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podrán concebir la idea de que hubiese habido una época cuya ignorancia, sostenida por el partido eclesiástico, que en todas las naciones se supone de lo más ilustrado, llegase al extremo que prefiriese el poder absoluto al constitucional, ó sea de la voluntad de uno solo, al poder de la ley.

Los franceses, que habian atravesado el Vidasoa el 7 de Abril de 1823, en consecuencia de la nota enviada por su Gobierno y en vista de la enérgica contestacion del digno San Miguel, con un ejército compuesto de 80.000 hombres al mando del duque de Angulema, y que se habian reunido á las divisiones de los serviles que se hallaban en el Norte de la Península, formando un total de 90.000 combatientes, continuaban invadiendo el territorio, y solo Mina en Cataluña pudo conseguir sostenerse contra ellos y contra los absolutistas.

Viendo el movimiento de las tropas francesas se desengañaron los más incrédulos, y se organizó un ejército de operaciones, cuyo mando se entregó al general Ballesteros, que despues probó con su conducta que estaba vendido á la Francia, porque con sus movimientos no hizo otra cosa que favorecer los planes de los invasores, con quienes capituló vergonzosamente.

El olvido en que murió fue el premio que estaba reservado á su alta traicion.

Reunidas las Cortes desde el 1.o de Marzo, en la sesion del 3 se removió por el diputado Ferrer la cuestion de trasladarse las Córtes, cl Rey y el Gobierno á punto de mayor seguridad, Y en la del 12 acordaron enviar una comision al Rey, presidida por el general Valdés, para hacerle presente que dispusiese su viaje á Sevilla antes del 18, á lo que el Rey se conformó, añadiendo deseaba fuera el 20, y las Córtes accedieron á los deseos del Monarca sin ningun género de obstáculos.

A las ocho de la mañana del dia 20 de Marzo de 1823 emprendió el Rey su viaje con toda la familia real en medio del más profundo silencio. Aquella marcha indicó á los

hombres comprometidos de la capital de la monarquía que muy pronto sería esta ocupada por los enemigos de la Constitución, cuyo triunfo contaron algunos por seguro.

Con toda felicidad llegaron á Sevilla el Rey, las Córtes y el Gobierno en el dia 11 de Abril, siendo aclamado con todo el entusiasmo de aquel gran pueblo.

El Rey determinó parar en esta ciudad en lugar de haber seguido para Cádiz, que era lo más lógico por ser una plaza fuerte, y á donde despues tuvo que ir como en rehenes.

Como circulasen en Sevilla las noticias más alarmantes del estado de la nacion, al abrirse la sesion de las Cortes el dia 11 de Junio, el diputado Alcalá Galiano interpeló á los ministros para que manifestaran el verdadero estado de la nacion, la situacion de los ejércitos y las disposiciones tomadas para el resguardo del Rey, las Córtes y el Gobierno. El ministro de la Guerra manifestó que, segun los últimos partes recibidos, Sevilla se hallaba en peligro, en razon á que dos divisiones francesas por distintas direcciones bajaban sobre aquel punto. Despues de esta alarmante manifestacion, el mismo diputado Galiano propuso fuese enviado al Rey un mensaje, suplicándole dispusiera la marcha para Cádiz, en donde podian estar resguardados de un ataque imprevisto; y las Cortes, que todas participaban de alarma, aprobaron la proposicion del diputado Galiano. Los ministros que se hallaban presentes añadieron tambien que habian consultado á una junta de generales y al Consejo de Estado sobre la traslacion; pero habiéndolo participado á S. M., aun no habia resuelto.

El diputado D. Agustin Argüelles tomó la palabra para hacer dos adiciones, que fueron: 1. Que las Córtes se declarasen en sesion permanente. 2. Que la traslacion de S. M. fuese con su real familia: todo fué aprobado: nombróse una comision para el mensaje, presidida por don Cayetano Valdés, y el Rey señaló las cinco de la tarde del mismo dia para recibirla.

Continuaron las Córtes en su sesion permanente; salió

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la Comision encargada del mensaje y regresó á poco tiempo, manifestando su presidente que S. M. habia contestado con entereza: que su conciencia y el amor que profesaba á sus súbditos (ya no se acordaba de Valencey) no le permitian salir de Sevilla: que como particular no tendria inconveniente en hacer este ó cualquier otro sacrificio; pero que como Rey no se lo permitia su conciencia.

Vamos pues á copiar las mismas palabras del general Valdés:

«Observé á S. M. que su conciencia estaba á salvo, pues aunque como hombre podia errar, como Monarca constitucional no tenia responsabilidad alguna, ni otra conciencia que la de sus consejeros constitucionales y de los representantes de la nacion, sobre quienes estribaba la salvacion de la patria. S. M. contestó: «He dicho;» y volvió la espalda. La diputacion pues, habiendo cumplido con su encargo, hace presente á las Cortes que S. M. no tiene por conveniente la traslacion.»

