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dad española estará fuera de su asiento, conmovida, perturbada, temerosa.

Capitales extranjeros, no vendrán; el crédito, no se elevará; la hacienda, seguirá aniquilada; la agricultura, continuará postrada; la industria y el comercio de exportacion, raquítico y miserable; la importacion, cada vez más ruinosa; la confianza en los capitalistas, no renacerá; la desconfianza, se acentuará; el ejército, adquirirá mayor propension á la aventura; los empleados, ménos celó, ménos ilustracion, y más peligrosas tentaciones; la política, la administracion y la legislacion, en completo desbarajuste.

Lo cual sería la ruina, la vergüenza, la ignominia, el aniquilamiento.

Aniquilamiento, ignominia, vergüenza y ruina que no se realizarán; que no se consumarán; sino nuestra regeneracion, nuestra unificacion.

De ello es garante la idea liberal, que traspira por toda la nacion; la civilizacion que cunde; los generales que lidian; el ejército que vence; la guerra que espira; la paz que apunta; los fueros que agonizan; la unidad que albóra; el rey que ofrece; las Córtes que coadyuvan; el gobierno que se apresta; el pueblo que se afana; la juventud que se ilustra.

Y si todo esto junto, aún no és más que un deseo, una esperanza, un anhelo; pronto será una verdad, un hecho, una realidad; pues que debe serlo.

Porque largos años de convulsiones, de sufrimientos, de guerras, de duelos; largos años de demen

cias, de motines, de sediciones, de tentativas: unas prematuras, otras estériles, esótras insensatas; éstas dolorosas, aquéllas sangrientas, todas ruinosas. Ensayos y tentativas que nos han diezmado, que nos han devorado, que nos han deshonrado, por lo cual á todos deben sernos leccion, á todos ejemplo, á todos escarmiento.

Inaugúrese la era reparadora; apréstense los políticos á procurar con celo, con sana intencion, con rectitud de miras, la ventura, la felicidad de España.

Mas, para lograrla, es de todo punto necesario eliminar, superar obstáculos considerables; obstáculos tradicionales; obstáculos que deben desaparecer, y cuya hora ha llegado.

Estos obstáculos vienen siendo muchos, trascendentales, de hondas raíces y sobrado antiguos.

La instruccion ha venido y viene siendo, muy escasa, muy mal remunerada; y en demasía influida por hábitos y corrientes retrógradas.

La política bastarda ha venido ejerciendo en en el país una influencia perniciosa y desmoralizadora; pues la audacia y el cinismo han solido escalar y sostener las posiciones, donde sólo debía subir y permanecer la virtud y el mérito.

El imperio de la ley escrita, háse visto reducido á límites casi imaginarios, y el dominio del mero arbitrio, las dictaduras de hecho, nó para salvar la patria, sino para salvarse hombres y agrupaciones,\ se han extendido y mantenido, absurda é inconmensurablemente.

El exclusivismo y la intolerancia clerical se vé aspirando á dominar, como en sus mejores tiempos; y la exageracion de la idea religiosa, procurando rehacer con creces todos sus quebrantos, comenzó por poblar sus catedrales, y sigue impávida en su afan de intransigencia y de imposiciones.

Por eso, pues, decíamos, que se apresten los hombres de Estado á eliminar, á superar obstáculos considerables, obstáculos tradicionales, obstáculos que deben desaparecer, y cuya hora, como la del grán obstáculo, los fueros, juzgamos que es llegada.

Por tanto, apréstense los legisladores y los gobernantes á interpretar pronta y fielmente el sentimiento nacional; resuélvanse á deducir y aplicar sus consecuencias legítimas; y así estarán á la altura de su posicion, á la altura de su deber.

Este sentimiento de la nacion entera, estalla prorumpiendo unánime desde todos los ámbitos de la península: ¡Abajo el Espiritu Teocrático! ¡Abajo el Espiritu Absolutista! ¡Abajo el Espiritu Faccioso! ¡Abajo el Provincialismo! ¡Abajo el Privilegio! ¡ABAJO LOS FUEROS!

