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rece en el África oriental, junta prosélitos, y derrota á los Aghlabitas; mientras su General, Muza-ben-Alí-Afiya vence á los Edrisitas, apoderándose del reino de Fez y luego de la capital.

Aún se mantenía la costa mediterránea á la devoción de los Edrisitas; pero Muza con su ejército, en breve tiempo, hace suyas las plazas de Arcilla y Tánger.

Sometido completamente el reino de Fez, creyóse Muza por un momento con fuerzas bastantes para erigirse en Soberano; mas temiendo luego no poder resistir á Meysur, General fatimita, enviado contra él; rehuye su encuentro, internándose en las provincias meridionales, donde perdió la vida á manos de los indígenas.

Divididos los Fatimitas, los Edrisitas á las órdenes de Al-Kassim, abren la campaña, reconquistan en breve el reino entero, á excepción de la capital, que permaneció obediente á la nueva dinastía.

Muere Al-Kassim y deja la corona á su hijo Abul-Ayx; sus enemigos se rehacen, le asedian por todas partes; acude al Califa de Córdoba, ofreciéndole tributo si le sostenía en el trono de sus mayores. El que fundó Abderrhamán I, había sido ocupado succesivamente por Hixem en 788, por Al-Hakén en 795; por Abderrhamán II en 822; por Mahomat en 852; por Al-Munda en 886; por Abdala en 888, y por el magnífico Abderrhamán III, Anasir Ledinala (defensor de la ley de Dios) que había elevado el califato de Córdoba al apogeo de su esplendor y grandeza, en 911 á 912.

Desde el principio observaba Abderrhamán á los Fatimitas con recelo; mayor, cuando les vió extenderse progresivamente por toda el África, y penetrar por fin en el Mogreb. El título de Emir-el-Mumenin (el Miramamolin) ó Jefe de los creyentes que usaba y que se apropiaba tambien el Califa fatimita, convirtió su recelo en odio manifiesto.

Innecesario es encarecer con qué satisfacción acogió la demanda del Edrisita; pero prudente ó ambicioso, exigió que le entregase á Ceuta y á Tánger; y negándose Abul-Ayx, declaróle la guerra, y envió un ejército que puso en trances al desgraciado Rey, de entregar las plazas exigidas. Abderrhamán, sin embargo, siguió apoderándose del reino de su aliado, so color de conservárselo contra los Fatimitas, á los que venció en diferentes encuentros, expulsándolos por fin del reino de Fez. AbulAyx, sin fuerzas para romper el yugo, y sin resignación para sufrirlo, pidió á Abderrhamán licencia para pelear contra los Cristianos de España, donde murió á poco tiempo en una algara.

Quedaron, pues, frente á frente el Califa español y el Califa africa

no. Organiza éste una flota numerosa, y aliado con los Sarracenos de Sicilia, bloquea todos los puertos españoles. Abderrhamán reune sus fuerzas para reprimir la insolencia de los Fatimitas, y nombra General de una poderosa armada al Haghib Ahmed-ben-Said.

Desembarca en Orán, conquista los pueblos de la costa y sitia á Túnez. Los Zenetes, tribus feroces, se unen á los invasores, derrotan en repetidos encuentros á los Fatimitas, que se guarecen tras los muros de Cairován; mientras Túnez se entrega á discreción y es saqueada. Tanta presa hubo, que todos los soldados quedaron ricos, y los presentes de Ahmed al Califa fueron de tal valor, que sobrepuja á la fábula lo que las historias relatan.

Los Fatimitas esperaron pacientemente ocasión propicia de desquitarse. En el momento en que Abderrhamán disminuyó su ejército de África para atender á las necesidades de España; Moez-ben-Ismail, cuarto Califa fatimita, envia á su General Gehvar ó Djeverel el Rumí con 20.000 caballos á que se apodere del Mogreb.

El Valí de Abderrhamán Yalí-ben-Mohamad-al-Yefruní, con las pocas fuerzas españolas que le quedaban y las tribus Zenetas y Masamudas, le presenta batalla, y junto á Tremecén es derrotado y muerto. Gehvar toma á Sigilmesa, después en el 960 á Fez, y por último se apodera de todo el Mogreb cordobés, excepto Tánger, Ceuta y Tre

mecén.