En vista de lo expuesto por el diputado Valdés, tomó la palabra Galiano, y suponiendo que la negativa del Rey solo podia derivar dé hallarse S. M. imposibilitado física ó moralmente, pidió la aplicacion del art. 187 de la Constitucion que decia: «Gobernará una regencia el reino, siempre que el Rey se halle imposibilitado de desempeñar suautoridad por cualquier motivo físico ó moral; » y continuó que se nombrase una regencia provisional que para el solo caso de la traslacion reuna las facultades del poder ejecutivo.

Las Córtes aprobaron la proposicion, y nombraron una regencia, compuesta del general de marina Valdés, el consejero Ciscar y el teniente general Vigodet, quienes dispusieron la marcha, no sin tener que sofocar el complot que habia en Sevilla para que no saliese el Rey, mandando prender al general Dorvuie y otros que eran los principales autores para dirigir un movimiento en el pueblo é impedir la salida del Monarca.

Hemos hecho un breve relato de la sesion del 11 de Junio de 1823 y diremos que no podian esperar sosegada

mente los diputados y el Gobierno la entrada de los franceses en Sevilla, ni presenciar con tibieza aquella conveniencia innegable del Rey con los extranjeros; pero sea como quiera, el Rey y la real familia salierón para Cádiz el dia 12 á las seis de la tarde; á las siete se disolvieron las Córtes, y apenas salidos de Sevilla entró el desenfreno del populacho comprimido, cometiendo todo género de excesos con los que debian seguir al Gobierno, y saqueando todos los barcos que se hallaban en el Guadalquivir y debian darse á la vela para Cádiz, ejecutando todos aquellos atentados á las voces de ¡viva el Rey y la religion!

El 13 de Junio entró el Rey en Cádiz, siendo esta plaza seguidamente sitiada por los franceses.

El Monarca vuelve á empuñar las riendas del gobierno, concluye la Regencia y se nombra sétimo y último Ministerio constitucional, de los Sres. D. José Suyando, don José María Calatrava, D. Salvador Manzanares, D. Juan A. Landiola, D. Manuel de la Puente y D. Francisco Osorio.

Cádiz se hallaba defendido por el ejército y Milicia Nacional, que con un valor imponderable supieron estar firmes en sus puestos, hasta que sabida la noticia de la toma del Trocadero, donde se batieron heróicamente los milicianos de Madrid; la derrota de Riego en Jaen y Jodar, donde le hicieron prisionero conduciéndole á la Carolina, y por último, el estado de la opinion nacional, comprendieron que era muy comprometida la situacion en que se hallaban el Gobierno, las Córtes, el ejército y el pueblo, pues la defensa de las libertades pátrias se concretaba al extricto recinto de la inmortal Gades.

La toma del Trocadero, defendido con valentía por la valerosa guarnicion, al mando de su digno caudillo el coronel Grases, habia causado suma sensacion en Cádiz.

Tres navíos, once fragatas, ocho corbetas y una infinidad de faluchos y cañoneras, eran las fuerzas marítimas que bloqueaban la ciudad; veintinueve mil hombres completamente pertrechados los que la sitiaban por tierra. Los defensores carecian de todo, los víveres escaseaban, los re

cursos pecuniarios del Gobierno eran nulos; pero eran españoles, y á pesar de estar fatigados por la actividad del servicio, rompieron las negociaciones entabladas con los franceses y continuaron el dia 16 las hostilidades.

Los partidarios del Rey absoluto no cesaron de trabajar para ganar la guarnicion, y desgraciadamente el 23 de Setiembre, despues que los franceses habian arrojado algunas bombas sobre Cádiz, el regimiento de San Marcial empezó á gritar viva el rey absoluto, y aunque contenida la insurrecion por el general Burriel, se notó ya el desaliento en la poblacion, porque desde luego conocieron que una mano oculta estaba sobornando á los soldados, y hé aquí el por qué se vieron las Córtes y el Gobierno en la necesidad de cambiar de lenguaje con el opresor, á quien habian tratado con valerosa energía, para evitar mayores males en la ciudad inmortal y cuna de la libertad española.

En aquella triste y deplorable situacion les fué preciso á las Córtes sucumbir al peso de las circunstancias; la intimacion del generalísimo francés de que si embarcaban al Rey serian los ministros, los diputados á Córtes, el Consejo de Estado y los generales y jefes de la plaza pasados á cuchillo, nó les intimidó; lo que tuvieron presente para ceder á la imperiosa ley de la necesidad, fué el informe de los generales Valdés y Burriel, de que carecian absolutamente de medios de defensa. En vista de lo expuesto con la probidad de aquellos dos denódados generales, acordaron las Córtes enviar una diputacion al Rey, diciéndole que podia ir al cuartel general de los franceses.

Apenas fué recibida la noticia por el Rey, mandó á su gentil-hombre, el conde de Corres, para que anunciase al generalísimo francés que el dia 30 se trasladaria al Puerto de Santa María. Todos los hombres comprometidos se entregaban en manos del Rey, y el Ministerio aconsejó á S. M. les diese alguna garantía; S. M. dispuso que el Ministerio presentase un manifiesto para la nacion, el cual queria dejar firmado antes de su salida.

El dia 30 de Setiembre (1823) se dió el liberal mani

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