Correspondan, pues, los legisladores y el gobierno á este clamor; y corresponderán con lealtad, si revelan sus actos que responden en su conciencia, si nó en su palabra: ¡Paso á la Justicia! ¡Paso al Derecho! ¡Paso á la Igualdad! ¡Paso al Progreso! ¡Paso á la Moderna Civilizacion! ¡PASO A LA UNIDAD NACIONAL!

NOTAS.

(1) Página II. La primera edicion de este trabajo, bastante incorrecto y en gran manera incompleto, se publicó en el diario La Política, los dias 23, 24, 29, 30 y 31 de Diciembre de 1875, y los 3, 4, 5 y 7 de Enero de 1876.

(2) Pág. XLVIII. - Comprendiendo que en escritos políticos debe resaltar la pasion y el fuego, y el estilo debe ser conciso y enérgico, ya escrita esta dedicatoria, hemos creido debia reemplazarse con la que aparece al frente de este Estudio; pero no renunciamos á incluir la primitiva entre las notas, y es como sigue:

A LA NACION.

Desde el instante en que el prodigioso génio de Guttemberg dió alas al pensamiento, las creaciones más espontáneas y originales del espíritu humano no pudieron ménos de tropezar con los dos grandes poderes establecidos, que se alzaban formidables dando la ley al mundo, y que en su delirante orgullo pretendian nada menos que torcer el curso de las ideas, hacerlas doblegar ó romperlas en su molde, é impedir su expansion fecunda y soberana.

Estas dos fatales rémoras de todo concepto nuevo y de toda aspiracion algo libre y progresiva, no hay que esforzarse mucho para comprender que eran la recelosa teocracia y el ciego y absorbente despotismo, que intentaban hacer pasar todo pensamiento por el estrecho tamiz de su interesada y necia censura; y que, bajo el férreo yugo de sus horcas caudinas hacian temblar á todo pensador, ú hombre de idea, no importaba de qué género fuese, haciéndole divisar en

lontananza el fatal destino que cupo á Abelardo y Rogerio Bacon, á Arnaldo de Brescia y Savonarola, y de que no pudieron eximirse ni los preclaros Cristóbal Colon y Galileo Galilei, ni los dignísimos fray Luis de Leon y Bartolomé de Carranza.

Así, pues, los audaces navegantes que en tan frágil y pequeño esquife, como la pobre individualidad, osaban afrontar las peligrosas ondas en que tronaba Scyla, y Carybdis mugía aterrador, discurrieron medio de procurarse áncora de salvacion en la inminencia del peligro ó del fracaso; y entonces se desvelaron en busca y solicitud de potentes Mecenas que, á muchos y atrevidos Jasones, evitaron más de un seguro naufragio.

Otro de los motivos que hizo aparecer diferente especie de protectores, no poco ménos ilustres y acaso ménos espontáneamente generosos que el amigo de Augusto y patrono de Horacio, fué la aborrecida y fatal escasez que con tanto ahínco suele perseguir á los hombres de letras. Pero con sus munificencias, algunos hicieron grabar destellos de génio que, cual los rasgos de buen gusto del poeta de Venúsa, durarán más que el duro bronce, y verán hundirse ante ellos más siglos, que los que han pasado, y pasarán, por el régio monumento de las Pirámides.

Y, en fin, la necia vanidad, que siempre se halla dó se encuentra el hombre, hizo que algunos, por verse inscritos al frente de una espléndida portada, se hicieran amparo de una pobre idea, ó de un pobrísimo desenvolvimiento, y la decoraran á los ojos de los necios con el fascinador y mentido prestigio que suele ir unido á las altas posiciones del mundo, ó á los grandes nombres de la tierra.

Por eso se vieron solicitar y obtener ilustres patrocinios, tanto los más encumbrados partos del númen, como las traducciones más vulgares; así las obras de más elevada trascendencia política y religiosa, cual los poemas más sublimes, ó los escritos más insípidamente triviales.

El príncipe de nuestros vates dedicó la primera parte del engendro de su estéril y mal cultivado ingenio, la historia de aquel hijo seco, avellanado y antojadizo al duque de Béjar; cual más tarde ofreció la segunda al Mecenas de su tiempo, el conde de Lemos. El jesuita Mariana, al publicar en latin su De rebus hispanicis, las colocó bajo el patrocinio de Felipe II; y al trasladarlas á lengua vulgar, bajo su

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