Grandemente despechado el Emir-el-Mumenin Abderrhamán, con el revés sufrido, envía nuevas tropas que recobran á Fez por asalto; el Mogreb se somete de nuevo á su yugo, y por un tratado reune al califato de Córdoba el de Fez, y reconoce en los Fatimitas el de Cai

rován.

Lleno de años y gloria muere Abderrhamán y succédele su hijo AlHakén II, que encarga el gobierno del Mogreb á Al-Hassán, único descendiente de los Edrisitas despojados por su padre. En 968 se rebela Balkín-ben-Zeirí, Xeque de los Zanayas. Acude Al-Hassán á apaciguar la rebelión y es derrotado 2; pero hombre astuto y prudente el Zeirí, comprendió, que á pesar de aquel triunfo casual, no podía luchar contra la potencia de los Califas cordobeses. Trató, pues, de lograr con artes y aliados lo que no podía solo y á fuerza abierta; y como no se le ocultaba

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2 Lafuente escribe que, Balkin-Ben-Zeiri, era General del Califa fatimita Moad-benIsmail.

que Al-Hassán, de la estirpe de los Califas de Fez, con trabajo se resignaría á ser un lugarteniente del de Córdoba; al propio tiempo que halagó su ambición, le ofreció su apoyo; en términos que, seducido el vencedor, enarboló el estandarte de independencia, traicionando la confianza é ingrato á los beneficios de Al-Hakén.

Envía éste á Ghiafar con nuevas tropas, que triunfan de los insurrectos; pero los Zenetes se pasan, y abandonado de las tropas, tiene que volver á Andalucía sin ejército.

Al-Hakén manda á uno de sus mejores Generales, Mohamed-benAlkassim, atácale Al-Hassán y es derrotado y muerto el Cordobés. Triunfan los Edrisitas, todas las ciudades les abren sus puertas, menos Tánger y Ceuta, cuya fidelidad al Califa es inquebrantable.

Al-Hakén encarga nueva expedición al astuto Al-Galib, quien da treguas á la espada y combate con el oro. Comprados la mayor parte de los Xeques edrisitas, derrota al resto; huye Balkín-ben-Zeirí al desierto; refúgiase Al-Hassán en la Peña de las Águilas; capitula, y es llevado á Córdoba, donde el generoso Al-Hakén le trata como huésped, no como prisionero. Sigue Al-Galib el curso de sus conquistas; toma á Fez, y en el 974 se embarca en Ceuta para Algeciras.

El Califa Moez, cuando por el tratado con Abderrhamán perdió la esperanza de enseñorearse del Mogreb, atacó á los Califas de Bagdad, conquistó el Egipto y la Siria, y estableció un nuevo Califato en el Cairo.

A Moez volvía los ojos Al-Hassán, siempre suspirando por recobrar su perdida grandeza, sin que hiciese mella en su corazón la generosidad de los Ommiadas, y quizá irritándole más el apetito, el espectáculo de aquella corte, centro de la magnificencia musulmana. Así fué que en el 975, obtenida licencia de Al-Hakén para marchar á Túnez, se embarca en Almería colmado de regalos; llega á Túnez, sigue á Egipto, habla con el Califa, vuelve á Berbería, y en el siguiente año se proclama de nuevo Señor de todo el Mogreb.

Para desgracia suya, había fallecido en tanto el magnánimo Al-Hakén y reinaba Hixén, y en su nombre el terrible Almanzor, quien á la primera noticia envía á su hermano Abu-al-Hakén Omer-ben-Abdallah, que es batido y bloqueado en Ceuta.

Apresta entonces Almanzor un poderoso ejército; nombra para comandarlo á su hijo, el valiente Abd-al-Malik. Atérrase el Edrisita, y sin combatir ofrece someterse, y bajo seguro pasar á Córdoba á disposición de Hixén. Acepta Abd-al-Malik, y llévalo preso. En el camino, mensa

jeros de Almanzor traen la terrible orden de muerte, y en el acto deca pita á Al-Hassam-ben-Kemiz 1.

