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papa no pudo menos de interrumpirle, y de exhortarle, dándole paz en el rostro, con mansas y dulces palabras, á que templase el enojo que le arrebataba, y á que no pusiera en tan peligroso trance su persona que tanto importaba en el mundo. Quisieron hablar los embajadores de Francia, y el pontífice no se lo permitió. Dióse la sesión por terminada; un embajador francés rogó al emperador le diese su discurso escrito; hízolo el César, aunque suavizando algunas frases, y esta inusitada y solemne declaración de guerra le fué llevada inmediatamente á Francisco I, que tenía á la sazón cerca de treinta mil soldados en el ducado de Saboya, haciendo todo el daño que podían.

Ya no había medio posible de evitar otra guerra entre los dos antiguos rivales. y el papa mismo que hubiera querido impedirla, tuvo que presenciar los armamentos del ejército imperial. Partió, pues, Carlos de Roma, dirigiéndose sucesivamente á Siena, Florencia. Asti y Fossano: esta última plaza la tenía sitiada Antonio de Leiva con quince mil infantes alemanes, españoles é italianos. El ejército que el emperador llegó á reunir era de setenta mil hombres con cien piezas de artillería: sus principales caudillos, el marqués del Vasto, el duque de Alba, el conde de Benavente, el marqués de Aguilar, el príncipe de Visiñano, don Fernando Gonzaga, Ascanio Colona y el príncipe de Salerno; pudiendo decirse el general en jefe Antonio de Leiva, puesto que su parecer y consejo era el que seguía el emperador comunmente (1). El plan de Carlos era penetrar en el Medio

(1) Sumario de la relación de gente de guerra de pie y de caballo que había en el ejército de S. M., segund las muestras tomadas en principio de julio de 1536:

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Los que quedan en Milán y Vercelli en guarda de los castillos de Cremona,

Lodi, Pavía, Alejandría..

2,100

La que debe quedar en Turín. .

6,200

15,200

Sumario que se pone al fin de la relación, cuyas partidas por mayor son las que anteceden:

Gente de armas (lanças)..

Caballos ligeros de todas naciones..

580 4,390

día de Francia, con el grueso del ejército, mientras dos cuerpos de tropas levantadas por sus dos hermanos, Fernando, rey de romanos, y María, gobernadora de Flandes, invadían también la Francia, por la Champaña el uno y por la Picardía el otro. En vano sus generales le suplicaron que se mirase bien en llevar adelante tal empresa, y en vano el marqués del Vasto con más empeño que todos le rogó hasta de rodillas que renunciase á un pensamiento que veía erizado de inconvenientes y peligros, recordándole el mal éxito que en la misma empresa y en ocasión más favorable habían tenido el duque de Borbón y el marqués de Pescara, y haciéndole presente que de todos modos sería necesario dejar antes sujeto el Piamonte. Cegó á Carlos esta vez el humo de tanto incienso como en Italia había recibido, traíanle un tanto desvanecido sus victorias de África, perturbábale su irritación contra el francés, y hubiérale acabado de decidir, si necesario fuese, el consejo de Antonio de Leiva, que hablando de Francisco y de los franceses solía decir: «á los animales bravos se los ha de buscar en sus mismas cuevas (1).»

Infantes españoles..

(Créese que llegarán á 10,000).

Infantes alemanes..

Infantes italianos..

Caballos de artillería..

Más la gente de corte de caballo y de pie.

Acuerdo consultado con S. M., en Saviñán, lunes 10 de julio de 1536:

9,850

24,600

25.850

2,000

Hánse de hacer por el camino donde ha de ir S. M. desde Cuni á Niça seis jornadas, y dos de aquí á Cuni, que son ocho jornadas.

La gente de armas y caballos han de hacer diez jornadas desde esta villa de Saviñán hasta Niça.

Archivo de Simancas, Estado, leg. núm. 34.

