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Debemos esperar el destino de un bajel sin anclaje y sin brújula en medio de vagíos y en deshecha tormenta; la suerte de los pueblos que no contaron con hombres de gobierno, penetrados de abnegacion bastante para acallar sentimientos bastardos, ó pasiones egoistas, ante los duelos de la patria; el destino infeliz de las naciones que no saben, ó no quieren regenerarse, y á todo trance persisten en desgarrar sus entrañas, luchando con las ideas, los principios de su siglo y las leyes inmutables de la historia, que son más fuertes que el granito, más irresistibles que el Océano.

Deberemos temer ignominias como las que nos hicieron devorar los cantonales; dolorosos horrores como los que nos ponen en perspectiva las vilezas de Saballs, las crueldades del cura Santa Cruz, las infamias de Rosa Samaniego, las hecatombes amparadas por el más villano y de entrañas más de tigre que sus horrendos verdugos; deberemos temer, en fin, el terrible castigo con que se amenazó por los más augustos labios á todo reino dividido, que será desolado: amenaza que cobija por entero á los que rechazan la paz, la civilizacion y el progreso, devorados por propensiones absolutistas, teocráticas y privilegiadas. Palabras fatídicas para esas facciones, como las que en final orgía, trocada en banquete funeral, anunciaban el destino del imperio babilónico. Teman, pues, nos alcance á todos, por su culpa, la suerte fatal de otras naciones, ó el brazo vengador de un nuevo Ciro.

SECCION SESTA.

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Desenvolvimiento y perfeccionamiento intelectual y moral del hombre. - Las fecundas ideas. - Los grandes hombres. La idea religiosa. La idea de libertad.-La libertad de pensamiento. — La de conciencia. — La de la patria.— La unidad nacional. Cuando alguna idea madre no se personifica en un grande hombre, se condensa en un pueblo. Independencia española. Grandeza de los Estados que se han entregado decidida y reflexivamente á la idea de la unidad nacional. - Ruina, empobrecimiento y desgracia de los que la han descuidado. - Propension aventurera de los españoles. - Imprevision de entregarse sin tino á guerras exteriores.- Los desbordamientos y las conquistas.-Grandeza facticia. - - Decadencia necesaria. - Política insensata de la casa de Austria. — Desgracias merecidas. - Carencia de un génio político, digno hombre de Estado.- Ojeada á la Gran Bretaña.-Política inglesa.Efectos provechosos. - Ojeada á la Francia. - Á la Alemania. - Á la Italia.Resultados que en esos diferentes países han producido sus conatos de unificacion.-Instancia á las Córtes pidiendo la abolicion de los fueros vasco-navarros. Se propone una objecion. — Adúcense razones impugnándola.

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Mas no se conturbe el espíritu con siniestros augurios, porque se entrevé una esperanza en la línea del horizonte, feliz presagio de vida, de regeneracion, de ventura: divísase la perfecta unidad nacional, que pronto debe ser una feliz realidad, con sólo que las Córtes y los gobiernos, como es de presuponerse, interpreten ahora fielmente la voluntad de la generalidad de los españoles, ya que no se han adelantado á tan marcada manifestacion y á tan legítimo sentimiento. Pero discurramos.

Estando la humanidad llamada á realizar un im

portante fin, el desenvolvimiento y perfeccionamiento intelectual y moral del hombre, lo cual no puede ménos de ser, dada la infinita sabiduría del Autor de la naturaleza, es evidente que, habiendo de tener lugar ese desenvolvimiento y perfeccionamiento, en el espacio y en el tiempo, el Creador ha de haber depositado en su obra predilecta ciertos gérmenes, ó elementos, que fuesen los medios ordinarios y legítimos de realizar ese fin. Estos medios son las grandes ideas que, en ocasiones y circunstancias más ó ménos marcadas, pero con necesidad invencible, brotan, crecen, se desarrollan, se apoderan de las sociedades, ó, mejor dicho, forman la esencia constitutiva de esas sociedades; porque si nó, ellas no existirian con su racional y moral razon de ser; y, óra un grande hombre es su síntesis, su representacion dentro de la humanidad; ó bien, si este hombre no se destaca suficientemente grande, en armonía con la idea y con el pueblo, tal ó cual sociedad son la más genuina representacion de esa idea, que hace su tiempo, y cimenta, desarrolla y fecunda aquel tiempo, ó aquel pueblo.

Esto pertenece á la esencia metafísica de las cosas, que no puede dejar de ser, tal como es, pues implicaria contradiccion en quien es absolutamente imposible pueda haberla.

Entre estas grandes ideas, fecundas, sublimes, imperecederas, descuellan algunas como la idea de la religion, la de justicia, la de deber, la de dere

cho, la de libertad, la de patria: ideas sin las cuales el hombre no sería lo que es, no sería sér racional, religioso, moral, libre y progresivo; ni habria historia, ni habria humanidad, sino una forma más, más bella y más dañína de la materia sensible, irracional organizada. Estas ideas, formas naturales del pensamiento elevado á una alta expresion, ni son meros nombres, ni realidades, sino conceptos, ó concepciones de la razon, de la inteligencia, del pensamiento; estas ideas, decimos, viven siempre, pero no siempre alcanzan en toda edad, ni en todo país igual desarrollo, ni igual intensidad; mas, cuando suena la hora marcada en el libro de los destinos, hallan siempre un pueblo que las represente, y las más veces, un grande hombre que las personifique, y que tiene la mision providencial de darles su debido desenvolvimiento y el encargo de hacerlas fecundas.

Por eso dice un escritor elocuente (19), « que un grande hombre es el espíritu de su tiempo y de su pueblo, y que su fortuna es representar mejor que ningun otro hombre de su edad las ideas de su tiempo, sus intereses, sus necesidades. Todos los individuos de un pueblo (20) tienen igualmente las mismas ideas generales, los mismos intereses, las mismas necesidades; pero carecen de la energía necesaria para realizarlas ó para satisfacerlas. Pero en el momento que el gran representante se muestra, todos reconocen en él distintamente lo que sólo de un modo confuso habian comprendido por ellos mis

mos. Reconocen en él el espíritu de su tiempo, el espíritu mismo que está en ellos; consideran al grande hombre como su imágen, como su ideal; y bajo este título es como le siguen, y por lo que es su ídolo y su jefe.»>

Así, pues, surge el momento histórico en que la idea religiosa es la prepotente en tal tiempo, y en tal pueblo; y el espíritu de Dios se encargará de inspirar su aliento soberano en génios de primera fuerza, como un Saulo ó un Atanasio, un Jerónimo ó un Basilio, un Crisóstomo ó un Agustino, un San Bernardo ó un Bossuet. Suena el momento de que á una sociedad la estremezca el ardiente soplo de la idea de libertad; pues la fecunda mano omnipotente hará nacer corazones entusiastas que se consuman en ese vivo fuego. Si se trata de la libertad política, se nombrarán Publicolas ó Gracos, Brutos ó Catones, Rienzis ó Padillas, Mirabeaus ó Dantones. Si el objetivo es la del pensamiento, ó la de la conciencia, aparecerán Abelardo y Descartes, Bacon y Montesquieu, Savonarola y Galileo, Voltaire y Juan Jacobo. Si llega su turno á la libertad de la patria, surge la raza de los Viriatos y los Filopemen, de los Arminios y los Pelayos, de los Scandenberg y los Kociuskos, de los Washington y los Bolivar.

Á toda idea madre llega su turno florecer y ser dignamente representada; y si hay un momento en que esta idea no se condensa con bastante excelsitud en un grande hombre determinado, se identifica

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