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presente, ni la sangre de la casa y nobleza de Francia anduviera tan derramada y pisada por los campos de Italia.» Alzó el rey los ojos al cielo, dió un suspiro, y respondió: Paciencia, duque, pues ventura falta. Ob servó el de Pescara que la presencia de Borbón afectaba demasiado al rey y le rogó que se retirara. Hecho esto, caminaron con él hacia Pavía (1).

Al verse á las puertas de la ciudad detuvo su caballo y dijo al marqués de Pescara: «Ruégoos, marqués, que vos y estos caballeros me hagáis pla cer de no meterme en Pavía, que sería grande afrenta para mí no haberla podido tomar, y meterme en ella preso.» Pareció á todos muy justo el reparo, y acordaron aposentarle en un monasterio fuera de Pavía. Tratóse á quién había de encomendarse la guardia de su persona, y el marqués de Pescara expuso que, siendo los españoles á quienes se debía principalmente el premio de la victoria, debía fiársele á don Fernando de Alarcón, jefe de los españoles, con lo cual el emperador se daría por servido, su nación por honrada, y todos por satisfechos y seguros. Convínose en ello, y Alarcón quedó encargado de la persona del rey. Alojado el ejército en las tiendas francesas, llegó un soldado español, llamado Cristóbal Cortesía, llevando prisionero al príncipe de Navarra (2). Presentóse también un villano pidiendo albricias por haber muerto al príncipe de Escocia, en tes

inscripción y armas del sepulcro de este famoso capitán á expensas de la villa, y en un cuadro al pie de sus armas consagró un elogio que decía así:

Hoc jacet in templo magnus de Urbieta Joannes,
Natale Hernani, cui dedit ante Solum.

Pavia vindex: Gallorum terror: honoris

Hispani assertor: bellica ad arma potens,
Gallorum Regem Franciscum fœdere belli
Captivum duxit: res ea Martis opus

Erigit hoc vita, pariter mortisque tropheum
Patria: si pietas est tibi, funde preces.

(1) En el camino oyó dichos muy propios del genio y buen humor de los soldados españoles. «Vaya, señor, le decía uno, que en semejantes lances se ve el valor de los príncipes.» «Yo apuesto, decía otro, á que será mejor tratado por el emperador, que lo fuera el emperador en poder suyo.» «A bien, decía otro, que ha caído en manos de la mejor gente del mundo, y todo lo ha de dar por bien empleado.» El rey preguntaba á Mr. de la Motte lo que querían decir, y traducidos los dichos de los soldados se reía de ellos.

Cuéntase que se acercó á él un arcabucero español y le dijo: «Señor, sepa V. A. que ayer, sabiendo que se daría la batalla, hice seis balas de plata y una de oro para mi arcabuz, las de plata para unos Musiures, y la de oro para Vos; creo que empleé las cuatro, sin otras muchas de plomo que tiré á gente común: no topé más Musiures, y por esto sobraron dos: la de oro veisla aquí, y agradecedme la voluntad de os dar la más honrosa muerte que á príncipe se ha dado. Mas pues Dios no quiso que os viese en la batalla, tomadla para ayuda de vuestro rescate, que ocho ducados, que es una onza, pesa.» Dicen que el rey la tomó, y dijo al soldado que le agradecía el buen deseo. «Esto, añade el testigo ocular, fué muy reído.»>>

(2) Este fué puesto en el castillo de Pavía, y habiendo logrado sobornar á un criado del marqués del Vasto que le guardaba, se fugaron los dos juntos y se fueron á Francia.

timonio de lo cual enseñaba la rica cadena de oro que el príncipe llevaba al cuello. En efecto, el príncipe escocés había tomado por guía aquel labriego para fugarse, ofreciéndole una buena paga, y aun hacer su fortuna si quería acompañarle á Escocia, y dándole desde luego aquella preciosa cadena. El villano lo prometió así; mas al llegar á un barranco, le dijo al príncipe que lo atravesara; hundióse desde luego su caballo hasta las cinchas, y entonces el traidor le dió una cuchillada en la cabeza dejándole muerto. Enterado el marqués de Pescara de la felonía del villano, le mandó ahorcar inmediatamente, y envió con mucha solemnidad por el cuerpo del príncipe y le hizo honrosas exequias (1).

