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CAPÍTULO LXXV.

De cómo los mensajeros llegaron al campo de Vilcas, é las cosas no tuvieron medio de paz, é se puso la justicia de ellos en las armas.

Al tiempo que fueron dadas las cartas á Alonso García no lo vieron ni entendieron Lope de Idiaquez ni el factor Mercado, porque no lo consintieran, y ellos, con los despachos é cartas que les dieron, se partieron de Guamanga é anduvieron hasta llegar á Vilcas; é visto los capítulos en que Vaca de Castro, mandaba deshacer el campo, é que le fuesen entregados Martin de Bilbao, Sanmillan, Diego de Hoces, Juan Rodriguez Barragan, Martincote, é los otros que fueron en la muerte del Marqués, é que á D. Diego le seria hecha merced cumplida en nombre de S. M., é para que se efectuase que Juan Balsa se fuese á Guamanga, é que el capitan Alonso de Alvarado vernia á Vilcas, é que de este arte se evitarian los grandes daños que se recrecerian si la guerra pasase adelante; para consultar lo que harian, determinaron juntarse los capitanes, é D. Diego é los mensajeros vinieron á se hallar en aquella consulta, é tratando sobre el negocio determinaban de enviar á Juan Balsa, para que, perdonando Vaca de Castro á los matadores del Marqués, en lo demas se hiciese como él quisiese. É ya que las cosas iban encaminadas á este fin, pareció una carta que Agamenon escribia á Pedro de Candia, su suegro, persuadiéndole por ella falsase el artillería, pues via que andaba errado é contra el servicio de la Majestad Real; é que segun la pujanza traia no podian dejar de ser vencidos, é despues ser tenidos por traidores, é otras cosas á estas conformes. Traia esta carta un indio del mesmo Aga

menon, é, al tiempo que se la dió al indio, le preguntó si algun español se la habia visto; el indio le respondió que los corredores la habian leido. É como aquello vió entendió que habia sido con cautela por le tomar en el lazo, é sin la leer fué á la consulta que entonces se hacia; é mostrada é leida. públicamente, poco faltó que los mensajeros que presentes estaban no dejasen allí las vidas, porque D. Diego é los demas se indignaron demasiadamente, viendo que por una parte le pedian paz é por otra les hacian cautelosa guerra. É con un furioso coraje juraron todos de morir ó vencer, mandando á los mensajeros que se volviesen é aquello diesen por respuesta, é dijesen que aparejasen las manos, é que no volviesen otra vez con conciertos ellos ni otros porque perderian las vidas; é así se cerró todo el camino de la paz.

Los mensajeros no veian la hora que salir de allí, é tomados sus caballos fueron sacados del campo, y D. Diego de Almagro, cabalgando en un poderoso caballo, mandó que toda su gente fuese junta en la plaza, que en triángulo de los arruinados edificios é templo del Sol estaba; é, como todos en tanta manera la amasen, poca pereza hobo para cumplir su mandamiento, é poniéndose en medio de todos les propuso la siguiente plática: «¡Oh, mis compañeros é amigos tan leales! Bien creo que nenguno de vosotros ignora ni le son ocultos los grandes méritos, valor é liberalidad del adelantado D. Diego de Almagro, mi padre, é que fué la primera espada que domó la multitud é ferocidad de los bárbaros que hay en estas regiones, y en las que se extienden hasta el Maulense rio, é á muchos dellos puso debajo del yugo español é servicio real, y fué un escalon por donde subieron los Pizarros, en premio de lo cual con gran crueldad le fué quitada la vida. É despues, por el descuido que en España se tuvo en proveer la justicia que de mano de S. M. aguardábamos, é por entender, como era público, que el Juez que venia era para añadirnos trabajos é miserias, que no para nos hacer justicia, por haber sido proveido de mano del cardenal Loaisa, tan favorecido del bando de Pachacama; é viendo que de todo punto se nos negaba la

justicia que tantos dias habia que aguardábamos, fué Dios servido de mostrar sus secretos juicios, é, para que agora é para siempre se entiendan, que el Marqués con su vida pagase la muerte, que, con la crueldad suya é del traidor de su hermano, se dió á mi padre. É pues nuestro Señor en vosotros puso tanto ánimo y esfuerzo, que, sin dificultad, sois varones 'indomables é aparejados á todo acto de fortaleza, é dispuestos · para sufrir tan grandes trabajos, hambres, calor é frio, ruégoos con toda voluntad no os falte en este tiempo que la fortuna nos promete para defender nuestras vidas é honras, las cuales sólo están en las puntas de nuestras lanzas y en las pelotas de los arcabuces. Por tanto, ruégoos que, con un heroismo. voluntario, salgamos de este fuerte é busquemos á nuestros enemigos, é les dad á entender el valor é valentía de que nuestras personas están adornadas; é si no fuere Dios servido de nos dar la gloria de la victoria, á lo ménos, ganando la de la fama perpetua con nuestras obras, vendamos las vidas en aquel precio que otro nenguno se determine á comprarlas. É á aquel soldado que cabeza de enemigo me trujere, desde aquí lo hago Señor de su repartimiento, é, si fuere casado, que entre en su lugar en el tálamo é reciba en su gremio á su mujer. No hobo acabado el mozo D. Diego bien su prática, cuado los soldados, alzadas las manos derechas, pidieron á voces la batalla; y así el campo se levantó de allí, é otro dia se marchó hasta llegar á Pomacocha, sitio fuerte, adonde quisieron descansar é áun aguardar hasta que supiesen que el enemigo habia salido de Chupas, para dar la batalla en Sachabamba, campo dispuesto, é adonde se podian aprovechar de la artillería; mas como ya la muerte anduviese por encima de las cabezas de ellos, con hervor é calor grande, hicieron alzar las tiendas é que fuesen á dormir á Sachabamba para otro dia dar en el enemigo ó meterse en Guamanga.

