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líticas da muestra la máxima que profesaba de que Dios tenia destinado á Felipe para ser el rey mas absoluto de toda la cristiandad, y de que sus vasallos no tenian ni aun el derecho de quejarse sin su permiso.

y

No era posible por mucho tiempo la concordia, y buena armonía entre dos personages de tal carácter de tanta ambicion; mas por de pronto, abusando de su influencia y teniendo de contínuo asediado al rey, íbanle haciendo retraido, apocado é indolente, no obstante ser de claro y despejado entendimiento, y adornarle otras virtudes no comunes en su edad. Y unida la inesperiencia del monarca al abuso de los ministros, íbase formando en la córte misma de España un partido de descontentos, que los soberanos y las potencias enemigas de la nueva dinastía comenzaban á esplotar, y con el cual contaban para los planes que desde el advenimiento de Felipe, y aun desde la aceptacion del testamento de Cárlos II. por Luis XIV. estaban fraguando, y poniendo ya en ejecucion para ver de arrebatarle la corona, como iremos viendo.

Uno de los primeros actos del nuevo monarca, aun antes de hacer la entrada pública con que se solemnizó su traslacion del Buen Retiro al palacio (14 de abril, 1701), habia sido el de convocar á los diputados de las ciudades y villas de voto en córtes (1),

(1) Real cédula convocatoria de 10 de marzo.

con objeto de que le prestáran el juramento de fidelidad, y de jurar él al propio tiempo las leyes y fueros del reino. Aun esta buena idea no fué inspirada por Portocarrero, sino por el marqués de Villena, mas advertido en esto que el cardenal. Las Córtes se juntaron el 8 de mayo en la iglesia de San Gerónimo, y el juramento mútuo se hizo con toda la ceremonia y con todas las solemnidades de costumbre (1) ̧

Queria luego el marqués de Villena, duque de Escalona, y propuso que se convocáran de nuevo córtes de Castilla, no ya para una ceremonia como el reconocimiento de un soberano, sino para que tratáran como antiguamente las cosas de gobierno, y principalmente del negocio importante de la hacienda. La razon de este empeño fué, que Portocarrero, abruma_ do con las dificultades de la gobernacion, que excedian en mucho á sus escasas luces, no contento con haber inducido al rey á que aumentára su consejo de gabinete con dos ministros más, que fueron el marqués de Mancera, presidente del de Aragon, y el duque de Montalto, del de Italia, pidió á Luis XIV. le enviára una persona que pudiera establecer un plan de hacienda en España, y corregir y reformar los abusos de la administracion. El monarca francés en

(4) Diario del secretario Ubilla, donde se hace una descripcion minuciosa de este acto, con los nombres y titulos de todos los que prestaron juramento.-Macanaz,

Memorias para la Historia desde la muerte de Cárlos II., MS. tomo I. cap. 3.-Belando, Historia civil de España, P. I. c. 8 y 9.

vió á Juan Orri, hombre de oscuro nacimiento, de carácter impetuoso, impaciente y altivo, si bien inteligente y práctico. Hizo el superintendente ó ministro de hacienda francés grandes reformas en la cobranza de la rentas, pero tuvo la imprudencia de querer asimilarlo todo de repente al sistema rentístico de Francia, y desarraigar algunos abusos que tocaban á los grandes señores. Con esto ofendió á todas las clases, á las unas porque lastimaba sus intereses, á las otras porque chocaba con las inveteradas costumbres de la nacion. Asi fué que los nobles, y principalmente el de Villena, uno de los mas ilustrados de entre ellos, clamaron porque se restablecieran con sus antiguos derechos y se llamáran las córtes de Cástilla, decaidas desde Cárlos V. y olvidadas en el último reinado.

Hubo sobre este punto diferentes opiniones y debates en los consejos. Consultóse al monarca francés, á quien Portocarrero parecia querer entregar el gobierno interior de España, y Luis XIV., mas prudente y mas político que los ministros españoles de su nieto, se negó á intervenir en un negocio tan delicado y puramente nacional. Vuelto á tratar el asunto en Consejo, prevaleció el dictámen contrario á la convocacion de las Córtes; bien que para no ofender al pueblo y á muchos grandes, se dió por pretesto que el rey tenia que partir á Cataluña á recibir á la reina María Luisa de Saboya, con quien se habia estipulado

su matrimonio, segun se anunció ya en las Córtes de

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En efecto, el rey Cristianísimo habia negociado el matrimonio de Felipe con la hija del duque de Saboya Victor Amadeo, uno de los príncipes que primero reconocieron al nuevo rey de España. El marqués de Castel-Rodrigo fué á ajustar y firmar las capitulaciones; y debiendo la reina venir por Barcelona, resolvió Felipe ir á esperarla á aquella ciudad, y celebrar al mismo tiempo Córtes de catalanes, y si podia tambien de aragoneses y valencianos, siendo notable que para estas no hubiera oposicion en el Consejo. Habiendo comenzado ya entonces la guerra movida por el emperador, de que daremos cuenta después, y sospechando Felipe que su ausencia de la córte podria ser larga, se previno para todo evento dejando nombrado gobernador del reino al cardenal Portocarrero, con asistencia de don Manuel Arias (2), al marqués de Villena para el vireinato de Sicilia, y para el despacho de los negocios durante el viage determinó Hevar consigo al duque de Medinasidonia, caballerizo mayor, al conde de Santisteban, y al secretario UbiHa, que acababa de recibir el título de marqués de Rivas, debiendo acompañarle tambien el conde de

(4) El marqués de San Felipe, en sus Comentarios de la guerra de España, é Historia de Felipe V., da algunos pormenores sobre los debates del Consejo en la

TOMO XVIII.

cuestion de llamar ó no las Córtes, tom. I. año 1701.

(2) Reales decretos de 31 de agosto y 2 de setiembre, 1701.

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Marsin, que habia reemplazado en la embajada de Francia al de Harcourt.

Hecho este arreglo, emprendió el rey su jornada (5 de setiembre, 1701) camino de Aragon, en cuyo reino, desde que puso en él su planta, y principalmente en la capital, fué recibido con las mas vivas demostraciones de afecto y de júbilo, y festejado con toda clase de espectáculos, locos los aragoneses con la espresiva fisonomía y los modales agraciados de Felipe, que les habian pintado con dañada intencion contrahecho de cuerpo, y pobre y escaso de espíritu. En los dias que se detuvo en Zaragoza juró en el templo de Nuestra Señora del Pilar, ante el Justicia mayor, comunidades, magnates y pueblo, guardar las leyes, fueros y libertades aragonesas (17 de setiembre). Alli recibió noticia de haberse celebrado el 14 sus desposorios con María Luisa, y de que el 12 salía de Turin á embarcarse para España.

Partió pues Felipe de Zaragoza (20 de setiembre), y despues de haber sido agasajado en Lérida y otros pueblos de Cataluña, hizo su entrada pública en Barcelona (2 de octubre); y primero en la plaza de San Francisco, donde habia un suntuoso solio, despues en la catedral, y luego en las Córtes que congregaron para esto (12 de octubre), juró tambien guardar los fueros, usages y constituciones de la ciudad y del principado ("). Como ya en este tiempo hubiera esta

(1) Viage de S. M. á Barcelona con todas las circunstancias que

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