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y

III.

Juicio critico.

He referido en la primera parte los sucesos, actos vicisitudes de la vida del DOCTOR ALONSO DIAZ DE MONTALVO, que se saben con certeza, y lo que, no bien averiguado, puede tenerse por probable: despues he manifestado en la segunda seccion cuanto consta ó puede deducirse de sus volúmenes escritos, tantas veces reimpresos: tócame en el tercer período de estas Noticias el discurrir acerca del hombre y de sus obras, esponiendo en resúmen sintético, lo que de todos los datos se deduce, lo que en buena lógica cabe pensar del mérito, condiciones, carácter, virtudes y defectos del personage, que he intentado retratar. Como este juicio crítico lo hago á continuacion de todos los antecedentes obtenidos, queda al arbitrio del lector y á su sana conciencia, el aceptar mis apreciaciones, el corregirlas, ó el desecharlas; supuesto que no hablo de memoria, ni apasionadamente, sino anticipando al público los fundamentos en que me apoyo.

He manifestado, que no existe retrato alguno de nuestro protagonista, ó que no han alcanzado á hallarlo mis esquisitas diligencías en los puntos en donde debiera estar; sea que nunca le hubo, sea que se perdiese. Lo primero parece mas creible, atendida la escasez de cuadros de este género, que se pintaban entonces. Nos vemos, por tanto, forzados á recurrir á la única efigie conocida de su persona, al alto relieve de mármol, que representa la estátua yacente sobre la losa de su sepulcro: y reconociendo la diferencia que hay de esta escultura póstuma y fria á un retrato tomado del natural vivo, algo puede haber de parecido,

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pues que debió procurarlo un artista no vulgar, que ejecutó la obra, acaso de real órden, á poco de haber fallecido el personaje.

Segun este dato, único disponible, MONTALVO era de estatura mediana, miembros robustos y bien conformados, rostro agraciado y oblongo, cabellera poblada y ojos grandes, que aunque apagados por el tiempo y el trabajo, debieron ser espresivos, lumbreras de una alma enérgica.

Con tales condiciones físicas debia coincidir un temperamento orgánico vigoroso, de que son además indicio la firmeza de su pulso, sus tres enlaces matrimoniales, edad longeva, y vida laboriosísima: sin que en sus últimos dias tuviese otra señal marcada de debilidad, que la escasez de vista; pues que en sus espansiones únicamente se duele de los achaques generales de la decrepitud, sin particularizar aje alguno. «Considerando, decia en sus últimos años, que mi »vigor corporal está enfermo de vejez :» prueba de que no debia quejarse de defecto ó padecimiento alguno especial. Aparece pues de su relato, que iba sintiendo el fin próximo, como la lámpara á que falta el aceite, ó como el relój á que se acaba la cuerda. Diriase, por tales antecedentes, que no murió de enfermedad propiamente dicha, sino de vejez, por inercia del pulmon ó reblandecimiento del celebro: mas bien que morir, se le acabó la vida.

Para llegar en semejante estado á cerca de cien años parece indispensable, que á la buena organizacion y temperamento naturales, acompañase un escelente régimen en todo y para todo: moderacion en comer y beber, gimnasia membral con ejercicio diario, dominio de las pasiones, tranquilidad de conciencia, genio pacífico, sin ambiciones irrealizables ó impacientes. Así es que, dejándose llevar de la fortuna,

que le brindaba con destinos en diferentes provincias y le aligaba á la corte de los reyes, jamás dejó cerrada su casa de Huete, como si tuviera presupuesto muy de antemano el ir á concluir sus dias en la propia heredad, en el ambiente libre del campo. A esos pensamientos correspondian los actos, y á tan arreglada conducta debió la conservacion de la salud, y la persistencia de su entera constitucion.

Mejor que de las condiciones físicas, de que juzgo por deduccion y analogías, falto de datos positivos, puede hablarse de las cualidades morales, reflejadas en sus escritos. Entre sus facultades intelectuales sobresalía el juicio; ese modo de pensar y de obrar convenientemente, resultado necesario del sentir con exactitud y del raciocinar con profundidad; esa manera sensata de conducirse en todas las ocasiones y casos, que califica á los hombres de cuerdos y prudentes. Ni como particular, ni como funcionario, ni como escritor se le encuentra jamás desprovisto de esa facultad reguladora, tan escasa en el mundo, que no solo se echa de menos en el vulgo de gentes indoctas, sino que es frecuente no la tengan grandes inteligencias é ingenios sublimes. Son varios los ejemplos de personas poco mas que medianas en capacidad é instruccion, que llegaron á adquirir renombre por un juicio seguro, por el tino especial en fijarse en el quid de las cosas, descartando engañosas apariencias y resistiendo á pareceres seductoramente revestidos.

Hermanada con el juicio tenia la facultad afectiva de la circunspeccion, que inclina á la duda, que mueve al exámen antes de decidir, sin caer en el extremo de la irresolucion y del temor pusilánime. Siempre le vemos buscar el justo medio entre las exageraciones, aplaudiendo lo bueno y condenando la maldad y el

error.

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