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CAPÍTULO XСІІІ.

De cómo los naturales de aquellas provincias alzaron los bastimentos, é de la necesidad que se creyó que hobiera, é como Diego de Rojas envió mensajeros á Felipe Gutierrez.

Como los indios viesen que los cristianos hacian asiento en su tierra é no querian salir de ella, ántes enviaban mensajeros para llamar á los que quedaban en Chiquana, determinan todos, sin quedar nenguno, de alzar los bastimentos, porque, constreñidos de necesidad por la hambre que padecerian, se saliesen de sus provincias; é así, en un tiempo, con mucha presteza, entendieron en ello con tal voluntad, que en pocos dias no se hallaba nenguna comida ni otra cosa que los maizales que estaban en berza, porque aquellos no los podian llevar. Los cristianos, sintiendo la falta de bastimento, buscábanlo por todas partes, é visto por Diego de Rojas que no lo habia, dejando en su Real la guardia convenible, tomando consigo á los que le pareció, acuerda de salir á buscar qué pudiesen comer, por todas partes, mandando primero á Pablo de Montemayor que con toda priesa volviese á encontrarse con Felipe Gutierrez, é le dijese que la necesidad que tenia de comida era mucha, é que, mientras él buscaba donde los indios la habian escondido, le parecia que era cosa acertada hacer alto y aguardar á que le tornase á enviar segundos mensajeros; é para que Montemayor pudiese ir seguro, que indios no le pudiesen hacer algun mal, fueron hasta sacalle de lo poblado que confina con los Andes algunos de á caballo. Diego de Rojas á todas partes con diligencia procuraba de hallar el maíz, é otras comidas que los indios habian escon⚫ dido, mas no podian topar comida nenguna; los españoles que venian con Felipe Gutierrez hablaban sueltamente contra los

los

capitanes, pesándoles que Diego de Rojas se hobiese entrado por aquella parte en la tierra, sabiendo que la intencion de todos era ir bácia Chile é rio de Arauco, é murmuraban en tanta manera, que Felipe Gutierrez temió no hobiese algun motin. É habiéndose dado priesa á andar Montemayor, le encontró en un pueblo que ha por nombre Irequire, que es en el cabo de la provincia é valle de Chiquana, é allí le dió aviso de lo que le mandó Diego de Rojas; é, vista su carta, pesóle por la falta de bastimentos que habia, é mirando cuérdamente en el menor daño, que era la hambre, pues seria mayor que los soldados con el descontento se amotinasen ó le matasen, é más que en aquel paraje estaba el real camino que iba á Chile, determinó de no publicar por entero lo que habia, sino con toda priesa meter la gente adonde estaba Diego de Rojas; é luego partieron de allí.

Pues como el capitan Diego de Rojas no pudiese hallar ningun bastimento por todas aquellas provincias que habia, pobladas de mucha gente á una é otra parte, tuvo noticia de una provincia muy grande llamada Concho, é como la necesidad que tenia fuese mucha, determinó de aventurar su persona é de los cristianos que con él fuesen, por hallar que pudiesen comer; é ansí, determinado de ir allá, en pocos dias lo pudo hacer. É los indios con la fama de los caballos estaban tan acorbardados, que tenian en sus ánimos concebido gran temor, é ansi poca resistencia les pudieron hacer á los cristianos; é allí hallaron mucho maíz é otras comidas, é más adelante descubrieron otra poblacion, donde hallaron muchas ovejas é gallinas, é patos. É, como Diego de Rojas hobiese topado tanto bastimento, pesóle por haber enviado á detener á Felipe Gutierrez, el cual, no embargante que se pasó alguna necesidad é trabajo en la montaña, estaba ya muy cerca de allí, é como Diego de Rojas lo supo se holgó en gran manera; é no tardó mucho en llegar allí Felipe Gutierrez y el Maese de campo Nicolás de Heredia, é todos se recibieron con mucha alegría, dando gracias á nuestro Señor por los haber traido á que se juntasen sin faltar nenguno.

CAPÍTULO XCIV.

De cómo, despues de juntos los Capitanes, determinaron de pasar adelante, é pasaron muy gran sed, en tanta manera que pereció mucha gente de servicio, y de cómo iban descubriendo.

