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Dueños los españoles de Oran desde el año de 1510 en que la ganó el Cardenal Cisneros, y habiendo ahora conquistado á Tremecen y destituido al Rey Muley-Mahamet, y puesto en su lugar á Muley-Ababdila, como vasallo y tributario de Cárlos V, vino á interrumpir los planes y triunfos del buen Conde de Alcaudete una muy apremiante órden del Emperador, mandándole que luégo, sin detenerse, le enviase la gente á Barcelona, por necesitarla para defender á Cerdeña, quedando el ilustre caudillo tan pobre, que fué necesario que le prestasen las sumas indispensables á fin de hallarse en disposicion de regresar á su casa con el conveniente decoro.

Porque cúmplenos advertir, que la importantísima empresa que nos ocupa fué acometida y realizada por el insig ne Conde de Alcaudete á sus propias expensas, sin recibir del Emperador otra cosa más que la vénia y la investidura de su elevado cargo; y, ciertamente, causa lástima grande el ver interrumpidos ó malogrados tantos y tan heróicos esfuerzos, no por los altos in

tereses de la civilizacion ó por las tendencias irresistibles del genio nacional, sino por la conveniencia y miras particulares del César, que apartó á nuestra patria del curso natural de su política exterior, arrastrándola á consumir sus portentosos bríos en Alemania, Flandes, Italia, Francia, ó sea en todos los campos de batalla de Europa, donde se debatian intereses políticos y religiosos de muy diversa índole, de todo punto contrarios á las antiguas libertades de Castilla, y áun á la racional independencia de la Iglesia española.

La única expedicion del César contra el Africa, que mereció el completo agrado y aprobacion de los españoles, fué la conquista de Túnez, y áun esta empresa no fué inspirada por el deseo de establecer y consolidar allí la dominacion española, sino por el de vengar las insoportables piraterías del famoso corsario Barbarroja en las costas de Italia, y restablecer en su trono al Rey desposeido Muley-Hacem, que era feudatario de los reyes de Castilla.

En suma, diremos que las intermi

nables guerras de Cárlos V y Felipe II contra las naciones cristianas, sólo produjeron el desastroso resultado de preparar su despoblacion y decadencia, sin que al extingirse aquella dinastía en el Rey hechizado, quedase de tan estrepitosa y aparente grandeza otra cosa más que un recuerdo, mientras que habiendo seguido las heróicos impulsos del genio de la patria, nos habríamos adelantado tres siglos á las demas naciones en iniciar al continente africano en las artes y civilizacion de Europa.

No es posible, sin embargo, contrariar del todo el carácter y tendencias naturales de los pueblos, y la guerra de Tremecen demuestra bien á las claras que no faltaban 'caudillos ilustres, que, por su cuenta y riesgo, acometiesen aquel linaje de empresas, aunque no contasen para ellas con todo el apoyo y fuerzas del Gobierno de la nacion; y este hecho y otros análogos que se realizaron por los conquistadores de una gran parte de América, y cuyas principales expediciones, como las de Méjico y del Perú, sólo fueron empresas

particulares, proclaman del modo más resplandeciente y magnífico hasta qué punto era entonces pujante y asombrosa la iniciativa individual en nuestra madre España.

La consolidacion de la conquista del reino de Tremecen reclamaba otros medios más eficaces que aquellos de que podian disponer los valerosos Condes de Alcaudete, los cuales por largo tiempo tuvieron encomendada la custodia 6 Tenencia de Oran; pero estas mismas dificultades realzan muy singularmente el mérito de sus proezas y dominacion en aquellas regiones.

Al dar á la estampa la interesante RELACION manuscrita de la guerra de Tremecen, nuestro propósito ha sido únicamente salvar del olvido los afanes, desvelos, sacrificios, padecimientos, trabajos, peligros, hazañas y nombres de aquellos esforzados españoles que tanto hicieron por la gloria de su patria, sin que ésta, en proporcion, les agradeciese sus servicios ó les ayudase con todos sus recursos para sostenerlos en su honrosa demanda.

Consideraciones meramente editoriales nos hacian lamentar que la narracion del presbítero La Cueva no contuviese original suficiente para completar un tomo de nuestra COLECCION; Y, por otra parte, sentíamos tambien que dicho relato se terminase con el súbito regreso á España del animoso Conde de Alcaudete, omitiéndose la circunstancia de que éste habia dejado en su lugar á su hijo mayor, D. Alonso, con escasa, pero escogida hueste, para guarnicion y defensa de Oran, Mazalquivir y algunos fuertes ó castillos.

Mas hé aquí que nuestra buena fortuna hizo que viniese á nuestro poder un ejemplar de cierto libro, rarísimo y por demas curioso, impreso en Córdoba á fines del siglo xvi, y cuya portada hemos reproducido con la exactitud más completa. El hallazgo fué agradable y oportuno bajo todos conceptos, pues que el tal libro, además de ser ampliacion y complemento felicísimo de la RELACION de Francisco de la Cueva, reune á sus condiciones literarias el requisito importante, para nosotros, de

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