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teniendo que ahogar la reaccion realista que surgía en Córdoba, no pudieron tampoco llevar auxilios á los lejanos moradores de las poblaciones de las costas patagónicas; y despues emplearon sus armas y sus tropas en trasmontar los Andes para libertar á Chile!....

No es con fantasías que se altera la verdad, ni es con el lamentable desastre de la expedicion de Ladrillero, que los defensores de las injustificables pretensiones de Chile, han de convencer de sinrazon á los que, fieles á las buenas tradiciones de la Independencia y á la lealtad de los antiguos tiempos, sostienen su derecho fundados en irrecusables documentos históricos, en hechos históricos, en esfuerzos, en considerables sumas gastadas en esos establecimientos, producto de impuestos y de rentas, que no pagaban por cierto los moradores de Chile, á los cuales proponía el Virey del Perú que el de Buenos Aires les auxiliase con el pago del déficit en los gastos que aquellos tuvieran !

Fué el gobierno del Río de la Plata el que tomó posesion real y positiva de las costas marítimas patagónicas hasta el Cabo de Hornos y Tierra del Fuego; fué el Gobernador de Malvinas, sujeto á la jurisdiccion del Virey, quien esploraba aquellos mares lejanos, el Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego; (1) fué ese gobierno el que, por órden del Rey de España, impedía que

(1) Citaré la Real Orden datada en Madrid & 16 de enero de 1766. «El Ministro Universal de Indias al Gobernador de Malvinas. Comunico lo ordenado por S. M. para que proveido de buenos pilotos haga se reconozca el Estrecho de Magallanes con embarcaciones pequeñas; y dé aviso de lo que note y estudie.»

Quiero aún referir otro documento. «Buenos Aires 26 de mayo de 1767, El Gobernador Bacarelli hace presente al Ministro Universal de Indias, haberle manifestado el de Malvinas que para la conservacion y fomento de aquellas islas, descubrimiento del Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, y demás as antos que allí ocurran, es indispensable una embarcación de guerra, y dos de carga, de segura resistencia, proporcionada á facilitar tambien la comunicacion con Montevideo: y que no teniendo allí S. M. ninguna capaz para el intento, quedaba disponiendo la compra de dos para suplir la falta,»

Debo recordar que el gobernador de Malvinas dependia del de Buenos Aires, como consta en los títulos de nombramiento, y el Ministro de India, la comunicó al Virev del Perú por oficio de 2 de octubre de 1766.

naves estrangeras hiciesen la pezca de anfibios en aquellas costas y que se posesionasen de aquellos territorios despoblados; fueron los comisarios intendentes, sugetos al gobierno del Vireinato, los que lo gobernaron, y se gastó en mantener esas poblaciones distantes, en poco tiempo, más de un millon de pesos fuertes! Estos son hechos.

¿Qué hacía Chile? Guardaba las costas de su gobierno, sin pretender mezclarse, ni contradecir, sin reclamar la jurisdiccion que el gobierno del Río de la Plata ejercía en las comarcas de su soberanía y dominio.

No acabaría si hubiese de citar hechos, de reproducir comunicaciones oficiales, y voy á terminar recordando solamente la nota del Presidente de Chile al Virey marqués de Sobremonte, datada en Santiago á 28 de diciembre de 1805 :

«Tomaré las medidas necesarias, le decía, á evitar los golpes. que el enemigo pueda meditar sobre las costas de este Reino si acaso se resuelve à esponer el paso de Cabo de Hornos, el convoy que V. E. me anuncia.» El golpe fu más tarde dirigido á la Capital del Vireinato, y á la conquista de los ingleses, sucedió la gloriosa reconquista!

Paréceme que todo esto, vale algo más que el fantástico letrero imaginariamente escrito por Ladrillero en uno de esos caminos reales de las Naciones, de que habla enfáticamente el señor Amunátegui.

He terminado mi tarea: me he defendido y he analizado este libro, obra de singular paciencia, alegato estensísimo y poco ameno de un pleito no terminado, y primer tomo que solo alcanza hasta la época de Ladrillero en 1588. Si bajo el mismo. plan, y con iguales detalles, continúa el grave y muy pacienzudo estadista chileno, ocupándose de los sucesos hasta 1810, es de

esperarse que algunos volúmenes formarán la biblioteca de este asunto, y que se necesitará tiempo y laboriosidad para escribirlos, y suma paciencia y resignacion para leerlos.

