LIBRO ONCENO REINADO DE FERNANDO VII CAPÍTULO PRIMERO REACCIÓN ABSOLUTISTA.-1814 Primeros actos de gobierno.-Terrible decreto de 30 de mayo.—Reorganización del Linisterio.-Antecedentes de los ministros.-Abolición sucesiva de todas las refor mas políticas.-Restablecimiento de conventos y devolución de sus bienes.— Retrocede todo al año de 1808.-Reinstalación del Santo Oficio.-La camarilla del rey.— Personas que la componían.-Su influencia.—Los infantes.-El clero.— Opiniones y méritos que elevan á las mitras y á las dignidades.—Ruda persecución al partido liberal.-Prisiones y procesos.-Crímenes que se imputaban á los diputados liberales.-Invenciones calumniosas y ridículas.-Premios á los delatores.—Tribunales que entendieron en aquellas causas.-Dudas y vacilaciones para su fallo.—Resuélvelas el rey gubernativamente.-Personajes condenados á presidio, reclusión ó destierro.-Castigos por delitos de imprenta.—Gimen en la expatriación ó en los calabozos los hombres más eminentes de España.-Sentencias de muerte por causas extravagantes y fútiles.-Célebre sentencia del Cojo de Málaga.-Desgraciado fin del ilustre Antillón. — Circular á las provincias de Ultramar prometiéndoles el gobierno representativo.-Consulta al Consejo de Castilla sobre convocar cortes.Horrible y misteriosa trama contra algunos capitanes generales.-Prudencia de los encargados de su ejecución.-Singular desenlace de esta intriga.- Conspiración que se dijo descubierta en Cádiz.-Temor que infundió el comisario regio Negrete en Andalucía.-Destierro de Mina á Pamplona.--Intenta este caudillo apoderarse de la ciudadela.—Es descubierto y huye á Francia.—Caída del ministro Macauaz, y sus causas.-Modificación del ministerio. El epígrafe con que encabezamos este libro indicará al lector que, aunque Fernando VII había sido proclamado rey de España en 19 de marzo de 1808 por consecuencia de la abdicación de su padre en Aranjuez, y aunque como tal había sido reconocido y ejercido algunos actos de soberanía, y aunque después de su abdicación en Bayona la nación le había conservado la corona y el cetro, y siguió durante todo el tiempo de su cautiverio gobernándose en su nombre y teniéndole como único y legíti mo rey de las Españas, en realidad para nosotros y para el orden y conveniente división de nuestra historia su verdadero reinado comenzó cuando al regreso de su largo destierro de Valencey se reinstaló definitivamente en su trono, para no descender ya de él hasta que pagando la deuda común de la humanidad descendiera á la tumba. Aquellos pocos y primeros actos de gobierno de que tuvimos necesi dad de hacer mérito al final del libro precedente, actos que guardaban perfecta consonancia con las tendencias absolutistas y las ideas reaccionadesde príncipe había constantemente manifestado, no eran sino síntomas y anuncios del sistema de reacción ruda y sangrienta que co rias que menzaba á inaugurarse, y había de dar muchos días de dolor y de lla á España. Costumbre laudable es entre los soberanos, como lo es también ha entre personas privadas, señalar el día que la Iglesia consagra á celeb el nombre que se ha recibido en el bautismo con algún acto de gener piedad, ó con mercedes ó dones, que hagan á los demás participantes las satisfacciones de aquel día. Fué por lo mismo signo fatal y augu funesto ver que el deseado monarca, en vez de solemnizar el primer de su santo que celebraba en Madrid de vuelta de su cautiverio con al na de esas providencias de los reyes que llevan el consuelo á los dess ciados y enjugan el llanto de muchas familias, le solemnizara con el te ble decreto (30 de mayo, 1814), que condenaba á expatriación perpe á millares de infelices que habían tenido la desgracia de mostrarse a tos al rey José, y á quienes había halagado con la promesa de una am tía (1). Nada añadiremos en este lugar á lo que en otra parte hemos di ya sobre este horrible decreto de proscripción, sino que él daba la cl del sistema cruel de persecuciones que se proponía seguir el monarca cién reinstalado en su trono. Reorganizó al día siguiente (31 de mayo) el ministerio, que había mado ya en Valencia, quedando definitivamente constituído con las sonas siguientes: el duque de San