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vez se hacía, en otra se anulaba. En una ejecutoria que dió D. Felipe II en Aranjuez, á 2 de Enero de 1584, manda que se cumpla lo fallado por la Junta Apostólica en 28 de Noviembre de 1583, á saber: «Que hallándose el dicho >> Obispo de Badajoz, ó los que por tiempo fueren Obispos > en el dicho Obispado ó sus Provisores, en la dicha ciudad » de Xerez, puedan conocer y conozcan acumulative, á pre>vención con el dicho Vicario que es ó por tiempo fuere » de la ciudad, de todas las causas natrimoniales, crimina>>les, beneficiales y decimales, y de todas las demás; Y no » se hallando el dicho Obispo ó Provisor en la dicha ciudad, >>mandamos que el dicho Vicario que es ó fuere de la di>cha ciudad pueda conocer y conozca privativamente en primera instancia de todas las dichas causas, sin que el »Obispo ó Provisor las pueda advocar y advoquen á sí. >> Excusado es tener que repetir que el Obispo no se conformaba con esto, pues ni aun se conformó después de los autos de Junio de 1597 mandándole cumplir lo dispuesto en la ejecutoria de la Junta Apostólica, y quedó en pié la cuestión como estaba (1).

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(1) Memorial Ajustado, sección citada.

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por las campañas de Carlos I y Felipe II y por las emigraciones á América, la ciudad de Jerez atravesó también un período de dos siglos de constante decadencia, agravada por diversas causas locales que el lector irá conociendo. La lectura de los documentos de este período apena al espíritu más despreocupado, porque en medio de los desastres que á la población afligieron, se encuentra siempre á la Corporación municipal, y á veces al vecindario entero, poseídos del más desdichado bizantinismo, pensando en fiestas y en honores. Pudiera compararse en este período á la muy noble y muy leal Ciudad de los Caballeros con uno de esos hidalgos pobres que, por la negra honrilla, procuran encubrir bajo raída capa las remendadas y maltrechas vestiduras que les quedan de los tiempos de su opulencia. Quizás también por aquello de que el que empobrece envilece, vemos á veces á la Ciudad, tan pagada de sus fueros y grandezas, capitular con humillaciones que revelan hasta qué punto crece el decaimiento moral, cuando falta en los caracteres la integridad suficiente para afrontar desastres.

No es posible seguir año en pos de año la monotonía de los acuerdos del Ayuntamiento, en los que de vez en cuando asoman las huellas del malestar público, ya por la pobreza del vecindario, ya por los débitos contraídos con la Real Hacienda, un año por el hambre apenas remediada con el trigo del Pósito, otro por causa de la peste que diezmaba á los vecinos, y algunos por la sequía ú otras calamidades. Pero en medio de tantas como llovieron sobre la Ciudad desde 1600 á 1640, el Concejo seguía impertérrito su marcha desdichada, pensando á toda hora en el mejor modo de celebrar las fiestas públicas; ni más ni menos que hacía la Corte, divirtiéndose en el Buen Retiro en tanto que Cataluña y Portugal se alzaban en armas. Adoleció siempre la Corporación municipal de Jerez de la flaqueza un tanto ridícula de darse tono con honores y preeminencias de poca monta; y como una de tantas muestras de este vicio, en 1639 cometieron los Regidores perpetuos la necedad de colocar dosel real en el salón de sesiones, y hacerse dar tratamiento de Señoría, contra lo que las leyes de etiqueta oficial autorizaban; hecho que les valió una severa reprimenda de la Corona (1).

(1) Archivo municipal, legajos de Reales provisiones.

«El Rey.-Don fernando de Çayas, Cau.o de la horden de Santiago, mi Gouernador de la ciu.d de xerez de los caualleros y vro lugar theniente en el dho oficio:-Yo he tenido noticia que essa ciu,d en contrauencion de las leyes que lo prohiuen, tiene dosel en su ayuntam.to y se deja tratar de Señoría, assí por scrito como de palabra, usando lo mismo quando estando junta la ciudad se ablan unos Reg.res con otros ó con Vos; y porque no es justo que sin liz.a mia se use destas perrogatibas, os mando que luego como receuiéredes este despacho no consintais que el tratamiento que se hiciere á essa ciudad de palabra ó por scrito sea de Señoría, ni que á Vos ni á ninguno de los Reg.res se le llame, ni unos con otros usen desta cortesía, ni los scriuanos de Ayuntamiento por scrito ni de palabra le pongan ni ablen; y si essa ciu.d tubiere puesto dosel, me auisareis para que yo ordene