Este libro no es una verdadera historia del descubrimiento y conquista de Chile, es propiamente un estudio muy paciente y apasionado de los contratos y capitulaciones celebradas para discutirlo es una obra de polémica, escrita con el objeto de oscurecer la verdad y defender pretensiones y propósitos preconcebidos, y por tanto, sin la alta y severa imparcialidad del historiador. Trabajo pesadísimo de erudicion, conpilacion de documentos inconducentes, reproduccion de opiniones sobre nimiedades, cita de crónicas, detrás de cuya pila de papeles y librazos, aparece el autor preocupado de pegar las unas en pos de las otras, de formarles un marco para ir encuadrando las lucubraciones agenas. Como alegato jurídico es pesado, lógico, inexacto: como narracion es pálida é incoherente: no está á la altura de la fama del escritor justamente celebrado de Descubrimiento y Conquista del Ostracismo de O'Higgins y los Precursores, libros con que ha enriquecido la literatura de su país: es un alegato desgrenado en desempeño de un mandato del gobierno; es simplemente una tarea de compilador y de abogado repetidor se trasciende al maestro de escuela en el dogmatismo de sus antojadizas afirmaciones, y en la irritabilidad por toda contradiccion.

Se advierte en este libro la preocupacion del autor de presentar su defensa revestida del mayor numero de testimonios, de autotoridades y documentos: la cantidad lo preocupa, no atiende á la calidad; y de aquí la frecuencia de largas digresiones, de citas poco pertinentes al debate, y el empeno de establecer dogmáticamente las más ilógicas y antojadizas deducciones: no es una indagacion desinteresada para buscar la verdad, sino un escrito. cuyo objeto es defender y atacar: defender las pretensiones más insostenibles, y abogando con chicana en favor de la causa cuya defensa le ha sido encargada, usa de todos los recursos, de todos

los ardides, de todas las argucias y sofismas posibles para colocar en la mejor situacion á su poderoso cliente: á la vez niega y desconoce la verdad, la justicia y la equidad de lo espuesto por el contrario, y cuando no puede negar la evidencia, trata de buscar la berruga de Marras en la nariz de su adversario. Se nota la ausencia completa del jurisconsulto, del estadista, del historiador: es un librero de viejo entretenido en sacudir la polilla de sus colecciones antiguas!

Este libro tan estrepitosamente anunciado por la prensa y diplomáticos chilenos, profusamente dado á los hombres políticos argentinos, como la última palabra del maestro, como la solucion de las dificultades, como un fallo irrevocable que el buen sentido debía acatar, es, en mi opinion, la más pesada y fatigosa lectura, y muy inferior á otras producciones de tan distinguido escritor: ni por su fondo, ni por su forma está á la altura de su fama y menos lo está por la falta de verdad y elevacion de miras.

Y no se crea que hay pasion en este juicio, no vaya á suponerse que soy injusto en esta apreciacion imparcial, verdadera y franca; pues, sus mismos admiradores, los mismos chilenos, tan ciegamente apasionados por sus hombres y sus cosas, le hacen eatre enbriagadoras lisonjas amargas críticas.

El señor M. Briand ha dicho hablando del citado libro «La cuestion de limites entre Chile y la República Argentina» (1) ................ <he devorado la última página y confieso que el cansancio ha cedido á cierta especie de asombro, voy al decir de admiracion abismadora en presencia de la labor de relojero aleman, de industriosa hormiga, de rebuscador de prueba de polvo y de fatigas, que ha llevado á buen término en su primera parte el senor don Miguel Luis Amunátegui.....>>

(1) Critica literaria

Miguel Luis Amunategu. por M. Briand.

He aquí gráficamente espresada la impresion que deja tan injusto y tan inútil trabajo! Paciencia de relojero aleman! Surcidor de ropa vieja! Hormiga que aglomera provisiones para el invierno es un trabajo material, tan pesado é indigesto, que deja al lector físicamente cansado, amodorrado, narcotizado: dudo que tenga resolucion de leer los otros volúmenes que se anuncian, y libreme Dios de la tentacion de contestarle! Y el crítico Briand confiesa que «desde el punto de vista literario, está muy por debajo de las demás obras del autor.»

A mi vez, he tenido tambien que reproducir documentos, que seguir el método ageno para analizar, rectificar y comentar juicios y apreciaciones, que son en mi opinion errados: no pretendo dár á este escrito el interés de una narracion histórica, es una defensa espontánea de los derechos de mi país, es una justificacion de mis anteriores opiniones, sin otra pretension, sinó decir la verdad: he esquivado cargarme de documentos, y ojalá no incurra en el defecto que critico. Cuando recibí este libro, declaré con franqueza, que si me convencía de errores é inexactitudes, tendría la hidalguía de confesarlos, porque no aspiro á la infalibilidad. Lo he leído, lo he estudiado; he quedado más firmemente convencido de la temeridad y sinrazon con que se sostienen las pretensiones chilenas: ese libro es la mejor prueba de la sinrazon contraria. No podía guardar silencio por los juicios injustos, por los calificativos severos con que el escritor chileno trata á los escritores argentinos que nos hemos ocupado de estas cuestiones: he sacrificado mis ócios para cumplir este deber; ojalá haya sabido esponer la verdad con sencillez !

Los distinguidos publicistas argentinos señores Frías y Trelles no necesitan de mi defensa, y por ello me he limitado á rectificar, á aclarar, á esplicar, á comprobar mis opiniones: no podía, no debía, no tenía derecho para constituirme en su defensor oficioso, ellos no necesitan de tal defensa, pueden si quieren, ilustrar con

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