Carlos para Estado, don Pedro Maca para Gracia y Justicia, don Francisco Eguía para Guerra, don Cristóba Góngora para Hacienda, y don Luis de Salazar para Marina. Fácil era cular la marcha y rumbo que había de seguir este gobierno, y lo qu nación podría prometerse de él, siendo miembro del gabinete el que cribió el famoso Manifiesto de Valencia, y el primer proclamador del solutismo en España y encarcelador de los diputados en Madrid, y esta á su cabeza el consejero íntimo de Fernando en Aranjuez y en Valen el portador de sus cartas á la Regencia y á las cortes. Los actos fueron correspondiendo á lo que se podía esperar de los tecedentes del monarca y de los ministros de que se rodeó Respecto a innovaciones y reformas políticas y administrativas hechas durant ausencia del rey, así por la Central como por la Regencia y las cortes realidad podía reducirse la política del gobierno á muy pocas palabr resumirse en muy breves términos, puesto que todo su propósito y t su sistema fué la abolición de las reformas en aquel período ejecuta y el restablecimiento de las cosas al ser y estado que tenían en 180 comenzar la gloriosa insurrección y antes de la revolución política manera que venían á realizarse aquellas palabras del Manifiesto de mayo, de considerar tales actos como nulos y de ningún valor en tie alguno, «como si no hubiesen pasado, y se quitasen de en medio del ti po.» Mas como quiera que esto no se hizo de una vez, sino por medi medidas sucesivas, y algunas de ellas por móviles y con circunstan (1) Circular de 30 de mayo: día de San Fernando.—Por el art. 6.o de esta cir se condenaba á las mujeres casadas que habían seguido á sus maridos en la expatria á no poder regresar á España, y sólo se permitía volver á los menores de veinte a sujetándolos á la inspección de la policía en el pueblo en que se establecieran. dignas de mencionarse, preciso es que nosotros las vayamos también mencionando con cierto orden. Fué una de las primeras el restablecimiento de los conventos suprimidos, y la devolución á sus moradores de todas las casas, predios y bienes que habían sido vendidos, así por el gobierno del intruso José como por decreto de las cortes de Cádiz, sin que nada se hablara de indemnización á los compradores. Fuéronse también restableciendo los Consejos Real y de Estado, y los demás que antes habían existido, bajo su antigua forma, y nombrándose para ellos las personas que más se habían señalado por su realismo, y por su odio y encarnizamiento á los hombres y á las ideas liberales. Del mismo modo fueron desapareciendo todos los tribunales, instituciones y cuerpos políticos y civiles de nueva creación, reemplazándolos con las antiguas corporaciones, con su añeja organización, y con las mismas atribuciones que habían tenido. Así se volvió á investir á los capitanes generales de sus facultades omnímodas, con su poder administrativo, y su presidencia de las audiencias y de las chancillerías Se suprimieron las diputaciones provinciales, y se repusieron los antiguos ayuntamientos, en los mismos pueblos, bajo el mismo pie y con el mismo personal que habían tenido en 1808: los concejales que hubieran muerto eran reemplazados con otros que lo hubieran sido en años anteriores á 1808, no en los posteriores. De esta misma manera (y no sabemos por qué no se hizo todo de una vez y por un solo decreto universal), se iba anulando todo lo hecho por las llamadas cortes extraordinarias ú ordinarias (que así se les nombraba siempre en el lenguaje oficial), lo mismo en materias eclesiásticas que en las militares y civiles, y volviendo todo al ser y estado que antes de la revolución había tenido. La época obligada y precisa á que se retrotraían todas las cosas, todas las medidas y disposiciones, era el año 1808: en caso necesario sólo era lícito retroceder, pero nada de aquella fecha en adelante. Se suprimieron seis años en el orden de los tiempos. Restablecióse igualmente, contra la esperanza de muchos, que no creían volviese á ser resucitado en España, el Consejo de la Suprema Inquisición, así como los demás tribunales del Santo Oficio (21 de julio de 1814), á ruego y representación, decía el rey, de prelados sabios y virtuosos, y