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PRÓLOGO.

Describir los hechos heróicos, así como los grandes crímenes, cualquiera que sea su procedencia; los unos para que sirvan de honroso estímulo, de saludable escarmiento los otros; manifestar los ocultos gérmenes de grandeza y decadencia en hombres y pueblos, los móviles que impulsan el movimiento del organismo social y presentar el espectáculo grandioso y nunca bastante meditado de la humanidad, siempre en peregrinacion hácia un ideal que avanza delante de sus pasos y que nunca llegará á realizarse por entero, tal es la tarea verdaderamente gigantesca de la historia; tal es el peso abrumador con que cargan sus hombros cuantos se deciden á emprenderla y llevarla á cabo.

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Pero inútiles serían sus generosos esfuerzos, si otros más modestos artífices no les proporcionaran materiales adecuados para obra tan colosal, facilitándoles documentos con que conocer y apreciar en su justo valor hombres, sucesos, épocas y civilizaciones. Estos modestos artífices son los historiadores de sucesos particulares, de períodos determinados; los biógrafos, especialistas y escritores de memorias. Ellos, muchas veces testigos oculares y casi siempre contemporáneos de los hechos que describen, saben presentarlos con ese vivo y verdadero colorido que en vano buscaríamos en otra clase de obras; manifiestan pormenores en alto grado interesantés para poner de relieve un carácter entero, la causa oculta de algun suceso ruidoso y decisivo, ó la atenuacion y aun la disculpa de acciones en apariencia censurables; por último, conocen mejor las partes, aunque fre

cuentemente no alcancen á dominar el conjunto. Les acontece en el campo de la historia, lo que en el Campo de batalla al oficial y al soldado: tambien estos conocen muchos pormenores; más el vasto panorama del combate solo está reservado á los ojos del general, que serenamente puede contemplar desde una altura todo el terrible espectáculo de la lucha, y hasta presumir su desenlace y consecuencias.

En todas las naciones civilizadas, y particularmente en la nuestra, no han escaseado, antes al contrario han sido notables por su número é importantes por su mérito, los historiadores de épocas y sucesos particulares: las crónicas y relaciones de la Edad media, las biografías, monografías, anales, décadas, apuntes y memorias de la moderna lo demuestran á cada paso con documentos tan preciosos, que despues de haber servido para la historia general, conservan todavía su importancia, y son consultados ávidamente por literatos, políticos y filósofos.

En nuestros mismos dias tenemos historias particulares de la obstinada guerra civil promovida por don Cárlos y el bando llamado apostólíco; de la regencia de doña María Cristina; de la de don Baldomero Espartero; de los actos del ministerio Lopez; del reinado de doña Isabel; de la trasformacion sucesiva de la Sociedad española desde principios del siglo hasta 1840; de la titánica lucha sostenida contra las huestes napoleónicas; de la expedicion del marqués de la Romana al Norte y su peligrosa vuelta á la Peninsula; en suma, de todos los acontecimientos importantes, y aun de otros que lo son ménos, pero que todos en proporcionado término figurarán en el gran cuadro de la historia venidera.

El jóven don Leopoldo de Alba, á cuya obra sirven de prólogo estas líneas tan desaliñadas por la precipitacion con que se escriben, tambien ha tomado puesto, y un puesto honroso, entre los que afanosamente allegan materiales y documentos para la historia; y decimos puesto honrroso, aun cuando solo fuese por el valor

cívico de manifestar francamente su opinion y aspiraciones en un país donde todavía el órden político-social carece de estables fundamentos, donde la fuerza inconsciente de la multitud derroca un dia de su pedestal á los ídolos de la víspera, para volver luego á encumbrarlos tan á ciegas como antes los habia pisoteado. ¡Quiera Dios que la instruccion se propague, que la ley descienda á todas las pobres inteligencias que hoy vejetan y agonizan en la noche de la ignorancia, para que el conocimiento armónico del deber y el derecho haga imposi bles esos bruscos trastornos, dando lugar únicamente á modificaciones razonadas y beneficiosas para la nacion.

Abraza el Sr. Alba en su período histórico desde la época en que, libertado Fernando VII de su cautiverio, empezó la triste série de sus arbitrariedades y perfidias, hasta el triunfo de la revolucion de Setiembre en los memorables campos de Alcolea. Propúsose tan solo al principio el jóven escritor narrar sucintamente el hecho de la revolucion citada, con las fases por que hubo de pasar en su desenvolvimiento y los inconvenientes y peligros afrontados y vencidos hasta su triunfo. Pero viendo que este triunfo no era el de un puñado de ambiciosos, sino el de la gran mayoría de la nacion y del libre espíritu del siglo XIX; viendo que no se trataba de un pronunciamiento más entre los innumerables que han turbado y aflijido la Península, sino de una revolucion encaminada á cambiar fundamentalmente las bases de la sociedad española, comprendió que los grandes acontecimientos son debidos á grandes causas, y así le fué preciso buscar estas en sucesos anteriores, y sobre todo, en el cambio lento, pero contínuo, que viene verificándose en la opinion pública desde la promulgacion del código político dictado por las inmortales Córtes de Cádiz.

Este código político, solemne protesta de la razon contra la tiranía y muy superior en espíritu al espíritu de su tiempo, era un inmenso adelanto sobre las anteriores instituciones políticas, y no hallando al país en

condiciones propicias para la consolidacion y desenvolvimiento de sus doctrinas, tuvo que ceder á la presion ar-, bitraria de Fernando el Deseado y á la recrudescencia del sistema teocrático y obsolutista que amenazaba en esta época extender su dominio por toda Europa. Pero aunque la Constitucion de 1812 fuese de real órden abolida y conceptuada en sí y en sus efectos como no hecha, su aspiracion liberal no pudo morir bajo un decreto, y fué propagándose por la clase media primero, como la de mayor ilustracion, y más tarde por la elevada y la humilde hasta llegar á infiltrarse en la gran mayoría del pueblo español.

Sigue el autor paso á paso esta época trabajosa de germinacion de la idea liberal, presentándonos los acontecimientos, ya prósperos, ya adversos que la favorecen ó contrarían en su desarrollo, si bien con la sobriedad de reflexiones propias de esta clase de obras y con la timidez del que por primera vez se adelanta en un campo desconocido. La conducta del rey Fernando á su vuelta del cautiverio, el período de retroceso que inmediatamente la siguió hasta el año de 1820, el grito de libertad dado entónces por el memorable Riego en los Cabezas de San Juan, los trágicos sucesos del 10 de Marzo en Cádiz, el triunfo de las ideas liberales por breve período, la invasion francesa de 1823 y sus tristes resultados; en suma, todos los sucesos dignos de memoria durante medio siglo en nuestro país se hallan trazados con rapidez, pero con un fondo de verdad y de buen juicio que amenizan y hacen agradable la lectura, á pesar de algunas faltas de redaccion escapadas al autor por el aceleramiento con que hoy se escribe y que fácilmente puede corregir, si llega el caso de reimprimir su obra.

Recorrido á largos pasos el período de lucha de la idea liberal y hecho un bosquejo del orígen é historia de los diversos partidos que aun hoy se agitan en la arena política, presenta el estado de la Península al advenimiento de la revolucion de Setiembre, deduciendo lógica

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