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No quedaba duda, pues, de que el ejército de Novaliches se habia retirado.

Unos paisanos que llegaron al campamento, dieron la primera noticia de la herida de bala que habia recibido el marqués de Novaliches, en la mandibula inferior, al intentar el segundo ataque al puente, y la que tambien recibió - el general Sartorius, así como que el ejército se habia retirado sobre el Cárpio, Villafranca y Montoro.

A las diez de la mañana los soldados empezaron á anunciar que se veia una bandera blanca por la izquierda, y se supuso vendrian á pedir parlamento. Así fué en efecto, y el general Caballero se lo concedió para que recogieran los muertos y heridos, que habian quedado toda la noche sobre el campo. Estos parlamentarios confirmaron la noticia que se habia recibido de la retirada del ejército de Novaliches.

Nadie se cuidó ya de lo acontecido el dia anterior, sino de dar expansion á la alegría, y á felicitarse mútuamente los cuerpos por lo bizarramente que se habian batido, reinando entre todos la mayor fraternidad unida al entusiasmo que comunican los laureles de la victoria.

A las cuatro de la tarde dispuso el general en jefe marchar á Córdoba con los batallones de Segorbe, Simancas y Tarifa, que eran los que más habian sufrido, acompañándole tambien la division de caballería, por la dificultad de racionarse en el campamento.

Puesto ya en marcha el general Serrano con su E. M., se vió venir en direccion del campamento una locomotora con bandera blanca, y poco despues un ayudante del general Izquierdo entregó al duque de la Torre un parte telegráfico que aquella habia traido, y que decia: El marqués del Duero al general Serrano, en el Cárpio ó donde se halle: Venga V. E. inmediatamente. Madrid con órden. La tropa con policía en sus cuarteles. Venga V. E. solo. A Paredes digo le deje el paso franco.

El general Serrano hizo circular este parte en las tropas que le acompañaban, y se le oyó decir: Ya le contestaré desde Córdoba, que iré á Madrid con mis tropas.

La entrada en Córdoba del general Serrano y los bataIlones que le acompañaban excitó el entusiasmo de un modo tal, que hasta las mujeres victoreaban á los héroes de la libertad.

A la entrada de la ciudad, el conde de Hornachuelos, que salió á recibirlo, entregó al duque de la Torre un parte de Madrid, en que se le anunciaba su alzamiento al ́saber el triunfo de Alcolea.

Aquella madrugada se recibieron dos partes expedidos por D. Juan Moreno Benitez y el marqués de la Vega de Armijo, por delegacion de la Junta revolucionaria de Madrid, llamando al duque á la capital de la nacion, en vista de lo que mandó llamar á los generales Izquierdo y Caballero, que se hallaban en Alcolea, para conferenciar con ellos, y haciendo retirar las tropas á Córdoba para librarlas del temporal que hubo aquella mañana.

El dia 30 fué nuevamente comisionado el Sr. Lopez Ayala para pasar al cuartel general de Novaliches, con la importante mision de que fuesen pucstas bajo las órdenes del general duque de la Torre las tropas reales. Informado el general Paredes, que habia tomado el mando en jefe de las destrozadas huestes, á causa de la herida de Novaliches, del objeto de la comision de Ayala, conferenció con el general Echevarría, y esto lo hizo á su vez con los dos brigadieres de su division y el Sr. Golfin jefe de su E. M., acordándose pasasen á avistarse con el general Serrano, como parlamentarios, el brigadier Trillo y los coroneles Golfin y Espina.

El duque de la Torre les recibió con la benevolencia que le distingue, y espontáneamente acordó conceder á todo el ejército del marqués de Novaliches las recompensas y favores militares que habia dado á su ejército, «no solamente, dijo, para rendir homenaje á su valor, sino tambien para satisfacer su propio deseo de unir el ejérci to, y que fuese el sosten del órden, base principal de todas las libertades. »

Cuando volvieron los parlamentarios, se dió la siguiente órden del dia:

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«Orden general del 2 de Octubre de 1868 en el cuartel de Andújar.-En presencia de la situacion actual del país, y en la absoluta imposibilidad de continuar llenando la mision que me estaba confiada, he considerado lo más conveniente á los intereses generales del Estado, en las circunstancias en que se halla el ejército, aceptar cuanto me manifiesta el Excmo. capitan general de ejército duque de la Torre, en la siguiente comunicacion que me ha dirigido: «Excmo. Sr.-Al Excmo. Sr. D. Ignacio de Echevarría, comandante general de la division de vanguardia del ejército que V. E. interinamente manda, digo con esta fecha lo siguiente:-Excmo. Sr.:-He tenido el mayor gusto en recibir, á nombre de V. E. y de las fuerzas que manda, á los parlamentarios, brigadier D. Miguel Trillo y coroneles D. Luis Golfin y D. Joaquin Rodriguez Espina, los cuales me han hecho exacta relacion de los sentimientos patrióticos y extricta disciplina que anima á V. E. y á las tropas que manda.

