Imágenes de páginas
PDF
EPUB

mica en el Río de la Plata, dos tomos, por encargo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y por Correspondencia de oficiales Reales de Hacienda del Río de la Plata, tomo I, para el Ministerio de Relaciones exteriores.

У

Y seguirán varios tomos más, como Antecedentes del establecimiento de la Iglesia y de las Misiones religiosas en el Río de la Plata Tucumán en el siglo XVI, Correspondencia de los Gobernadores de Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de conquistadores del Tucumán en el siglo XVI, Correspondencia de los Obispos de Tucumán.

Y si á esta acción se agrega la que está desarrollando la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, que ha publicado ya varios tomos de documentos de los archivos argentinos, resulta que Argentina está en vías de llegar á poseer extensas colecciones de elementos históricos.

Son sugeridas, decía, las consideraciones anteriores por esta gran colección que viene á restablecer la verdad histórica de lo acaecido en el descubrimiento, población, civilización y evangelización de los pueblos de América, y viene en buena hora para saciar las ansias de verdad que teníamos con respecto á los sucesos desarrollados en esa empresa magna, que hasta hoy no tiene rival, á mi juicio, en la historia de la humanidad.

Vienen los documentos á combatir el error que ha cundido en la cátedra y en los libros que tratan de América, á desvanecer las ilusiones de esos autores de historia, sin base cierta, que tanto se han prodigado en los hogares y en las Escuelas, hasta llegar á formar criterios absolutamente contrarios á los acontecimientos, unas veces, y á su filosofía genuina, otras.

Á tanto ha llegado el error propagado, que ha dominado la pluma de gente grave, austera, en el uno y en el otro mundo.

Yo he conocido hechos curiosos de comprobación para esta tesis, como el encargo de Pi Margall, quien, después de publicada su obra histórica de América, descubrió que algunos datos, contrarios á España, que le habían suministrado, eran falsos, de cuya falsedad llegó á tener pruebas, y no habiendo remedio, porque la obra estaba

ya distribuída, buscó al profesor de Historia de la Universidad Central de Madrid, D. Juan Ortega Rubio, y le encargó destruir aquella versión que él había publicado, creyendo en la buena fe de la persona que se la comunicó.

Cuesta mucho trabajo y mucho tiempo deshacer estos errores, porque no suelen coincidir en los lectores distintas publicaciones de distintas épocas, y además, el error propagado por un hombre austero, sabio, honrado, cunde, se propaga con cierta autoridad en los libros y en la cátedra.

Don Juan Ortega Rubio era un buen encargado para este objeto, porque además de su cátedra, gran elemento para restablecer la verdad, publica constantemente obras de historia europea y americana, y es muy laborioso, pero asimismo, y siendo, como es, un ilustrado historiador, no llegará, durante su vida á destruir las noticias erróneas que ha propagado la obra de Pi Margall, allí, en los mismos cerebros donde el error ha echado sus raíces.

En cuanto á América, no hay que destruir una, sino cien versiones erróneas, ya sean ellas basadas en una autoridad rodeada de la mayor seriedad y circunspección, como la del P. Bartolomé de las Casas, á quien, respecto á las matanzas de indios, puso coto en nuestros días un profesor universitario de Norte-América, ó ya procedan de gentes que publican libros de historias, y, creyéndose adivinos del pasado, que no conocen, lo inventan, lo suponen ante el acicate de la ilusión de poseer la verdad.

Por esta ó por otras razones existe el hecho de que circulan muchas historias de América llenas de errores, difíciles de corregir, como se debiera, en asunto de la magna importancia para la Humanidad, que tiene su descubrimiento, población y civilización, tanto más, cuando el suceso está relativamente próximo.

Ha llegado un momento propicio para el restablecimiento de la verdad.

Los Gobiernos de los pueblos de América, sucedáneos de los de España, han determinado la publicación, sin comentarios, de los documentos del Archivo de Indias, y esta decisión trascendental está llamada á restablecer la verdad, y, al mismo tiempo que los Gobier

nos, las Facultades universitarias, las Bibliotecas, los Cabildos y hasta las personas particulares, emprenden, en gran escala, esas publicaciones.

Por fin nos encaminamos hacia la luz.

El esfuerzo por llegar á recibir sus beneficios nos agiganta, así como los árboles que nacen en los abismos obscuros se estiran, aun á expensas de su resistencia, para que sus hojas tengan el color verde que da la luz; así los pueblos que buscan la luz de la verdad se agigantan en sus propósitos y en su estímulo científico; hay que llegar adonde se disfrute la plena luz, exceder las alturas que privan de ella á los abismos.

Entre las diversas sumarias investigaciones que trae este tomo y que dan verdadera luz respecto al carácter de los fundadores de pueblos, hay en una de ellas (pregunta 5.a, pág. 125), contestada, en la parte á que me refiero, así: ... sin desamparar esta tierra á causa de que también tenian estos indios juries guerras y batallas con una generación de indios que son como Alarbes que no siembran, que llaman en esta provincia Lules, que los mataban y comian y los tenian acorralados en pucaranes y fuertes que hacian de palos, para guarecerse, que si la gente española desamparase esta gente juri, que estaba rendida, los dichos Lules la hubieran acabado y destruido»; y si para probar el carácter de aquellos pobladores y de sus directores ó gobernantes y de su generosidad, hace falta otro indicio, entre estos documentos, pertenecientes todos á ciudades de la provincia de Tucumán, véase otras contestaciones de testigos presenciales (pág. 126): «... y asi, estando la gente sosegada y los caminos descubiertos, llegó de Chile el capitan Juan Perez de Zorita con gente, con la cual se procuró ampliar y ensanchar mas la corona Real, poblándose otros muchos pueblos en nombre de S. Mag. que fué en los diaguitas, en el valle de Quimivil la ciudad de Londres, y en el valle de Calchaqui la ciudad de Córdoba, y en Tucuman, 25 leguas de esta ciudad (Santiago del Estero), la ciudad de Cañete...»

