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ñora, mujer del Inga; por ser mujer, fué tenido por gran crueldad, y el que el Marqués la tenia presa, y áun dicen algunos que él ó Gonzalo Pizarro habian tenido con ella ayuntamiento: áun lo mismo dicen de Antonio Picado, su secretario. Y como el Inga no viniese á la paz, por darle enojo tan grande como era matar á la mujer más querida suya, hicieron alli justicia de ella, dándola muerte cruel; y ella, espantada, decia que para qué la mataban, que no tenia culpa que fuese digna de muerte; y como se viese en aquel trance, entre las mujeres de su nacion que alli estaban, repartió entre las más principales sus joyas, sin le quedar ninguna, y despues les rogó que de que la hobiesen muerto echasen las reliquias de su cuerpo en un seron el rio abajo de Yucay, porque la corriente del agua la llevase adonde estaba Mango Inga, su marido, y así lo hicieron, y cuando él lo supo hizo notable sentimiento. Y hecho esto se volvió el Marqués á la ciudad del Cuzco, adonde á pocos dias le vino nueva como el bachiller Garci Diaz Arias, é los otros que allí habian quedado, habian abajado de hacia la mar á buscar asiento para donde se fundase la nueva ciudad, y era muy dificultoso y de grande defeto, y á todos parecia mejor el de Arequipa, y ansí se lo escribieron al Marqués; y él, como lo supo, lo aprobó é hizo el repartimiento, señalando los vecinos que en ella habian de vivir, y los Regidores é Alcaldes, y por Teniente Gobernador mandó que estuviese Garci Manuel de Caravajal, natural de la ciudad de Trujillo. É despues que el Marqués hubo hecho este repartimiento y dado las cédulas de depósito, hasta que hiciese el repartimiento general en la ciudad de Los Reyes, con acuerdo del Obispo, despachando su mandamiento á la Villa de Plata, para que Peranzures toviese gran cuidado en la conversion. de los naturales, y en descubrir las minas de que se tenia noticia que habia en los términos de aquella villa, se partió á la ciudad de San Juan de la Vitoria, adonde los vecinos recibieron con su venida mucho contento, y él con ellos se holgó algunos dias. Y después que les hobo encargado lo que convenia para la buena gobernacion, se partió para la ciudad

de Los Reyes, adonde los vecinos salieron á le recibir, y fué de todos saludado honorificadamente.

En este tiempo vinieron nuevas cartas de S. M. y de otros grandes de España, para el Marqués; la fecha de ellas era ántes que supiese la muerte del Adelantado, y entre ellas una provision y bula en que S. M. mandaba y era servido, teniendo noticia de la buena vida de Garci Diaz Arias, que le hacia electo obispo del Quito; cosa con que todos se holgaron porque le querian mucho, é se hicieron grandes alegrías y regocijos en la ciudad. Y dejemos de hablar del Marqués, y diremos lo que más pasó en las provincias Equinocciales.

CAPÍTULO II.

De cómo el general Lorenzo de Aldana determinó de enviar á poblar las provincias de Ancerma, que el capitan Belalcazar habia descubierto, y de cómo nombró por Capitan de esta poblacion á Jorge Robledo.

Tenia tal órden el gobierno de las ciudades, que aunque el tiempo habia sido breve que Aldana habia entrado en ellas, parecia que era otra cosa de lo que antes; y estando en la ciudad de Cali se partió Pedro de Añasco por Capitan y Teniente de Gobernador á la villa de Timaná, y Aldana le encargó el buen tratamiento de los indios, mandándole que no consintiese que los españoles desvergonzadamente los robasen ni quitasen sus haciendas, ántes, si alguno lo hiciese, lo castigase con todo rigor. A Popayan escribió sus cartas, al capitan Juan de Ampudia, sobre que tuviese el mismo cuidado. Despues que hobo entendido en esto, mirando que habia mucha gente en la ciudad de Cali detenida, y muchos soldados viejos que entendian bien la conquista, acordó de enviar á poblar las provincias de Ancerma, que están más occidentales de esta ciudad de Cali, las cuales confinan con el riquísimo y muy poderoso rio de Santa Marta, y habíalas descubierto el capitan Sebastian de Belalcazar; y aunque entendió que de semejante jornada se podria resultar mucho provecho al Capitan que allá fuese, sacudió de sí la codicia, teniendo en más gobernar lo que tenia á cargo, é con mucha diligencia estuvo pensando qué Capitan enviaria con el cargo. Y aunque entre los que vinieron de Cartagena estaban Melchor Suer de Nava, Alonso de Montemayor, el comendador Hernan Rodriguez de Sosa, y otros hombres prudentes que con diligencia

hicieran aquella jornada, no se lo quiso dar por ser recien venidos de otra gobernacion, é no haber militado debajo de ninguna bandera del Perú, y entre los vecinos que habia en la ciudad habia pocos de quien se pudiera echar mano para encomendarles aquel cargo, y de todos escogió por más principal á Jorge Robledo. É ciertamente no lo erró, porque Robledo era tal persona, é tan á las derechas servidor del Rey, que fué en él bien empleado este cargo.

