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Y al tiempo que esta ignominiosa transaccion se disponía, tomando por pretesto la disolucion del Estado, el Estado puesto en Sevilla en el borde del precipicio, se salva en la Isla Gaditana por uno de aquellos esfuerzos prodigiosos que la necesidad prescribe y el éxito inmortaliza. Las Cortes salvando al trono constitucional del conjunto de obstáculos, peligros y maquinaciones, armadas entonces contra él, tributaron á la Ley fundamental, el homenage mas grande que estaba en su mano hacer, mientras que yo sin dejar de ocupar el mismo Trono, y ejerciendo al instante la autoridad y prerogativas que la Constitucion me señala, doy á entender á los Españoles el juicio que deben formar de aquella resolucion, y no dejo á ninguno el derecho de interpretarla á su antojo.

Tal es el verdadero aspecto de esta crisis estraordinaria; tal la habeis considerado vosotros, habitantes honrados y leales de Galicia y Asturias, militares valientes y resueltos del 4° ejército de operaciones. Vosotros habeis visto que toda accion en que encuentra ventaja el enemigo, es un crimen contra la Patria; vosotros habeis conocido que mientras haya en España legiones estrañas que la opriman, y bandas de furiosos que la infesten, todo el que se llame Español debe hacerles guerra de muerte, hasta libertarla de sus insultos; vosotros habeis mostrado que la obligacion única esclusiva de todo militar, es defender su país, y que la disolucion del Estado realmente cousistiría en que las armas, por su instituto obedientes y pasivas, se arrogasen el derecho de deliberar y resolver sobre asuntos políticos y civiles. Así las maquinaciones de estos perniciosos estadistas se han estrellado completamente en el instinto de vuestra honradez; y apenas habian vomitado el tósigo de su traicion, cuando buscando fautores, y mirando en rededor de sí, se han visto espantosamente solos, cargados de ignominia, roidos de remordimientos, entre el Cielo que los condena y el mundo que los desprecia.

¿A que aspiraban pues esos insensatos? ¿ Presumian acaso sobreponer su opinion á la opinion de los otros, y poner un término á la guerra cuando á ellos les conviniese descansar? Nó; la España Constitucional no sucumbe tan facilmente. Pueden sus viles enemigos abusar de su buena fẽ, los reveses afligirla, las Naciones desampararla, algunos hijos degenerados venderla, pero ella, firme en medio del temporal desecho que la combate, llevando en su corazon el conocimiento de su justicia, y el instinto de su independencia, cifrada ya sin retorno en la conservacion de su libertad, resistirá, peleará, y no pactará jamas en perjuicio de estos derechos imprescriptibles, que todas las Leyes del Cielo y de la tierra la aseguran y afianzan á porfia.

Otros se los mantendrán, ya que estos hombres pervertidos no se los

han querido defender. ¡ Ingratos!

En vano había el Estado acumulado

y

en sus personas honores sobre honores; las fuerzas que tenía todas las puso en sus manos; dioles una autoridad sin límites para acrecentarlas regirlas. ¿Que podía hacer mas por sí y por ellos? Llegó el dia de la prueba, dejaronse corromper y fascinar, y la Patria tiene que llorar y maldecir su engañada confianza, cuando esperaba abrazarlos y bendecirlos como á sus heróicos libertadores.

Otros, sin duda, sabrán coronarse de esta gloria, mientras que esos transfugos se ven ya borrados del libro del honor y de la vida. Sientense en buenhora en el puesto de ignominia que ya les señala la posteridad y la historia, sigan siendo el vilipendio de los Franceses, el juguete de los facciosos, los siervos miserables de unos y otros, al paso que vosotros, hombres generosos y leales, desoyendo sus consejos y desbaratando sus intrigas, os habeis cubierto de un lauro inmarchitable, que la Patria contempla agradecida, y el mundo con estimacion y respeto.