»Sería prejuzgar una cuestion que ha de resolver el sufragio universal, á que hemos apelado, y que yo acataré, el manifestar por mi parte si la voluntad nacional será ó no que reine en España Isabel II; pero sí puedo asegurar espontáneamente á V. E., para que lo haga saber á las tro. pas de su mando, y es que nada han desmerecido á mis ojos ni á los del país, y en mi deseo de hermanar al ejército, les concedo la misma gracia general otorgada á los de mi inmediato mando, cuya concesion extiendo á todo el ejército que mandaba el capitan general marqués de Novaliches. Estos principios y concesiones se hallan de acuerdo con mis propósitos, que no son ni pueden ser otros que los de unificar al ejército y empeñarle en el sostenimiento del órden, base y fundamento de la verdadera libertad.

»Lo que traslado á V. E. para su conocimiento, esperando que, así V. E. como las tropas de su inmediato mando, aceptarán las condiciones que se refieren en el preinserto escrito. »>

»Al separarme de vosotros, señores generales, jefes, oficiales y soldados, despues de terminar las operaciones de esta corta pero penosa campaña, es mi primer deber daros las gracias por la subordinacion, disciplina y valor que tan relevantemente habeis demostrado, y en que confio continuareis en adelante para que se mantengan los cuerpos en el mismo brillante estado en que hoy se haIlan, lo que así en la desgracia como en la fortuna les ha rá dignos del aprecio de vuestros compañeros de armas y del aplauso del país. Os saluda por última vez, con el dolor de dejaros y la satisfaccion de haberos mandado, vuestro general en jefe accidental, JOSÉ MARÍA PAREDES. >>

Adicion á la órden general del 2.-Como consecuencia á la órden anterior, queda encargado del mando de este ejército el Excmo. señor general D. Antonio Caballero de Rodas, nombrado al efecto por el Excmo. señor duque de la Torre.-El general, jefe de E. M. G., SANDOVAL.»

Por fin unieron á ambos ejércitos los lazos de estrecha fraternidad, olvidando que en bandos opuestos habian luchado en Alcolea, valientes como españoles, y todos cumpliendo con su deber.

Si escribiéramos más detalladamente la historia de esta gran batalla, citariamos hechos heróicos de nuestros soldados y citariamos nombres propios; pero no siendo esta nuestra mision, nos creemos relevados de este deber.

Terminada que fué la accion de Alcolea, dispuso el general Serrano, como ya hemos dicho, la traslacion de los heridos (1), por el ferrocarril. del campo de batalla á Córdoba. El espectáculo que presentaba la estacion de esta ciudad era profundamente consolador en medio de la tristeza que causaba al inmenso público allí reunido, el ver llegar uno tras otro largos trenes llenos de heridos proce

(1) Cumple á nuestro deber hacer especialísima mencion de los caritativos servicios que prestaron en los hospitales de sangre la señora duquesa Colonna de Castiglioni y la señora condesa de Barck.

¡Loor á las ilustres damas que, ángeles de bondad, llevaron el consuelo de una mano amiga al lecho del bravo soldado herido!

dentes de Alcolea. Atronadores vivas á la libertad saludaban estos trenes, indicando desde luego á los ensangrentados héroes que en ellos venian el amor, la gratitud y los solicitos cuidados que les inspiraba; y, en efecto, infinidad de personas de todas condiciones se disputaban el honor de llevar á los heridos entre sus brazos á las camillas, y de trasportar estas en hombro á la puerta de la estacion, donde todos los carruajes de lujo de la capital se hallaban preparados para conducir á los hospitales á los heróicos defensores de la libertad.

El digno gobernador conde de Hornachuelos, el señor García Torres, los señores de la Junta revolucionaria, los Sres. Leon, Valdeflores, Rodriguez, Módenes, Orive y Medina, Bustillos, Cabezas, Cisneros, Bellido, Ramirez de Arellano, no es posible citar tanto y tanto nombre de la infinidad de personas que dieron ejemplo de abnegacion, de caridad y de patriotismo.

Todo el pueblo de Córdoba merece nuestros elogios, y á todo este noble vecindario felicitamos cordialmente en tan solemne ocasion.

La noticia del triunfo de Alcolea llegó á Madrid, y la Junta revolucionaria empezó á preparar los ánimos para realizar allí el movimiento seguidamente, y recibir entre sus brazos á los valerosos generales y soldados que acababan de conquistar la libertad, redimiéndonos del afrentoso yugo que tanto tiempo habiamos sufrido. Al efecto dirigió alocuciones al pueblo y al ejército, y realizóse el pronunciamiento el 29 con un órden admirable y con un entusiasmo que nos es imposible describir. Veamos lo que dice sobre este memorable suceso la Gaceta del 30:

«La Gaceta de Madrid debe hoy revelar á sus habituales lectores los trascendentales sucesos que han trasformado la faz de la nacion. Ya en el número anterior se pudo observar cómo el Gobierno constituido por doña Isabel de Borbon y adicto al antiguo régimen dudaba de su porvenir y se inclinaba á someterse á la incontestable y ya visible soberanía del país.

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