nalmente el rey, el duque de Orleáns, ya delfín por la muerte de su hermano, y el mariscal de Montmorency, nombrado condestable por sus servicios en la anterior campaña. Ya aquella guerra llevaba destruídas algunas provincias de ambos Estados, cuando por fortuna interpusieron sus buenos oficios en favor de la paz dos reinas hermanas, la de Francia y la de Hungría, hermanas ambas del emperador, y consiguieron que por lo menos se firmara una tregua de diez meses (31 de julio, 1537), si bien limitada sólo á los Países Bajos. Porque al mismo tiempo seguía ardiendo otra guerra en el Piamonte entre los ejércitos de Carlos y de Francisco; que en todos los campos medían sus fuerzas, agotándose éstas primero que sus rencores. También aquí intervinieron las dos reinas, no queriendo dejar incompleta su obra; é instando la una á su hermano Carlos, la otra á su esposo Francisco, y ambas á los dos soberanos, ayudadas también del romano pontífice, siempre neutral, y siempre deseoso de templar las iras de los dos rivales, redujéronlos al fin á concertar una tregua de tres meses en el Piamonte (1538), quedándose cada uno de los dos monarcas con las plazas y territorios que á la sazón poseía, hasta que sus respectivos plenipotenciarios arreglasen un convenio definitivo, para el cual por cierto se suscitaron cuestiones que los obligaron á prolongar la tregua hasta el año siguiente (1). Y no eran sólo las guerras de Flandes y del Piamonte las que en este tiempo traían enredados á los poderosos y rivales monarcas. Con sentimiento y extrañeza, y aun con escándalo de la cristiandad, el rey cristianísimo había provocado y ayudado al sultán de Turquía á combatir al rey católico. Ya hemos indicado las inteligencias no muy secretas en que Francisco I de Francia andaba hacía tiempo con Solimán de Turquía. Pues bien; cuando Barbarroja se vió vencido y arrojado de Túnez por el emperador y ahuyentado de Bona por la armada de Andrés Doria, el infatigable corsario armó todavía en Argel una flota de treinta y cinco galeras y algunas fustas, enarboló en ellas banderas cristianas, y tomando rumbo á las islas Baleares, arribó al puerto de Mahón, cuyos habitantes. creyendo que eran las naves españolas que volvían victoriosas de Túnez, (1) Fueron los comisionados para tratar de este concierto, por parte del emperador el señor de Granvela y el secretario Francisco de los Cobos, comendador mayor, y por parte del rey de Francia el cardenal de Lorena y el condestable Montmorency. Hizo el marqués del Vasto en esta ocasión una acción muy propia de su noble y elevado carácter, y el rey Francisco le correspondió con otra muy propia de su genio galante y caballeresco. Luego que se acordó el armisticio, el marqués quiso hacer una visita al rey de Francia, que se hallaba alojado cerca de Carmagnola, y al mismo tiempo mostrarle cuán lucida gente servía bajo sus órdenes al emperador. Dirigióse, pues, á la tienda del rey Francisco, acompañado de un brillante cortejo de caballeros españoles, todos vestidos de gran gala y con muchas cadenas y collares de oro. El rey-caballero, al acercarse el marqués, mandó hacer una salva á toda su artillería, colocó al caudillo imperial entre él y el delfín su hijo; los capitanes españoles fueron igualmente honrados por los franceses; el rey y el marqués departieron largamente sobre la tregua y sobre los límites que se habían de señalar en el Piamonte, y despidiéndose afectuosamente, el del Vasto se volvió á Milán, y el rey Francisco regresó á Francia por los Alpes. - Sandoval, lib. XXIII, núm. 27. las saludaron con salvas de artillería, echaron al vuelo las campanas en señal de regocijo y se disponían á abrazar alegremente á sus hermanos. Todo aquel entusiasmo se trocó súbitamente en espanto y tristeza, cuando una casualidad les hizo saber que quien tenían delante era el terrible Barbarroja con dos mil quinientos turcos. Corta y escasa la población para resistir á los ataques que muy pronto le comenzó á dar el famoso pirata, y aportillada ya la cerca por su artillería, los desgraciados mahoneses tuvieron que darse á partido: entró Barbarroja en la ciudad, saqueóla á su sabor, no dejando ni aun cerrojos en las puertas, hizo más de ochocientos cautivos, y con esta presa se reembarcó para Contantinopla á presentársela al sultán, y á mostrarle que si había sido desgraciado en Túnez, aun no le faltaba arrojo para acometer empresas (fines de 1536). Acogióle con mucha alegría el turco, y aceptó con tanto más placer los servicios que volvió á ofrecerle Barbarroja, cuanto que en aquella ocasión andaban instando á Solimán á que declarara la guerra al emperador