El poder que tuvo Aldana del Marqués para este nombramiento yo lo ví, y aunque algunos quisieron decir ser frívolo. y sin fuerza, engañáronse, porque despues se aprobó en España; y en Panamá me dijo á mí el doctor Villalobos, Oidor que á la sazon allí era, que Aldana pudo proveer rectamente á Robledo. El poder del Marqués decia: «que por cuanto estaba informado que habia algunas provincias descubiertas y por poblar, que si Aldana estoviese ocupado en el gobierno y reformacion de las ciudades, que pudiese nombrar la persona que le pareciese, para que en su lugar fuese á poblar una ciudad, y que él daba poder bastante al que fuese por él nombrado.» Pues como Aldana tuviese esta comision y determinase de enviar á Jorge Robledo, luégo hizo el repartimiento de los indios sujetos de la ciudad de Cali, en ménos vecinos de los que estaban; y con la resta, y con los que más quisieron ir con él de los que habiamos venido de Cartagena con Vadillo, se aparejó el capitan Robledo, teniendo de él todos gran contento. Lorenzo de Aldana mandó que se nombrase la ciudad que nuevamente se habia de fundar, la ciudad de Santa Ana de los Caballeros, y nombró por Alcaldes á Melchor Suer de Nava y á Martin de Amoroto, y por Alguacil mayor á Rui Vanegas; y ordenado esto, y dichole al capitan Robledo lo que habia de hacer, mandó que saliese de Cali, llevando todo el ménos servicio de naturales que pudiese, y soltó muchos de los que llevaban. É por verlo más á su voluntad fué hasta un pueblo llamado Meacanoa, que está siete leguas de Cali, desde donde se volvió, y el capitan Jorge Robledo prosiguió su viaje, y salió de allí, mártes diez y ocho dias del mes de Julio de mil y

quinientos é cuarenta y nueve; en la cual jornada yo fuí. Despues de haber entendido en esto Aldana, se partió para la cidad de Popayan, dejando por Teniente de Gobernador á Miguel Muñoz, habiendo dado á los vecinos cédulas de sus indios que tenian en repartimiento; é llegado á la ciudad de Popayan hizo lo mismo que en Cali, adonde despues de haber dejado por Teniente de Gobernador á Juan de Ampudia, se partió camino del Quito.

En este tiempo, Gonzalo Diaz de Pineda habia enviado por comision al marqués Pizarro, para poder fundar una villa en los Pastos, y el Gobernador habíale enviado aquella comision, pero no derogando el poder de Aldana, sino que si estuviese ausente aquel lo pudiese hacer. Como en Quito se supo que Aldana venia, Gonzalo Diaz de Pineda salió con algunos españoles para fundar la villa, mas ya Aldana habia llegado al valle de Guaquanquer, donde entonces se fundó la Villa Viciosa de Pasto, y despues se mudó al valle de Atris, donde agora está. É al tiempo de esta fundacion se hizo é ordenó un auto que decia, «que Lorenzo de Aldana queria tomar por su igual á Gonzalo Diaz para aquella fundacion »; mas aunque esto así sea, en mi libro primero no pondré otro fundador que á Lorenzo de Aldana, pues está claro él solo tener poder bastante para las cosas de aquellas ciudades. É para decir lo de Gonzalo Diaz basta lo que hemos escrito.

Pues luego que hubo fundado Aldana la Villa Viciosa de Pasto, dejó por Teniente de Gobernador á Rodrigo de Ocampo, hombre que bien entendia la guerra de los indios, y repartió los caciques y pueblos entre los vecinos que halli habian de quedar; y en lo que toca á esta fundacion é al sitio de la villa é costumbres de naturales, en el libro de Fundaciones hemos escrito lo que conviene á cerca de ello. É despues que hubo dejado en buena órden la villa, se partió á la ciudad del Quito, adonde estuvo hasta que vino Gonzalo Pizarro; é no tenemos por agora más que decir de Aldana.

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