Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO XCV.

De cómo el bachiller Juan Velez de Guevara llegó á la Ciudad de Los Reyes, y el Cabildo de ella no le quiso recibir, é de la ida del contador Juan de Cáceres á Panamá.

Ya se acordará el lector de como en los capítulos pasados hicimos narracion, de como, sabido por el gobernador Cristóbal Vaca de Castro la llegada á Los Reyes del capitan Gonzalo Pizarro, é de cómo entre él y sus allegados se hablaban sueltamente cosas que no convenia que se disimulasen, mandó al capitan Juan Velez de Guevara, capitan que habia sido en la batalla de Chupas, que fuese á aquella ciudad, y en ella estuviese por su Teniente de gobernador, é remediase aquellos dichos. É, partido del Cuzco el bachiller Juan Velez, allegó á la ciudad de Los Reyes, á tiempo que ya era partido Gonzalo Pizarro, é presentado en el Cabildo el poder que traia del gobernador Vaca de Castro, é como por él le mandaba ser Teniente é Capitan de aquella ciudad, el tesorero Alonso Riquelme, y. el contador Juan de Cáceres, y el factor Illan Xuarez, é los Regidores que allí se hallaron, teniendo en mucho el autoridad de su ciudad, públicamente se quejaban de Vaca de Castro, que habiendo entre ellos personas de tanta calidad é que el servicio del Rey miraban con todo hervor, que les hobiese de enviar por superior al extranjero, y acuerdan entre sí de no le recibir. Y sobre esto hobieron palabras dentro, en el Cabildo, y vino la cosa á tales términos, que el Bachiller fué espelido del cargo, é lanzado del Cabildo; é, sobre no querer hacello, con voluntad de los del Regimiento, pusieron en él las manos é le quebraron la vara que habia metido. É de esta manera afrentado Guevara

salió de allí; é, como conociesen que Vaca de Castro era vengativo é muy iracundo, temian no les viniese algun daño por lo que habian hecho. El contador Juan de Cáceres, no osando aguardar á Vaca de Castro, se fué en una nave á Tierra Firme, é los demas Regidores é Oficiales estaban con gran temor no les sucediese algun mal, por no haber querido recibir á Guevara. È volveremos á tratar lo de Felipe Gutierrez é sus compañeros.

CAPÍTULO XCVI.

De cómo los indios que escaparon de las manos de los cristianos volvieron á tener su acuerdo, é determinaron con mucho denuedo de salir á pelear con ellos, é de la muerte de Diego de Rojas.

En el capítulo precedente contamos como habian venido los indios de aquel pueblo donde habian llegado los capitanes Diego de Rojas é Felipe Gutierrez, é con ellos habian peleado; é no embargante que murieron más de doscientos, é fueron heridos otros tantos, dan su mandado por todos sus comarcanos, avisándoles cuán pocos eran los españoles, que se juntasen, é que con todo ánimo diesen en ellos, porque fácil cosa seria matarlos á ellos é á sus caballos, é que tuviesen aviso de untar las puntas de las flechas con la yerba tan contagiosa que ellos tienen, pues por experiencia saben ya, que á ninguno que con ella hirieren dejará de dar muerte, é que, por la libertad de sus patrias é por no reconocer sobre sí más sujecion que la que sus mayores les dejaron, no debrian rehuir la muerte, si les viniese, ántes, si algunos fuesen presos por los cristianos, por salvar la vida no den aviso de la contrayerba, pues ven que si aquel secreto es descubierto, para prevalecer contra la fortaleza de los espa. ñoles é fiereza de sus caballos, no bastan todos ellos é muchos más que se juntasen. Y como todos deseasen ver fuera de sus provincias á los extranjeros que en ellas habian entrado, despues de haber hecho sus sacrificios, que ellos usan, é llamado en su ayuda al demonio, se juntaron los más que pudieron é fueron adonde los españoles estaban aposentados.

El capitan Diego de Rojas é los demas capitanes habian

determinado de estar allí algunos dias, hasta tener aviso de la tierra que habia adelante; é como ya los indios allegasen cerca, ensillados sus caballos, salieron á ellos é trabóse la batalla. É como Dios, nuestro Señor, quiera y sea servido que estas tierras tan ignotas y apartadas de las Españas se descubran, é la Cruz, estandarte suyo glorioso, sea conocido por todos ellos, casi milagrosamente guarda á los cristianos é les da esfuerzo para que hayan abierto camino é llegado hasta lo final de la tierra, pues poco falta para ver el sol adonde, hecho su curso, da la vuelta al mundo. É ansí, aunque estos indios venian armados con sus flechas, y en ellas puesta de la yerba que decimos, Dios guardó á sus cristianos, pues, á no tener gran favor é ayuda, no era menester más que una rociada para que todos muriesen; y aquel dia, despues de haberse alanceado muchos indios, cesó la batalla, mandando Diego de Rojas á Pero Lopez de Ayala que con cuarenta de á caballo fuese á descubrir lo de adelante. Los indios, no haciendo nengun sentimiento por los que habian sido muertos, pelearon otros dos dias arreo, é yendo alanceando Diego de Rojas, é haciendo lo que debía un tan famoso capitan como él era, fué herido de un flechazo en la pierna, é despues de haber seguido el alcance de los indios que le hirieron, se retiraron á su Real, no haciendo Diego de Rojas sentimiento de su herida, por ser tan pequeña. Y como la yerba fuese de tanta ponzoña comenzó á obrar, é Diego de Rojas sintióse malo, é yendo entre ellos una mujer, que servia á Felipe Gutierrez, fué allá para le curar; é dándole ciertas cosas á comer, agravióle el mal á Diego de Rojas, é unos criados suyos hiciéronle entender que le habia dado yerbas por parte de Felipe Gutierrez, é, creyendo ser así la verdad, bebió gran cantidad de aceite.

El capitan Felipe Gutierrez, siendo avisado de la sospecha que de él habia, mostrando su inocencia, decia á Diego de Rojas é á todos que no creyesen que en él jamás hobo pensamiento tan malo, é que á ninguno pesaba tanto la muerte de su compañero como á él; é como la ponzoña llegase cerca

del corazon, Diego de Rojas, viéndose tan vecino de la muerte, rogó á Felipe Gntierrez, que pues se veia su muerte claramente, que en su lugar quedase Francisco de Mendoza, á quien él amaba en tanto grado que le tenia por hijo. Felipe Gutierrez le respondió que, no embargante que aquello no se podia hacer, por el poder que de Vaca de Castro tenian, que decia que despues de su muerte quedase el cargo en los dos, que por le complacer holgaba de ello. É pasado esto, con grandes bascas que hizo el capitan Diego de Rojas, murió; el cual era natural de la ciudad de Búrgos. Fué hombre esforzado, liberal, amigo de siempre hacer bien, en la guerra jamás queria ser reservado, y en todos tiempos velaba é rondaba como otro cualquier soldado; créese que, si viviera, que se descubrieran enteramente las provincias, é fué su muerte la ponzoña de la yerba, para el cual remedio se halló despues una yerba, en la cual se encerraba tan gran virtud, que la yerba perdia su fortaleza é los heridos sanaban con ella.

« AnteriorContinuar »