Tales fueron los principales incidentes de la famosa batalla de Pavía (24 de febrero, 1525). De ocho á diez mil franceses sucumbieron en el campo al filo de las lanzas imperiales, sin contar otra muchedumbre de ellos que se ahogó en las aguas del Tesino en su ciega y precipitada fuga. Allí pereció la flor de la nobleza de Francia, y en aquella jornada debieron acabar los sueños de gloria del rey-caballero y sus arrogantes pretensiones al dominio de Italia. Al divulgarse la noticia del desastre, la pequeña guarnición de Milán se retiró sin dar tiempo á ser perseguida, y á los quince días no había en Italia más franceses que los prisioneros. El defensor de Pavía, Antonio de Leiva, se presentó también al rey Francisco, y le besó la mano, oyendo de su boca los justos elogios que tan brillante defensa merecía. Los despojos de la batalla, en vituallas, acémilas, caballos, armas, vestidos, joyas y vajillas fué inmenso, y los vencedores se indemnizaron bien de tantas escaseces y privaciones como habían sufrido.

Al día siguiente, fué trasladado Francisco I al castillo de Pizzighetone en Lombardía, á orillas del Adda, siempre bajo la salvaguardia del caballero don Fernando de Alarcón. En los primeros momentos escribió Francisco á su madre la duquesa de Angulema, á quien él había dejado por gobernadora del reino, una carta, de la cual sólo han adquirido celebridad (como si más no le hubiera dicho) aquellas famosas palabras: Todo se ha perdido menos el honor; pero no las siguientes, que decían: y la vida, que se ha salvado: et la vie, qui est sauve (2).

(1) «Era, dice el autor de la Relación, de diez y ocho años, y la más hermosa criatura que jamás ví.»

(2) Vamos á dar una copia exacta de esta célebre carta, que nuestros historiadores no conocieron, y que en las mismas historias modernas de Francia se ha copiado generalmente con poca exactitud. Decía así:

«Madame, pour vous faire sçavoir comme se porte le reste de mon infortune, de toutes choses ne m'est demeuré que l'honneur, et la vie qui est sauve. Et pour ce que, en vostre adversité, ceste nouvelle vous fera ung peu de reconfort, j'ay prié qu'on me laissat vous escripre ceste letre: ce que l'on m'a aissement accordé, vous supliant ne vouloir prendre l'extremité vous mesme, en usant de vostre accoustumée prudence; car j'ay esperance á la fin que Dieu ne m'abandonnera point, vous recommandant vos petits enfans et les miens, et vous suppliant faire donner le passage á ce porteur pour aller et retourner en Espagne, car il va devers l'empereur, pour sçavoir comme il voudra que je sois traicté.