(1) Esto es lo que generalmente dicen los historiadores. Pero no dejaba de haber razones muy fuertes en favor de la entrada en Francia, según un documento contemporáneo, escrito, se conoce, por persona entendida y de la confianza del emperador (tal vez por el mismo Antonio de Leiva), que nosotros hemos hallado entre los papeles de Estado de Simancas (leg. núm. 34), en el cual se pesan los inconvenientes de entrar y los de no entrar en Francia, inclinándose en favor de la invasión; y dice así:

En Saviñán á 13 de julio (1536).

Las dificultades que ocurre que ay en la passada de S. M. en Francia

«El primer inconveniente es la falta del dinero, porque aunque se busque y halle para cumplir lo que será menester para este mes de julio, pasado el mes, si no se halla algund expediente para anticipar los dineros que se esperan, á lo menos para media paga del mes de agosto, para poder entrar en Francia, seria cosa de mucho peligro y inconveniente; y si para entonces no llegan los dineros de Spaña, lo que se cree que no llegará, parece que buscarlos acá, segund está la tierra y el tiempo, será muy difi cultoso, aunque se harán todas las diligencias que sean posibles, así en Génova y Milan, como enviando á Nápoles y Roma.

>> Lo 2.° es lo de las vituallas, porque aunque se ha proveido lo que es menester para ir hasta Niça, seria menester saber lo que hay adelante, y para esto parece que se debe enviar persona expresa con gran diligencia, que vaya y vuelva para tomar

Un acontecimiento impensado facilitó al emperador la entrada en Francia. El marqués de Saluzzo, á quien Francisco había confiado un cuerpo de ejército para la defensa del Piamonte, ó por reyertas que tuvo con el almirante de Francia, ó porque dando fe á pronósticos de astrología judiciaria á que era muy dado, creyese que el poder de la nación

á S. M. antes que parta de aquí ó en la primera jornada, con la certinidad de lo que en esto hay, y que la informacion sea así de lo que hay en Niça, como de lo que de Génova se ha enviado allí, y de lo que el rey de Francia ha proveido en quemar y gastar las vituallas de allí adelante, y hasta saber la certinidad de lo uno y de lo otro, paresce que se debe caminar mas despacio que estaba acordado.

>>El tercio es que el tiempo está muy adelante, que no quedan sino dos meses para guerrear, y se va á parte y Reyno muy apercibido y proveido y fortificado por la parte de la mar y de la tierra.

» El 4.o es lo que se dice que tienen concertado en siendo Su Majestad pasado los montes, juntar la gente que tienen acordada en Italia y enviar mas de Francia, y hacer un cuerpo de toda y de la que queda en Turin, y mover todas las cosas de Italia y apoderarse de todo lo que pudieren, para lo cual hacen fundamento que el papa y venecianos tienen celos de la pasada de Su Majestad en Francia, y de su grandeza, y no estarán firmes en la devocion de S. M. y se mostrarán por ellos y se alterarán todas las cosas de Italia de manera que se pongan en condicion y aventura.

>> El 5.o qué se ha de hacer del ejército pasado agosto y setiembre, porque se tiene por dificultoso podello deshacer estando dentro en Francia no lo podiendo sostener adelante.

»Los inconvenientes que ay en dexar de passar S. M.

>>Lo primero, que por lo que hasta agora está hecho y la publicacion que se ha hecho desta entrada, habiendo venido S. M. para ello de tan lejos, dejarse de hacer seria perder mucha reputacion y crédito, que es en lo que mas se debe mirar, y aun no podria dejar de ser deshonra.

>>El mismo inconveniente que hay en la falta del dinero para pasar en Francia, hay dejando de pasar.

>> Lo otro, que el rey de Francia, dejando de pasar, y hallándose, como está, armado, podria dar sobre Spaña, para donde ya tiene encaminada mucha parte de su gente.

>> Lo otro, que Musr. de Nasao quedaria en evidente peligro de perder el ejército, y quedarian las tierras de Flandes en mucha aventura, y seria faltar á lo que S. M. les ha prometido, que entrarian por acá, y retirádose el armada, dejarian de pagar el servicio que han otorgado, y se amotinarian los vasallos y podria rescibir mucho daño Gueldres.