Juntos, como hemos contado, los Capitanes é todos los españoles, despues de haber estado allí algunos dias reformándose del trabajo pasado, despues de haber praticado en lo que les convenia hacer, les pareció á todos que seria cosa acertada pasar adelante y descubrir todas las provincias que pudiesen, porque, si diesen en el poderoso rio de la Plata, ciertos estaban que sus riberas estarian pobladas de naciones muy ricas, é adonde en breve serian todos muy prósperos é poblarian en aquella tierra que tan deseada es de ver por todos los que salen de España á la descubrir; é, como tuviesen este acuerdo, de los indios que por allí pudieron haber fueron informados que catorce leguas más adelante, hácia el Poniente, estaba una gran provincia que habia por nombre Mocaquaxa, é que en el camino no habia agua, porque era seca de ella, sin haber otros árboles que algarrobos. É sabido por los Capitanes la falta que habia de agua, porque la gente de servicio que les llevaba el bagaje no se viese en trabajo, mandaron de cueros de ovejas hacer zurrones en que llevasen agua, é lo mismo hacian en calabazas; no haciendo caudal de aquel despoblado, porque, no siendo más de catorce leguas, caminarian con mucha presteza é no les daria mucha pena el agua. É, levantado el Real, comenzaron de caminar, ya tarde, que el sol declinaba á querer hacer su curso, é á esconder su claridad en los altos collados que á la parte del Poniente están; é con

mucha priesa anduvieron aquella tarde é parte de la noche, hasta que la escuridad fué tanta que la guía no pudo acertar el camino ni atinar por donde iba; é, viendo que no podian más andar, pusieron allí las tiendas, para, venida la claridad del dia, volver á su camino. É áun no habia el alba dado muestras de que el dia queria venir, cuando los españoles se aderezaron á caminar; é fué tan grande el calor que hacia que es cosa ridiculosa de creer. Verdaderamente afirman que los desiertos de Libia, é los calores de Egipto, ni el que hay por los espesos arenales de la costa maritima de Piura, no eran mayores, porque en aquel tiempo reina el sol en el Sur.

É como la calor fuese tan grande, el agua que llevaban en breve fué bebida, é miéntras más bebieran más les fatigara la sed; la gente de servicio que iba con los españoles, muchos se quedaban muertos á causa del calor é falta de agua, é los caballos iban bien fatigados. É visto por los españoles en el aprieto tan grande que estaban metidos, é que, si toda la gente de servicio se les muriese no serian bastantes á descubrir las provincias, como mejor pudieron se dieron priesa á andar en los caballos para traer alguna agua en los odres é calabazas, para que con ella pudiesen á los indios é cristianos de á pié alentar, é hacerles pasar adelante; é así lo hicieron, no con poco trabajo por ir los caballos muy fatigados, é volvieron con las vasijas de agua. É ciertamente aprovechó el agua que trujeron á que muchos no muriesen; é aquella noche pasaron como mejor pudieron. Ya que queria amanecer, Dios, nuestro Señor, que en semejantes tiempos muestra sus maravillas, comenzaron las nubes á dar señal con los truenos que por ellas se esparcian, de la lluvia que queria venir, é aquella gente, alegres con lo oir, abriendo las bocas echaban las espaldas en el suelo, para que, si el agua viniese, les diese el rocío en ellas; é no tardó mucho que vino una grande agua, é los españoles é indios hicieron grandes hoyas, y en breve tiempo fueron llenas de las estopadas de agua que caia, de que pudieron beber á su voluntad. Los bárbaros de aquella provincia donde iban, como supieron

la venida de los españoles, habíanse ausentado de ella, con miedo que de ellos tuvieron, é, llegados los españoles, no hallaron nengun indio; y, estando mirando á qué parte podrian haberse ido, remanescieron algunos espías é corredores que habian quedado, para llevar aviso de su entrada, y estos hirieron con las flechas dos caballos, y volvieron á dar mandado á los indios, é avisarlos de cuán pocos eran los cristianos. Como aquello oyeron se juntaron muchos con voluntad de venilles á dar guerra, y estando los criados de los cristianos é indios amigos que con ellos venian recogiendo yerba para los caballos, vinieron en un escuadron hasta cantidad de seiscientos indios, é mataron algunos dellos, é, dada el arma, salieron los cristianos en sus caballos, é trabóse la batalla; é, no embargante que fueron algunos heridos, más quedaron muertos de los naturales de doscientos, é muchos más fueron heridos, é con gran miedo é no poco alarido, volvieron las espaldas espantados de la fortaleza de los españoles, é no podian creer sino que habia en ellos alguna deidad. Los Capitanes se recogieron al pueblo, donde ya se habian aposentado.

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