>> Et sur ce va tres humblement se reccommander á vostre bonne grace,

>> Vostre tres humble et tres obeissant filz,

FRANÇOIS. >>

Por el mismo portador de esta carta, que era el comendador Peñalosa, dirigió otra el rey prisionero al emperador. en la cual le decía: «Sed cierto que no tengo consuelo en mi infortunio, sino es la esperanza de vuestra bondad, que si os pluguiere usarla conmigo, vos obraríais como príncipe generoso, y yo os quedaría para siempre obligado..... Así pues (añadía), si os placiere tener piedad de mí, dándoos la seguridad que merece la prisión de un REY DE FRANCIA, á quien se quiere hacer amigo y no desesperar, podéis hacer una adquisición, pues en lugar de un prisionero inútil, haríais un rey siempre esclavo vuestro (1).» Al mismo tiempo, y por el mismo conducto escribió Mad. Luisa, madre del rey, al emperador, diciéndole: «Señor, mi buen hijo: desde que he sabido el infortunio acaecido al rey mi hijo y señor, estoy dando gracias á Dios de que haya caído en manos del príncipe que más amo en el mundo; esperando que vuestra magnificencia convertirá en su favor los lazos de sangre, de parentesco y de alianza que hay entre vos y él: y en el caso que así sea, tengo por cierto que será un gran bien para el porvenir de la cristiandad vuestra amistad y unión. Por tanto, os ruego humildemente, señor é hijo mío, que penséis en ello, y mandéis que sea entretanto tratado como á vuestra honra y la suya cumple, y permitáis que sea servido de modo que pueda yo saber con frecuencia de su salud. Haciéndolo así, os quedará reconocida una madre, á quien vos disteis siempre este nombre, y que otra vez os ruega que ahora en afición os mostréis padre. - Vuestra muy humilde madre,— LUISA.>>

Recibió el emperador la noticia del suceso de Pavía con una moderación admirable, y sin ostentar orgullo ni excesiva alegría. Dirigióse á la capilla á dar gracias á Dios, volvió á la sala de la audiencia, donde recibió las felicitaciones de la nobleza española y de los embajadores extranjeros, mostrando condolerse de la adversidad del ilustre prisionero, prohibió que se hiciesen regocijos públicos, que dijo reservaba para el primer triunfo que alcanzara contra los infieles, y contestó á la madre de Francisco I la carta siguiente:

«Madama: He recibido la carta que me habeis escrito con el comendador Peñalosa, y de él tambien supe lo que vos ovo dicho acerca de la pri

(1) Pourquoy s'il vous plaist avoir cette honneste pitié de moyenner la seureté que merite la prison d'un roy de France, lequel on veut rendre amy et non desesperé, pouvez estre seur de faire un acquett au lieu d'un prisonnier inutile, de rendre un roy á jamais vostre esclave.

» Doncques, pour ne vous ennuyer plus longuement de ma fascheuse lettre, fera fin, avec humbles reccommandations á vostre bonne grace, celuy qui n'a aise que d'attendre qu'il vous plaise nommer, au lieu de prisonnier,

»Vostre bon frere et ainy,

FRANÇOIS.

Documentos relativos á la cautividad de Francisco I publicados de orden del rey Luis Felipe de Francia en 1847, pág. 130.

Cousta también que el rey Francisco tuvo necesidad de recibir un socorro de dinero del alcaide de la fortaleza, y que el virrey de Nápoles le prestó una suma, hasta que la reina su madre pudiera librarle algunos fondos.

sion del rey vuestro hijo. Yo doy muchas gracias á Nuestro Señor por todo lo que á él le ha placido permitir, porque espero en su divina providencia que esto será camino para que en toda la cristiandad pongamos paz, y contra los infieles volvamos la guerra. Sed cierta, madama, que tal jornada como esta, no solo no seré en estorbarla, mas aun tomaré el trabajo de encaminarla, y allí emplearé mi hacienda y aventuraré mi persona. Sed tambien cierta, madama, que si paz universal vuestro hijo y yo hacemos, y tomamos las armas contra los enemigos, todas las cosas pasadas pondré en olvido, como si nunca enemistad entre nosotros hubiese pasado. Yo envio á Mr. Adrian á visitar á vuestro hijo sobre el infortunio que le ha sucedido, del cual si nos place por el bien universal que de su prisión esperamos, por otra parte nos ha pesado por el antiguo deudo que con él tenemos. Tambien lleva Mr. Adrian una instruccion asaz bien moderada, y no menos justificada, para que os la muestre á vos y al rey vuestro hijo. Y si deseais quitaros de trabajo, y sacar á él de cautiverio, ese es el verdadero camino. Debeis, pues, con brevedad platicar sobre esta nuestra instruccion, y tomar luego resolucion de lo que entendeis hacer, y respondernos, porque conforme á vuestra respuesta alargaremos su prision ó abreviaremos su libertad. Entretanto que esto se platica, he dado cargo al duque de Borbon, mi cuñado, y á mi virrey de Nápoles, para que al rey vuestro hijo se le haga buen tratamiento, y que continuamente os hagan saber de su salud y persona, como vos lo deseais y por vuestra carta lo pedís. Mucha esperanza tengo de que vos, madama, trabajareis de llegar todas estas cosas á buen fin, lo cual si así hiciéredes, me echareis en mucho cargo, y á vuestro hijo hareis gran provecho.>>

