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la tienda del muy ilustre señor conde de Alcaudete, y les prediqué yo, encomendándoles la paz y que no blasfemasen, porque esto es lo que su Señoría siempre nos encomendó que les encargásemos, y que en esto no se descuidasen, y lo que el Conde por ellos hacia, y mea voce respondieron que, cuando otra cosa no tuviesen, las camisas venderian por servicio del Conde. Este dicho dia amanecieron junto al castillo de Razarcazar seis tiendas de alárabes, con sus mujeres é hijos, vacas y camellos, que venian en servicio del Conde, de lo cual todos nos alegramos. Mandó su Señoría este dia ya dicho dar la muni. cion de alpargates á las compañías, lo cual mandó librar á D. Alonso de Villaroel, Maestre de campo, y daba su cédula cada Capitan, conforme á la necesidad que tenia y gente que cada uno en su compañía llevaba, porque de todo mandaba su Señoría fuesen los soldados muy bien proveidos, y así lo encargaba á sus Capitanes. Esto hecho, este dia, á hora de las dos de la tarde, se levantó el avanguardia, en la cual iban 13 banderas, y con ellas 3.000 hombres y más, y D. Alonso de Villaroel por Maestre de campo con ellos, y comenzaron á marchar la vía de Tremecen á un rio pequeño y muy buena estancia,

que está de Orán dos leguas y media, que se llama Mezerguin, lugar de muchas arboledas y algarrobos y palmares, porque los otros dos tercios del campo estaban muy ocupados en traer bastimentos de Mazalquivir.

CAPÍTULO XXI.

De cómo el Conde mandó subir el artillería de la puerta de Tremecen al Real, para la partida.

Otro dia, domingo de sexagésima, que se contaron 28 de Enero del dicho año, á la hora de las ocho, el muy ilustre señor conde de Alcaudete bajó del alcazaba al monesterio de Sancto Domingo, y rescibió el Sanctísimo Sacramento, con su hábito blanco de capítulo vestido, con mucha devocion, como bueno y católico cristiano, porque, como ya dijimos, él habia comulgado en la cibdad de Cartagena en Sant Francisco. Manda luégo echar bando á recogerse todos al Real, el cual estaba sentado á la Torre de los Sanctos, en aquellos llanos, y se subió el artillería de la puerta de Tremecen y toda la municion al Real, lo cual todo fué hecho con

mucha presteza, y fué subida la casa del Conde á sus tiendas, y muy á punto todo para la partida de otro dia. Luégo, el lúnes, que se contaron 29 del dicho mes, bien de mañana, salió su Señoría al campo de partida, y con él el rey de Tremecen Muley Babdila, el cual llevaba una rica marlota de terciopelo verde, y un capellar de grana, y un sombrero de terciopelo negro sobre la toca, y una espada dorada con vaina y cinta de terciopelo verde, con su estandarte delante, y así caminamos con mucha fatiga, por ser el tiempo recio de aguas, y fuimos á pasar la noche á las huertas de Tenecelme, con harto trabajo, porque toda la noche llovió, y porque al tiempo de nuestra partida nos faltó el carruaje. Fué necesario á los soldados llevar su bastimento acuestas, cada uno para ocho dias; y porque no faltase, los de caballo, en los arzones delanteros, cada uno llevó su costal, y el ilustre señor Conde fué el primero que tomó su saco de bizcocho y lo llevó todo aquel dia, y todos los otros caballeros, y el que esto no llevaba, llevaba un trozo de escala; de manera, que por falta de carruaje determinó su Señoría de dejarse el artillería, y plugo á Nuestro Señor, como adelante se dirá, que no fué menester. Otro dia, de maña

na, nos levantamos con todo el campo, el cual iba tan lucido que era cosa de mirar, como si ningun trabajo hubiera pasado, y la gente de caballo muy lucida.

CAPÍTULO XXII.

De los primeros moros de guerra que vimos, y del parlamento que el Conde hizo á los caballeros cuando los vió.

el

Pues yendo así, vieron una banderilla blanca de alárabes de la tierra, con la cual venia el xeque Bulacaraz, con 200 lanzas de alárabes de la tierra, la cual viendo muy ilustre señor Conde, mandó poner la gente de caballo muy en órden en una ala muy grande, y el Conde llegó, en mi presencia, y les dijo lo que dijo Aníbal el Africano, Capitan general de los Cartagineses, hijo de Amílcar, á la pasada de los Alpes á todo su ejército, yendo contra los Romanos: «Caballeros, mirad que nunca en el lugar que estais llegaron cristianos con la honra que traeis; ruégoos que no se pierda por vosotros lo que con tanto trabajo habemos ganado. » Aquellos caballeros, con grande ánimo se aderezaron, to

mando adargas y lanzas en sus manos, no viendo la hora de llegar. El Conde llevaba su lanza en la mano, con sus armas secretas. Llegó á reconocerlos un moro de nuestra compañía, y estuvo todo el campo esperando, que segun paresció, era el Xeque ya dicho. Sabido por el xeque Guirref, como el Conde era salido de Orán con su ejército la vía de Tremecen, parescióle ser mal hecho no haber cumplido la palabra y concierto que con D. Alonso de Córdoua tenia hecho; con los otros Xeques ya dichos, acordó enviar un mensajero al Conde con sus cartas para volver de nuevo á aliarse y confederarse con el Conde, y este mensajero era un judío, que habia nombre el Murciano, el cual dicho judío se juntó con el Conde para hacerle su embajada en el puntal de la laguna que adelante diremos. El Conde le recibió muy alegremente, y hubo por bien el amistad de dicho Xeque; y en el concierto quedó que el xeque Guirref saliese á juntarse con el ejército de los cristianos á la casa del Morabito. Volviendo con la respuesta al Xeque, del Conde, topó el dicho judío con Bulacaraz, el moro ya dicho, y sabidos los tratos de Guirref con el Conde, y que este judío era el que contrataba entre ambos, á lanzadas le mató; y esta

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