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Lo que pude averiguar, á fuerza de indagaciones, fué, que en el siglo XVII hubo en la iglesia de San Francisco deterioros y hundimientos de tanta consideracion, que obligaron á hacer en ella obras y reedificaciones importantes, como lo publican aun diferentes lápidas en el exterior de sus ruinosas paredes: dos al S. O. de los años 1687 y 1697; otra al S. E. de 1689, en que se ruega por el alma de Cristóbal Dueñas, operario que se cayó del andamio; y otra al N. O. con la dedicacion de una capilla por Fr. Ambrosio Montesinos.

Parece, pues, probable, que en uno de estos trastornos se destruyó el muro en que estaba embutido el sarcófago, de cuyas resultas, y por falta de interés en los sucesores, desapareció el enterramiento, reservándose la cubierta en cualquier rincon. Atendidos los datos instrumentales citados, hay que convenir en que la capilla ó enterramiento del DoCTOR estuvo en el esterior de la pared que en la planta adjunta del Templo da á la primera capilla de la derecha, segun se entra en la iglesia, que es el lado de la epistola y está debajo del arco primero del coro alto, pues el segundo lo ocupa la entrada á la capilla del Santo y el tercero la comunicacion al interior del convento. Llamábase esta capilla de San Francisco y vulgarmente de San Francisquin, porque hubo en ella una imágen del santo muy pequeña y notablemente negra; siendo creencia del pueblo que los judíos quisieron quemarla y no pudieron conseguirlo; imágen que aun se guarda en la casa de Don Diego de Parada.

Supónese que este convento de Huete lo fundó el mismo San Francisco de Asís, cuando vino por España; y aunque no está comprobado este hecho, lo han creido piadosamente los frailes y los devotos, y lo consignaron en varias maneras. Todavia se lee sobre

la puerta de la derruida capilla este letrero en forma arqueada: «En esta capilla estuvo N. P. S. Francisco año de 1212. » Debajo del letrero se nota el hueco de una lápida extraida, donde cuentan que habia inscripcion más expresiva de la fundacion del patriarca y de su estancia: y en una casa de la ciudad existe aun una piedra con esta leyenda: «Capilla de nuestro Señor >>Padre San Francisco de esta Comunidad. » Sobre la puerta principal ó entrada del convento se lee en números romanos gruesos «XIII,» que algunos creen era el correspondiente al convento entre los de la Orden, y acaso quiera expresar la supuesta fundacion al comienzo del siglo décimo tercio.

Los que atribuyen la confusion y pérdida de la sepultura de MONTALVO á las obras de reedificacion que hizo en San Francisco el arzobispo de Toledo D. Alonso Carrillo y Acuña se engañan, cometiendo un anacronismo; pues el prelado murió en 1482, cuando aun vivia nuestro personage, y faltaban años para que comprase el enterramiento de que tratamos.

Hasta aquí llegaban mis pesquisas, cuando el año próximo anterior, aproveché la estancia en Huete de su hijo y mi amigo Don Mariano Sanchez Almonacid, Director del Instituto provincial de Cuenca, encargándole nuevas y mas intencionadas diligencias, que, gracias á su inteligencia y celo, han producido gran fruto.

En efecto se ha podido depurar, que la lápida sepulcral de MONTALVO arrancada ó caida de su sitio, en el arco bajo del coro, estaba á la extincion de los regulares sobre la mesa de altar del oratorio, que los Padres menores tenian en la enfermería del convento, sin que ni ellos, ni otra persona supiesen de quien era, ni qué sugeto representaba. Allí la encontraron en 1841 el alcalde que fué de Huete Don José Andrés

Cuenca y el regidor Don Mamerto José de Alique, al recoger del ruinoso convento los efectos y cosas que podian servir en las parroquias de la ciudad: y reconociendo que esta escultura de mármol, en tres piezas casi iguales, debia corresponder á persona señalada, segun lo daba á entender el mérito del trabajo, deseosos de que no acabara de perderse, la hicieron llevar á sitio mas seguro, depositándola en la capilla de San José, situada antes del ingreso á la iglesia de la Merced que hoy hace de parroquia de San Estéban, en donde últimamente se encontraba, y de donde la hé recogido, mediante una donacion á la parroquia, para regalarla á la Academia de la Historia, que ya la tiene en su museo. Es decir, que si no se han podido hallar los huesos del eminentisimo jurisconsulto en la antes trastornada y ya demolida iglesia de San Francisco, por fortuna existe la lápida sepulcral que los cubria de que podemos aprovecharnos.

En una estátua yacente de alto relieve del tamaño natural se representa al difunto, descansando la cabeza sobre dos almohadas, vestido de toga sobre hábito de San Francisco, de que se ven el cuello y las sandalias, con borla y anillo de Doctor, virrete de Consejero, un libro tachonado de cinco clavos en quincucio, sobre el pecho, que sostiene la mano izquierda, y deben ser las Ordenanzas Reales; y cogida la toga con la mano derecha para levantarsela y poder echar el pie. El mármol es ordinario y blando, la escultura mas que mediana sin firma de artífice, y las dimensiones metro y 55 centímetros de longitud total, por 64 centímetros de ancho y 25 de grueso. Como no se conoce retrato alguno de este español ilustre, no tenemos otro medio de juzgar de sus señas personales que la figura en relieve del sepulcro, que es creible se labrase á poco de su fallecimiento y con buenas y frescas noticias de su fisico.

Puede deducirse de estos datos, que tenia la estatura regular de un metro y 52 centímetros, ó sea unos cinco pies y cinco pulgadas de Búrgos; cara larga y agraciada, ojos grandes, cabello poblado y tendido; y que era bastante grueso de cuerpo. William H. Prescott en la << Historia del reinado de los Reyes Católicos» dice de MONTALVO, que continuó sus trabajos aun despues de haberse quedado ciego; mas tengo para mí que no lo fué por completo, y que moriria con alguna vista, si bien escasísima; porque ninguno de los testigos de la informacion de hidalguia, que todos le conocieron y trataron en Huete hasta su óbvito, hace alusion siquiera á esta circunstancia, mas reparable que otras especificadas; ni él mismo lo dice cuando habla de sus achaques de decrepitud. Una persona de 94 navidades y que habia leido y escrito tanto y mas aun en los últimos años de su vida, natural es que tuviese agotado el espejo de sus retinas; pero pienso que no murió completamente ciego sino casi ciego. Adjunto pongo un dibujo bastante exacto del relieve sepulcral.

De la letra de nuestro escritor se conserva alguna corta muestra, lo bastante sin embargo para conocer que escribia con pulso firme, con pluma gruesa, trazando los caractéres y dicciones mas claramente de lo usual en la curia de su tiempo: la inicial de su nombre es de forma gótica. Abundaban en sus manuscritos las abreviaturas todavía mas de lo que acostumbraba la generalidad, que no era poco: maña que hace disimulable la conveniencia de economizar el papel, escaso aun, y el pergamino nada barato; como hoy adoptan papeles delgadísimos los negociantes y casas de mucha correspondencia por el ahorro del franqueo ó del porte. Su firma, de que acompaña un facsimile, era abreviada en palabras, y en letras, pues

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