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los V preparándose para nuevas y más ruidosas expediciones que las que acababa de ejecutar. Tal fué en efecto la que emprendió luego contra el famoso pirata argelino Barbarroja, que traía alarmadas y poseídas de espanto las naciones de la cristiandad. Daremos algunas noticias de los hechos que habían dado ya celebridad á este terrible corsario, y de los antecedentes que motivaron la empresa del monarca español.

Dos hermanos, Horuc y Haradín, hijos de un alfarero de la isla de Lesbos, llevados de su genio inquieto y de su afición á la vida aventurera, abandonaron el humilde y pacífico oficio de su padre, y lanzándose atrevidamente al mar, se dieron á ejercer la piratería (1515). Su actividad y su arrojo les hicieron primeramente dueños de un bergantín que lograron apresar, y á fuerza de valor y de destreza, ayudados también de una buena suerte, fueron haciendo tantas presas que llegaron á reunir una flota de doce galeras y varios buques menores. A poco tiempo era ya su nombre el terror de los navegantes, é infundía espanto desde el estrecho de los Dardanelos hasta el de Gibraltar. Acometían con frecuencia las costas de Italia y de España, y el fruto de sus rapiñas iban á venderlo á bajos precios á los puertos de Berbería, donde eran por lo mismo bien recibidos. Al paso que crecía su poder, crecía también su ambición, y no careciendo de talento, elevaban ya sus pensamientos á más altas aspiraciones que la de ser simples piratas. La ocasión no tardó en venírseles á la mano. El rey de Argel reclamó su ayuda para apoderarse de un fuerte que los gobernadores españoles de Orán habían construído cerca de su capital. Los dos hermanos corsarios, dueños ya de una respetable armada, acudieron en socorro del argelino con cinco mil hombres de desembarco, que fueron recibidos en Argel como libertadores. Aprovecháronse allí del descuido y confianza de los moros, y asesinando secretamente al rey que había invocado su auxilio, Horuc, el mayor de los dos hermanos, se hizo proclamar rey de Argel. Su política como soberano, su respeto á las costumbres del país, su liberalidad con los que se le mostraban adictos, y su rigor con los que se le manifestaban desafectos, le fueron asegurando el trono y haciendo olvidar el criminal origen de su poder.

No satisfecha con esto la ambición de Horuc, acometió á su vecino el rey de Tremecén, le venció en batalla, y agregó á su reino aquellos dominios. Y como continuase al mismo tiempo sus depredaciones por el litoral de Italia y de España, envió Carlos V tropas al marqués de Gomares, gobernador de Orán, para que en unión del destronado rey de Tremecén hiciese la guerra al terrible Horuc. Condújose en ella el caudillo español con tal energía, que después de haber derrotado en varios encuentros las tropas del usurpador, le obligó á encerrarse en Tremecén, y al querer

de Xerez, Conquista del Perú y de la provincia de Cuzco.-Agustín de Zárate, Historia del descubrimiento y conquista del Perú. — Quintana, Vidas de Españoles célebres, Francisco Pizarro.

En la Colección de documentos inéditos, tomos I, II y IV, artículos Carlos I, Hernán Cortés, Benito Martínez, Montejo, Pámfilo de Narváez, Velázquez (don Diego y don Antonio), y otros varios, se encuentran muy interesantes y curiosos documentos relativos á la conquista de Nueva España y á la vida del famoso conquistador.

éste escaparse de la ciudad fué sorprendido y atacado, y murió peleando con un esfuerzo digno de la alta reputación de que ya por su valor gozaba.

Quedaba su segundo hermano y compañero Chairaḍín ó Haradín, más conocido con el nombre de Barbarroja, por el color de su barba, no menos ambicioso, ni de menos resolución y talento que su hermano. Dedicóse éste al arreglo interior de su reino, sin renunciar por eso á las expediciones marítimas, y á extender sus conquistas por el continente de África. Y á fin de ponerse á cubierto de los ataques de las armas cristianas y de las sublevaciones de los árabes y moros de mal grado á su poder sometidos, puso sus Estados bajo la protección del sultán de Constantinopla Solimán II. Éste á su vez, habiendo sufrido la armada turca algunas derrotas por las naves imperiales que mandaba el ilustre genovés Andrea Doria, creyó que el único que por su valor y pericia en el mar podía contrarrestar la pujanza de aquel famoso marino era Barbarroja, en cuya virtud le ofreció el cargo de almirante de la armada turca. Con esto pasó Barbarroja á Constantinopla, donde, después de haber hecho algunas presas en el camino, entró con cuarenta velas, siendo grandemente recibido por el sultán, y agasajado por el visir y por los bajáes. Tuvo no obstante Barbarroja que luchar con cierta oposición y vencer ciertas intrigas de corte, pero manejándose, no ya con la rudeza de un corsario, sino con la astucia de un cortesano y de un hombre político, consiguió su nombramiento de gran almirante, y que le dieran posesión de las galeras, poniéndole el mismo sultán en la mano el alfanje y el pendón real, en señal del poder absoluto de que le investía en los mares y puertos á que arribase.

