte de Garcia de Alvarado, determinó de se aparejar para salir del Cuzco, y de cómo envió á un Juan de Aguirre, con otros diez de á caballo para tomar lengua de lo que pasaba, é de cómo fueron muertos é presos.

Despues que fué muerto en la ciudad del Cuzco el capitan García de Alvarado, como en los capítulos precedentes hemos escrito, como algunos que se tenian por sus amigos lo vieron muerto, daban á entender no estar contentos, é pluguiera á Dios que entre ellos hubiera tanta desconformidad, que la cevil guerra que trataban hobiera fin, y el mozo D. Diego, constreñido de necesidad, ó se fuera privadamente á poner en las manos de Vaca de Castro, é se retirara con los pocos que le siguieron, é se metieran en las provincias que están adelante de Maule. Viendo pues D. Diego el descontento que habia en algunos de los que seguian su partido, aparte y en secreto mandó llamar á Martin Carrillo, é á D. Baltasar de Castilla, é á los más principales, é les dijo, que pues él é no García de Alvarado habia de ser el que á todos habia de hacer mercedes, é repartirles las provincias que habia en el reino, que les rogaba con toda voluntad le quisiesen ser amigos fieles é compañeros tan leales, que todos tuviesen que contar de su constancia, é que bien sabian la sobrada razon que para matar á García de Alvarado tuvo, é la poca que él tenia para querer despues de muerto Sotelo andar en conjuraciones contra su persona é amigos. Estas cosas é otras dijo Don Diego á los que allí vinieron, é fueron contentos de le seguir, é todos de esta manera unánimes é conformes quisieron

seguir la opinion que habian comenzado. É porque no sabian ciertamente Vaca de Castro adonde estaba, aunque los indios les decian haber llegado á Los Reyes, acordaron de enviar á un Aguirre, vizcaino, con diez de á caballo, para que fuesen hácia Guamanga, á ver si pudiese tomar algun hombre de quien toviese lengua de lo que habia en la tierra, pues lan convenible les era estar avisados de lo que habia en las provincias de abajo.

Luégo Aguirre é los demas se partieron para cumplir el mandado de D. Diego, é como ya todas las provincias tuviesen aviso de como Vaca de Castro estaba en Xauia, con mayor potencia que D. Diego, parecióles que seria consejo saludable mostrarse de su parte é no acudir á la de D. Diego; é así, estos que del Cuzco salieron á hacer lo que digo, en un valle llamado Uripa, mataron los indios al Aguirre, que se habia adelantado de otro pueblo donde habian quedado sus compañeros, y á ellos les dieron tanta guerra que no pudieron volver al Cuzco, é retrayéndose hácia la ciudad de Guamanga, donde estaba el capitan Diego de Rojas, los indios dieron mandado é fueron presos é muertos por la justicia todos los más de ellos. É por nueva de indios se supo esta desgracia é muerte de los corredores, de lo cual D. Diego sintió gran pena, é sin dalla á entender miró por sí, é que le convenia apretar bien las manos, é aparejar bien las lanzas, pues contra él se juntaba todo el poder del Perú; é daba priesa que todos se aderezasen. É por tener sospecha de Martin Carrillo é de un vecino del Cuzco los mandó prender, é teniéndolos presos escribió á la ciudad de Arequipa sus letras á un Idiaquez, que lo tenia por amigo, pidiéndole consejo sobre lo que haria de ellos, si los dejeria en el Cuzco ó si los llevaria consigo. Idiaquez respondió al Gobernador que lo que le parecia, y á él le convenia era, ni llevallos ni dejallos, y, aunque Don Diego entendió bien la carta, no quiso usar de tanta crueldad, sino dejallos presos, é dende á pocos dias los soltó; é por su Teniente dejó á Juan Rodriguez Barragan. É la artillería tenia bien á punto, é los cañones bien limpios, é pólvora la neceTOMO LXXVI.

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saria; é fueron traidos carretones para en que fuese asentada, siendo de ella capitan Pedro de Candia.