Empero, dejemos á aquellos Regidores engalanarse con plumas postizas, y pasemos á otra página más triste. Emancipado el reino de Portugal en 1640 por el alzamiento de D. Juan IV de Braganza, inicióse aquella guerra tan desastrosa para Extremadura, donde las tropas se entretuvieron largo tiempo en escaramuzas de poca monta y en correrías devastadoras que arruinaron á los pueblos fronterizos. Tal debía ser la miseria en la comarca de Jerez por causa de las exacciones del enemigo, que, al decir de un jesuíta, en el año 1646 «entraron 300 caballos hácia Jerez, del rebel»de, y que no hallaron qué pillar y se volvieron muy de>sairados (1).» Con la guerra, por lo visto, se hizo imposible críar ganados y sembrar los campos, porque todo era presa de la soldadesca.

Tan indefensa debía estar la población entonces, que ni siquiera habría un somatén dispuesto para cualquier eventualidad. En un acuerdo de 8 de Diciembre de 1653 se da esta triste noticia: «El enemigo portugues ayer Domingo >siete deste mes, con más de mill caballos y mill é quinien. >tos infantes con mucho armaje de picas, azadones y pre>venciones de guerra se entró en el Valle de Matamoros,

lo que se ha de hacer: Y caso que essa ciudad tenga alguna pretension sobre ambas cosas, podrá acudir á representármelas enviando los memoriales y papeles que tubiere á manos del infrascrito s.no, para que los bean los ministros á q.n yo lo tenga remitido, que yo olgaré de hallar camino con que onrrar á essa ciudad y á los caualleros que asisten en su ayuntamiento; y no lo cumpliendo Vos en la forma que os lo mando, se os hará cargo dello en una residencia, y antes dello la demostracion que conuiniere, aduirtiendo á la persona que os subcediere en ese oficio lo mismo, para que cada uno en su tiempo lo haga cumplir y guardar, y auisareis en manos de dho secret.° de lo que hubieredes hecho para que yo lo tenga entendido y mande lo que se hubiere de hacer. fha en Madrid á 9 de enero de 1639.-Yo el Rey.» (1) Manuscritos varios de Extremadura que posee D. Vicente Barrantes, tom. VII. Es carta del P. Sebastián González á otro jesuíta.

>> que dista desta Ciudad poco más de una legua, y lo robó, >> quemó y demolió la mayor parte de las cassas, y dejó á >> sus vecinos desnudos y muchos en cueros vivos, y me>>diante averse resistido toda la tarde y la noche an que>> dado con estrema nezesidad, pidiendo á Dios nro Señor >> misericordia y á esta Ciudad fauor para tan grande aflic>>cion.» Muy apurada debía estar la Hacienda municipal, pues todo lo que acordaron fué que llevasen al Valle seis fanegas de pan del Pósito, y que se hiciese una postulación de ropas y vituallas á los vecinos de la Ciudad que tuviesen á bien socorrer á aquéllos que tan sin ventura habían quedado.

Dieron cuenta de lo ocurrido al general Duque de San Germán, á quien manifestaron el recelo que había de que el enemigo les amaneciese algún día dentro de casa. En Diciembre de 1656 recibió el Corregidor una carta del referido General, participándole que el enemigo se movía en dirección á la población; y fué tal el pánico que se apoderó de todos, que entonces cayeron en la cuenta de que estaban indefensos. Acordó precipitadamente el Ayuntamiento << dar cuenta á S. E.a del estado en que se halla esta ciudad, »>y que pidan armas, municiones y pólvora y los tiros y de>> más de que tiene necesidad para su defensa; y hagan junta > de la gente de guerra vecinos desta ciudad, y que traigan >> las listas de sus soldados y de las armas que hubieren y >> todo lo demás que se necesitare para su defensa.» Faltóles solamente haber enviado un mensajero al ejército enemigo, suplicándole que tuviese la bondad de esperar á que la Ciudad se guarneciese. ¡Tan prevenidos estaban los caballeros del dosel y la Señoría postiza! Por fortuna, las cosas no pasaron del susto, porque los portugueses no tuvieron el mal acuerdo de atacar á Jerez.

La victoria de nuestras tropas en Évora, el año de 1662, regocijó al Cabildo jerezano, que acordó fiestas y expansio

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