>> Lo otro, que el duque de Saboya quedaria perdido, y de su estado á lo menos lo que tiene de los montes allá, y asimismo lo de Salucio.

» Lo otro, que el rey de Francia, no pasando S. M., quedaria tan soberbio, que no vernia á paz sino con grand ventaja suya, y tractaria de tractar al Turco el año que viene y no se haria el concilio.

Lo otro, que no se halla lugar para la persona de S. M. ni adonde debria ir.

>>Que con esta pérdida de reputacion, se cree que el papa ni los otros potentados de Italia no vernán en mas liga con S. M. que la que tienen hecha, antes se cree que con este favor el rey de Francia terná mas parte de la que tenia.

>>Que el rey de Inglaterra, con quien se tiene esperança de tractar conveniblemente, y aunque se declarara á ayudar contra el rey de Francia en esta empresa, se meterá en mas estrecha amistad con el rey de Francia, ya nunca tornará á la obediencia de la

TOMO VIII

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francesa estaba tocando á su término, y que Carlos se iba á alzar con la soberanía general de Europa, abandonó su puesto y se pasó al campo imperial, dejando comprometida y casi abierta la frontera. Defección que nos hace recordar la del duque de Borbón y la de Andrés Doria, y la mala suerte, y tal vez también el mal manejo que Francisco tenía con sus generales. La fortuna de éste fué que Mompezat, que defendía la plaza de Fossano, aunque al fin tuvo que rendirla á Antonio de Leiva, embarazo no obstante á fuerza de valor y de destreza al ejército imperial cerca de un mes, dando lugar á Francisco á combinar un plan de defensa para resistir dentro de su reino á tan poderoso enemigo. Este plan, al parecer opuesto al genio vivo y agresivo de la nación francesa, y cuya ejecución se encomendó á Montmorency, á quien se supone también su autor, consistía en estar á la defensiva, no comprometerse ni aceptar batalla sin la seguridad del buen éxito, no guarnecer sino las plazas más fuertes, concentrarse en ellas, destruir las otras, y talar y dejar sin mantenimiento los países y comarcas limítrofes, obligando á los habitantes de las poblaciones indefensas á abandonar sus casas y trasladarse á las montañas ó al interior del reino. Las plazas que se determinó defender fueron Aviñón, Marsella y Arlés, y la devastación se extendía desde los Alpes hasta Marsella, y desde el litoral del Mediterráneo hasta los confines del Delfinado. Pocas veces se ha visto á una nación civilizada recurrir á un medio tan heroico y extremo para defenderse de una invasión extranjera.

Sordo, pues, el emperador á las reflexiones de sus generales, se lanzó con la vanguardia de su ejército á las fronteras de la Provenza sin dejar asegurado el Piamonte (agosto, 1536), y embriagado con la idea de un triunfo que se le representaba seguro, mientras se le incorporaban las tropas procedió á distribuir entre sus oficiales las conquistas que se imaginaba. Mas no tardó su confianza en bajar de punto al encontrarse en medio de un país desierto y devastado, y ya comprendió que quien había

Iglesia romana y meterá en notorio inconveniente las tierras de Flandes, Lubech y Dunquerque, y otras de aquellas partes.

>>Que con esta derreputacion, no solamente S. M. perderá el crédito con los soldados alemanes que han tenido esperança desta pasada en Francia, mas aun con los electores, príncipes y estados del imperio, y tomarán para esto mas atrevimiento los desviados de la fee para juntarse y colligarse estrechamente con los reyes de Francia y Inglaterra, en perjuicio de S. M., del rey de romanos, y de sus dignidades, y para continuar con sus errores y atraer por desesperacion los demás de Alemaña.

>> Demás desto, el vayvoda, que es en puncto de concertarse con el rey de romanos, y que segund se escribe de allá no espera otro sino ver que S. M. entre en Francia, dexará de concertarse y ocupará todo el reyno de Hungría irremediablemente.