Continuad, pues, en el honroso camino que vuestra lealtad supo abriros. Manteneos firmes junto al estandarte de la libertad y de la independencia. Sea la Constitucion vuestro punto de apoyo, como una base que establecida independiente de toda opinion y de todo interes individual, y acompañando en deseos, en esperanzas y en esfuerzos á todos los buenos Españoles que combaten por ella, mostrad que á despecho de las asechanzas de la perfidia y de los sacudimientos de la violencia, se conserva viva en nuestras manos la antorcha del bien social.

Cadiz, 1o de Agosto de 1823.

FERNANDO.

N° LXXIX.

Correspondencia entre S. A. R. el Duque de Angulema y S. M. C., durante el sitio de Cadiz.

Carta de S. A. R. el Duque de Angulema al Rey de España el 19 de Agosto de 1823, remitida por un Oficial frances bajo parla

mento.

QUERIDO HERMANO Y PRIMO. La España está ya libre del yugo revolucionario; algunas ciudades fortificadas son las únicas que sirven de refugio á los hombres comprometidos. El Rey mi tio y Señor había creido (y los acontecimientos no han cambiado en nada su opinion) que restituido

V. M. á su libertad, y usando de clemencia, sería conveniente conceder una amnistía, como se necesita despues de tantas disensiones, y dar á sus pueblos por medio de la convocacion de las antiguas Cortes del Reyno, garantías de orden, justicia y buena administracion. Cuanto la Francia pueda hacer, así como sus aliados y la Europa entera, se hará, no temo asegurarlo, para consolidar este acto de vuestra sabiduría.

He creido de mi deber dar á conocer á V. M. y á todos aquellos que pueden precaver aun los males que les amenazan, las disposiciones del Rey mi tio y Señor: Si en el término de cinco dias no he recibido ninguna respuesta satisfactoria, y si V. M. permanece todavía privado de su libertad, recurriré á la fuerza para darsela, y los que escuchan sus pasiones con preferencia al interes de su pais, serán solos los responsables de la sangre que se vierta.

Soy con el mas profundo respeto, mi querido hermano y primo, de V. M. el mas afecto hermano, primo y servidor.

LUIS ANTONIO.

Cuartel general del Puerto de Santa Maria, 17 de Agosto de 1823.

N° LXXX.

Respuesta del Rey, con fecha 21 de Agosto de 1823.

MI QUERIDO HERMANO Y PRIMERO. He recibido le carta de V. A. R. fecha 17 del corriente, y es en verdad muy particular que hasta el dia no se me hayan manifestado las intenciones de mi hermano y tío el Rey de Francia, cuando hace seis meses que sus tropas invadieron mi Reyno, y despues que han ocasionado tantas penalidades á mis súbditos que han tenido que sufrir esta invasion.

El yugo de que cree V. A. R. haber librado á España no ha existido nunca, ni jamas he estado privado de ninguna libertad sino de la que me han despojado las operaciones del ejército frances. El único modo de devolvermela sería dejando poseer la suya al pueblo Español, respetando nuestros derechos como respetamos los de los demas, y haciendo que cesase un poder estrangero de entrometerse en nuestros asuntos interiores por medio de la fuerza armada.

Los paternales sentimientos de mi corazon estan por todo aquello que me indique la regla mas segura y el medio mas eficaz para buscar y hallar un recurso á las necesidades de mis súbditos. Si para la conservacion del orden y de la justicia desean fuertes garantías, yo convendré en ellas

con su acuerdo, esperando que V. A. R. me permitirá le diga, que el remedio que me indica, es tan imcompatible con la dignidad de mi Corona como con el estado actual del mundo, la situacion política de las cosas, los derechos, las costumbres y el bienestar de la Nacion que gobierno. Restablecer despues de tres siglos de olvido una institucion tan variada, tan dificil de hacerla variar, y tan monstruosa como lo es la de las antiguas Cortes del Reyno, Cortes en las que la Nacion no se reune ni posee una verdadera representacion, sería lo mismo, y aun peor, que resucitar los Estados generales en Francia. Ademas, esta medida insuficiente para asegurar la tranquilidad y orden público, sin procurar ventaja alguna á ninguna clase del Estado, haría renacer las dificultades é inconvenientes en que se ha tropezado en otras ocasiones, y en que se tropieza cada vez que se trata de discutir sobre este asunto.

