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que se debe á la libertad de los Españoles, y procurará corresponder á una confianza tan apreciable, usando de ella, como hasta ahora, con la mayor moderacion y economía.

La posicion en que los sucesos de la guerra han colocado á mi Gobierno, ha producido una interrupcion en las comunicaciones con varios de los agentes de las Potencias estrangeras, pero no hay motivo alguno para creer que esta interrupcion momentanea pueda turbar las relaciones de amistad y alianza que existen entre España y aquellos Gabinetes.

Circunstancias particulares que podian comprometer el decoro de mi Gobierno, me han inducido á decretar la medida provisoria de que se retire de Lisboa mi encargado de negocios. Subsisten, sin embargo, ilesos los vínculos que unen á dos Naciones, cuyo evidente interes es el de vivir entre sí en paz, y en buena armonía; y las relaciones comerciales no han sufrido alteracion alguna. En lo interior todo se resiente del funesto influjo de una guerra desoladora, y las Leyes y las disposiciones mas benéficas no pueden surtir sus saludables efectos en medio de tantos desastres. La Providencia divina quiere probarnos de todos modos; yo confio, Señores, en que en fin ha de conceder el triunfo de la justicia de nuestra causa. Si la traicion de algunos ha facilitado á los agresores lo que no pudieron prometerse de sus propios esfuerzos, todavía quedan á la Patria muchos heroes que recuerdan al ejército frances los Españoles de 1813. Si se han conjurado contra nosotros algunos Gobiernos enemigos de la libertad y de las luces, los pueblos todos ven sus intereses ligados con los nuestros, y forman ardientes votos para que salgamos vencedores de esta lucha.

Descansad por ahora, Señores Diputados, de vuestras laudables tareas, y recojed en el aprecio de vuestros conciudadanos, el fruto á que sois tan acreedores. Procurad inculcarles la necesidad de que se reunan todos en rededor de mi Trono Constitucional, y la de que las discordias y las injustas desconfianzas desaparezcan entre nosotros. Sea la Constitucion nuestra única divisa, la independencia, la libertad, el honor Nacional nuestro único deseo, y una constancia imperturbable la que opongamos siempre á desgracias que no hemos merecido. Mi Gobierno dejará de existir primero que dar un paso contrario á los juramentos que le ligan con la Patria, ó á lo que exigen el decoro de la Nacion y la dignidad de mi Corona; y si las circunstancias lo pidieren, buscaré en las Cortes estraordinarias el puerto de salvacion para la nave del Estado. Yo, en tal caso las llamaré, contando siempre con su celo y patriotismo, y juntos caminarémos por el sendero de la gloria, hasta adquirir una paz honrosa y digna de los Españoles y de mí.

Contestacion del Presidente, D. P... " de Z"

SEÑOR. Las Cortes de la Nacion Española, al terminar sus Sesiones ordinarias, quisieran congratularse con V. M. por el tranquilo goce de las benéficas instituciones que nos rigen. Pero ciertamente, como V. M. acaba de decirlo, la mas alévosa agresion ha derramado sobre esta Nacion todos los males de una guerra atroz en que luchan á porfia, el fanatismo, los vicios y la ignorancia de los agresores, contra las virtudes, el honor y la ilustracion de los ofendidos. En tal situacion, digna es de pechos Españoles la noble resolucion de mantener constantes la pelea hasta triunfar ó perecer con gloria.

¿Y que pretestos han elegido para unas hostilidades que serán por siempre el escándalo del mundo civilizado? Amparar la religion, y sostener las prerogativas del trono de V. M. reformando nuestra Constitucion. Mas la religion no se ampara con los furores de la supersticion de los siglos bárbaros, ni el Trono y persona de V. M. se defienden esponiendolos al descrédito universal, con los escesos cometidos abusando de su nombre. Sobre todo, legiones estrangeras con las armas en la mano, no intentan reformar la Constitucion de ningun pueblo, sino destruir la libertad, y violar sus mas preciosos derechos; y con tal propósito obran ahora activamente los Príncipes que hace poco tiempo debieron á nuestra firmeza, y á la sublimidad de los principios que persiguen, los unos la restitucion, los otros la conservacion de sus tronos, y todos la seguridad de ese poder que hoy emplean para pagarnos con injurias y calamidades nuestros beneficios. Semejante proceder solo puede hallar abrigo en la pérfida ingratitud de los Príncipes que se envilecieron y prosternaron ante un militar osado; ni pueden tener apoyo y complicidad sino en Españoles degradados, para quienes sean absolutamente estraños los sentimientos de honor é independencia nacional.