É, como ya les pareciese ser tiempo de salir del Cuzco, mandó D. Diego á los capitanes que sacasen las banderas, teniendo todos por General á Juan Balsa, hombre de poco ánimo; é, salidos, se fueron á aposentar al valle de Xaquixaguana. D. Diego salió luégo, y en la ciudad quedó Juan Balsa para echar de todo punto los soldados della, y, estando Don Diego fuera del Cuzco, fué avisado como en su campo habia algunos que se querian huir é pasarse á los enemigos, los cuales eran Pedro Picon, é Alonso Diaz, é Juan Montañés, todos bien valientes é animosos; pareciéndoles mal la empresa que traian, querian, dejando á su Capitan, pasarse al que venia en nombre del Rey é áun con poder de los perdonar. É, aunque con mucho secreto se quisieron salir del campo, D. Diego lo hobo de saber, é luégo fueron presos é sentenciados á muerte, la cual les fué dada con un cordel é un garrote para que escarmentasen en ellos los demas.

El Inga Mango, entendido los movimientos que habia, é cómo Vaca de Castro estaba en Xauxa, é alguna de su gente en Guamanga, é que D. Diego estaba fuera del Cuzco, como él en tanta manera aborreciese á los Pizarros, envió sus mensajeros á D. Diego, diciendo que se habia retirado á Víticos é desnaturado de su patria por el mal tratamiento que Pizarro le hizo, é por el mucho oro que le pedia, por las cuales causas movió la guerra contra los cristianos, é la trató hasta que su padre de Chile vino, é que por el amistad que tenia con él se fuese á Guamanga, que allí le saldria de paz; é que le hacia saber que Vaca de Castro estaba en Xauxa con potente ejército, é que en Guamanga tenia alguna gente. Oido por D. Diego lo que decimos, mandó que saliesen con toda furia Juan Balsa del Cuzco con la resta de los soldados que en ella habia, enviando á mandar á su teniente Juan Rodriguez Barragan que tuviese recaudo é gran cuidado en la ciudad. É todo fué hecho asi; é Juan Balsa salió del Cuzco con la retaguardia é parte del bagax que en ella habia quedado. En Xa

quixaguana se ordenó la órden que habian de tener, y era que nenguno caminase á pié é que todos caminasen á caballo, é que del campo los soldados no saliesen á buscar mantenimientos, pues iban bien proveidos de gente de servicio para que lo buscasen, é que con el bagax fuese un capitan, por sus dias. La gente que allí estaba junta, si no les faltara Juan de Herrada ó Sotelo, cierto, pudieran acometer cualquier gran hecho aunque muy dificultoso fuera.

CAPÍTULO LXXI.

De cómo D. Diego de Almagro é su gente salieron del valle de Xaquixaguana, é caminaron para la puente de Apurima, é de cómo pensaron retraerse al Collao.

é

Como se hizo justicia de los tres españoles, que en el capítulo pasado hemos dicho, parecióle que todo estaba seguro que nenguno de los que seguian las banderas de Chile las dejarian ni desampararian, y D. Diego mandó que todos se aparejasen para salir de aquel lugar; é, alzadas las tiendas é recogida la gente é servicio, se pusieron á punto, llevando tan buena órden que nengun campo de los que se habian hecho en este reino mejor que ellos la ha llevado. Las jornadas que hacian no eran muy grandes; asentaban las banderas por su órden, é, formado el campo, parecia algun pueblo, dejando siempre plaza adonde pudiesen pelear, é ponerse en órden de guerra si los enemigos remaneciesen sobre ellos. Nenguno comia en sus tiendas, las tablas derramadas por todas partes, eran las viandas comunes, y entre todos habia afinidad é congreguedad muy conjunta; pero la mutacion del tiempo é su fragilidad presto á todos les cubrió de una calamidad tan grande, como los cerros de Chupas darán testimonio para siempre. En todas partes que paraban no estaban ociosos; los hombres de armas ejercitaban sus personas é corrian sus lanzas, ensayándose para pelear, lo mesmo hacian los ginetes, é los arcabuceros hacian su escaramuza. Echaban corredores é sobrecorredores, sus velas é centinelas; con tan maravillosa órden é buen cuidado lo hacian, que era de ver. É, de continuo, los indios que los seguian, hacian su mercado ó tianguez donde lo necesario se hallaba á mercar. No embargante

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