CAPÍTULO LXXVI.

De cómo los mensajeros llegaron al campo de Vaca de Castro, é se supo cómo D. Diego era salido de Vilcas, é salió á recorrer el campo Peranzures, é de cómo los Reales se acercaron para dar la batalla, é cada capitan animaba su gente exhortándolos para la pelea.

Ya se acercaba el tiempo que los cerros de Chupas se habian de rociar con la sangre de los que nacieron en España, para dar noticia en los futuros tiempos que las yerbas y escabrosas matas que en ellos se crian son simientes de entrañas hispanenses; é vosotras, ánimas de los taboganenses capitanes, si decirse puede, allá en la parte donde vuestros méritos os han colocado mirá la tela que dejastes urdida, y cómo se ejecuta é cumple vuestro tan vinculado juramento. Recuerden, pues, los famosos Ingas con su Guayna Capac, y miren sus mares la famosa venganza que se toma del destrozo que en el Yupangue linaje se ha hecho, é como no fué menester otras armas que las que los temerarios trajeron para este destrozo. É vosotros, romanos, que en tanto ensalzais los acaecimientos que pasaron en vuestra Roma en las guerras de la cevilidad, ya se levantó otro furor vecino á la equinoccial, tan largo, que once cursos de años pasaron por él, adonde no faltaron Curios, ni Scévolas, ni Centulios, ni Brutos; pues acá, teniendo el corazon atravesado con la lanza, é llevándole la pelota con su furia las entrañas y redaño, é queriendo escupir por la boca el ánima, llamaban Almagro é nombraban á Pizarro, é todos apellidaban al Rey. No sé cómo entre á contar tanta crueldad, ni á cuál de las partes tenga por justa; pero, al fin, la tiranía cosa es fea é aborrecible ante el acatamiento

divino. É pues yo no puedo dejar de proseguir lo comenzado, no embargante que muchas veces retuve la maño, desechando de mí el papel, para que presto podamos salir de tan grande agonía, será necesario que digamos lo que Lope de Idiaquez Y el factor Mercado hicieron, que luego que salieron de aquel campo, que por su locura venia á ser sacrificado, no holgándose poco de verse fuera de ellos, caminaron hácia Guamanga.

El gobernador Vaca de Castro, habiendo enviado los mensajeros, é con ellos, como cursores, la ley de la Partida, que, segun los legistas, por ella se da por traidor al que niega la obediencia al Rey, entró en consulta con los capitanes más principales del campo; é sabiendo por los indios adalides que D. Diego habia salido de Vilcas, recelándose no fuese á la ciudad de Los Reyes por el camino de Guaytara, é hiciese en ella más daño que lo que hizo cuando mató al Marqués, con parecer de todos el campo se mudó de donde estaba, y aquel dia, que fué viérnes, marchó hasta se poner en la llanada de Chupas. Y aquella noche fué tan grande la tempestad que hizo, que de las nubes é de su espesura otra cosa que estopadas de agua no caia, acompañada de grandes truenos, de manera que hasta los elementos se les mostraban enemigos; y se pasó con muy gran trabajo, porque muchos soldados no tenian con que de la lluvia se amparar que las armas con que al dia siguiente habian de pelear, é á querer la fortuna que los Reales se juntaran, poco daño pudiera el artillería é arcabucería hacer. É si esta batalla fuera dada en las Españas, ó se afrontara una gente con otra en la Italia, no habia para qué ponderar ni decir más de que se juntaron dos mil hombres para se matar; pero es admiracion muy grande pasar tan grandes navegaciones como por el Océano Austral se pasan, é que entrando pocos á pocos se junten tantos, que, aunque en el número no son muchos, hacen temblar á todas las naciones ó regiones que se extienden desde el Estrecho hasta el fin de la tierra, sin osar mostrarse los bárbaros contrarios de ellos. É bien sé yo que dos mil españoles fuera de mi patria adonde quieran son temidos, é que saben usar la guerra civil con tanta

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