de muchos cuerpos y personas graves; pero la verdad es que lo hizo sin esperar el informe del Consejo de Castilla á quien había consultado, y oyendo con preferencia las exposiciones de ciertas comunidades religiosas que pedían el restablecimiento de los autos de fe, é instigado muy principalmente por el nuncio Gravina, el mismo que había sido expatriado por las cortes y el gobierno de Cádiz á causa de su proceder turbulento, y á quien Fernando se había apresurado á levantar el confinamiento y á reponer en el ejercicio y funciones de su legacía. De esta manera volvió á levantarse en España el poder inquisitorial, ya extinguido. en toda Europa, y que parecía de todo punto incompatible con las luces del siglo é irreconciliable con los adelantos de la civilización y con las prerrogativas inherentes al mismo poder real. Y sin embargo, aun había, ex diputados de las extraordinarias, que como el famoso canónigo Ostolaza, felicitaran al rey por el restablecimiento de aquel sangriento tribunal TOMO XVIII 12 en los términos siguientes: «Apenas ha vuelto V. M. de su cautiverio y se han borrado todos los infortunios de su pueblo. La sabiduría y el lento han salido á la pública luz del día... y la religión sobre todo, pr gida por V. M., ha disipado las tinieblas como el astro luminoso del ¡Qué hermoso es para mí, señor, verme en presencia del mayor de monarcas, del mejor padre de sus vasallos, del soberano más querido su pueblo!>> Hacían bien en felicitar al rey en este sentido, y en felicitarse mismos los que se habían opuesto á la abolición de aquel tribunal po cortes, y contrariado todas las reformas, porque éstos eran los proteg y acariciados por Fernando, y los que recibían galardón por su resiste al gobierno constitucional, como le sucedió también al obispo de Ore á quien en premio de su desobediencia y rebeldía á las cortes y del ceso que por ella se le formó, se apresuró el rey á conferirle la mitra zobispal de Sevilla, que el prelado rehusó en razón á su edad avanza Aquel mismo nuncio Gravina, el canónigo Ostolaza, el delator que de los diputados sus compañeros, y confesor del infante don Carlo arcediano Escoiquiz, antiguo ayo de Fernando cuando era príncip siempre su confidente íntimo, el duque del Infantado, á quien había h presidente del Consejo de Castilla, y otros personajes de los que se ha distinguido por la exageración de sus ideas absolutistas y por su enc zamiento contra el bando liberal, los cuales solían reunirse en el cu del infante don Antonio, á quien los lectores de nuestra historia con ya por su ignorancia y cerrado entendimiento, eran los que privaban el soberano, y ejercían un siniestro influjo en la suerte de la desventu patria y en la persecución y ruina de sus hombres más ilustres Aficion Fernando á esta clase de influencias tenebrosas, túvola luego muy gra y dominaba en su corazón y en sus consejos otro grupo de hombres, por la circunstancia de juntarse en la antesala de la cámara real se d minó Camarilla, nombre con que se ha designado después á los qu cree influyen y aconsejan á los reyes á espaldas de sus ministros y co jeros oficiales. Componían este grupo, además de algunos de los personajes ante mente nombrados, el duque de Alagón, Ramírez Arellano, don Ant Ugarte, hombre de baja cuna, esportillero cuando niño en Madrid, ag de negocios después, en cuyo ejercicio desplegó grande actividad escasa aptitud, y que en alas de una rastrera adulación, y protegido el embajador ruso, llegó á la altura de privado; y Pedro Collado, de a Chamorro, especie de bufón, que con su lenguaje truhanesco, sus chi y chocarrerías entretenía y deleitaba á Fernando. Había sido el Cham vendedor de agua de la fuente del Berrò, entró después en la servidur de Fernando siendo príncipe de Asturias, estaba iniciado en la cons ción del Escorial, era el encargado de vigilar la cocina por temore algún envenenamiento que el príncipe con frecuencia abrigaba, aco ñólo á Bayona y á Valencey, y de allí volvió convertido en favorit que por sus manos y á su informe pasaban los memoriales que se e gaban al rey, y aquel informe, favorable ó adverso, tenía más fuer valor que los de los mismos ministros. A esta especie de asociació |