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poco a poco metiéndome con calor en ello. Mas á esto no bastára á hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso con su juicio el qual, no solamente en mi opinion, mas en la de todo el mundo, ha sido tenido por regla cierta—no me confirmára en esta mi demanda. Y así alabándome muchas veces este mi propósito, y acabándomele de aprobar con su exemplo, porque quiso él tambien llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis ratos ociosos en esto más fundadamente. Y despues ya que con su persuasion tuve más abierto el juicio, ocurriéronme cada dia razones para hacerme llevar adelante lo comenzado. Vi que este verso que usan los Castellanos, si un poco asentadamente queremos mirar en ello, no hay quien sepa de donde tuvo principio. Y si él fuese tan bueno que se pudiese aprobar de suyo, como los otros que hay buenos, no habria necesidad de escudriñar quiénes fueron los inventores dél; porque él se traería su autoridad consigo, y no sería menester dársela de aquellos que le inventaron. Pero él agora ni trae en sí cosa por donde haya de alcanzar más honra de la que alcanza, que es ser admitido del vulgo, ni nos muestra su principio con la autoridad del qual seamos obligados á hacelle honra. Todo esto se halla muy al revés en estotro verso de nuestro segundo libro. Porque en él vemos, donde quiera que se nos muestra, una disposicion muy capaz para recibir qualquier materia, ó grave, ó sotil, ó dificultosa,

ó fácil; y así mismo para ayuntarse con qualquier estilo de los que hallamos entre los autores antiguos aprobados. Demás desto, d ha dexado con su buena opinion tan gran rastro de sí, por donde quiera que haya pasado, que si queremos tomalle dende aquí, donde se nos ha venido á las manos, y volver con él atrás, por el camino por donde vino, podrémos muy fácilmente llegar hasta muy cerca de donde fué su comienzo. Y así le vemos agora en nuestros dias andar bien tratado en Italia, la qual es una tierra muy floreciente de ingenios, de letras, de juicios y de grandes escritores.

Petrarca fué el primero que en aquella provincia le acabó de poner en su punto : y en este se ha quedado, y quedará, creo yo, para siempre. Dante fué más atrás: el qual usó muy bien dél, pero diferentemente,de Petrarca. En tiempo de Dante y un poco ántes, florecieron los Proenzales, cuyas obras, por culpa de los tiempos, andan en pocas manos. Destos Proenzales salieron muchos autores ecelentes Catalanes. De los quales el más ecelente es Osias March. En loor del qual, si yo agora me metiese un poco, no podria tan presto volver á lo que agora traigo entre las manos. Mas basta para esto el testimonio del Señor Almirante, que despues que vió una vez sus obras, las hizo luego escribir con mucha diligencia, y tiene el libro dellas por tan familiar, como dicen, que tenía Alexandre el de Homero. Mas tornando á nuestro propósito, digo, que aun volviendo más

atrás de los Proenzales, hallarémos todavía el camino hecho deste nuestro verso. Porque los endecasílabos, de los quales tanta fiesta han hecho los Latinos, llevan casi la misma arte, y son los mismos, en quanto la diferencia de las lenguas lo sufre. Y porque acabemos de llegar á la fuente, no han sido dellos tampoco inventores los Latinos, sino que los tomaron de los Griegos, como han tomado muchas otras cosas señaladas en diversas artes. De manera que este género de trovas, y con la autoridad de su valor propio, y con la reputacion de los antiguos y modernos que le han usado, es dino, no solamente de ser recibido de una lengua tan buena como es la Castellana, mas áun de ser en ella preferido á todos los versos vulgares. Y así pienso yo que lleva camino para sello; ƒ porque ya los buenos ingenios de Castilla que van fuera de la vulgar cuenta, le aman y siguen, y se exercitan en él tanto, que si los tiempos con sus desasosiegos no lo estorban, podrá ser que ántes de mucho se duelan los Italianos de ver lo bueno de su poesía transferido en España. Pero esto aún está lexos, y no es bien que nos fundemos en estas esperanzas hasta vellas más cerca. De lo que agora los que escriben se pueden preciar es, que para sus escritos tengan un juicio de tanta autoridad, como el de vuestra Señoría, porque con él queden favorecidos los buenos y desengañados los malos. Pero tiempo es que el segundo libro comience á dar ya razon de sí, y

le

entienda cómo le ha de ir con sus Sonetos y Canciones; y si la cosa no sucediere tan bien como él desea, piense que en todas las artes los primeros hacen harto en empezar, y los otros que despues vienen, quedan obligados á mejorarse.

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