Después que mandaron á Chile una Comisión de cinco ó de siete españoles á pedir un cura y semillas de algodón y otras, y después de obtener el cura (D. Juan Cidrón) y las semillas, y de cosechar el

algodón, hilarlo y tejerlo, hicieron ropa y vistieron á los indios, y se adoptó el lienzo de algodón como moneda (pág. 129), «porque al tiempo que los dichos conquistadores entraron á los conquistar hallaron que era gente bil prove y sin razón, y desnuda, y no conocian señorio ni cacique, ni tenian otra cosa con que cubrir sus carnes, mas que unas plumas de avestruces...>>

Después de las preguntas relativas á la expedición de Francisco de Aguirre á mucha costa de Santiago del Estero, para fundar la otra ciudad de Córdoba (en el valle de los Comechingones, al cual no pudo llegar porque se le sublevó la gente 20 leguas antes de aquel valle), dice otro testigo: ... después de lo cual, habiendo venido por Gobernador de esta provincia D. Jerónimo Luis de Cabrera, con el socorro e ayuda de esta ciudad (Santiago del Estero)... en que fueron mas de 1.000 caballos... en poblar la ciudad de Córdoba en nombre de su Magestad, en las provincias de Comechingones, en lo cual a gastado esta ciudad muchas sumas de millares de pesos... demás de lo cual el socorro que se dió desde la ciudad de Córdoba á la ciudad de Santa Fe en el Rio de la Plata, que pobló Juan de Garay... que estaban desnudos los pobladores de Santa Fe e no tenian que comer...>

Hablan en estas sumarias informaciones, capitanes y soldados, compañeros de Diego de Rojas, de Zurita, de Aguirre, de Cabrera, de Abreu, etc., etc., y enseñan que Santiago del Estero, á cuya ciudad llaman tierra de promisión, contribuyó á fundar pueblos hacia todos los rumbos, y Córdoba de los Comechingones hacía también ingentes sacrificios para abrir caminos al Brasil, á Chile y á Buenos Aires y fundar ciudades, entre otros, hasta para la fundación de Salta, ayudando á todas las guerras y á las expediciones para el descubrimiento de la fantástica ciudad de los Césares, y todo á costa de los vecinos.

En cuanto á los derechos y libertades de que disfrutaban aqueIlos cabildos, pueden dar una idea estas noticias: «Poder del Cabildo de la ciudad de Londres en el Pleito ante la Audiencia de los Reyes para negar derecho al Mariscal Francisco de Villagrán para Gobernar por sí ó por tenientes la provincia de Tucumán.»

Poder del Cabildo de la ciudad de Córdoba de la nueva Ingalaterra en el pleito ante la Audiencia de los Reyes para negar derecho al Mariscal Francisco de Villagrán para Gobernar por sí ó por tenientes la provincia de Tucumán.»

«Poderes que las ciudades de Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Talavera de la Reina y Córdoba de la nueva Andalucía otorgan al guerrero D. Manuel Rodriguez para que, en su virtud, contradijere la entrada en aquellas provincias del Obispo Fr. Francisco Victoria, años 1585-1588.»

Tocóle á D. Roberto Levillier, gran actuación en este asunto, recibiendo él, encargos de Gobiernos, Facultades universitarias, Bibliotecas, Cabildos, etc., etc., y es él quien, con su exquisita amabilidad, ha venido á interrumpir mis tareas, encargándome este prólogo, á la vez que me interrumpían, con otros análogos, algunos amigos, á quienes tampoco puedo negarme.

En este caso se trata de una colección de documentos relativos á tierra tan interesante como es la antigua provincia de Tucumán, donde están comprendidos pueblos que han constituído un punto geográfico céntrico entre Buenos Aires y el Perú, escala ineludible en cierta época en que los viajes largos, molestos, interminables, eran un sistema único, constituído, por cabalgaduras que se despedazaban corriendo por los desiertos, o por las pesadas carretas de bueyes, vehículos tardos y de gran peligro, por falta de provisiones y falta de pueblos próximos, como por la constante invasión de los indios á esas vías, que cruzaban inmensas extensiones.

Los servicios que presta el Archivo de Indias podrían centuplicarse si los legajos se convirtiesen en tomos, facilitando su manejo y evitando su destrucción constante, y su contenido se catalogase debidamente.

Esta operación sería muy larga, y el Gobierno español no podría, en justicia, adoptarla respecto á este Archivo, no procediendo en igual sentido con los Archivos de Simancas y otros, y la operación para todos los de España requiriría centenares de paleógrafos durante siglos.

España, que está realizando ahora un magno esfuerzo con el es

« AnteriorContinuar »