y rey de España. Los que tales instancias le hacían eran un desterrado de Nápoles llamado Troylo Pignatelli, y muy especialmente un enviado del rey de Francia nombrado Laforet, el cual hacía tiempo que le aconsejaba de parte de su amo que abandonara la guerra de Persia, pues le sería más ventajoso hacerla al emperador en Italia por mar, mientras el rey Francisco la hacía por tierra en Flandes y Lombardía, siendo imposible que de este modo pudiera el emperador resistirles. ¡A tal punto llevaba el francés su despecho, y á tal extremo le arrastraba su encono y su afán de destruir á Carlos! A la provocación del embajador francés se agregaron las excitaciones de Barbarroja en el propio sentido, y todas juntas decidieron á Solimán á enviar todas sus naves y todos sus guerreros contra el emperador. En su consecuencia una inmensa armada turca, de cerca de cuatrocientas velas, con doscientos mil hombres y muchos centenares de cañones de todos calibres, se encaminó, parte amagando primeramente á Hungría, parte derechamente á las costas de Italia con Barbarroja y Pignatelli (1537). Felizmente para Italia y para la cristiandad entera, el éxito de tan formidable aparato bélico estuvo lejos de corresponder á las esperanzas que habían hecho concebir al gran turco sus instigadores. Porque ni el rey Francisco pudo ejecutar por su parte lo que había prometido en el Piamonte y el Milanesado, ni los de la Pulla y Calabria se movieron en contra del emperador á la aproximación de los turcos, según al sultán se lo había asegurado. Y por otra parte, el virrey de Nápoles proveyó bien los castillos de aquel reino, el pontífice mismo levantó un ejército y una flota en defensa de sus dominios y de la causa cristiana, y el ilustre marino genovés Andrés Doria acudió presuroso con sus galeras, y ayudado de las naves pontificias y venecianas, con su acostumbrada inteligencia y arrojo combatió y destruyó unas galeras turcas, é intimidó y ahuyentó otra vez al mismo Barbarroja; de modo que tanto el terrible corsario como el poderoso sultán creyeron más conveniente emplear la armada turca contra Venecia, que seguir luchando contra el emperador. Así fué como la desgraciada Italia se preservó, después de tantas calamidades como ya había sufrido, de ser presa del furor mahometano; y de haberlo sido Italia, no sabemos en qué trance hubiera puesto á todas las naciones cristianas la ambición, el encono y la ceguedad indisculpable del monarca francés. Como en este tiempo anduvieran las dos reinas de Francia y de Hungría negociando la tregua de que hemos hecho mérito, moviéronse los dos reyes á aceptarla; Carlos, porque no quería exponer sus Estados de Italia á nuevos riesgos si el turco y el francés continuaban confederados, ya que una vez los había salvado un concurso de felices casualidades; y Francisco, porque temía disgustar á sus mismos vasallos, si se obstinaba en seguir aliado de los infieles, y aumentando su poder contra los deberes, y contra el decoro y dignidad de un rey cristianísimo. El pontífice mostró el mayor interés é hizo los mayores esfuerzos por reconciliar á los dos competidores, ya por la conveniencia de que entrara el monarca francés en la confederación que tenía ya hecha con el emperador y Venecia á intento de quebrantar el poder formidable del turco, ya para ver de atajar los progresos de la reforma luterana que iba contaminando casi todas las naciones. Mezclábase también algo de interés mundano, que era el engrandecimiento de su casa por medio de los ventajosos enlaces que de aquella paz se prometía para sus dos nietos Octavio y Victoria Farnesio. Quiso además el papa que se viesen ambos soberanos en Niza, ciudad del duque de Saboya, donde él se les reuniría también para tratar definitivamente de paz. Acudieron todos tres al punto de reunión, mas nunca se vieron los tres juntos. Aposentados, el pontífice en Niza, el emperador en Villafranca, y el rey de Francia en Villanova, Carlos y Francisco iban alternativamente á visitar al papa y á conferenciar con él, mas cuidando de no encontrarse, por consideraciones, respetos y etiquetas que se quisieron guardar. Logró, no obstante, el pontífice, hacerlos convenir en una tregua de diez años, la cual firmaron (18 de junio, 1538), por parte del emperador el marqués de Aguilar, el secretario don Francisco de los Cobos y el señor de Granvela, y por la del rey de Francia el cardenal de Lorena y el condestable Montmorency. En celebridad de estas paces se hicieron grandes regocijos, fiestas y procesiones solemnes en los dos reinos de Francia y España (1). Pasados algunos días, al regresar ya á España el emperador