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ya que no puede verse la pintura!

¡Quién viese la escritura,

Por firme y verdadero,

después que te he escuchado,

tengo que ha de sanar Albanio cierto; que, según me has contado,

bastará tu Severo

a dar salud a un vivo y vida a un muerto;

que a quien fué descubierto

un tamaño secreto,

razón es que se crea

que, cualquiera que sea,

alcanzará con su saber perfeto,

y a las enfermedades

aplicará contrarias calidades.

1845

1850

NEMOROSO

Pues ¿en qué te resumes, di, Salicio, acerca deste enfermo compañero ?

1855

SALICIO

En que hagamos el debido oficio.
Luego de aquí partamos, y primero

que haga curso el mal y se envejezca, así le presentemos a Severo.

1860

NEMOROSO

Yo soy contento, y antes que amanezca y que del sol el claro rayo ardiente sobre las altas cumbres se parezca,

el compañero mísero y doliente llevemos luego donde cierto entiendo que será guarecido fácilmente.

SALICIO

Recoge tu ganado, que cayendo ya de los altos montes las mayores sombras, con ligereza van corriendo. Mira en torno, y verás por los alcores salir el humo de las caserías

de aquestos comarcanos labradores. Recoge tus ovejas y las mías,

y vete ya con ellas poco a poco por aquel mismo valle que solías.

Yo solo me avendré con nuestro loco, que pues él hasta aquí no se ha movido, la braveza y furor debe ser poco.

NEMOROSO

Si llegas antes, no te estés dormido; apareja la cena, que sospecho

que aun fuego Galafrón no habrá encendido.

SALICIO

Yo lo haré, que al hato iré derecho si no me lleva a despeñar consigo

de algún barranco Albanio a mi despecho. Adiós, hermano.

NEMOROSO

Adiós, Salicio amigo.

1865

1870

1875

1880

1885

ÉGLOGA TERCERA

AQUELLA voluntad honesta y pura, a ilustre y hermosísima María, ti que en mí de celebrar tu hermosura, a tu ingenio y tu valor estar solía, a despecho y pesar de la ventura que por otro camino me desvía, está y estará en mí tanto clavada, C cuanto del cuerpo el alma acompañada.

Y aun no se me figura que me toca aqueste oficio solamente en vida;

mas con la lengua muerta y fría en la boca pienso mover la voz a ti debida.

Libre mi alma de su estrecha roca,

por el Estigio lago conducida, celebrándote irá, y aquel sonido hará parar las aguas del olvido.

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20

Mas la fortuna, de mi mal no harta, me aflige y de un trabajo en otro lleva; ya de la patria, ya del bien me aparta, ya mi paciencia en mil maneras prueba; y lo que siento más, es que la carta, donde mi pluma en tu alabanza mueva, poniendo en su lugar cuidados vanos, me quita y me arrebata de las manos. Pero, por más que en mí su fuerza pruebe, 25 no tornará mi corazón mudable;

nunca dirán jamás que me remueve
fortuna de un estudio tan loable.
Apolo y las hermanas, todas nueve,
me darán ocio y lengua con que hable
lo menos de lo que en tú ser cupiere,
que esto será lo más que yo pudiere.

30

En tanto no te ofenda ni te harte
tratar del campo y soledad que amaste,
ni desdeñes aquesta inculta parte
de mi estilo, que en algo ya estimaste.
Entre las armas del sangriento Marte,
do apenas hay quien su furor contraste,
hurté del tiempo aquesta breve suma,
tomando, ora la espada, ora la pluma.
Aplica, pues, un rato los sentidos
al bajo son de mi zampoña ruda,
indigna de llegar a tus oídos,

pues de ornamento y gracia va desnuda;
mas a las veces son mejor oídos
el puro ingenio y lengua casi muda,
testigos limpios de ánimo inocente,
que la curiosidad del elocuente.

Por aquesta razón de ti escuchado,
aunque me falten otras, ser merezco.
Lo que puedo te doy, y lo que he dado,
con recibillo tú yo me enriquezco.
De cuatro ninfas que del Tajo amado
salieron juntas, a cantar me ofrezco,
Filódoce, Dinámene y Crimene,
Nise, que en hermosura par no tiene.
Cerca del Tajo en soledad amena,
de verdes sauces hay una espesura,
toda de hiedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta el altura,
y así la teje arriba y encadena,
que el sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado, con sonido
alegrando la vista y el oído.

Con tanta mansedumbre el cristalino Tajo en aquella parte caminaba, que pudieran los ojos el camino determinar apenas que llevaba. Peinando sus cabellos de oro fino, una ninfa, del agua, do moraba, la cabeza sacó, y el prado ameno vido de flores y de sombra lleno.

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Movióla el sitio umbroso, el manso viento, el suave olor de aquel florido suelo. Las aves en el fresco apartamiento vió descansar del trabajoso vuelo. Secaba entonces el terreno aliento el sol subido en la mitad del cielo. En el silencio sólo se escuchaba

un susurro de abejas que sonaba.
Habiendo contemplado una gran pieza
atentamente aquel lugar sombrío,
somorgujó de nuevo su cabeza,
y al fondo se dejó calar del río.
A sus hermanas a contar empieza
del verde sitio el agradable frío,
y que vayan les ruega y amonesta
allí con su labor a estar la siesta.

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No perdió en esto mucho tiempo el ruego,

que las tres dellas su labor tomaron,

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y, en mirando de fuera, vieron luego

el prado, hacia el cual enderezaron.
El agua clara con lascivo juego
nadando dividieron y cortaron,
hasta que el blanco pie tocó mojado,
saliendo de la arena, el verde prado.
Poniendo ya en lo enjuto las pisadas
escurrieron del agua sus cabellos,
los cuales esparciendo, cubijadas
las hermosas espaldas fueron dellos.
Luego sacando telas delicadas,

que en delgadeza competían con ellos,
en lo más escondido se metieron,
y a su labor atentas se pusieron.

Las telas eran hechas y tejidas
del oro que el felice Tajo envía,
apurado, después de bien cernidas
las menudas arenas do se cría.
Y de las verdes hojas reducidas
en estambre sutil, cual convenía
para seguir el delicado estilo
del oro ya tirado en rico hilo.

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