No es al Rey á quien corresponde dirigir los consejos que V. A. R. ha creido debía darle, porque ni es justo ni posible que se pida al Rey precava los males que no ha causado ni merecido; y esta peticion fuera mejor se dirigiese al que es el autor voluntario de ellos.

Yo deseo, y tambien mi Nacion, que una paz honrosa y duradera ponga fin á los desastres de la guerra presente que no hemos provocado, y que es tan perjudicial á la Francia como á la España. A este fin tengo negociaciones pendientes con el Gobierno de S. M. B. de quien ha solicitado igualmente la mediacion S. M. Cristianísima. Yo no me separaré de esta base, y creo que V. A. R. deba hacer lo mismo; mas si á pesar de esta declaracion se abusa de la fuerza, bajo el pretesto que indica V. A. R. los que lo hagan serán los responsables de la sangre que se vierta, y particularmente lo será V. A. R. delante de Dios y de los hombres, de todos los males que recaigan sobre mi persona y Real familia, y sobre esta ciudad benemérita.

Dios guarde á V. A. R. mi hermano y primo, muchos años.

Cadiz, 21 de Agosto de 1823.

YO EL REY.

N° LXXXI.

2a. Carta del Rey de España al Duque de Angulema en 4 de Setiembre de 1823.

MI QUERIDO HERMANO Y PRIMO. Las declaraciones que hice á V. A. R. en mi carta fecha 21 de Agosto, no han producido el efecto que debía esperar, pues se ha derramado de ambas partes sangre inocente que se

podía haber ahorrado. Mis sentimientos como Rey, y los deberes que me animan como padre de mis súbditos, me obligan á insistir de nuevo, á fin de terminar los desastres de la guerra actual, y convencido enteramente de que deberán animar á V. A. R. los mismos deseos, os propongo una suspension de hostilidades, sin perjuicio del bloqueo, durante la cual se podrá tratar de una paz honrosa para ambas Naciones.

para

El Teniente General Don Miguel Ricardo de Alava, conductor de la presente, está autorizado por mí conferenciar sobre este asunto, si lo juzgais conveniente, con la persona que V. A. R. guste designar. De este modo se podrán obtener las esplicaciones recíprocas, tan necesarias para entenderse y facilitar las medidas ulteriores, y si V. A. R. tiene á bien admitir mi proposicion, como lo espero, el mencionado General está autorizado para concluir y firmar un armisticio, ó si necesario fuese, yo le daré mis plenos poderes en debida forma.

Dios conceda á V. A. R. mi querido hermano y primo, los muchos años que le deseo. Soy de V. A. R. su pasionado hermano y primo.

FERNANDO.

Cadiz, 4 de Setiembre de 1823.

N° LXXXII.

1. Contestacion del Duque, en 5 de Setiembre de 1823.

MI SEÑOR HERMANO Y PRIMO. He recibido esta noche la carta de V. M. del 4, de que estaba encargado el Teniente General Don Miguel de Alava, y tengo el honor de contestaros por el Mariscal de Campo Duque de Guiche, mi primer Ayudante de Campo.

Yo no puedo tratar de nada, sino con V. M. solo y libre. Cuando se logre este fin, empeñaré á V. M. con instancia para que conceda una amnistía general, y dé su entera libertad, ó á lo menos prometa las instituciones que juzgue en su sabiduría convenir á las costumbres y al caracter de sus pueblos, para asegurar su felicidad y sosiego, sirviendo al mismo tiempo de garantías para lo futuro. Yo me consideraré dichoso, si dentro de algunos dias puedo poner á L. P. de V. M. el homenage del profundo respeto con que soy, mi Señor hermano y primo, de V. M. su mas apasionado hermano, primo y servidor.

LUIS ANTONIO.

En mi cuartel general del Puerto de Santa Maria, 5 de Setiembre de 1823.

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