recibió una invitación de Francisco, en que le rogaba se viese con él en el puerto de Aguas-Muertas, donde holgaría mucho de recibirle. Accedió Carlos á ello y se dirigió al punto indicado. Tan pronto como Francisco divisó la galera imperial despachó al condestable á decir al emperador que pronto tendría el placer de visitarle en su misma nave. Y en efecto, aunque Carlos le envió sus ministros suplicándole se ahorrase aquella molestia, éstos encontraron ya al monarca francés que acompañado de algunos personajes iba en una barca, y sin querer detenerse arribó á la galera, á la cual le ayudó á subir el emperador con su mano (15 de julio, 1538). Abrazáronse al parecer con la mayor cordialidad al cabo de veinte años de sangrientas y casi continuas guerras aquellos dos soberanos á quienes poco tiempo hacía se miraba como enemigos implacables. Departieron amisto (1) Dumont, Corp. Diplomat. II. - Rimer. Fæder. - Colección de Tratados, t. II.— Tiepolo, Relazione dell' Aboccamento di Niza. – Sandoval, Historia, lib. XXIV, núm. 2. samente cerca de dos horas, y al despedirse el rey manifestó al emperador la gran satisfacción que tendría si quisiese ir á tierra, y la que recibirían también la reina su hermana y los príncipes y princesas. Carlos, después de haber vacilado un poco, creyó que no debía ceder á su antiguo rival en generosidad y confianza, y determinó ir á la población con algunos de su corte. Las demostraciones de placer y amistad de que allí fué objeto el emperador por parte del rey, de la reina. del delfín, de las princesas y personajes franceses, exceden á todo encarecimiento, y debieron sin duda maravillar á los mismos monarcas que tan sin piedad hasta entonces se habían tratado, y tantas injurias y agravios se habían hecho mutuamente. Pero es lo cierto, por más extraño que parezca que así tan de repente pasaran del extremo de la enemistad y el aborrecimiento al de la más afectuosa amistad y de la más ilimitada y caballerosa confianza, que en los días que duró la entrevista de Aguas-Muertas no hubo de una y otra parte sino muestras del más entrañable y cordial cariño, continuando hasta el momento de despedirse para volver Carlos á su galera y venirse á España (1). (1) Ribier, Lettres et Mémoires d'État. – Relation de l'entrevue de Charles V et de Franzois I.-Sandoval, lib. XXIV, núm. 2. Tenemos á la vista una extensa carta del emperador al marqués de Aguilar (copiada por nosotros del archivo de Simancas, Negociado de Estado, leg. núm. 867), en que le refiere minuciosamente todo lo que pasó en la célebre entrevista de Aguas-Muertas. Daremos á conocer algunos de sus párrafos más curiosos, siquiera por el gusto de oir la narración como de boca del emperador mismo. «Despues que á los cuatro del presente nos embarcamos en Génova como visteis, habemos siempre estado en mar navegando la mayor parte del tiempo con vientos contrarios, y algunas veces tan recios, que era imposible pasar adelante; de manera, que haciendo lo último de diligencia y esfuerzo, llegamos el domingo pasado que se contaron quince de éste al puerto de Aguas-Muertas, por donde habemos hecho nuestro viaje por causa de vernos con el cristianísimo rey de Francia nuestro hermano... >>No fué sin dificultad y peligro nuestra llegada al dicho puerto de Aguas-Muertas, porque como haciendo diligencia por pasar adelante partiésemos de las pomegas de Marsella el sábado á la tarde trece del presente, la noche sobrevino tan oscura y cerrada de nieblas espesas, que la mayor parte de las galeras no se viendo las unas á las otras, se hubieron de dividir, y la galera en que Nos veníamos, por el poco fondo que hay en aquellas marinas, encalló y quedó en tierra, y en el mismo instante la investió por la popa otra que la seguia sin podello excusar: pero en fin, con ayuda de Nuestro Señor, todo sucedió bien, y llegamos al dicho puerto el domingo siguiente despues de medio dia, y luego vino á visitarnos el condestable de Francia, que era venido delante y estaba ya allí dos ó tres dias habia bien acompañado de personas principales, tornándonos á confirmar y haciendo de nuevo los ofrecimientos hechos por los otros ministros del rey con la demostracion y certificacion de buen ánimo y amor de su rey, el cual aun no era llegado al lugar de Aguas-Muertas, porque esperaba nuestra venida en un castillo que estaba cerca con la reina, y el dicho condestable nos dijo que queria y habia de venir á Nos y entrar en nuestra galera confidentemente: y luego enviamos al duque de Alba, comendador mayor de Leon, y señor de Granvela, para visitarle de nuestra parte en la villa, que es lejos del puerto mas