>> Y no solamente esta derreputacion dañará á S. M. y á la Cristiandad, mas aun el turco tomará osadía, aunque el rey de Francia no le ayudase y sollecitase, de emprender contra S. M. y la Cristiandad.

>> Por los cuales inconvenientes entre otros, puede parescer que menos mal es pasar en Francia, aunque no se hiciese otro efecto, y que allí se harán otras excusaciones mas convenientes que dejando de pasar.»>

Al final tiene la nota siguiente:

«Trasladadme esto esta noche de letra que parezca á la mia, haciéndola algo pequeña, y nadie la vea.»

dejado yermas provincias enteras en su propio reino, mostraba bien su resolución de defenderle hasta la última extremidad. Esperaba no obstante Carlos recibir algunas subsistencias por mar; pero aunque Andrés Doria había entretanto tomado á Tolón, hallábase su flota detenida por contrarios vientos. No sabiendo ya qué hacer de sus tropas, tentó dar un golpe decisivo sobre Aviñón, mas hubo de desistir en vista de haberle representado impracticable la empresa los oficiales que envió á reconocer el terreno. Entonces el emperador avanzó sobre Marsella, mientras el marqués del Vasto lo verificaba sobre Arlés, esperando que los franceses dejarían su fuerte posición para acudir al socorro de las dos plazas. En todo se engañó esta vez Carlos; Montmorency permaneció como inmutable; las guarniciones de Arlés y Marsella los rechazaron vigorosamente, y después de haber intentado un segundo esfuerzo contra Aviñón, tan infructuoso como el primero, se vió obligado á retirarse de Francia sin gloria, y sin otro fruto de tan inmensos preparativos que haber malgastado dos meses y muchos recursos en una empresa temeraria, y haber perdido la mitad de sus soldados, víctimas del calor, del hambre y de las enfermedades (1).

En esta malhadada expedición murió el que más parte en ella había tenido, el famoso general Antonio de Leiva, príncipe de Ascoli, el héroe de Pavía, gobernador de Milán después de la muerte del duque Francisco Sforza, y cuyas hazañas le hicieron digno de ser colocado entre los más insignes capitanes de su siglo (2). Esta muerte, que sintió amargamente el emperador, fué una de las causas que le decidieron más á acelerar su retirada (octubre, 1536). También pereció en esta desastrosa campaña el esclarecido poeta Garcilaso de la Vega en el acto de asaltar la torre de Muey á la salida de Provenza, bien que los imperiales se vengaron cumplidamente de sus matadores, no dejando uno sólo con vida (3).

También el monarca y el pueblo francés tuvieron que lamentar durante esta campaña la pérdida del delfín, príncipe muy querido por sus prendas, que murió, como Felipe I de España, de haber bebido inmoderadamente agua después de un ejercicio muy violento. La maledicencia supuso haber sido envenenado, y de esta suposición fué víctima el noble italiano conde de Montecuculli, sumiller de la casa del delfín, á quien inhumanamente dieron tormento y despedazaron. Con malicia harto refinada se hicieron también recaer sospechas sobre los generales del emperador. Mas sobre no haberse podido aducir prueba de ninguna especie, ni el emperador ni sus generales habían usado jamás de tan abominables artificios, ni tenían el menor interés en la muerte del delfín, puesto que

(1) Du Bellay, Mémoir., pág. 316.-Sandoval, Hist., lib. XXIII.

(2) Leiva murió de enfermedad, no en acción de guerra. Hacía largo tiempo que la gota le inutilizaba con frecuencia piernas y brazos, y muchas veces se había hecho conducir á las batallas en andas ó en silla de manos. Fué uno de los hombres más ricos de su época, y dejó á su hija cerca de 200,000 ducados, «que fué, dice Sandoval, el primer gran dote sin mayorazgo de aquellos tiempos en España.>>

(3) El poeta toledano recibió una pedrada en la cabeza, de la cual no murió en el acto, sino en Niza donde le llevaron á curar.

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