Uno de los grandes proyectos de Barbarroja y en que acertó á inducir al sultán, fué apoderarse del reino de Túnez, el más floreciente de la costa de África en aquel tiempo. Contaba para esto con las discordias que destrozaban aquel reino, gobernado por el traidor Muley Hacen, que había subido al trono asesinando á su padre y á sus hermanos, uno de los cuales, llamado Al-Raschid, logró salvarse refugiándose en Argel bajo el amparo de Barbarroja, que le llevó consigo á la capital del imperio otomano. Bajo el pretexto, pues, de colocar en el trono al fugitivo príncipe, proyectó Barbarroja conquistar el reino tunecino y agregarle al imperio de la Sublime Puerta. La idea no podía dejar de ser bien acogida por Solimán, el cual le facilitó gustoso todo lo necesario para la empresa. Al mismo tiempo el pérfido corsario hacía creer al desgraciado Al-Raschid que todo el aparato de guerra y de conquista se dirigía á recobrar para él el reino de que injustamente le había despojado su hermano. Mas cuando llegó el caso de salir la expedición, el engañado príncipe se quedó arrestado de orden del sultán, ó mejor dicho, como sepultado, pues no se supo ya más de él.

Partió, pues, el ya famoso Haradín Barbarroja del puerto de Constantinopla con grande armada, que algunos hacen subir á 250 velas, con buen número de genízaros y soldados turcos, y no pequeña provisión de dinero, todo prestado por el sultán, y después de haber corrido y devastado las costas de Italia, tomó rumbo á Africa y se presentó delante de Túnez, cuando menos se le esperaba. Apoderóse desde luego del fuerte de

la Goleta que domina la bahía. Disgustados los tunecinos del gobierno tiránico de Muley Hacen, y creyendo que iba en la armada el príncipe AlRaschid, levantáronse contra su rey, que tuvo que salir de la ciudad sin poder sacar sus joyas ni dinero, y abrieron las puertas á Barbarroja. Cuando vieron que los soldados turcos no aclamaban sino á Solimán, y que Al-Raschid no parecía, convencidos ya de la traición, tomaron furiosamente las armas contra los invasores que de aquella manera les habían burlado. Por de pronto pusieron en bastante aprieto á Barbarroja y los suyos, pero el antiguo corsario, que tenía ya no menos de hábil guerrero que antes había tenido de terrible pirata, supo manejarse de manera, que envolviendo á los moros y haciendo en ellos gran matanza, les obligó á pedir tregua, les persuadió de que había ido á darles mejor rey que el que tenían, les prometió muchas mercedes, y les hizo reconocer á Solimán por su soberano y á él mismo por su virrey, asegurándoles que, cuando no estuvieran contentos con Solimán, les daría á Al-Raschid (agosto, 1533).

Lo primero de que cuidó el conquistador, fué de fortificar más la Goleta, abriendo á mayor abundamiento una gran zanja entre la fortaleza y la ciudad, por donde entraba el mar haciendo un rodeo de tres ó más leguas, y servía de ancho y cómodo puerto de abrigo para sus naves. Con esto, y con dominar tan vasto país, resolvió marchar sobre Sicilia con la armada turca y con cuantos corsarios pudo juntar, amenazando también á Nápoles, y poniendo en cuidado á todas las potencias, que no podían ver sin susto la aproximación de tan audaz y poderoso enemigo.

En su general temor todos volvían los ojos al emperador y rey de España, como el único capaz de abatir la pujanza de aquel nuevo y formidable perseguidor de la cristiandad. Y en efecto, sobre ser Carlos el más poderoso príncipe, era también el más interesado, puesto que los más expuestos á las depredaciones del rey-pirata eran sus Estados de Cerdeña, de Sicilia, de Calabria, todos los dominios de Italia, de África, y aun de España. Así lo comprendió el emperador, y por lo mismo se preparó á quebrantar, y aun á aniquilar si podía, el creciente poder de Barbarroja. Desde luego envió á su criado el genovés Luis de Presendes á Túnez, para que, fingiéndose un comerciante siciliano que iba á vender sus mercancías, con la facilidad que le daba su conocimiento del idioma y de las costumbres del país, como hombre que había vivido algún tiempo en África, sondeara con sagacidad y cautela la situación del rey y del reino, intrigara y sobornara si podía, é indagara sobre todo cómo y por qué medios podría mejor ser atacado; á cuyo efecto le dió una larga instrucción (14 de noviembre, 1534), prescribiéndole la manera cómo había de manejarse en cada caso (1). Este emisario fué tan desafortunado en su misión, que habiendo sido descubierto y denunciado á Barbarroja por un morisco español, fué inmediatamente degollado, arrastrado por las calles y quemado fuera de los muros de Túnez.

Despachó luego el emperador á Italia (6 de diciembre, 1534) á su gentil

(1) Sandoval inserta esta instrucción en el libro XXI de la Historia del emperador Carlos V.

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