de una legua, y habia de venir aquella tarde sabiendo nuestra llegada; pero se adelantó con tal diligencia, que ellos le encontraron ya á la entrada del puerto, que se viene por un rio, el cual venia en seis barcas muy bien aderezadas y acompañado de príncipes y personas de Estado, y habiendo entendido la ida y comision de los dichos nuestros ministros, en breves palabras segund se pudo hacer Tal fué el resultado de la campaña de Francia. De ella salió mucho más ganancioso Francisco que Carlos. Éste, embriagado con sus triunfos en Africa, la acometió con jactancia contra el dictamen de sus generales, y en el escarmiento llevó el premio de la presunción: aquél acreditó segunda vez que si fuera de su reino solía ser vencido, sabía mantener la de una barca á otra, pasó sin detenerse, mostrando grandeza de vernos, y no paró hasta llegar á nuestra galera, en la cual entró, y Nos recibimos y comunicamos con demostracion de muy grande amistad, alegría y contentamiento, como á la verdad lo habia en la una y en la otra parte; y despues de haber estado y hablado juntos cerca de dos horas, que se pasaron en palabras graciosas y certificatorias de la voluntad de cada uno y de ser y quedar verdaderos amigos sin hablar ni tratar de otras particularidades, remitiendo la declaracion de las que fuesen necesarias á nuestros ministros, y que agora aquellas se determinasen ó no, por esto ni por otra cosa no haya mudanza en esta nuestra amistad, y con esto se partió el dicho rey de Francia de Nos, mostrando muy gran deseo y que le seria gran satisfaccion que quisiese ir al lugar, pero con modestia y sin apretarnos, sino con dulces y graciosas palabras, diciendo que la reina mi hermana y las damas me lo rogarian tan eficazmente, que no se sufriria en cortesía ni buena crianza rehusarlo; y aunque por entonces no nos resolvimos en ello, despues habiendo considerado la buena voluntad que el dicho rey habia mostrado, y la confianza que usó con Nos, y el bien que se podria seguir de esta vista y el sentimiento de lo contrario si no correspondíamos á la confianza que hizo el dicho rey; y habiendo respecto á lo que nos envió á pedir y rogar la reina nuestra hermana, nos determinamos en ir al lugar el lunes por la mañana, como lo hicimos, y llegamos cerca de las diez horas, y llegando á la lengua del agua y fin del canal que se extiende hasta la puerta de Aguas-Muertas, hallamos fuera de la dicha puerta al rey, á la reina, al delfin y duque de Orliens, y todos los príncipes, grandes, princesas y damas que siguen la corte del rey, y fuímos recibidos con gran humanidad y con mayor demostracion de amistad que el rey habia hecho el dia antes, y con muy gran alegría y placer de todos los que allí estaban de la una y de la otra parte; y seria cosa muy larga y dificultosa querer declarar particularmente y por menudo el buen tratamiento que nos ha sido hecho, las honestas y cordiales palabras que el dicho rey, la reina nuestra hermana y Nos habemos pasado privada y familiarmente, que sin duda no podrá ser con mayor demostracion de perfecta amistad, entrañable y cordial afeccion y buena voluntad del dicho rey, y singular placer y contentamiento de haber Nos hecho esta confianza de venir á él; y Nos, en todo lo que nos ha sido posible, le habemos correspondido y satisfecho por nuestra parte, y claramente se ha comprendido que sin esta confianza, y vernos y hablarnos como se ha hecho, fuera imposible poder jainás reconciliarnos ni hacer amigos como lo quedamos. >> Lo que mas entre dicho rey y Nos ha pasado en substancia, es persistir y quedar perpetuamente verdaderos y buenos hermanos, aliados y amigos, y no creer, procurar ni hacer ninguna cosa, donde quiera que sea, el uno en perjuicio del otro; procurar la honra y beneficio el uno del otro respetuosamente entre Nos, que los que son amigos y servidores del uno lo sean del otro, y no pueden quedar ni estar de otra manera, y que nos avisaremos confidentemente, llena y abiertamente de todo lo que subcediere, y con comun consejo y con tanta sinceridad entenderemos en el remedio de los negocios públicos de la cristiandad. >> Asimismo se platicó en términos generales de la parte del dicho señor rey de hacer alianza de casamiento entre nosotros, sin venir á ninguna particularidad, y con protestacion que, agora se encaminen y concierten ó no, la dicha nuestra amistad quedará siempre firme y entera, y habemos bien entendido que el dicho rey y sus ministros han dejado de particularizar esto, porque no pueda parescer que estando con ellos lo quisieren tractar á su aventaja, y que solamente lo han querido tocar para mostrar la afec |