Trabada al cabo la lid, hemos en el principio de ella sufrido reveses de los cuales algunos no deben sorprendernos, porque desde luego fueron previstos, y otros han sido efecto, mas bien de la seduccion y del engaño que del poder de los agresores. Pero estas desventajas momentaneas, lejos de abatir nuestro esfuezo, nos han dado nuevo ánimo, y confiados en la justicia de nuestra causa, esperamos imperturbables el triunfo.

Salva ya en este recinto impenetrable la augusta persona de V. M. y su Real familia, así como la representacion nacional, desde aquí repetirémos la leccion que dimos años pasados á los ejércitos mas formidables del orbe, por los talentos del Gefe que los dirigía, y por el número de que contaban.

Las Cortes en crisis tan terribles, han hecho cuanto tenian que hacer, ser fieles á sus juramentos. Por serlo, han puesto su valor á toda prueba, y hecho todo lo que exigía la necesidad; y por sensible que les hayan sido alguna de sus demostraciones, la sagrada obligacion en que se hallaban, y el testo mismo de la Ley fundamental, les precisaban á tomarla.

El justo deseo de proporcionar los recursos necesarios para sostener la independencia de la Nacion, les ha hecho tambien otorgar todos los auxilios de hombres y dinero que les han sido pedidos, así como las facultades estraordinarias que las circunstancias reclamaban, y que merecía la conducta patriótica del Gobierno de V. M., guiadas siempre las Cortes por el único fin de salvar la Patria del abismo en que han querido precipitarla sus enemigos, procurando con el mayor celo que en la distribucion y en los medios de ejecucion, se atendiese al propio tiempo, en cuanto era posible, al alivio y bienestar de sus comitentes.

En la dificil posicion en que las Cortes se vieron casi desde el instante mismo de su primera reunion, la guerra esterior por una parte, y de otra los lamentables resultados del sórdido manejo de los enemigos de las luces, del estravío doloroso de algunos malos ministros de la religion, y de la indócil conducta de ciertos hombres avezados al ejercicio del despotismo, apenas les permitian ocuparse de otros objetos. Sin embargo, ansiosas de no omitir nada de cuanto fuese de su cargo, han procurado por todos los medios que han estado á su alcance, abrir las fuentes de la riqueza pública, apartar los estorbos que sufría la industria, y facilitar el tráfico y circulacion, cuidando al mismo tiempo de afianzar la recta administracion de justicia, y la seguridad de las personas y bienes de los Españoles. Si no han hecho mas, culpa ha sido de tan aciaga época, en que los Gefes de los pueblos Europeos se han conjurado contra nosotros.

Sensible es que esta Nacion tan generosa, no se vea correspondida de todas las demas, con las amigables relaciones que generalmente les conviene para su comun prosperidad, pero no siendole imputable un trastorno de la razon, tan impropio del siglo ilustrado en que vivimos, habrá de consolarse con no haber provocado el mal, y estado siempre dispuesta al bien, y sobre todo, á distinguir con pruebas de útil y recíproca union, á aquellos Estados que conserven y estimen estos apreciables lazos, y que no sacrifiquen el interes de los pueblos á las pasiones ó caprichos de sus gobernantes.

La conducta firme y constitucional del Gobierno de V. M. hace esperar á las Cortes con la mayor confianza, que continuará marchando noblemente por aquella senda gloriosa, venciendo todo género de obstáculos, y guiando la nave del Estado á su salvacion, ayudado del celo y decision de los he

róicos militares de todas armas, de las beneméritas corporaciones constitucionales, y en general, de la noble resolucion de los Españoles.

Las Cortes, tranquilas con el testimonio de su conciencia, habiendo cumplido religiosamente sus deberes, y sin ningun remordimiento en su conducta política, han venido otra vez á esta Isla invencible, terror de los tiranos y consuelo de los hombres libres, y se han reunido de nuevo en este mismo templo, donde á despecho del árbitro entonces de las diademas y solios, se formó y sancionó en 1812, la Constitucion política que debe ser el manantial de nuestra felicidad.

