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DE LA

AMÉRICA CENTRAL

Desde el descubrimiento del país por los españoles (1502)

hasta su independencia de España (1821)

Precedida de una "Noticia Histórica" relativa á las naciones que habitaban
la América Central á la llegada de los españoles

for Milla y Vidaterne, Jose

OBRA CONTINUADA BAJO LA ADMINISTRACION DEL

SEÑOR GENERAL DON JOSÉ MARÍA REYNA BARRIOS

Y EN VIRTUD DE ENCARGO OFICIAL

POR

AGUSTÍN GÓMEZ CARRILLO

DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

TOMO IV

GUATEMALA

TIPOGRAFÍA NACIONA

1897

begs of Xin! Cathirap May 28, 1700 DEZ192

ES PROPIEDAD DEL AUTOR

RÁPIDA OJEADA

al espacio de tiempo que abraza este tomo

1748-1768

Breve lapso es el comprendido en estas páginas; y si cuatro lustros nada pesan en la marcha de los pueblos, porque la vida de las naciones se cuenta por siglos, no debe extrañarse que en el reino de Guatemala no se operara en ese plazo un cambio sensible en el régimen, en la situación, en las leyes y en las costumbres. Los principios de libertad no pueden abrirse paso en una tierra mal preparada; y habría sido un fantástico sueño el acariciar en estas provincias ideales que no iluminaban la conciencia ni aun de los hombres más ilustrados. Mudanzas en las que la actividad humana representa el principal papel y que se producen por el requerido enlace de las causas y de los efectos, son obra del tiempo y de los espíritus superiores.

¿Quién habría concebido acá, allá por los años de que en este libro se trata, el atrevido pensamiento de reemplazar el gobierno de los reyes con el gobierno propio, las cédulas reales con los decretos republicanos? La fuerza incontrastable del pasado, la tradición arraigada, el respeto profundo á los delegados regios que de la Península venían, el concurso eficaz que al poder civil prestaban los ministros de la religión, por la alianza estrecha de ambas

potestades, todo conspiraba indudablemente á impedir que se vislumbrase, no ya la aurora feliz de la independencia absoluta, sino la de la monarquía constitucional, que rechaza el derecho divino del soberano y la concentración de los poderes en manos del príncipe, para buscar en más puras fuentes títulos que la legitimen y la hagan más aceptable á los súbditos.

La libertad bendita no había aún teñido con su risueña luz los horizontes de la vieja Europa. Reinaba en Francia el débil y disipado Luis XV, que suscitó la tormenta que tenía que descargar de lleno sobre su tímido desventurado sucesor. Faltaba algún tiempo todavía para que estallase el movimiento revolucionario que iba á sustituir con la ley la arbitrariedad, con la igualdad el privilegio, y que lanzaría por todos lados sus brillantes. resplandores, dejándolos percibir en el Nuevo Mundo, para facilitar la emancipación de Guatemala y demás provincias ibéricas de aquende el Atlántico. Los enciclopedistas, sin embargo, se afanaban ya por divulgar sus doctrinas, y Diderot y D'Alembert eran á la sazón nombres ilustres entre los franceses. Iba á renovarse el derecho público de los Estados y el derecho privado de los ciudadanos, merced á los sacrificios de la generosa Francia; pero era menester aguardar algunos años aún.

En cuanto á la Revolución de Inglaterra, apenas si algo se sabía por entonces en Guatemala; pero por mucho que se hubiese sabido, & quién habría osado hablar acá de la lucha incesante sostenida por los ingleses contra los reyes que los oprimieron? Juan sin Tierra y Eduardo II, despojados del trono; Carlos I, subiendo al cadalso, y Jacobo II, desterrado con toda su familia, eran nombres y sucesos generalmente desconocidos; y si alguno de los Ministros de la Audiencia, ó de los profesores

de la Pontificia Universidad, algo había leído á ese respecto, guardábase bien de tocar ni aun en sus conversaciones más íntimas tan delicados asuntos. La libertad política, cuyos principios fueron tan humildes en la Gran Bretaña y que la Revolución de 1688 vino á fortalecer, no era materia de la que pudiera libremente hablarse, ni menos era permitido discurrir sobre el movimiento religioso que con aquella Revolución se enlaza. El decir, por ejemplo, que una monarquía vaciada en los vetustos moldes de la Edad Media se hubiese transformado en una monarquía limitada según las modernas ideas, habría sido un execrable crimen, un horrible atentado; y el citar, verbigracia, á Calvino y á Lutero, sin calificarlos de infames monstruos, habría dado margen quizá á tenebrosa investigación judicial.

No puede, sin embargo, negarse que el rey D. Carlos III, que quebrantó el poder del Santo Oficio y supo mejorar la condición de España, favoreció también en varios sentidos á las provincias de América: las leyes que facilitaron el comercio dieron impulso á la prosperidad de las colonias, abrumadas antes por el sistema restrictivo en lo que al tráfico concierne; la agricultura salió del marasmo en que se mantenía; y el añil, el liquidámbar, el cacao y otros productos de nuestra fértil tierra comenzaron á exportarse en mayor escala y á retribuir más largamente al hombre emprendedor y laborioso.

Los pueblos avanzan siempre, sin que en su camino les sirvan de estorbo las crisis que á veces sufren; por el contrario, los eclipses que por causa de esos embarazos parece experimentar la obra del progreso los alientan en su marcha, haciéndolos seguir después por derrotero más seguro; pero al lanzarse hacia los amplios horizontes que halagan sus miradas, tienen que buscar apoyo en el

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