Cuentan los Árabes que en el momento en que caía su cabeza, un torbellino le arrancó el albornoz de los hombros, sin que nunca haya podido encontrarse; suceso que miran como sobrenatural y milagroso 2. La dinastía, como el albornoz del último de los Edrisitas, desapareció para siempre en el año 984.

Al volverse á Córdoba Abd-al-Malik con el desventurado Al-Hassán, dejó por Emir de Fez á Zeirí-ben-Atu, quien combatiendo contra los succesores de Balkín-ben-Zeirí, sujetó á su imperio todo el Mogreb, arrojando al Egipto los últimos restos de los Fatimitas. Entonces, como AlHassán, se declara independiente de los Ommiadas 3, y como Al-Hassán fué por ellos vencido; pero, generosos, no le despojaron del gobierno ni á sus succesores, que continuaron después incontrastables en su fidelidad á los Califas españoles.

Revueltas, luchas intestinas, prolongadas guerras, hoy triunfantes los que mañana decapitados; tal es el cuadro que presentó el Mogreb desde que los Omeyas, obligados á concentrar sus fuerzas para defenderse en la Península, no pudieron atender á las cosas de África.

En tal estado de anarquía y discordia; siempre combatidos los Zeiritas, nunca completamente vencidos, nunca definitivamente vencedores; concluyó su dinastía el año 1070, con Temín, muerto á manos de los Almoravides.

4

Alhassam-ben-Kenuz le llama D. Modesto Lafuente en su Historia general de España. 2 Histoire de l'Algerie, por la Condesa Orohojowska.

3 Niéganlo otros Autores, que aseguran que Zeyri siempre se reconoció dependiente.

CAPÍTULO III.

Los Almoravides.-Fundación de Marruecos.-Yusuf-ben-Texefín se apodera de Ceuta y Tánger.-Pasa á España.-Prende al Rey de Granada y al Gobernador de Málaga.—Su General Sir-ben-Bekir se apodera de Sevilla.-Le succede su hijo Ali.-Batalla de Uclés.— Los Portugueses atacan á Ceuta.

En los confines del Sahara existía la tribu de Gudala, feroz, ignorante, sin agricultura, sin artes, sin ciencia, sin letras, sin más religión que una estúpida idolatría. Invitado por un peregrino fué allí Abdallaben-Yafín, docto Africano, perito en el corán y enseñado en las escuelas de Córdoba.

Pronto mandó á la tribu, hizo guerra á la de Lamtuna, vencióla, y al poco tiempo influía igualmente sobre ambas. A la fama de sus conquistas, de todos puntos del África acudían Musulmanes á alistarse en sus banderas. El valor y la fé religiosa eran sus cualidades distintivas, y por ello Abdalla llamó á sus partidarios Moravitines (Voluntarios de Dios), nombre que, corrompido por los Historiadores, cambióse en el de Almoravides.

Aquellas turbas feroces y fanáticas se adelantaron hacia el Occidente, confiando Abdalla su mando á Abu-Zakaria, Jefe de la tribu de Lamtuna, y por muerte de éste, á su hermano Abu-Beker.

En una refriega murió Abdalla: Abu-Beker siguió la conquista, fundó á Marruecos, y marchó á sosegar unos disturbios ocurridos entre las dos tribus matrices, dejando por Lugarteniente á su primo Yusuf-benTexefín.

Era Yusuf de ánimo levantado, valiente en las lides, austero en sus costumbres, justo con todos. Aumentó el ejército, adquirió la realeza por renuncia de Abu-Beker, sojuzgó á todos los belicosos pueblos del Mogreb, y pronto los Reinos de Fez y de Marruecos le obedecieron como único Señor.

Faltábanle empero Tánger y Ceuta, ciudades fortísimas del Estrecho. Bien que le solicitase Alfonso VI de Castilla, á ruegos de su suegro el Rey moro de Sevilla que, con la ayuda del Africano, pensaba agregar

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