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sino de lo que cambia, de lo que sostiene diferencias más ó ménos graves. La variedad en la unidad, es el elemento de la historia. El poder de la variedad, en manos del tiempo y en el teatro de la historia, produce en grande lo que pasa en pequeño en el teatro limitado de la conciencia individual. El género humano sostiene con él mismo, en el curso de su destino, las mismas diferencias que el individuo sostiene relativamente á sí mismo en los límites de la suya. El género humano, que siempre ha tenido en permanencia los tres elementos fundamentales de la conciencia, admite asimismo diferencias en el grado de claridad con el cual las reconoce, y en el grado de atencion que dirige en tanto sobre el uno, en tanto sobre el otro.

Ahora bien; las diferencias características que dividen el desenvolvimiento de la conciencia del individuo, son las diferentes épocas de su vida: lo mismo igualmente acaece con las diferencias que sufre el género humano en su desenvolvimiento interior, que llegan á ser las épocas de la vida del género humano; es decir, las épocas distintas de la historia.

Pero, ¿cuáles son, cuáles deben ser las épocas diferentes del género humano? ¿Y en qué órden se suceden estas diferentes épocas?

Para saberlo, es evidente que hay que haber reconocido en qué órden se desenvuelven las diferencias que hemos señalado en la conciencia del género humano y en la del individuo.

¿Será la idea del infinito la que preocupe desde luego la humanidad, ó la idea de lo finito? Y en este último caso, ¿cuál de los dos términos de lo finito deberá ser el que la impresione antes?

Esto es lo que aspiramos á reconocer con precision, para que así podamos determinar rigorosamente el órden necesario de las épocas de la his

toria.»

Pasemos, pues, á investigar las leyes que presiden el desenvolvimiento histórico de la humanidad; veamos el órden de generacion y el órden de sucesion de estas épocas y su efectiva realidad; y de ahí pasaremos á la debida aplicacion y enlace de estos antecedentes.

SECCION DÉCIMA.

Recapitulacion.-Retorno sobre el hecho fundamental de conciencia.- La reflexion. La afirmacion pura.- La Inspiracion. - Instinto de la razon.La Distincion.- La Conciencia Universal. -La Historia.-Tiempo. —Sucesion.-Objetivo de la historia. - La perfectibilidad indefinida.-En qué consiste el perfeccionamiento de la humanidad. — No puede haber más que tres grandes épocas históricas. - Qué es una Época.-Época de la idea de lo finito. - Sus caractéres.-Época de la idea del infinito.- Sus caractéres.- Época de la relacion de lo finito al infinito, y del infinito á lo finito. — Sus caractéres.-Orden de Generacion de estas tres épocas. Es imposible sea la primera la de la relacion de lo finito al infinito, etc.—Tampoco puede ser la de lo finito. - Es la del infinito. - Orden de Sucesion. - Época de la idea del infinito. - Época de la idea de lo finito. - Época de conciliacion

ó de la relacion entre ambos elementos. Teatro de su desenvolvimiento.Tres hipótesis.-Son suposiciones inaceptabies. - Realidad histórica de los tres casos. Resúmen.- La medida de la historia es la humanidad. - El método seguido es el de observacion y el de induccion.

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<<Nos hemos elevado hasta Dios; hemos descendido á la naturaleza, y de ella pasado á la humanidad, partiendo de la razon humana, único punto de arranque legítimo, sólo punto de partida posible; y así hemos recorrido el círculo de la filosofía, que es el círculo de todas las cosas.

Con la razon humana es como lo hacemos todo, como comprendemos, rechazamos ó admitimos las cosas: hacíase, pues, necesario que de ella partiéramos. En la razon humana se hallan tres ideas,

que ella no constituye, pero que la dominan y gobiernan en todas sus aplicaciones. De estas ideas, el tránsito á Dios no es difícil, porque estas ideas son Dios mismo. Para ir de la razon á Dios, no hay necesidad de un largo circuito y de extraños intermediarios: el único intermediario es la verdad; la verdad, que no viniendo del hombre, se refiere por sí misma á una fuente más elevada. Pero no basta detenerse ahí. Siendo Dios una causa y una fuerza, á la vez que una substancia y una inteligencia, no podia dejar de manifestarse. La manifestacion de Dios está envuelta en la idea misma de Dios; y de Dios al mundo, el tránsito es más necesario todavía. En el mundo, en el efecto, se reconoce la causa; y en la armonía, que es el carácter eminente de este mundo, la relacion de la variedad á la unidad; es decir: el séquito entero de las ideas. El movimiento interior de las fuerzas del mundo, en su desenvolvimiento necesario, produce, de grado en grado, ese sér maravilloso, cuyo atributo fundamental es la conciencia; y en esta conciencia hallamos precisamente los mismos elementos que bajo condiciones diferentes hemos hallado en la naturaleza; los mismos elementos que hemos reconocido en Dios mismo. El hecho fundamental de la conciencia es un fenómeno complejo, compuesto de tres términos: el yo y el no yo, limitados, finitos; la idea de alguna otra cosa, del infinito, de la unidad, etc.; y por fin, la idea de relacion del yo y del no yo; es decir: de finito al infinito, que lo contiene y que

lo explica: estos son los tres términos de que se compone el hecho fundamental de conciencia. Ahora bien este hecho, trasportado del individuo á la especie y á la historia, es la base de todos los desenvolvimientos ulteriores de la humanidad.

Cuando cada uno se replega en sí mismo, y entra en su conciencia, encuentra en ella los tres elementos que acabamos de señalar. En el primer momento nos hallamos nosotros mismos, es decir, un sér evidentemente limitado, finito. En posesion de esta idea de limitado, de finito, ella no nos basta, no podemos detenernos ahí; y la nocion clara y determinada de lo finito, implica para nosotros la de infinito. Con este fenómeno fundamental de la conciencia, comprobado, descrito, desenvuelto, es con lo que formamos la categoría de lo finito y del infinito, de lo particular y de lo universal, de lo contingente y de lo necesario, de la variedad y de la unidad, etc. Esto es tan cierto, que hasta no es imposible pronunciar uno de estos nombres sin que el otro no venga inmediatamente á nuestros labios; y no viene á nuestros labios, sino porque la idea que representa nace irresistiblemente en nuestra conciencia. Observemos cuál es el carácter eminente del hecho que acabamos de recordar; y es que, cuando tenemos uno de los tres términos, tenemos los otros dos, los concebimos, los afirmamos, y si intentamos negarlos, no podemos conseguirlo; porque hay á nuestros ojos imposibilidad de

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