Mas de los términos de aquella instrucción y de las largas consecuencias de la derrota y prisión de Francisco I en Pavía iremos dando cuenta en otros capítulos.

CAPÍTULO XI

PRISIÓN DE FRANCISCO I EN MADRID

De 1525 á 1526

Conducta de Carlos V después de la batalla de Pavía.- Estado del ejército imperial en Italia.-Recelos del papa y de los venecianos.-Firmeza de la reina regente de Francia: medidas para salvar el reino.-Sus tratos con Inglaterra, Venecia y la Santa Sede.-Condiciones que Carlos V exigía á Francisco I como precio de su libertad. Contestación de éste: mensajes.-Es traído á Madrid.- Desatenciones del emperador con el regio cautivo.-Peligrosa enfermedad de Francisco en la prisión.-Visítale Carlos.-Nuevo desvío.- Proyecto de fuga.- Abdicación de Francisco. Temores del emperador.-Célebre concordia de Madrid entre Carlos V y Francisco I para la libertad de éste.-Capítulos del tratado. ---Protesta secreta de Francisco. Pláticas amistosas entre los dos soberanos.-Sale el rey Francisco para Francia.-Casamiento del emperador.-Ceremonial que se observó en el rescate de Francisco I.-Dramática escena en el Bidasoa.-Entra en su reino, y vienen sus hijos en rehenes á España.-No cumple el rey de Francia lo pactado.-Anuncios de graves complicaciones

Si siempre es difícil obrar del modo más discreto, más conveniente y atinado después de una gran victoria ó de un gran golpe de fortuna, lo era mucho más para el emperador Carlos V después del glorioso y memorable triunfo de sus armas en Pavía. Un príncipe joven, de imaginación ardiente, ávido de gloria y no desnudo de ambición, que se veía el soberano más poderoso del mundo, halagado por la suerte, con una perspectiva risueña y brillante ante sus ojos, con sus banderas victoriosas en Italia, aprisionado el monarca que se había presentado como su rival más temible, y teniendo por aliados, más ó menos sinceros, á casi todos los príncipes y Estados de Europa, bien necesitaba de prudencia para no faltar á la moderación y templanza que al recibir la fausta nueva había por lo menos aparentado, para no dejarse fascinar con tanto brillo, para no malograr el fruto de tan próspero suceso, para utilizar el ascendiente que en el mundo le daba, y al propio tiempo para no abusar de la fortuna, para no hacerse sospechoso y no excitar los celos y la envidia de otros príncipes, y no convertir en adversarios á los que, ó con sinceridad, ó por necesidad, ó por política se le habían mostrado amigos.

Dos preguntas suponemos que haría en aquella ocasión todo el mundo. ¿En qué empleará el emperador sus tropas imperiales victoriosas en Pavía? ¿Qué hará del rey prisionero?-Una y otra eran difíciles de resolver, y uno y otro exigía gran pulso de parte del soberano vencedor.

En verdad el suceso de Pavía parecía poner á la Europa entera en riesgo de ser presa del afortunado príncipe cuyo poder ninguno otro era capaz por sí solo de contrarrestar. Los Estados de Italia de tal modo se sobresaltaron é intimidaron, que el mismo pontífice Clemente VII, á pesar de su anterior conducta, amenazado por el virrey Lannoy, se allanó á pagarle ciento veinte mil ducados por ciertas ventajas que en recompensa

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