Si al levantar aquí este monumento eterno del heroismo y sabiduría, despreciando los fuegos y asechanzas de un enemigo astuto y terrible, los diputados á quienes cupo esta fortuna, se mostraron dignos de su mision, los actuales representantes de la Nacion Española, imitarán el sublime ejemplo que aquellos les dieron de magnanimidad en los peligros. Decididos á no transigir jamas con su propia infamia, sostendrán á todo trance sus juramentos.

En todas ocasiones, ya prósperas ya adversas, los hallará V. M. sin retroceder de la carrera del honor; y si otra vez reunidos en Cortes estraordinarias, por exigirlo así el bien de la Patria, tuviesen estos diputados que volver á ejercer sus funciones legislativas, reiterarán á la faz del mundo, lo mismo que manifestaron en las Sesiones de 9 y 11 de Enero de este año, y acaban tambien de espresar en la de 29 de Julio con aplauso general.

Puede V. M. vivir tranquilo en la confianza y seguridad de que siempre los tendrá á su lado, cuando se valga de ellos para sostener la dignidad de su trono Constitucional, y que no pueden esperar un dia mas grato que aquel en que trasladados con V. M. al centro de la Monarquía, le den el parabien de la victoria, despues de arrojados los invasores al otro lado de los Pirineos.

N° LXXVIII.

Proclama de S. M. Fernando VII. fecha 1o de Agosto de 1823, á los pueblos de Galicia y Asturias, y á los Soldados del 4° Ejército de operaciones.

Al ver la resolucion verdaderamente Española, con que os habeis resistido á los lazos de seduccion que la traicion os tendía, mi ánimo tan satisfecho de vuestra virtud, como ofendido de la inconcebible alevosía

con que se os ha querido fascinar, no puede menos de manifestaros la seguridad y confianza que me inspirais en medio de un acontecimiento tan desagradable.

Ved ya aquí otro estallido de la mina dilatada y profunda que nuestros enemigos tenian abierta debajo de nosotros para volar con ella el edificio de las libertades Españolas. No creyeron, nó, bastantes para la consecucion de sus deseos, ni las feroces huestes que los siguen, ni el rebaño estúpido y fanático que tenian preparado de antemano para que ayudase sus abominables intentos; era preciso ademas que sembrasen la division de opiniones entre los amigos de la libertad, y el desaliento y disgusto entre los que tenian obligacion de ser sus mas firmes campeones. Para esto eran aquellas sugestiones de vanas esperanzas, aquella conciliacion insidiosa de intereses y de partidos, aquella ilusion de temperamentos políti cos, imposibles de su ejecucion, y desmentidos por sus acciones atroces. Descubriose esta negra trama en Madrid, con la desercion escandalosa del Conde del Abisbal; siguió respirando despues, aunque con poco efecto, en otros parages, y en fin, á vuestra vista, entre vosotros, el Conde de Cartagena acaba de manifestarse instrumento ciego y víctima funesta de esas artes alevosas.

Tardaba ya sin duda para la impaciencia de esos pérfidos consejeros, el momento de precipitarse en ese paso fatal preparado de antemano; y así luego que las crisis de Sevilla les presentó la sombra de pretesto que anhelaban para cohonestar su vileza, se arrojaron á cometerla sin reparo ni pudor alguno, descubriendo á los ojos de su lastimada Patria y de la indignada Europa, el secreto vergonzoso que su corazon escondía. ¿Por qué no aguardar si no? ¿Por qué para un negocio de tanta trascendencia y magnitud, tomar por base una noticia dada y presentada á su antojo por los Franceses? ¿Por qué no esperar á que los avisos de oficio la confirmasen ó rectificasen? ¿Por qué no examinar antes el modo con que era recibida en otras partes, y la resolucion que tomarian los ejércitos y provincias? ¿Por qué, en fin, y esto es mas estraño aun, por qué ponerse inmediatamente en comunicacion con los enemigos?

No era el General Morillo, ni su junta prevaricadora, los que habian de decidir solos de la suerte del Estado. Formando un nuevo orden de cosas incompatibles con las Leyes, y repugnante á la voluntad general, para lo que no tenian ni autoridad ni poder, y suponiendo gratuitamente que la Constitucion no existía, ellos eran los que realmente la derribaban, ellos los que tomaban á su cargo el entregar su Patria á la dominacion de los Franceses, ellos los que la abandonaban á las abominaciones de los facciosos.

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